A ocho años del lanzamiento de su primer álbum, Santullo ya no es el proyecto solista de su vocalista sino un grupo. Además, desde el regreso de Peyote Asesino en 2016, Fernando Santullo cumple el rol de frontman y compositor en ambas bandas, situación que en sus más de veinte años en la música aún no había experimentado. Hoy, jueves 16, Santullo se presenta en Bluzz Live con un show donde además de repasar sus clásicos, promete un repertorio orientado a sus temas de Rock más convencional y presentar algunas nuevas canciones. En la siguiente entrevista, conversamos con Fernando, entre otras cosas, de cómo lleva el hecho de estar al frente de las dos bandas, de la nueva dinámica compositiva de Santullo y de los motivos que lo llevan a revisitar canciones ochenteras en sus discos.
Por Liber Aicardi
Hasta ahora no se había dado que coincidieran en el tiempo tus dos proyectos, Peyote y Santullo. Ahora que Peyote está teniendo una continuidad ¿cómo manejás eso?
No sé todavía porque es una cosa que está como recién arrancando. Lo pienso sobre todo por el lado de la composición; por el lado de la logística es más fácil porque simplemente vas intercalando shows y, aparte ninguno de los dos proyectos somos La Vela Puerca que hace giras por el mundo. Los dos son proyectos que funcionan acá. Lo que se me está complicando es la parte de composición. De separar qué ideas van para un lado y qué ideas van para el otro. Primero, no es porque me sobren las ideas (risas) y segundo porque en algunos aspectos, es más evidente la separación, pero en otros, no es tan claro. Hay toda una zona común entre un proyecto y otro que es toda la parte como Hip-Hop que tiene que ver con las letras rimadas que no es tan claro qué cosa va para qué lado. Igual, yo tengo la impresión que, aunque odio la palabra, me parece que lo de Santullo tiene algo más de “cantautor”, en el sentido que es más Fernando el que está hablando en las letras y en el caso de Peyote hay más como un personaje construido que tiene más que ver con Peyote, o tiene que ver también con Peyote y no sólo con esa cosa más personal mía. Igual diría que la línea de separación es algo que voy a tener que ir trabajando, porque no siempre es claro qué cosa va para qué lado.
Y mismo tus composiciones de Santullo tienen dos vertientes, las canciones de Rock más clásico y las que son rapeadas ¿Eso surge naturalmente o te proponés ir por tal o cual camino?
En realidad, natural, en el sentido estricto, no es nada. En el momento de hacer estas canciones más melódicas, más de Rock convencional, digamos, tuvo que ver con un momento en el cual tenía ganas, allá por 2013, 2014 cuando hicimos “El mar sin miedo”, tenía ganas de probar si podía cantar, si podía componer melodías que no fueran las melodías como más simples que tienen las canciones más Hip-Hop mías. ¿Viste que en algún punto siempre hacés melodías? Lo que pasa que una cosa es hacer tres o cuatro “notitas” en el “estribo” y otra cosa es componer toda la canción melódicamente. Entonces, fue como sacarme las ganas de hacer eso, ver si podía y ahí apareció “Contraluz”, “La oscuridad”, “Martillo azul”, canciones que son todas melódicas que no tienen Rap. Fue como sacarme las ganas de hacer eso. Ahora, en las composiciones nuevas, no tengo claro para dónde van a ir. Siempre en algún punto aparecen melodías, pero también siempre en algún punto están apareciendo cosas como más Rap, que tampoco es Rap. Yo creo que lo que vengo haciendo desde hace algún tiempo, está inspirado en el Rap, pero que ningún rapero ortodoxo lo consideraría Rap. Es una mezcla de rap, de Payada de Spoken Word y, después, toda esa intromisión de las cosas melódicas que para buena parte de los hip-hoperos ortodoxos es como una especie de traición… un tipo que hace estribillos con melodías es el diablo (risas). Lo que pasa que a mí me interesa ese lugar de investigar las zonas de cruces entre los géneros en lugar de meterme en un género puro, me interesa más la zona gris que queda entre las cosas.
Yo tengo la impresión que, aunque odio la palabra, me parece que lo de Santullo tiene algo más de cantautor, en el sentido que es más Fernando el que está hablando en las letras, y en el caso de Peyote hay más como un personaje construido que tiene más que ver con Peyote, o tiene que ver también con Peyote y no sólo con esa cosa más personal mía.
En tus discos hay también una intención de “rescatar” algunas canciones de los 80’s que tuvieron su momento y que el público joven no los conoce como “Ella vendrá” de Don Cornelio y La Zona, ahora hiciste “Usando mis pies” de Séptimo Velo. ¿Qué es lo que te lleva a hacer esas canciones?
Yo creo que uno, cuando hace versiones de otras cosas, por un lado rinde homenaje a esas canciones porque son canciones con las que uno creció: “Back in black” que la hacemos con Peyote, en algún momento hicimos “Bichos escrotos” (Titãs) también, “Penicilina” y “Solo” de Los Estómagos…y con estas canciones es un poco sacarse las ganas de cantar esas canciones de cuando eras más chico…yo, a los 17, quería ser Gabriel Peluffo y quería usar el pelo así y quería cantar “Gritar” y “Amo de la noche” y todas esas cosas (risas). Entonces, en un momento decís: “bueno, voy a hacer un disco y ¿por qué no me saco las ganas de hacer alguno de esos temas que me gustan?” Para mí tiene un sentido doble: por un lado, es decir “me saco las ganas”, pero por otro lado es decir: “¡ojo! que yo vengo de acá”. O sea, la música ésta que estoy haciendo ahora, puede ser más Hip-Hop o lo que sea, pero también tiene una pata y tiene que ver con todas estas canciones. La música que escuchás cuando vas creciendo es música que de una forma u otra va dejando una especie de huella, de resto que atraviesa, o quiero creer yo, que atraviesa las cosas que va haciendo uno después. En el caso de “Usando mis pies” me impactó lo distinto que sonaba respecto de las otras bandas uruguayas, estaba todo como muy bien tocado, muy bien cantado (cosa que no era muy normal). O sea, no tenía ningún problema con los cantantes de la época, pero había una cosa como más melódica en Séptimo Velo, más Pop, también. Entonces, me acuerdo que eso me gustó “pila” y después me dio un montón de lástima que la canción desapareciera, ese disco de Séptimo Velo fue como “inencontrable”, hasta que hace un tiempo, alguien lo subió a la web y ahí fue cuando yo escuché la canción de vuelta, añares después de escucharla y dije: “esto está buenísimo” y después me puse a convencer gente para grabarla. Con “Ella vendrá” fue peor. “Ella vendrá” es una canción más oscura todavía…
Y más de culto aparte…
Y muy de Argentina. Acá en Uruguay no se escuchó mucho ésa. Entonces, cuando estábamos grabando “El mar sin miedo” tuve que convencer a los músicos, al productor y hasta el ingeniero de grabación porque todos me decían “¿te parece grabar esta versión?” Al final, hinché tanto las pelotas que lo grabamos y recién después de la mezcla se convencieron que la canción estaba buena y tenía que ver con otras cosas que estaban en el disco, como que cayó justo en la zona de “Contraluz”, de “La oscuridad”, de “Martillo azul” que son como las canciones más melódicas y ahí como que la gente que estaba en el proyecto entendió que tenía sentido. Es una mezcla de eso, de capricho, de homenaje y de ganas de decir “yo también vengo desde acá”.
Yo a los 17 quería ser Gabriel Peluffo y quería usar el pelo así y quería cantar ‘Gritar’ y ‘Amo de la noche’ y todas esas cosas… Entonces, en un momento decís: ‘bueno, voy a hacer un disco y ¿por qué no me saco las ganas de hacer alguno de esos temas que me gustan?” Para mí tiene un sentido doble: por un lado, es decir ‘me saco las ganas’, pero por otro lado es decir: ‘¡ojo que yo vengo de acá!’
También esa versatilidad en tus composiciones te da la posibilidad de hacer shows diferentes y encararlos de distintas maneras ¿no?
En algún momento cuando hicimos la última Trastienda, lo que quisimos hacer fue rescatar una parte de canciones más Hip-Hop que hacía tiempo nos tocábamos. Lo que nos fue pasando fue que, naturalmente, como “El mar sin miedo tenía más canciones melódicas, nos concentramos en el material más nuevo y había canciones del primer disco que no tocábamos hace años, entonces para La Trastienda recuperamos “Autómatas del vicio”, “No juego más” que es una que canta Fernando Cabrera y que como rara, tiene una parte rapeada, un parte melódica. Las trajimos de vuelta, tocamos un show como más rapero y ahora para el toque de Bluzz hacemos el camino inverso, estamos agarrando de vuelta canciones melódicas, va a estar “Ella vendrá”, “Martillo azul”, va a estar “Usando mis pies”, “La oscuridad” el sector Rock melódico lo vamos a traer de vuelta, entre otras cosas porque Bluzz es un reducto más rockero. Entonces, está más bueno “guitarrear” que ponerse experimental. La parte experimental, la dejamos para lugares más chiquitos como El Tinkal donde si hacés mucha cagada, igual, la gente está comiendo chivito y no te da pelota (risas).
¿Y el nuevo material de Santullo cómo viene?
Bueno, como que cambiamos un poco el modelo de “laburo”. Cuando grabamos el mar sin miedo yo compuse a distancia todas las maquetas, las mandé a la banda, cada quien pensó arreglos, hicimos pre-producción, tipo diez días en el estudio que tenía Bruno Tortorella (tecladista) y, ahí, como que hicimos una especie de “re-maqueteado” con los arreglos definitivos. Cuando fuimos al estudio, no hubo casi experimentación porque ya lo habíamos hecho todo en la pre-producción. Ahora, lo que estamos haciendo es laburar distinto. Bruno, ahora, tiene un estudio más grande donde, además de tener la chance de ya tener todo microfoneado y grabar tipo “vamos a grabar una bata medio no se qué” entonces grabamos y vos ya eso, así como se grabó, lo metés en la “compu” y empezás a procesarlo, a cortar y pegar, etc. Entonces, el procedimiento que estamos haciendo ahora es ir haciendo más investigación en el estudio, no tanto decir “acá están las canciones” sino que la composición la vamos haciendo más colectivamente. Cuando tenemos fechas, ensayamos más la parte del show, pero cuando no tenemos fechas tan seguidas, nos juntamos una o dos veces por semana y vamos laburando en las canciones. Lo bueno de tener el estudio es ir experimentando un montón de cosas sonoras y con un montón de instrumentos, que de la otra manera todo ese proceso quedaba como compactado rápido en diez días de pre-producción. Ahora, lo vamos haciendo a lo largo de meses. Es un proceso distinto en el sentido que no tenemos una fecha de salida de disco ni de conclusión de disco. Lo que sí decidimos es darnos un período para ir laburando canción tras canción y en algún momento decir “pasaron seis meses, tenemos diez temas, hacemos un disco”. Yo creo que lo que pasa es que el papel que ocupa el disco en el mapa de la música no es el mismo ahora que hace tres años, que hace diez. Entonces, uno va probando distintas formas de mostrar las canciones. Lo que hicimos ahora con Peyote fue que sacamos un single sin un disco, o sea no es un single de adelanto, es una canción y nos interesa laburar en torno a todas las cosas genera una canción; hacés un video, la tocás mucho en vivo, convencés a la gente de que está buena y después eso, eventualmente, entra en un disco. Yo, la sensación que tengo es que, al tener que ocuparte cada vez más como músico de un montón de aspectos de la música que antes no te preocupabas (o por lo menos en el nivel en el que laburo yo). No es tan fácil decir “me concentro y hago solamente el disco en estos días y ya está, sale”. Entre otras cosas, porque el laburo que tenés que ir haciendo a lo largo de todo el año consume un montón de tiempo, pero además, implica un montón de otras cosas que antes los músicos ni se las pensaban. Tenés que ocuparte de muchas cosas de gestión, a menos que seas lo suficientemente grande como para desligarte de todo eso y haya gente que está haciéndolo por vos. Entonces, el disco ocupa un lugar que no es tanto el centro de tu actividad, es una parte de la actividad. Es como una foto que sacás de tu trabajo, pero en realidad, tu trabajo tiene millones de otros rubros. Esa idea del músico esperando la inspiración “marchó al spiedo” hace veinte años.
El disco ocupa un lugar que no es tanto el centro de tu actividad, es una parte de la actividad. Es como una foto que sacás de tu trabajo, pero en realidad, tu trabajo tiene millones de otros rubros. Esa idea del músico esperando la inspiración ‘marchó al spiedo’ hace veinte años.
Y ahora que Santullo funciona como banda y ya no como proyecto solista ¿en qué cambió?
Hay una parte que es interesante de tener una banda estable, digamos (o más o menos estable) es que todo lo que estamos haciendo ahora de la composición, está teniendo un carácter más colectivo. Vas opinando y vas construyendo sobre la marcha, pero ya tenés un grupo de gente que más o menos sabe para dónde va tu cabeza. Entonces cuando ya hace tiempo que venís laburando con gente que tocás y ya venís generando arte hace tiempo, facilita un montón. También hay una cosa más de confianza mutua. Estás trabajando con gente que se conoce todo el mundo las cabezas y es más fácil llegar a eso. Antes, yo armaba una maqueta y yo llegaba y la mostraba. Ahora, lo que estamos haciendo en lugar de armar la “maquetita” yo solo en Barcelona y mandársela, nos juntamos, armamos la “maquetita” y le vamos agregando cosas en tiempo real con todo el aporte artístico de todo el grupo que ya está ahí. No quiere decir que estemos todos en todas las sesiones, pero nos vamos, por lo menos, alternando. Trabajar con un grupo te da esa flexibilidad y esas posibilidades que si trabajás vos solo en un cuartito no las tenés.