Columna

  • The Smithereens, música y ticholos

    Allá por 1988, ir al Chuy era para mí como ir a Tower Records en New York unos años mas tarde. Además de comprarte camisetas Hering, vaqueros Levi’s, ticholos y championes Rainha, las disquerías del lado brasileño ofrecían una variedad de material que resultaba inimaginable en un Uruguay en donde el monopolio de facto de Palacio de la Música era la todavía horma total de lo que estaba o no en el mercado. Una empresa, hay que recordarlo, que llegó a vender discos de vinilo y su funda por separado, como si fueran cosas distintas. Una empresa que editó London Calling de The Clash en disco con un sonido tan espantoso a casete de segunda mano, que te hacia preguntarte si no estabas, de hecho, escuchando la copia trucha que te había pasado tu primo.

  • El General Villamil, psicodelia rock desde el Ecuador

    La búsqueda de música en nuestra masa continental de habla hispana recién ha comenzado, y de partir Entre Desiertos, en Tijuana, seguimos la costa del pacífico hasta el paralelo central del globo, en Ecuador. La conexión entre ambos puntos, geográficamente muy distantes, es fuerte; está unida por la misma historia de dominación que dio origen a casi toda nación de América Latina, a partir de que algunos personajes lucharan por su liberación.

    Así es el caso de José de Villamil, criollo nacido en Nueva Orleans de ascendencia franco-española que llegara a tierras sudamericanas para conquistar y gobernar el Archipiélago de Galápagos, así como para participar de la lucha de Independencia contra la corona de España en Guayaquil. Fundamental para dichas tierras, este hombre ha sido fuente de inspiración para la banda que ahora nos ocupa, no sólo por su aventurero espíritu, sino por traer consigo –por anacrónico que esto se lea- muchísimo rocanrol. Esta ocasión en La Ruta: El General Villamil.

  • Entre Desiertos, cercanía musical desde el rincón más alejado de México

    La historia del rock en América Latina ha trascendido y, en estos tiempos de autogestión e infinitas posibilidades, las bandas se han multiplicado. Tanto asimilando a su modo las vertientes anglo como destacando sus propios sonidos de raíz, la música alternativa del continente aporta sangre al latido que somos, retrata la personalidad de cada rincón habitado, y pone en la mesa por igual los signos que nos distinguen y nos asemejan.
    Lo que tenemos por delante es emocionante, esta columna se encargará de explorar y compartir los nuevos nombres de la música que mejor nos configuran, así como los sonidos que más nos llaman. Bienvenidos a La Ruta.

  • Josh Clayton-Felt y su cardumen

    El 15 octubre de 1991 llegué a Nueva York desde México. Tenía tres números de teléfono, una casa en donde quedarme unos días y 150 dolares en el bolsillo. Pelado como un ajo, con un montón de tiempo libre en las manos, pude recorrer buena parte de Manhattan mientras buscaba trabajo para los seis meses que duraba mi visa de turista.

    Esas caminatas me permitieron identificar un par de cosas importantes. La primera, que McDonalds tenia una hamburguesa de oferta a un dólar. La segunda, donde estaba el Tower Records mas grande. Y fue justo en ese Tower donde compré mi primer discman, un Sony que sonaba increíble pero que saltaba al menor estornudo. Y en donde compré mis primeros CD. Luego aprendí a comprar mas barato a través de los clubes que aparecían anunciados en revistas como la Rolling Stone, que era mas careta, y la Spin, que era mas alternativa. O eso decían ellos.