Diego Presa publicó en el mes de octubre “Cuarto”, su nuevo álbum donde incursiona en nuevos sonidos y dinámicas, ampliando su universo sonoro. Convencido de apostar a la obra como forma de acercarnos sus canciones, nos ofrece un trabajo que, a lo largo de doce temas, “dice lo que tiene que decir en estos tiempos extraños”. El próximo martes 8 de diciembre, a las 21 hs, el cantautor presentará oficialmente “Cuarto” en el Teatro Solís, en lo que será su show más importante en su faceta solista. A propósito del lanzamiento y de su próximo recital, conversamos con Diego acerca del proceso compositivo, la resignificación que tomaron algunas de sus nuevas canciones en el actual contexto y de los nuevos rumbos que ha tomado la industria musical, entre otros temas.
Por Liber Aicardi
¿Cómo definirías “Cuarto”?
Lo definiría como un disco luminoso, basado en la confianza, en nuestra fuerza. En nuestra fuerza como un nosotros y nosotras que puede ser bastante amplio frente a contextos jodidos. Es lo que estoy pensando acerca del disco, lo que me está surgiendo y lo que en este momento se me configura, digamos, al pensar en el disco en estos días.
Eso ya se transmite desde el arte donde en pocos trazos se representa un cuarto pero que no está cerrado…
Exactamente. Es así. El cuarto es el lugar donde nace la canción y también es el lugar de encuentro íntimo. Por un lado eso. Por otro lado, como decís vos, no es un cuarto que esté cerrado, no es un cuarto hermético, no es un cuarto sin ventanas, es un cuarto que se abre, que está abierto a distintas situaciones y paisajes.
Lo más notorio cuando uno escucha el disco es una mayor amplitud en cuanto a los sonidos, con más presencia de teclados y elementos electrónicos, incluso en la propia dinámica del disco.
Sí, tal cual. Era mi intención poder explorar otros territorios en cuanto al abordaje de las canciones, sobre todo a nivel de sonido y a nivel arreglístico. Esa era mi intención. Una vez que tuve ese cuerpo de canciones pronto, la intención era explorar otros terrenos, ampliar la paleta y me parece que se logró. Me parece que es algo que está impreso en lo que ese escucha.
¿Cómo fue el proceso de “Cuarto”?
El proceso de trabajo empezó en marzo del año pasado, desde que empezamos las primeras conversaciones con Fabrizio Rossi, que es el productor del disco. Tuvimos unos meses, sobre todo, de charlas en las cuales intentamos direccionar y definir cuáles eran las líneas, principalmente en cuanto al sonido y los posibles paisajes que podían aparecer en el disco. Después, Fabrizio viajó a Europa, yo seguí trabajando acá y después hicimos una serie de grabaciones donde ya se podía ver más concretamente cuál era la dirección. Después vino el verano y la pandemia en marzo. Ahí, trabajamos a distancia durante un tiempo, luego nos empezamos a juntar y le dimos las últimas pinceladas a la mezcla y luego a la masterización. Pero, es un proceso que nos llevó un tiempo pero estuvo bien que se asentara y que tuviera como un proceso de maduración.
A la luz de lo que sucedió en este 2020, no sólo el contexto que generó la pandemia, sino también los cambios políticos y la crisis económica, hay un montón de variables que surgieron con muchísima fuerza en nuestra vida cotidiana en los últimos meses y que, de alguna manera, me obliga a ver y me insta a resignificar lo que escribí hace más de un año. Y, aún, estoy encontrando cosas nuevas o distintas formas de ver las canciones, sobre todo líricamente. Como que encuentro un significado que yo no esperaba.
¿Te pasó de encontrarte con las canciones después de un tiempo, de releerlas y ver una resignificación en ellas?
Me está pasando aún. A la luz, también, de lo que sucedió en este 2020, no sólo el contexto que generó la pandemia, sino también los cambios políticos, la crisis económica, hay un montón de variables que surgieron con muchísima fuerza en nuestra vida cotidiana en los últimos meses y que, de alguna manera, me obliga a ver y me insta a resignificar lo que escribí hace más de un año. Y, aún, estoy encontrando cosas nuevas o distintas formas de ver las canciones, sobre todo líricamente. Como que encuentro un significado que yo no esperaba. Yo creo que una de las cosas que nos sigue estimulando a seguir escribiendo y a seguir haciendo cosas que tienen que ver con el registro poético es que sea un oficio que no dominamos del todo y que hay algunas aristas de la escritura de canciones o de la poesía que realmente no comprendemos, no llegamos a comprender cabalmente. Y sucede que cosas que uno escribe de una manera quizás neblinosa, más automática, se terminan develando más adelante inesperadamente. Eso es algo que es así, es un hecho. Es uno de los motores, de alguna manera, el fuego que sigue alimentando esta actividad.
¿Sentís que el momento que estamos viviendo aceleró esa reinterpretación? Quizás esas relecturas se dan, normalmente, luego de un período mayor de tiempo.
Estoy totalmente de acuerdo. Me parece que ahí el tiempo se flexibiliza a partir de las condicionantes sociales e históricas. Un ejemplo clarísimo son los años 60s, suceden muchísimas cosas en los momentos más críticos donde pensamos que se termina el mundo o pensamos que lo vamos a cambiar; ahí suceden muchas cosas en poco tiempo. Es como si la línea de tiempo se alargara de manera increíble. La década del 60 para mí es paradigmática en ese sentido, artísticamente, en cuanto a la música que nos gusta a nosotros, al rock y a la música que está influida por la poesía beat, fueron pocos años en los que sucedieron demasiadas cosas. Yo creo que sí, que los momentos más críticos, tormentosos nos obligan a acelerar procesos, a cuestionarnos cosas que quizás en otros momentos pueden estar adormecidos.
¿Cuánto tiene que ver el piano en la composición de este disco?
Yo toco un poco el piano, chapuceo, y algunas canciones de este disco, por ejemplo “Volver (a ningún lugar)” nacieron en el piano. Es cierto que ya desde la génesis está más presente el piano, no es tan guitarrístico este disco. Por supuesto que el disco está grabado por un pianista de verdad, lo grabó Pablo Gómez, pero es cierto que, ya, desde la composición hay una intención de trascender la estructura del cantautor con guitarra, digamos. Yo sigo tocando la guitarra y me encanta, pero eso ayudaba también a desestructurar estas canciones para poder abrir la mirada a otras posibilidades.
Me interesa el concepto de obra, que tenga como determinados mojones, que tenga esos pasos, que en el caso de los músicos son los discos, y se relacionen con lo anterior o con lo que vino después. Esa especie de dibujo que se genera en la obra de un artista me parece muy importante y muy estimulante. Para mí, los discos deben ser defendidos, en cuanto a la estructura me refiero, es un momento crítico en ese sentido. Yo defiendo también la canción como una opción seria, una cuestión importante, hasta sagrada, aunque pueda sonar pretencioso.
Si bien este no es un disco tan extenso en cuanto a duración, sí, tiene doce canciones, algo no tan común en estos tiempos, por lo que seguís apostando al formato de álbum…
Porfiadamente (se ríe). Más convencido que nunca… Nosotros estamos formados por la música que hemos escuchado y que nos ha cambiado la vida, si se quiere, que ha estado basada en el concepto de álbum desde mediados de los 60s y, para mí, encierra y ofrece estructuras y diálogos internos que me parecen muy enriquecedores a la hora de ser escuchado. Eso por un lado. Por otro lado, a mí me interesa mucho, porque, de algún manera yo también lo leo así, la obra de los artistas que a mí me gustan, me emocionan, que sigo escuchando. De alguna manera me interesa el concepto de obra, que tenga como determinados mojones, que tenga esos pasos que en el caso de los músicos son los discos y se relacionen con lo anterior o con lo que vino después. Esa especie de dibujo que se genera en la obra de un artista me parece muy importante y muy estimulante. Para mí, los discos deben ser defendidos, en cuanto a la estructura me refiero, es un momento crítico en ese sentido. Yo defiendo también la canción como una opción seria, una cuestión importante, hasta sagrada, aunque pueda sonar pretencioso. Me parece que es una expresión que ha sido muy bastardeada. Para mí, es defender la canción como instrumento y fin en sí mismo de cambio personal, de modificador de estructuras. A mí me sucedió. A mí las canciones me han cambiado la vida. La canción es una cuestión seria, más allá que sea de Les Luthiers o Leo Maslíah; aunque trabaje con el humor, la canción es algo serio y me parece que eso es algo que tenemos que defender.
¿Cómo te ubicás en este mundo de playlists y singles?
No soy muy bueno como estratega, digamos. Menos en un contexto que recién estamos tratando de comprender. Creo que a todos nos pasa un poco. Me cuesta mucho eso. Por otro lado, también, a mí me interesa que las canciones se escuchen, que lleguen a todo el mundo, no me interesa necesariamente que sean escuchadas sólo por una elite o por una determinada escena. Me interesa que las canciones lleguen a todo el mundo si es posible. Entonces, yo hago todo lo posible para que suceda eso. Obviamente, el límite siempre es la fidelidad a uno mismo y a las propias convicciones. Yo, a las canciones, no las quiero traicionar. Tratemos de entender, entonces, de qué se tratan las playlists y, si es por ahí que se escuchan las canciones, tratar de trabajar profesionalmente en ese sentido.