Hijos de la escena rockera montevideana, pero atravesados por el misticismo del interior, Iván Krisman y Walo Crespo conforman Oriundo. En su álbum debut, publicado en la segunda mitad de 2024 y titulado “Oriente Serrano”, el dúo construye una narrativa donde las imágenes, las densas texturas y la intensidad se materializan en un stoner rock adaptado a este lado del mapa. El resultado: un disco que vibra, simbólica y literalmente.
Este jueves 19 de junio, a las 21:00 h, en La Cretina (Soriano 1236), será la presentación en vivo de su primer lanzamiento, marcando el cierre de una etapa y dando inicio al camino hacia un segundo material discográfico. Las entradas para la fecha se encuentran a la venta a través de RedTickets.
A propósito del show, conversamos con Iván y Walo acerca del proceso creativo, el concepto detrás del disco y el rol protagónico que adquiere el volumen en su propuesta en vivo.
Por Liber Aicardi

Foto: Ana Fabricio
¿Cómo surgió Oriundo?
Iván — Oriundo surge en 2023. Nosotros habíamos tocado juntos en 2007, Hotel Paradise, en la etapa cuando empezaba esa banda, que se completaba con Nico Barcia y también Andy Adler. Ahí fue la primera vez que tocamos juntos. Después de que se terminó, estábamos en relación, coincidimos varias veces en varios lugares viendo bandas que nos gustan a los dos, o lo que fuere, y siempre hablábamos —medio en joda— de volver a tocar juntos.
Walo — Como la típica del asadito, ¿no? “¿Vamos a hacer un asado el fin de semana?”, y nunca lo hacés. No era una propuesta formal ni nada, era como tirar a ver cómo sería. Y 15 años después… 15 doritos después. (risas)
Iván — Motosierra entró en un impasse y la banda en la que yo estaba, Iván & Los Terribles, también. Quedamos los dos sin nuestras bandas más pesadas y con espacio para ensayar juntos. Yo le pedí que me pasara la música que él estuviera escuchando en ese momento; era más o menos lo que yo quería hacer. Incluso ya al principio, la idea era que fuéramos nosotros dos nomás, manejarnos en un dúo así, de bajo y batería… Primero lo hablamos mucho y compartimos música, y después, cuando se concretó el ensayo, nos pusimos a zapar dos, tres horas. Lo grabamos todo. Walo después cortó las partes que le gustaron más, las guardamos, hicimos dos o tres ensayos más así, de zapadas largas. El sonido lo encontramos medio rápidamente.
Las canciones nacen de las zapadas que mencionaban, pero es una particularidad que lo hagan desde el bajo y la batería…
Iván — Es que la base rítmica, para mí por lo menos —y creo que Walo piensa igual— es lo más importante de todo.
Walo — Y, a partir de la música, le fuimos encontrando el formato canción. Después, lentamente, Iván fue tirando melodías vocales, yo iba haciendo acotaciones, y le fuimos encontrando la melodía, encontrándole el formato canción, que hasta el momento no lo teníamos, porque cada canción duraba 15 minutos. Teníamos una de 35, una de 25… empezamos a darle un formato a una canción más audible, más escuchable.
Iván — Porque grabamos unos demos y las canciones tenían desarrollos instrumentales larguísimos, improvisados. Y claro, después era muy exigente para escucharlo. Entonces dejamos esas versiones para las presentaciones en vivo y decidimos que lo mejor era grabar una versión más sintetizada, digamos, de esas ideas. Aun así, hay pasajes instrumentales que en una canción normal de las que se escuchan todo el tiempo, no tienen tanta repetición. Para nosotros, es una premisa también que haya repetición en los riffs.
Walo — Seríamos la pesadilla de Phil Spector, por ejemplo (risas). Lo que hicimos es “popear” canciones de 15 minutos que terminaron siendo de 6. Hay estrofa, hay un estribillo, hay un puente…
Iván — Hay melodías reconocibles, hay consigna, todo eso. Sí, porque además no es una cosa a la que nos oponemos. No estamos haciendo música en oposición, porque hay música que es así y que nos gusta. No es el rechazo a eso.
Si bien la presencia instrumental predominante en Oriundo es de bajo y batería, también hay aportes puntuales de otros instrumentos, como alguna guitarra, también hay un saxo, etc. ¿La incorporación de otros instrumentos se dio a raíz de lo que pedía determinada canción?
Iván — En los casos de las voces sí, porque yo soy muy inseguro con mi estilo vocal. Siento que es una cosa que está todavía en búsqueda, en desarrollo, que no lo tengo casi definido. Ya sabíamos que iba a venir gente a hacer coros, a armonizar, o gente que cantara bien, directamente. Eso era algo que íbamos a precisar. Y el saxo está ahí porque, en esa parte, nosotros sabíamos que tenía que haber un instrumento haciendo un solo improvisado. Podía ser un theremín, podía ser un instrumento de viento. Yo ya había grabado con (Carlos) Quijano en un disco de Los Terribles y él había hecho un solo improvisado también, y lo habíamos entendido de perillas. Y es un arreglo terrorista, ¿no? Tampoco es el arreglo que la gente piensa que va a venir a hacer el saxofonista de La Vela Puerca.
Eso también le da otro aire al disco, ¿no?
Walo — Claro, y también es una cosa que te impacta porque no te lo esperás. En una primera escucha, jamás te vas a esperar que vaya a haber un solo de saxofón.
Iván — Nosotros amamos la música pesada y, la verdad, que la forma que tenemos nosotros de mantenerla viva es tratar de llevarla a lugares novedosos, arrancar alguna exploración, en el acierto y en el error.
Walo — Pero haciendo una búsqueda. Motörhead ya está hecho. Bandas stoner como Queens of the Stone Age ya están. No vas a salir a imitar a Josh Homme…
Nosotros amamos la música pesada y la forma que tenemos de mantenerla viva es tratar de llevarla a lugares novedosos, arrancar alguna exploración, en el acierto y en el error.
Iván Krisman
¿Cómo surgió el aspecto conceptual de “Oriente Serrano”?
Iván — En parte porque tenemos la ventaja de que se compuso todo el repertorio en un tirón y en una sola etapa, que eso no pasa con todos los discos. A veces los discos son una colección de canciones de diferentes momentos, pero esto fue todo compuesto en el mismo paquete, en la misma etapa, en la misma búsqueda. Entonces, eso ayudó bastante. Y la verdad, al concepto se fue llegando en la medida de que en un momento empezó a coincidir un correlato visual que usábamos, y como todas las letras se escribieron en el mismo momento, los elementos que están ahí empezaron a tener coherencia.
¿Y la conexión entre la sierra y la costa, que está presente en el álbum, cómo la encontraron?
Walo — Nos inventamos como un universo paralelo, un cuento, una búsqueda de una historia, de un relato ficticio. Una guerra que nunca existió, puede ser una peregrinación hacia un lugar que nadie sabe, y ahí viene el relato de que hay unas sierras, está el mar, está la arena… muchas imágenes.
Iván — Es algo que transcurre acá, en Villa Serrana, en Punta Negra, en Rocha, en esa zona; en un tiempo, en la Sierra de las Ánimas… todos esos lugares que, de por sí, ya tienen como un misticismo, digamos. Está todo eso puesto en un contexto como si hubiera ocurrido hace 500, 600 años, en un momento histórico que nunca sucedió, pero que tiene rasgos verosímiles, digamos, pero completamente descontextualizados.
Eso es algo que, a priori, conociendo el lugar musical de donde vienen ustedes, llama la atención. Es decir, son hijos de la escena rockera capitalina…
Walo — Pero tenemos nuestras incursiones a las sierras, que son importantes. De hecho, el Oriente Serrano es un lugar que existe en Villa Serrana. Y coincide que fue una etapa también en la que anduvimos por esos lugares y nos dejamos inspirar por ellos.
Iván — Justo en esa época yo estuve en Villa Serrana; él (Walo) estuvo por Rivera, estuvo en la frontera. En el disco también habla de la frontera con Brasil en algún momento. Coincide un poco que fue nuestra psicogeografía… Agarramos toda la frontera con Brasil, desde la costa de Maldonado hasta Rivera, y nos parecía que era un escenario en el que se podían decir cosas. Porque de la ciudad, realmente, es muy poco ya lo que queda por decir, lamentablemente, y más en el circuito en que estamos nosotros, que es el mismo hace 30 años. Entonces, esto nos abría la posibilidad de traer otros significantes, de hablar del hombre en contacto con la naturaleza. El género que a nosotros nos inspira también habla mucho del hombre frente a la naturaleza; no tanto en el campo y eso, pero sí en el desierto o en el Gran Cañón de Estados Unidos, por ejemplo.
Walo — Por ahí viene una inspiración por un desert rock o un stoner rock, de gente que se pone un nombre y va caminando por el desierto. Ahí hay como una inspiración musical por ese lado, que traspolamos a acá.
Iván — A nosotros nos parecía extraño hablar del desierto, nunca estuvimos en el desierto, y sería rarísimo hablar de cosas así, aunque dentro de nuestro género sería lo esperable: que habláramos del desierto o que habláramos de la ciudad, o de andar en moto, o de andar en un camión, o de lo que sea. Pero decidimos hablar de las cosas más cercanas.
Walo — Y también fue agarrando como una forma. Después Iván se paró en los pedales y empezó a dar rienda suelta a la pluma, y yo lo alentaba. Y realmente, después agarró toda una unidad; quedó como contando una gran historia, y cada canción es como parte de esta realidad mágica.
En vivo buscamos una llegada física, digamos. Porque parte de esta propuesta también es que vibres la cabeza y el cuerpo. Que no te pongas a charlar, a mandar un mensajito, te vamos a arrancar la peluca…
Walo Crespo
¿Cómo fue el proceso creativo ya de cara al disco, digamos?
Iván — Las letras las hice yo, aunque Walo le puso el título a varias canciones. Y además, él siempre tiene el veto, y Walo tiene una forma de opinar también que es muy educada. Siempre te dice: “a mí me gusta más así” (risas). Incluso cuando estábamos mezclando, Walo insistía “hay que volver a lo que grabamos, por favor, esto ya se está transformando en otra cosa”, y era importante ese anclaje. Porque uno, después, en el estudio empieza a mezclar, a cortar, a editar, todo eso… y se va perdiendo la idea original, se va diluyendo. Digamos que hubo mucho trabajo para terminar volviendo a lo original, pero en el medio probamos de todo. La verdad, estamos re copados con cómo quedó. Pero la próxima vez no vamos a hacer un proceso de postproducción tan largo; preferimos hacer una preproducción más extensa y después grabar lo que vamos a terminar escuchando todos, porque la verdad que son procesos de mucho desgaste los de postproducción.
¿Cómo deciden hacer la versión de “Malísimo” de Rada junto a Flor Sakeo?
Iván — Porque era nuestro deber. Era nuestro deber. Lo conocí a Rubén Rada fortuitamente en una edición del Cosquín Rock. Él fue solo, estaba invitado a participar de un show, que no sé si era el de Agarrate Catalina o León Gieco, pero él fue, cayó solo ahí. Entonces, estábamos todos en el backstage interactuando con los que iban saliendo, y él vino, atravesó todo el backstage, medio que derecho a donde estábamos nosotros, y me vino a contar algunas cosas. Lo primero que me dijo fue: “no me invitaron, se ve que no soy rock” (risas). Entonces, se soltó y me habló de sus inicios, me habló de sus dificultades, de cómo eran las cosas con Totem, de cómo cuando él llegó al rock and roll era todo pasto. Y entonces, yo después de ese encuentro me sentí medio en el deber de hacer una cosa que lo convocara de alguna forma, que fuera lo más rockera posible y lo más siglo XXI que se pudiera. Llegué al ensayo, le conté a Walo.
Walo — Me cuenta esto y, claro, quedé medio shockeado. Le digo: “vamos a hacer un tema de Rada”. Y creo que la decisión de hacer “Malísimo” nos llevó cinco minutos. Lo empezamos a tocar ahí, lo escuchamos en el celu, empezamos a hacer como una base de lo que podría llegar a ser y lo empezamos a ensayar.
Es un tema que tiene una particularidad porque, de algún modo, es una conexión del rock uruguayo de hace 50 años, en una voz de la nueva generación como Flor, con ustedes que son de la generación intermedia…
Iván — Y es una canción que es de un tipo a una mujer, evidentemente, y en nuestra versión la canta una mujer. Y eso la resignifica doblemente. Porque la resignifica musicalmente, porque si bien nuestra versión conserva todas las partes que tiene la canción original y está en la misma tonalidad, y respetamos toda la estructura, la llevamos a un sonido mucho más extremo, sin ninguna delicadeza. La resignificamos desde el punto de vista musical. Pero además, que la cante una mujer da vuelta el resentimiento de ese y lo transforma en una canción completamente diferente. Y para nosotros, misión cumplida. Porque el objetivo era resignificar un símbolo así del origen del rock de nuestro país, al maestro en sus 80 años, además.
¿Cómo vienen con la presentación del disco en La Cretina?
Iván — Este toque es también marcar el final de una etapa, con la presentación a dos años de haberlo grabado. Es hora de generar repertorio nuevo. Ya hay material, ya empezamos a trabajar en material nuevo. El plan de esta presentación es marcar, para nosotros y para el público, y para todo el mundo, que es el comienzo de una nueva etapa.
¿Cómo es un show de Oriundo para quienes aún no lo han visto?
Iván — Hay una característica fundamental de todo esto: para nosotros, el volumen es un componente estético. Como es a veces para las artes plásticas, por ejemplo, la decisión de si una escultura o un cuadro que el tamaño que tenga es importante. Bueno, en este caso, para nosotros, son los decibeles y cuáles son las frecuencias que movemos. Entonces, eso es una cosa que es un diferencial de los toques nuestros, que es muy difícil de encontrar en grupos de nuestra escena. Nosotros sonamos muy fuerte, y no son artificios técnicos. No es que sonamos muy fuerte; en realidad, lo que hacemos es tocar muy fuerte. Entonces, eso hace que el sonido tenga otra textura y llegue al público de una manera distinta a la que le llega cualquier otra música.
Walo — Una llegada física, digamos, porque en un momento parte de esta propuesta también es que vibres la cabeza y el cuerpo. Que no te pongas a charlar, a mandar un mensajito… ¡te vamos a arrancar la peluca!
Iván — Eso por un lado. Y por otro lado, también, todo esto de la repetición y la psicodelia es una experiencia —para usar una palabra de moda— “inmersiva”. Siempre es mucho pedir, pero si seguís el hilo de las letras, digamos, y de lo que sea que estemos hablando, todo tiene un hilo conceptual que te puede, si vos estás disponible para una experiencia así, llevarte a algún lugar y después traerte, ¿viste? Ese es el objetivo, digamos. Por eso le llamamos psicodélica, porque es una experiencia primero sensorial, pero después psíquica. Porque eso es saturación de los sentidos, y no solamente el oído, porque lo que te vibra es la piel. Básicamente, nuestra identidad pasa por ahí. Todo el mundo que vaya a vernos te va a decir: “son dos peludos que tocan fuerte”. Después te hablarán de las letras, si Walo le pega fuerte, si yo soy de allá, o Walo es de tal otro lado… pero lo que en realidad te van a decir, la síntesis es: “pelo y volumen” (risas).

Foto: Ana Fabricio