Luego de transcurridos nueve años desde la edición de “Estas cosas no son mías”, su primer trabajo como solista, Martín Rivero decidió retomar su propio proyecto, publicando hace unas pocas semanas, su segundo álbum “La espuma de las horas”. El mismo, muestra las distintas aristas musicales del ex Astroboy, actual Campo y Atlas, con una impronta más cercana al pop rock que en aquél debut. El próximo sábado 27, a las 23:30 hs, en Inmigrantes (J. Paullier esq. Guaná), Martín se presentará acompañado de su nueva banda El Río De Los Pájaros y, antes de ello, conversamos con él sobre su reciente lanzamiento.
Por Liber Aicardi
Hace un tiempo, antes que saliera el disco, me decías que las canciones eran todas distintas pero bien energéticas, y es verdad, todas tienen su energía.
Sí, tal cual. Yo creo que, inclusive, hasta la canción más lenta y más tranquila del disco tiene mucha energía. Es decir, cuando aparece “Dragones”, que es la canción más lenta del disco, no pierde la energía y no pierde, digamos, la tensión con la que viene el disco y te mantiene atrapado. Para mí, eso es algo muy importante de lograr en un disco. La tensión y que el que esté escuchando no se aburra y le guste, que quiera más.
¿Pensás que “La espuma de las horas”, de alguna manera, es un resumen de lo que ha sido tu carrera hasta hoy?
Totalmente. Yo creo que es un disco de un Martín Rivero que fue atravesando distintas etapas y que fue cambiando, que fue incorporando cosas nuevas. No es el disco de un artista que le es inmune lo que va atravesando sino que incorporé muchas cosas que tiene que ver con Campo, con cosas de Astroboy, con cosas mías de solista y es eso mismo: tratar de ver qué es lo que soy. Tratar de conectarme conmigo mismo y qué es la música que quiero hacer, cuáles con las canciones que quiero transmitir, cuál es la emoción que quiero hacer llegar. Uno puede hacer un disco de muchas maneras, pero, está bueno siempre escuchar eso, la emoción que uno quiere transmitir y no perderse esa parte. Saber que uno pasa por distintas etapas, distintos procesos, que uno vive muchas vidas dentro de una. Vas perdiendo capas, incorporás otras cosas… sos el mismo pero diferente.
Yo creo que es un disco de un Martín Rivero que fue atravesando distintas etapas y que fue cambiando, que fue incorporando cosas nuevas. No es el disco de un artista que le es inmune lo que va atravesando sino que incorporé muchas cosas que tiene que ver con Campo, con cosas de Astroboy, con cosas mías de solista y es eso mismo: tratar de ver qué es lo que soy.
¿Las canciones surgieron en este período de nueve años que hubo entre tu primer trabajo solista o son una foto de este momento?
No, surgen en ése período. Increíblemente, son canciones que nunca habían salido y que, algunas, tienen seis años, algunas tienen más, otras fueron compuestas más recientemente. Sobre todo, compuse mucho cuando estaba en China y hay algunas que sí, son de este momento como “Kimchi” o “Náufrago”, que son canciones muy recientes, compuestas explícitamente para el disco. Pero, también es como una colección de canciones que estaba ahí, que yo no sabía muy bien qué hacer con ellas, si iban a ir a parar a Campo, si iban a ir a parar a un disco Atlas, entonces, como no había un plan de hacer algo nuevo con estas agrupaciones, y yo, sí, tenía mucha inquietud de hacer algo con esas canciones, un día, hablando con Juan Campodónico, viendo qué cosas podíamos hacer, me dijo “¿por qué no hacés un disco nuevo de Martín Rivero?” y le digo “¡pah! Me re embola” (risas). Y me re embola, la verdad, porque yo, en el primer disco, que fue algo como re folkie, me calcé una ropa que no me quedaba cómoda. Capaz que me quedaba bien, pero no me quedaba cómoda a mí. Yo no soy un cantautor, no soy un excelso guitarrista… Soy un tipo intuitivo, que es artista y que sabe hacer canciones, más que nada y, ahí, me di cuenta de que tenía que hacer un disco bien diferente al primero, que si eso no me gustaba, tenía que ver cómo era la contracara de eso, cómo encontrarle la vuelta a que me guste ser solista, encontrar un grupo de amigos que me ayude, que me apoye, que me guíe y yo apoyarme en ellos. Ahí, fue que encontré los cuatro productores diferentes Guille Berta, Luis Angelero, Ino Guridi y Mariano Esaín. Y, también, la banda que formé, que está buenísimo porque vas a ver un solista, pero en realidad es una banda, que te vuela la cabeza el poder que tiene y la energía que se forma ahí, la interacción de la banda. Entonces, encontré una manera que me gusta ser solista. Me gusta ser Martín Rivero. No, necesariamente, tenés que estar solo. Podés estar solo pero bien acompañado.
También, da la sensación que es un disco más de banda ¿Eso lo buscaste?
Sí, como que contempla mucho la cuestión de banda. Canciones como “Faro”, “Infinita”, “Kimchi” están pensadas para que suene una banda. No tocó una banda ahí porque lo hicimos como disco de laboratorio, que íbamos tocando las cosas en el momento y viendo quién tocaba cada cosa. Pero estaba pensado para que fuera un disco que tuviera esa energía de rock, más poderosa. De hecho, a la hora de componer, siempre voy para el lado de las baladas, de “lo lento” y me auto impuse, componer en base a beats que estuvieran muy acelerados, entonces, ahí, salieron esas canciones que van al palo, canciones que yo no hubiera hecho naturalmente. Pero eso está bueno, uno se conoce y conoce sus carencias.
Por lo general, tengo miedo de acercarme a las personas, de decirle ‘che, tengo estas canciones ¿te gustaría grabarlas?’. Me cuesta mucho romper esa barrera y me encantó lo que logramos entre todos, partiendo de eso, de tratar de quebrar, de relacionarme más con personas con las que no estoy acostumbrado a trabajar. Y el resultado es hermoso.
¿Cómo surge la idea de trabajar con cuatro productores distintos en un mismo disco?
Surge de las ganas de trabajar con gente diferente, de no hacer un disco que suene todo igual y, también, de tratar de no ser yo mismo, de quebrar mi zona de confort. Si es por mí, no salgo de mi casa, soy más bicho, digamos; me manejo siempre con los mismos amigos, trabajo siempre con la misma gente… Lo mismo que para hacer una canción rápida: tengo que imponerme ciertas reglas y, ahí, me puse a pensar que lo que más me resultaba era trabajar con gente con la que nunca había trabajado, que ya sabía que me gusta lo que hace, personas que admiro y, de a poco, me fui dando maña para convocarlos. Para mí, es pila de trabajo psicológico, te diría. Por lo general, tengo miedo de acercarme a las personas, de decirle “che, tengo estas canciones ¿te gustaría grabarlas?”. Me cuesta mucho romper esa barrera y me encantó lo que logramos entre todos, partiendo de eso, de tratar de quebrar, de relacionarme más con personas con las que no estoy acostumbrado a trabajar. Y el resultado es hermoso. Es un disco que mantiene esa frescura, esa visión de las diferentes personas pero, al mismo tiempo, tiene esa coherencia, tiene una unidad, obviamente porque yo hago las canciones y estoy en todo el proceso, pero es muy importante haber trabajado con cuatro productores. Yo le aconsejaría a todo el mundo que trabaje con diferentes productores en un mismo disco.
Pero, no debe ser fácil mantener una personalidad sonora, sobre todo con productores que vienen de diferentes escuelas.
Creo que ahí está la personalidad de cada artista para con su misma obra y la consistencia que quieras tener, más allá de que cada productor trabaja pensando en un trabajo grupal, que todas esas canciones forman parte de una colección que no es individual, entonces, siempre se contempla, un poco eso de “a ver cómo está sonando lo otro”. Igual, yo, hasta que no tuvimos terminadas todas las canciones, no se las mostré a nadie, a ningún productor. Entonces, trabajaron como a ciegas e, increíblemente, tenían muchos puntos de contacto. Pero, es verdad, uno tiene que ser consistente con su misma obra. Igual, hoy en día, es todo tan ecléctico, tan variado, la cantidad de música a la que tenemos acceso que, yo creo, que si hacés un disco que es totalmente ecléctico y suena todo diferente, igual está bueno.