En 1989, de las cenizas de Los Estómagos, surgía Buitres Después De La Una, grupo conformado, entonces, por tres integrantes de aquella banda: Gabriel Peluffo, Gustavo Parodi y Marcelo Lasso. José “Pepe” Rambao, un amigo en común, sería el cuarto buitre. Para el público, Rambao, era el desconocido, de bajo perfil y pocas palabras; su bajo y sus canciones hablaban por él. Treinta años más tarde, desde el rincón derecho del escenario y, ahora, con su guitarra, es uno de los pilares fundamentales del actual quinteto, que con el tiempo acortó su nombre a Buitres. Pepe, continúa con su bajo perfil, pero ya no es más “el desconocido”. Por el contrario, la barra buitrera aguarda en los show el momento de su saludo y sus palabras. La popularidad es algo a lo que se ha tenido que acostumbrar y que, según cuenta, no le fue fácil. Los próximos 17 y 18 de mayo, Buitres celebra treinta años de carrera con dos shows (para los que quedan muy pocas entradas) en Antel Arena, estrenando el lugar para una banda de rock. Lo que sigue, es la entrevista que hicimos con Pepe Rambao, en la cual repasamos varios momentos de la historia de la emblemática banda y su visión al respecto.
Por Liber Aicardi
Foto: Leo Barizzoni
Es inevitable, al repasar una trayectoria de treinta años, hablar sobre el origen. En tu caso, que si bien habías tocado en el algunos shows de Los Estómagos, eras el único integrante, en ese momento, que no venía de aquella banda ¿Cómo viviste el proceso de comenzar a tocar formalmente con ellos?
Fue muy natural porque con Gustavo y Marcelo habíamos estado tocando muy seguido en Pando, haciendo versiones de rock de los ’50, y algunos temas o ideas propias y se sentía muy bien el momento. Con Gabriel nos juntábamos desde 1986 para escribir, cada uno por su lado, encontramos muchos puntos en común, incluso fuera de lo que él escribía para Estómagos y, también, conocía parte de lo que yo empezaba a hacer musicalmente. Estaba muy en claro que algún día yo me iba a unir a alguna parte de la banda, pero la disolución de Estómagos fue motivo de desacuerdo entre todos los integrantes. Así que llevó un tiempo en que se juntasen los que podían reconciliarse en un nuevo proyecto. Pero no llevó demasiado tiempo, pese a lo cual, los acuerdos perfectos no existen.
También, al principio, había una intención de despegarse de Los Estómagos, tanto en el sonido como en las letras ¿Creés que costó aceptar ese cambio, sobre todo al público?
La intención de los ex integrantes de Estómagos en cuanto a desprenderse de varios aspectos de su banda, fue una cuestión que ellos sopesaron y decidieron. Y es un área gris, sobre todo musicalmente, porque nadie puede matar su pasado. Pero, quizás, su público sintió que eso era lo que estaban haciendo y de ahí, sumado al cariño por la banda, hubo cierto descontento y más que nada un seguimiento muy de cerca de lo que Buitres empezaba a hacer. Yo creo que los verdaderos seguidores de Estómagos, terminaron entendiendo que esto era una continuación con un toque de renovación y la natural evolución que uno debe esperar de bandas que no son de estilo sino de composición.
Los primeros tiempos de Buitres fueron cuesta arriba, no sólo por el hecho de arrancar nuevamente un proyecto, sino porque en aquél momento, y durante varios años más, la difusión del rock uruguayo (contando excepciones) era casi nula, los lugares para tocar eran muy pocos, etc. Sin embargo, ustedes seguían grabando y tocando para un público muy específico, daba la impresión que las convicciones de la banda eran muy fuertes ¿Cómo vivieron esos primeros años en la interna?
Todo lo difícil que proviene de afuera de la banda, en ese momento hasta el presente, nos fortalece. Nos hace meternos en la trinchera y disparar con todo lo que tenemos, con distintos resultados, claro, pero siempre nos fortalece como banda, como grupo humano y reafirma nuestra convicción de que hacemos lo que más queremos hacer, y como se nos da la gana hacerlo.
Todo lo difícil que proviene de afuera de la banda, antes y en el presente, nos fortalece. Nos hace meternos en la trinchera y disparar con todo lo que tenemos, con distintos resultados, claro, pero siempre nos fortalece como banda, como grupo humano y reafirma nuestra convicción de que hacemos lo que más queremos hacer, y como se nos da la gana hacerlo.
El quiebre de popularidad de la banda vino con la celebración de los diez años con un recital masivo en el Teatro de Verano donde lograron convocar seguidores de mucho tiempo y, también, de los nuevos ¿Hasta ese momento, se habían dado cuenta de la llegada que tenían y el lugar que ocupaban en el público?
La edición de los dos primeros álbumes en CD, sumados a “Maraviya” con sus videos, difusión en radio, televisión, el primer Teatro de Verano en el ’93, ése fue nuestro primer impacto. Acostumbrados a ir siempre empujando cuesta arriba, de repente se nos quitó ese peso, en muchos aspectos, y nos sorprendió volvernos “populares”, conocidos. A mí, no me fue fácil porque nunca lo había vivido, hasta el punto que dejé de frecuentar lugares habituales por un tiempo. Era raro, a veces molesto, porque parecía como una broma, pero se aprende. Nos afectó todos, quizás un poco infantilmente, y nuestra reacción-respuesta fue “Deliciosas Criaturas Perfumadas”. Hoy, todo eso es solo una anécdota. Los diez años fue un intento de retorno, pero no esperábamos la respuesta que tuvimos, descubriendo tanta gente que jamás pensamos que iba a estar allí, un público muy amplio, mucho más que en el ’93-’94. Y la emotividad, un elemento que surgió fuertemente desde ese momento.
¿Se puede decir que, a partir de ahí, Buitres consolidó oficialmente su lugar en la escena?
Fue la puerta de entrada pero hubo que trabajar año tras año para mantener una amplia y extensa base de público.
Para la década de los ’00, se da una nueva explosión del rock uruguayo y volvieron los grandes festivales. Ustedes ya habían crecido en popularidad y, al mismo tiempo, ese reconocimiento tuvieron que seguir trabajándolo como decías ¿Esto último ayudo para que ése momento y el posterior descenso del fenómeno los mantuviera en su eje?
Absolutamente. Poniendo de ejemplo el primer Pilsen Rock: Buitres ya tenía seis álbumes de estudio, uno en vivo, los temas “clásicos”, varios, cinco Teatros de Verano. Esos festivales nos convirtieron en una banda que podía desplegar toda la energía que teníamos en los escenarios chicos como grandes y llevarlos a grandes escenarios para decenas de miles, y nos potenció aún más. Eso se nos agregó y lo mantuvimos, y nos permitió, no sólo seguir después del declive general, sino acceder a realizar los shows en el Velódromo, La Rural del Prado, algo que requiere experiencia en la banda y en todos los que la rodean.
Hemos tenido suerte con las personas que han pasado por la banda y con las que actualmente estamos. Mayormente, ellos tienen que acostumbrarse a la dinámica variable que tenemos nosotros tres. Orlando es alguien muy importante porque conoce a Gustavo y Gabriel desde el ’83, a mí desde el ’85. Es un gran tipo, de gran paciencia y dedicación que ha ayudado mucho, entre otras cosas, con los cambios de bateristas. Humanamente, para mí, es fundamental.
Si algo caracteriza a la banda es que, a pesar de ser considerados uno de los pilares del rock de nuestro país, siempre ha mantenido un perfil y una actitud que, cuando una banda llega a ser un fenómeno masivo, muchas veces corre peligro ¿Cómo trabajaron ese punto a través de los años?
Nosotros siempre quisimos tocar, y tocar, y tocar. Los álbumes se hacen para tener más material y no aburrir con lo que ya está hecho. Nos juntamos, vemos que tenemos, lo grabamos y salimos a tocar todo lo que podemos, mayormente donde sabemos que el que sigue a la banda se siente cómodo. Es todo lo que hacemos. Lo otro viene de la gente. El cariño, la paciencia, la fidelidad, sumados de a uno en uno. Nunca dijimos “seamos masivos”, “hagamos un tema masivo”. La gente nos llevó al lugar en el que estamos, sólo ellos. Nosotros sólo hicimos las canciones que queríamos o necesitábamos hacer, muchas veces desde un punto de vista personal.
Y en cuanto a los cambios de integrantes, de afuera, y por más que Orlando ya hace quince años que integra la banda, da la impresión que el núcleo Peluffo-Parodi-Rambao es impermeable a esos cambios. O al menos no afectan la dinámica de la banda (aunque probablemente los tiempos, sí). ¿Es realmente así?
Hemos tenido suerte con las personas que han pasado por la banda y con las que actualmente estamos. Mayormente, ellos tienen que acostumbrarse a la dinámica variable que tenemos nosotros tres. Orlando es alguien muy importante porque conoce a Gustavo y Gabriel desde el ’83, a mi desde el ’85, es un gran tipo, de gran paciencia y dedicación que ha ayudado mucho, entre otras cosas, con los cambios de bateristas. Humanamente, para mí, es fundamental.
Con respecto a la relación con el público ¿Cómo explicas que, aunque no hayan tenido una regularidad en la edición de música nueva en los últimos años, la gente sigue respondiendo?
Es posible que hayamos trascendido el punto en que la demora de nuevas ediciones sean un problema considerable, para el público, a consecuencia de esa relación que ya hemos mencionado que viene desde los ochenta. De todas formas, estamos en deuda, pero a punto de pagarla.
¿Qué es lo que más te sorprende o te emociona del vínculo con los seguidores?
La cercanía emotiva, nuestra presencia en sus vidas, su constancia, su cariño, su paciencia y su perseverancia. De todos los “premios” que un artista, músico, etc, puede recibir, nada se compara con el público, muy especialmente el nuestro.
Nunca dijimos ‘seamos masivos’, ‘hagamos un tema masivo’. La gente nos llevó al lugar en el que estamos, sólo ellos. Nosotros sólo hicimos las canciones que queríamos o necesitábamos hacer, muchas veces desde un punto de vista personal.
¿En qué punto de la banda los encuentra el festejo de los treinta años?
Muy cómodos como banda, llenos de ideas y nuevo material, renovados y ya empezando a ensayar nuevo material en un ambiente muy relajado y agradable, cada vez más cerca de empezar a grabar.
¿Se toman estos shows celebratorios para hacer, además de repasar la obra, una retrospectiva interna?
Eso lo hacemos siempre, en el sentido que somos el producto de lo que hemos hecho, así que basta con mirarnos entre sí, o hacer un nuevo tema para que el pensamiento recorra al menos algunas cosas en particular. Pero está presente, sin necesidad de hablarlo ni pensarlo. Creo que de la retrospectiva, el pasado nos dice “vamos, más, hay que seguir, querían esto, acá está, ahora sigan y sigan”.