Cross: 35 años de Rock & Roll crudo y salvaje

Si bien los orígenes de Cross estuvieron ligados al Heavy Metal, siendo una de las bandas locales pioneras en el género, hacia los años ’90, su propuesta fue mutando hacia el killer rock, la psicodelia, incluso lindando con el grunge. La última década del Siglo XX fue tan intensa como prolífica para los liderados por Marcelo Cross, momento en el cual terminaron de construir su mística, basada en un vivo poderoso, a la vez de impredecible, pero sostenido por himnos generacionales como “Sólo quiero salir de aquí”, “El virus de los amplificadores”; “Instinto Salvaje”, “Joven Viejo” o “El Maldolor”, por mencionar sólo algunos. El próximo sábado 14, a las 21 hs, Cross se presentará en La Trastienda MVD en un show denominado “35 Años de Volumen Brutal” que, coincide, además, con la edición en vinilo de “Instinto Salvaje”, su clásico álbum de 1992 y, a propósito de ello, conversamos con Marcelo sobre los comienzos, su gusto por la música de los ‘60s y los ´70s, y sobre el próximo disco de la banda, el primero en más de veinte años.

Por Liber Aicardi

Foto: Karina González Alonso

¿Cómo podrías definir los 35 años de carrera de Cross?
Como un camino. De esa manera. Un largo viaje ¿Viste como el tango de Gardel que dice “veinte años no es nada”? Bueno, yo lo siento así. Yo empecé muy joven, a los quince y, la verdad, que ahora, a los cincuenta, no me siento con esa carga de treinta y cinco años. En realidad, entre los ‘90s y ahora, es como si el tiempo no hubiese pasado. Quizás, la primera época resulta más lejana en la memoria.

A Cross como que siempre le costó encajar dentro de un estilo ¿Siempre fuiste consciente de eso?
Sí, me di cuenta bastante rápido. Pero, a la vez, hay una cosa que creo y, de eso, me di cuenta después de bastantes años. Creo que hay ciertas cosas más allá del estilo musical. No se trata de si es Heavy metal, si es Punk, si es Pop o lo que sea. Hay ciertos mensajes que el sistema no soporta ni va a promocionar y, dentro de estos mensajes, estaba el que yo, quizás bastante inconscientemente, mandaba en las letras, no encajaba con el sistema de Uruguay de ese momento. O sea, todo el mundo se drogaba pero no se podía decir. En la época de Sanguinetti empiezan a aparecer un montón de cuestiones, la democracia, esto, lo otro…Eso sucedía. De hecho, yo recuerdo que en la dictadura era más trancada la cosa en ese sentido ¿no? Y hablar de eso en un tema, no iba en 1984, no caminaba. Además de otras cosas que las veo hoy y digo “¡la mierda!” Tampoco es que fuera un iluminado, pero, en “Hacia los mutantes” tenés “los políticos te engañan, te prometen mucha plata y te dicen lo correcto, compraremos autos nuevos, crearemos religiones y adoraremos la riqueza, y así vas caminando a poner un voto débil para anotarte en la gran fiesta mientras que yo en una esquina prendo fuego mi cerebro en las noches de luna llena” Podríamos hacerlo ahora ¿no?

¿Te ha cambiado la motivación para componer a lo largo de los años?
Yo te diría que en estos últimos tiempos del mundo, encontrar una motivación para escribir es bastante difícil porque son épocas donde reina la pelotudez, el chiste fácil, la huevada generalizada… Además, hay otra cosa: si hoy vos hurgás en la música en cualquier estilo, calculo que te van a hablar de sexo, de droga mal tomada y de amor, como siempre; o sea, cosas poco sustanciosas, nada de lo que esté pasando en un mundo donde, realmente, vamos hacia el remplazo del hombre por la máquina, hacia la clonación humana, pero de manera masiva, ese tipo de cosas no tiene “flow” (como dicen los pibes ahora), no tiene onda, (como decíamos nosotros), hablarlo. En 1984, 1985, tenía cierta onda, estaba bueno hablar de eso. No todos se animaban pero estaba bien, era lo que se respiraba. Hoy no. Entonces, para componer algo, yo sigo haciendo casi lo mismo, un poco más trabajado porque son más años de leer y de nutrirme de cosas, pero, a esta altura, uno no cambia. Hablo de cosas que suceden ahora, pero, a mi manera.

Además de cumplirse los 35 años de carrera de Cross, se editó en vinilo “Instinto Salvaje” ¿Qué significa ese disco para vos?
Es importante porque fue el disco que nos saca del encasillamiento de un estilo particular como el metal, el cual me parece alucinante como estilo, pero, estar encasillado en una cosa que te limita. Entonces, Instinto, cae justo en la época del grunge, de Nirvana, de Soundgarden y todo eso, y nos coloca en ese lugar alternativo donde hay diferentes personas y ya no una tribu en especial o gente con una tendencia en especial que nos empieza a ir a ver. Por otro lado, es un disco que a nosotros, aún con los pocos medios con que contábamos porque lo grabamos en cuarenta y ocho horas, incluída la mezcla ¡Incluída la mezcla!… A pesar de todo eso, el disco es de esas cosas que vos decís “¿Cómo hicimos esto y no nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo?” porque, tanto la selección de tracks como el contenido está bastante bien, a mi entender.

Creo que hay ciertas cosas más allá del estilo musical. No se trata de si es Heavy metal, si es Punk, si es Pop o lo que sea. Hay ciertos mensajes que el sistema no soporta ni va a promocionar y, dentro de estos mensajes, estaba el que yo, quizás bastante inconscientemente, mandaba en las letras y no encajaba con el sistema de Uruguay de ese momento. O sea, todo el mundo se drogaba pero no se podía decir. En la época de Sanguinetti, empiezan a aparecer un montón de cuestiones, la democracia, esto, lo otro…Eso sucedía.

En aquél momento, cuando se editó originalmente, coincidió con la salida de otros discos de bandas uruguayas que tocaban en Juntacadáveres, como Chicos Eléctricos, por nombrarte alguna de ellas. Uno escuchaba esos discos y veía esos recitales y decía “acá arrancaron los ‘90s” ¿te dabas cuenta, en el momento, de eso?
Exactamente de lo que vos decís, no pero, yo ya vivía en Buenos Aires y, cuando venía para acá, tocaba con las bandas que me estás nombrado y tenía ese contacto y fue una época, los primeros ‘90s, donde se empieza a conocer en Buenos Aires, la influencia fuerte de los Stooges que, hasta el momento no se conocía. Yo, en ese momento, empiezo a escuchar mucho a los Stooges, MC5, y eso era algo en común que pasó acá con estas bandas que vos me estás nombrando. Entonces, se dan dos vertientes diferentes pero que confluyen y entonces me lleva a hacer un híbrido. En el caso mío particular cuando traté de hacer esas cosas, siempre traté de poner la influencia de esta ciudad, o sea, no cantar en inglés directamente ni de cantar huevadas, sino hablar de lo que me pasaba a mí acá. Eso no lo cambié. No lo cambié en el ‘84, no lo cambié cuando me empezó a gustar la música de Detroit y, lo que hice, fue adaptarlo, simplemente. Y, además, todo eso que estamos hablando me sigue gustando, el rock de los ‘60s y ‘70s. Ese es mi basamento. Muchas cosas de los ‘80s me parecen validas, y algunas de los ‘90s también, pero, son muy pocas. Mis discos de vinilo son de esa época. De Uruguay, por ejemplo, si vos me preguntás “¿tenés discos contemporáneos tuyos de Heavy Metal?” No. Tengo de Días de Blues, Opus Alfa, Psiglo, Moonlights, Montevideo Blues… Mis referencias son esas. No me interesa escuchar Los Traidores ¿se entiende? Quizás, porque soy contemporáneo, no tengo idea… Me interesa lo anterior, mi sonido es el anterior. Sin ser peyorativo, me interesa el sonido anterior y me baso en ese sonido.

¿Por qué Cross no ha tenido una continuidad, sobre todo a partir de finales de los ‘90s y comienzos de los ‘00?
Primero que nada, yo no laburo de esto. Yo soy un amateur en ese sentido. Segundo, yo entre el ’98 y el 2006 estuve alejado de los escenarios totalmente y de todo esto que estamos hablando por motivos personales, de salud, me desintoxiqué absolutamente de todo. Por eso estoy vivo, por eso estoy hablando con vos. Después que empecé a venir a volver a tocar, que fue por iniciativa de Kairo Herrera, por el 2006, se empezó a dar de forma natural volver a tocar una o dos veces al año. Finalmente, hace un par de años grabamos un disco y me cayó la era Macri, o sea, la era de fundir a la Argentina y me empezó a ir muy mal con el laburo, tenía poco tiempo, casi nada, para poder completar el disco. Como nosotros estamos en tres países diferentes, Daniel (Tomikian, baterista) vive acá en Montevideo, Alvaro (Rasso, bajista) vive en España, yo vivo en Buenos Aires, entonces grabamos las bases y me las llevé a mi estudio personal en Buenos Aires pensando que iba a poder terminarlo con tiempo. Eso se fue estirando, estirando, estirando porque, entre no tener para darle de comer a mi familia y hacer un disco… (risas). Y así fue transcurriendo la cosa, pero es inminente que lo termine de la manera que sea, porque, entre otras cosas, le agarré de estudio el cuarto a mi hija (risas) Mi hija ya quiere volver al cuarto, no quiere dormir en el comedor, digamos, ya tiene trece años, entonces o lo grabo o mi hija me mata. Esa es la historia del próximo disco que va a salir, así que cuando alguien se acuerde de esta conversación se va reír un rato.

¿Por qué lado viene musicalmente hablando?
Lo interesante es que como una especie de reload de Instinto, que no cambiamos la tónica de lo que hacemos. No es que vamos a volver con una cosa post 2000, rara, que no se reconozca la banda. Para nada. Yo lo escucho y realmente, excepto los elementos que yo pueda utilizar y que antes no tenía, después, el resto de la grabación, voy a hacer a lo posible para que el disco suene a los años ‘72, ‘73, el sonido lo más cálido posible, lo más anti digital posible.

Si lo que hacés, tiene sustancia, ó queda en una obra característica del período ó se pierde en la nube de los tiempos. Podés salir a tocar en vivo, hacer cualquier tipo de malabarismos, que van a ir diez personas. Ahora, si lo que vos hacés tiene sustancia y, además, tocaste mucho (yo toqué mucho, pero, mucho en los ‘90s), por más que el sistema trate de hacerlas pasar como por un tobogán y hacerte olvidar que existen, hacer como que no fue, las personas lo recuerdan, lo hacen propio. Cuando eso sucede, hace que vos toques y vaya gente, porque eso le parece genuino.

¿Qué te genera que haya un público que está esperando el show de Cross todos los años y que la banda siga vigente?
Me genera lo mismo que le debería generar a Lou Reed cuando le hablaban de Velvet Underground en los ‘80s. Muy poca gente los conocía en Estados Unidos. Y, hoy, decís “la Velvet Underground ¡guau!”, están los discos por todos lados, todo el mundo los conoce y están en la tapa del libro. Lo que yo pueda sentir es algo recurrente en muchísimos casos. Y ¿cuándo pasa eso? Cuando lo que hacés tiene sustancia. Si lo que hacés, tiene sustancia, ó queda en una obra característica del período ó se pierde en la nube de los tiempos. Podés salir a tocar en vivo, hacer cualquier tipo de malabarismos, que van a ir diez personas. Ahora, si lo que vos tiene sustancia y, además, tocaste mucho (yo toqué mucho, pero, mucho en los ‘90s), por más que el sistema trate de hacerlas pasar como por un tobogán y hacerte olvidar que existen, hacer como que no fue, las personas lo recuerdan, lo hacen propio. Cuando eso sucede, hace que vos toques y vaya gente porque eso le parece genuino. Y eso no es que se dé conmigo. Yo soy melómano y te puedo asegurar que hay un montón de bandas de las que tengo discos con las que sucede eso. El caso más paradigmático es el de los peruanos Los Saicos, unos tipos que en el ’65 estaban a los gritos en Lima haciendo una especie de punk rock y terminaron juntándose y haciendo giras porque lo que hicieron fue válido. Estuvieron cuarenta años debajo del felpudo y, un día, salieron y metieron una gira por España, por América… Si lo que hubiesen hecho fuera una cagada, eso no hubiera pasado. A los Sonics, de Seattle, les pasó lo mismo, que vendrían a ser, de alguna manera, los padres del grunge. Son bandas que han hecho cosas que son recordadas.

¿Qué expectativas tenés para este show en La Trastienda?
Igual que la de tocar en un boliche pequeño. La misma, es igual para mí.

¿La energía es la misma?
Es lo mismo, sí. La energía es la que uno pone arriba del escenario. La verdad es que no ando contando la cantidad de personas que hay. En mi caso personal, funciona como un switch. Llegó un punto en el que, después de tantos años de tocar, una vez que conecto es como una radio que la prendés ¿viste? Me pongo en “ON” y no importa si estoy delante de veinte, treinta, cuarenta, no importa cuanta gente hay, ni el lugar. Lo que, sí, es seguro que un lugar más grande es más cómodo.

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