El próximo 19 de marzo, a las 21 hs en La Trastienda MVD, Garo Arakelian inicia una nueva etapa en su carrera, que ya lleva más de tres décadas, estrenando banda y retomando sus presentaciones en dicho formato luego de algunos años, de cara a su segundo trabajo en solitario, el sucesor del gran “Un mundo sin Gloria” publicado en 2012. El ex guitarrista y principal compositor de La Trampa, también integrante del trío El Astillero, recorrerá parte de su diverso repertorio, además de compartir una muestra de lo que se viene. A propósito del show, denominado “El arte de atravesar distancias”, conversamos con él, en una charla tan rica como extensa donde nos habló, entre muchos otros temas, de su sentir acerca de la pandemia, de su necesidad de plasmar este momento en canciones, de su ex banda y del estado de nuestro rock en tiempos de protocolos sanitarios. Lo que sigue, es el resultado del encuentro que tuvimos frente a frente con Garo.
Por Liber Aicardi
¿Cómo viviste el 2020 a nivel artístico?
Desde el punto de vista artístico fue un año perdido en el que no tengo eventos para recordar que no sean el episodio de la pandemia en sí mismo. Pero, también, fue muy sintomático en cuanto a lo que la pandemia produjo como resultado artístico, la intención de aparecer a partir del segundo día de la emergencia sanitaria, la aparición por streaming de shows en vivo fue muy sintomático de en qué lugar se ven muchos de los músicos o artistas uruguayos y qué relación tienen, también, con sus derechos. Me refiero a sus derechos de autor porque vos entregás a una reproducción tus cosas gratis y estás, también, transformando al mundo y en este caso lo estás transformando retrocediendo, digamos, porque muchos de los logros, por más que sean imperfectos fueron una consecuencia concatenada de pasos que costaron mucho institucionalizarlos, que fuera una forma de entenderlos en todo el mundo. De hecho, los derechos de autor están incluidos de una forma conceptual, previa a la legislación que pueda haber en cada país, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tienen setenta años, ya. Entonces ¿cómo lo viví artísticamente? En mi caso, de lo que pude haber generado, no generé nada, pero la observación y la decepción me permiten tener una visión como crónica de este momento que va a cumplir un año.
¿Se puede decir entonces que en tu caso, diferente al de otros músicos que aprovecharon la pausa para terminar un disco o componer cosas nuevas, vos fuiste observando y absorbiendo para volcar esa información en composiciones que empezaste a trabajar recientemente?
Lo que pasa es que yo, todo lo que tenía, no tengo más remedio que tirarlo porque esto es un evento que hace un quiebre absoluto. Yo no me veo haciendo canciones que no pertenecen a esta mirada. Esto no es una crítica a una mirada ajena porque hay diferentes lenguajes y diferentes formas de encarar la mirada o la intención de las canciones. En mi caso, que me interesa la crónica, las historias y los relatos, si yo no los enmarco o no los dejo sujetos a este contexto ya no los siento. Yo me veo obligado a generar personajes de un Uruguay donde todos están viviendo los efectos de la pandemia, pero, todos de forma muy diferente. Las mujeres lo viven de una manera, los hombres lo viven de otra, los adinerados los viven de otra, los que se quemaron su seguro de paro y no tienen trabajo lo viven de otra, los jóvenes lo viven de otra, los más jóvenes lo viven de otra e intentar, de mi parte, que no se normalice, en el caso de mi hijo que es un niño, es una militancia en sí mismo. Y, después, los adultos lo vivimos de otra manera, también, porque esto afecta el presente, te define el presente y arriesgando un poco podés tener una visión acertada y precisa de cómo va a ser tu futuro inmediato.
¿Te sentís, en cierta forma, obligado a ser un cronista de tu tiempo?
No, pero es lo que necesito hacer. No me veo haciendo otro tipo de canción que, de repente, la sé hacer. Tengo infinidad de amigos, algunos mayores que yo y otros más jóvenes, que están pasando por depresiones que nunca habían pasado, que tienen una relación con el trabajo que nunca habían tenido. O sea, por primera vez entienden que el trabajo los ponía en un lugar donde sus manos y su cabeza hacían que su nombre tuviera dignidad. Y otra infinidad de casos… desde el punto de vista de las mujeres también porque, sí o sí, esto va a terminar afectando también algunos derechos ganados porque los trabajos empiezan a pagar mucho menos, los Consejos de Salario se van al carajo, entonces, lo que viene es una cosa que si la ubicás en la línea de tiempo está antes de esto que estamos viviendo, es un retroceso. Tener canciones que puedan hablar de las historias de amor o de las historias personales, pero que están enmarcadas en esta realidad es lo que me llamo a hacer.
Esta pregunta es recurrente en mi caso, pero es algo que personalmente me inquieta ¿Creés que el rock uruguayo está perdiendo su costado de denuncia social?
Durante un buen período de tiempo eso formaba parte de mis cuestionamientos. Ahora, desde hace un tiempo, ya no. Yo no soy ese rock, entonces, me resulta ajeno. Como me resulta ajena la gente que pasa por al lado de una situación injusta y no se detiene o no la mira. Cuando empezás a ver gente durmiendo en la calle y no te choca, no te impresiona, no te indigna, bueno, yo me siento diferente a eso. Y entonces, también, me siento diferente a un rock que tiene una mirada que no ve ciertas cosas. Digamos, no es mi mundo. No sé si es mejor o peor que el mío pero considero que lo que yo estoy haciendo es rock, sea con el lenguaje expresivo que sea, sí lo es. Hemos crecido con esos grandes rótulos como si abarcaran todo el espectro de posibilidades. Y no. Me parece que la taxonomía en el sentido de poder clasificar especies dentro del reino animal, de reino vegetal, es mi opción. Yo considero que, de repente, soy de una especie que en cuestiones de selección natural no tiene las de ganar. Yo, trabajando en este lugar del rock, no estoy en el lugar más, digamos, trazable, pero es la vida de cada uno.
Yo, ahora, soy todo libertad. Creo que esa fue mi lucha, también, dentro de La Trampa: justamente, pelear por nunca estar preso de la demanda. Me parece que cuando se invierte ese rol, a veces, puede sonar un poco arrogante, pero, cuando vos le das al público lo que quiere, vos en realidad deberías estar tocando en cumpleaños, bodas de plata, bodas de oro, para que la gente escuche lo que quiere escuchar. Cuando vos sos un artista vinculado al rock tenés que fracturar algo, tenés que poner una voz que empatiza con algo que ellos (el público) todavía no habían podido decir.
Hace unos años, por 2007 o 2008, en una entrevista que te hizo Carlos Dopico destacabas de Astroboy, más allá de lo musical, que te gustaba que ellos molestaran en el ambiente y eso hacía cuestionarte que La Trampa ya no lo hacía. ¿Sos de interpelarte artísticamente a cada paso que vas dando?
Siempre. Claro que, a veces, le podés errar qué es lo que interpelás. También hay una forma de interpelar que es “si esto es exitoso o no”. Ahora hay mucho artista que está interpelando su propia obra y cuando hace sus reediciones cambia lo que no es políticamente correcto, esas palabras que ya no se pueden decir y la vuelven a grabar. Y eso, también, es una forma de interpelar y me parece que eso es exactamente lo opuesto a mi recorrido. O dentro de un repertorio tanguero, eliminar una parte de la historia del tango porque representa un mundo que fue real y que justamente porque fue real es una confirmación, una certificación de lo que se quiere cambiar. Es como en las reediciones de Mark Twain donde la palabra “nigger” se elimina, es como lo más opuesto a la dialéctica, a la forma de entender la historia. Eliminar lo que te permite comprender la historia. Entonces ¿qué va a quedar? Una sucesión de hechos que no se van a poder comprender. O sea, si el “nigger” en la obra de Mark Twain no existe para generaciones que van a venir ¿cómo fue posible la discriminación racial? ¿Qué era eso, un gusto de helado? No. Las cosas tienen que estar concatenadas, uno tiene que poder rastrear el ADN mitocondrial, cuando va retrocediendo tiene que poder encontrar en la literatura, en la pintura, en la música lo que fue la voz popular en ese momento. Si vos lo eliminás ¿cómo podés entender lo peligroso que es volver a ese lugar? Vos me preguntás si me interpelo. Sí, pero me interpelo de una manera que no es moral y que es conmigo el problema y, para caer en gracia, tengo otras virtudes: soy buen contador de chistes (se ríe).
¿El hecho de no tener un proyecto único te hace sentir con más libertad artística?
No tengo más libertad, porque con El Astillero no podría hacer el tipo de crónicas que hago para mí. O me parece que no van, por lo menos por el momento.
Me refiero, sobre todo, al hecho de no tener que responder a una banda.
A una banda o a un púbico que es el asociado a la banda. Eso tiene que ver con lo que hablábamos de la interpelación, el revisarse para generar un producto que sea trazable y que pueda continuar la empresa, digamos. Yo, ahora, soy todo libertad. Creo que esa fue mi lucha también dentro de La Trampa: justamente, pelear por nunca estar preso de la demanda. Me parece que cuando se invierte ese rol, a veces, puede sonar un poco arrogante, pero, cuando vos le das al público lo que quiere, vos en realidad deberías estar tocando en cumpleaños, bodas de plata, bodas de oro para que la gente escuche lo que quiere escuchar. Cuando vos sos un artista vinculado al rock tenés que fracturar algo, tenés que poner una voz que empatiza con algo que ellos todavía no habían podido decir. La historia del rock es poner una banda que aparece y pone una voz que empatiza con una sensibilidad de una fracción popular. Éso es. Pero, cuando vos seguís recurriendo a ese mecanismo sos la fiesta de la nostalgia, es la endogamia cultural, la auto referencia y, si hay algo que no es rock, es éso, para mí.
Hay que manejar con cautela lo que es el exitismo. Bastante jodido es, ya de por sí, decirle al resto de los uruguayos que nosotros, los músicos, con todo este protocolo, con todas estas cosas en contra, igual podemos seguir ¿Por qué? Porque no le estamos diciendo que a la mayor parte de los músicos no les da para pagarle a los técnicos, al iluminador, al sonidista o, si le pagan, le pagan reducido, etcétera, etcétera. Entonces, no da como para poner ‘Agotado’ en rojo como si fuera un logro.
¿En algún momento del año y pico que duró la reunión de La Trampa pensaste que debió haberse quedado en 2010 y no volver?
No. No me arrepiento de haber decidido hacer los cinco Teatro de Verano. Tal vez, tenía que haber terminado en el último Teatro de Verano…. (piensa) Ésa es la respuesta.
En su momento, me hizo cierto ruido, escuchar declaraciones suyas diciendo que no esperaban la convocatoria que tuvieron para los shows de regreso ¿Realmente, fue tanta la sorpresa?
Sí, y es una respuesta totalmente segura la que te doy. Por supuesto que no después de los cinco shows. Pero fue una cosa con la que nos fuimos desayunando, comprendiendo con el tiempo. Cuando nos dimos cuenta que la convocatoria iba a ser más grande, igual no elegimos hacer un Velódromo. Ahí estábamos muy cercanos con Alejandro (Spuntone) en la percepción y en la forma de entenderlo. No queríamos hacer un evento masivo como una cosa ya ganada, con el escenario lejos, grande, entonces, ya tenés que poner pantallas. Esas cosas no queríamos. Queríamos mantener la relación cercana y el Teatro de Verano era perfecto, fíjate que no usamos pantallas ni nada, que es una herramienta que la usa todo el mundo hoy. Nosotros decíamos “¿Quiénes somos? Somos esto ¿Cómo crecimos con todos los uruguayos en todo el interior? Viéndonos en un escenario, no viendo una pantalla” No queríamos transformarnos en esa producción.
Pero, hablamos de una banda que seguía viva aunque estaba inactiva, seguía sonando en las radios más que las bandas actuales, incluso hasta tenían una banda tributo…
Ahí se dieron distintas cosas. Creo que la banda se instaló en un lugar basal del público, no como una cosa pasajera. Tampoco representa una cosa que para mucha gente es prescindible, de la gente que se vinculó como público a La Trampa, un porcentaje enorme fue en la crisis (N de R: la crisis de 2002). Eso son marcas a fuego, cosas que entran por otras necesidades, por urgencias que sustituyen a otras cosas. No todo es mérito nuestro. No puedo pretender ni fanfarronear con que es todo mérito nuestro. Nos compete parte de la responsabilidad, pero, el contexto histórico y todo eso fue definitorio. Las coordenadas del espacio y el tiempo, también hicieron lo suyo, en qué lugar de la cosmogonía uruguaya de la juventud estaba la izquierda… tiene que ver con muchas variables.
En tu caso te has vinculado con bandas y artistas más jóvenes como Los Oxford, La Mujer Pájaro, con Gula y algunos más ¿Por qué le cuesta tanto a una banda nueva, y no tanto, hacerse un lugar en “la liguilla” de las bandas grandes?
Cuesta porque es otro mundo. Si yo no hubiera tenido La Trampa como background mi proyección como solista sería imposible. Yo vengo de un momento donde tuve la suerte de que vos podías construir algo teniendo fe, seguridad y confianza en lo que vos hacías pero existían las radios, existía la televisión abierta, los diarios y había cierto acceso a eso. Yo reconozco que cada período tiene sus cosas complejas y tiene sus ventajas. También, en aquél periodo era imposible comprar una guitarra. Hoy los instrumentos son más accesibles, hoy se puede sonar mejor, ahora se puede grabar en tu casa, ahora podés acceder por cuota de género a tocar. Hay un montón de cosas que son mejores, conceptualmente, que antes pero, el poder salir de un estrato que es tu mundo cercano es muy difícil. Yo, ahí, no me considero que tenga una mirada vieja, yo creo que ahí cada generación tiene que encontrar su forma de resolverlo. Creo que la generación de los 80´s tuvo una actitud que fue la de patear y de ser muy pendejos, también, y pensar que todo eso iba a continuar. Eso también fue frustrante para muchos protagonistas de ese periodo. Después vinieron los 90´s, que fue una construcción desde la nada, porque no éramos los de los 80´s, era imposible tocar, pero se construyó una realidad con los retazos de lo que había. Y, ahora, me parece que hay cosas que en su mayoría perjudican a los proyectos artísticos, a los creadores, pero van a tener que encontrar la forma de construir a partir de los retazos que hay porque es su rol histórico. Yo no puedo tener una mirada, porque si no te convertís en el viejo de mierda que dice “el trap es tal cosa” o “las mujeres en la grilla tal otra”. No. Son cosas que pertenecen a un mundo diferente y que están haciendo su propia realidad. Después, pasarán el peine fino por su propia historia y verán cuales fueron sus logros o en qué se equivocaron y en qué acertaron, pero yo no puedo diseñar lo que le corresponde a otra generación.
El disco ‘Un mundo sin Gloria’ era un disco de crónicas pero con un talante oscuro, deprimido, porque yo lo quería contrastar definitivamente de donde venía con La Trampa. Yo no quería tocar otra guitarra eléctrica, quería pasar directamente a una electroacústica, justamente para cortar, para establecer una diferencia evidente. Ahora, ya estoy en un momento en el que estoy más enojado que melancólico. Esta incertidumbre me enoja mucho, yo no estoy preparado para tener esta incertidumbre a esta edad.
¿Cuánto tiene que ver el público en esto? Te hablo del público que te hace una diferencia, que te llena una Trastienda o un lugar similar
Ah bueno… lo que pasa que ahí empiezan a haber cosas complejas y hablo de colegas, acá. Si vos en un período como éste donde el aforo es limitadísimo, que vendés veinticinco tickets, para poner un lugar, y publicás un flyer que en rojo dice “Agotado” como si fuese un logro, no estamos entendiendo nada. Y lo está haciendo, prácticamente, todo el mundo. No es un logro que agotaste. No estamos hablando bien de nada cuando estamos agotando un aforo de veinticinco tickets, de treinta o de cuatrocientos. No está bien. Hay que manejar con cautela lo que es el exitismo. Bastante jodido es, ya de por sí, decirle al resto de los uruguayos que nosotros, los músicos, con todo este protocolo, con todas estas cosas en contra, igual podemos seguir ¿Por qué? Porque no le estamos diciendo que a la mayor parte de los músicos no les da para pagarle a los técnicos, al iluminador, al sonidista o, si le pagan, le pagan reducido, etcétera, etcétera. Entonces, no da como para poner “Agotado” en rojo como si fuera un logro. No. Para mi forma de entender las cosas, que soy bastante octogonal en una formación, digamos, de clase, es el equivalente a que te desarmaron, estás proscripto y te dejaron sin Consejos de Salario. No tenés nada ¿Cómo podés poner así que te pagaron un sueldo? Con rojo “Agotado, cobré el sueldo ¡Viva!” (levanta los pulgares de ambas manos). No se mide así, tu trabajo no se mide así. Lo digo con mucho respeto, pero, ahí, sí tengo una diferencia ética con respecto a todo esto. Y sí, es definitorio el tema del aforo porque, justamente, lo que hace es decirle cuánto valés a los demás y le estás diciendo al gobierno que no vas a ser una molestia, “no, mirá que yo no te voy a romper los huevos; yo, por acá, por el costadito, sigo tocando y te voy a poner un cartel de Agotado porque es exitoso” ¿Qué más le gusta al gobierno que los músicos pongan un cartel de “Agotado” y que sigan siendo exitosos con la mierda que están viviendo? Ahí sí, se empiezan a ver las sutilezas de cómo se vive la pandemia, porque esto me remite a la primera pregunta que me hiciste “¿Cómo lo viviste?” Cuidándome con cautela de no caer, justamente, en estas cosas. Yo no necesito decirle a nadie que soy exitoso, que me va bien. Yo, lo que tengo que hacer es lo mejor para mí y hacer trazable un camino para que otros construyan su historia, trabajar para que no se rompa todo lo que se construyó, pero, no le puedo dar a las nuevas generaciones otra herramienta más para que construyan su presente.
¿Cómo fue la experiencia de Wild Gurí?
Alucinante. Muy, muy divertido porque salimos de los roles de cada uno que son los que nos pesan y, además, la interacción con gente que quiero mucho, fue muy divertido y quiero volver a grabar otro disco con ellos. Ya los extraño. Fue muy, muy divertido.
¿No mereció más repercusión el disco? Porque si estuviéramos en Argentina estaríamos hablando de una banda formada por Charly, Fito, Calamaro u otros referentes importantes de la escena…
Creo que a pandemia fue fundamental, pero, más que nada, lo hicimos para nosotros. El proyecto era básicamente una excusa para vernos, para hacer algo entre gente que ya nos conocíamos, que nos teníamos mucho respeto y admiración. Las expectativas nunca pasaron por “mirá quienes somos y lo que va a suceder”. Lo manejamos, también, con un perfil muy bajo. Si bien lo difundimos, lo difundimos a una escala acorde a lo que está viviendo el país, también. No estamos en un contexto como para andar celebrando porque, en eso, hay un poco de cosa pornográfica en la celebración como la foto en Instagram de la comida cara o el lugar de veraneo caro cuando la realidad que te rodea es muy distinta. Entonces, nosotros, los que integramos el proyecto, somos, de alguna manera, afortunados. Podés tener una razón para pasarle por arriba a algunos intríngulis de la vida, tenemos amistades, tenemos público, etcétera. Tampoco da como para fanfarronear.
¿Cómo es para vos, ahora, arrancar con una nueva banda?
Es una necesidad, también, de expresarme. El disco “Un mundo sin Gloria” (2012) era un disco de crónicas pero con un talante oscuro, deprimido, porque yo lo quería contrastar definitivamente de donde venía La Trampa. Yo no quería tocar otra guitarra eléctrica, quería pasar directamente a una electroacústica, justamente para cortar, para establecer una diferencia evidente. Ahora, ya estoy en un momento en el que estoy más enojado que melancólico. Esta incertidumbre me enoja mucho, yo no estoy preparado para tener esta incertidumbre a esta edad. Es muy estresante la incertidumbre, entonces, estoy enojadísimo. Estoy enojado. Yo no puedo salir con un sonido como el anterior para este momento, que no quiere decir que tenga algo en contra de eso, sólo que representan momentos diferentes, como Tom Petty, Bob Dylan, El Sabalero, Jaime, tuvieron su sonido para cada período, para cada realidad , para cada grupo humano con el que formaron sus bandas. Igual, hablé de gente muy importante ¿no? (se ríe). Entonces, ahora, necesito un sonido que rompa el aire, en el sentido de que atraviese. No te quiero trasmitir tristeza ahora, quiero transmitir lo enojado que estoy con esta incertidumbre que tengo yo, que siempre creí entender todo.
Lo peor que puede pasar ahora es desconectarte del público porque es lo que viene. Primero: reducís el público, segundo: perdés derechos como trabajador, tercero: bajás tu relación como trabajador que le da trabajo a otro y lo otro que viene ¿qué es? desconectarte del púbico. Ahora, porque es muy novedoso, porque es reciente ¿Cuánto más va a durar la gente con esto yendo a ver espectáculos? Entonces, lo de ‘El arte de atravesar distancias’ es porque si no logro eso, yo no tengo que tocar.
Eso que decís que siempre creíste entender todo ¿te llevó en algún momento a que el personaje te comiera?
No, no. Porque, en general – y te voy a responder con un personaje, que es el mío – en realidad, mis argumentos los puedo sostener, siempre y cuando, no me los rebatan. La mayor parte de mis argumentos sobreviven: cómo tenía que ser la banda, La Trampa por ejemplo, cuáles eran las cosas que teníamos que tener, no teníamos que tener nuestra imagen popularizada en afiches y esas cosas. Lo nuestro tenía que ser un logo, un isotipo. Y eso es un argumento de cómo te querés presentar ante los demás. Yo no estaba en el cuarto de un adolescente y, en determinado momento, lo traicioné porque tenía mi cara en un afiche. No, porque lo que tenía era un logo. Eso son definiciones artísticas políticas.
¿Y en cuanto ser el guitarrista y compositor de la que fuera, en su momento, la banda más popular, tampoco?
No, de ninguna manera. Primero porque reconozco a los guitarristas, a los que son buenos guitarristas uruguayos en cualquier género, desde canto popular hasta trash y estoy rodeado de una infinidad de músicos y de guitarristas y de artistas, porque yo me considero músico y no me considero artista, y yo no estoy en esa jerarquía. Lo mío es la composición. Para mí, la guitarra es mi herramienta de trabajo, es con la guitarra que hago canciones, pero yo no soy un guitarrista excelso, entonces, nunca ese rol me pudo marear.
El show que vas a presentar en La Trastienda lleva por nombre “El arte de atravesar distancias”. Claramente, estás hablando de la música, del poder de las canciones…
Y de los protocolos ¿no? Y de la distancia. Hablábamos recién del valor simbólico político de poner “Agotado” como si fuera un éxito esto que es una miseria, que estamos en un margen lateral casi de lo institucional de tu derecho a trabajar y de cómo mucho colega pone eso. Hay una cosa más peligrosa, todavía, que eso: que los shows que están sucediendo de esta manera sean un embole o no lleguen a romper el protocolo que, a pesar de que es invisible y que está patente en nuestra distancia y en la cabeza. Entonces, lo peor que puede pasar ahora es desconectarte del público porque es lo que viene. Primero: reducís el público, segundo: perdés derechos como trabajador, tercero: bajás tu relación como trabajador que le da trabajo a otro y lo otro que viene ¿qué es? Desconectarte del púbico. Ahora, porque es muy novedoso, porque es reciente ¿Cuánto más va a durar la gente con esto yendo a ver espectáculos? Entonces, “El arte de atravesar distancias” es que si no logro eso, yo no tengo que tocar. No tengo que tocar si yo no logro atravesar esto. De hecho, el otro día, fui a cantar invitado de La Tabaré, fui con mi hijo a la prueba de sonido, tiene cinco años y quería ir al show. No lo llevé. Y no lo llevé porque no quiero que vea una banda de rock con la gente sentada. Para nosotros es una excepción, vos y yo lo podemos comprender, pero a él se le va instalar en una matriz donde ya está normalizado que el rock es eso. Si el rock es eso, está muerto. Nada de lo que hablemos puede contra eso.
Las entradas, limitadas debido al protocolo sanitario, están en venta a través de Abitab