Hace unas pocas semanas la cantautora, pianista y actriz Bárbara Jorcin, publicó en formato digital “Si canto es porque puedo”, su segundo trabajo discográfico. El álbum contiene doce canciones sostenidas por su potente voz y su piano, además de instrumentos de cuerdas y percusión que encuentran su lugar entre ambos. Sobre esta base, la lírica atraviesa diferentes climas y temáticas que van desde el acoso callejero, pasando por el amor, el desamor e, incluso, explorando una faceta humorística. Además, Bárbara acaba de estrenar el videoclip de su nuevo single “Me alcanza”. A propósito del lanzamiento, conversamos con ella, entre otras cosas, sobre su proceso creativo, la ya mencionada diversidad temática y recorrimos algunas de sus canciones.
Por Liber Aicardi
¿Cómo compusiste el álbum, como una unidad o ibas haciendo las canciones sin tener en cuenta un concepto?
En realidad nunca nació, en ninguno de los dos discos que hice, una idea de “quiero sacar un disco, voy a componer para él” sino que siempre estoy componiendo canciones y las primeras que hice las agrupé en mi primer disco (Índigo, 2018), y estas, que son desde 2019 hasta 2020, pertenecen a este. En definitiva, después, tienen un hilo conductor porque en un año pasan un montón de cosas pero en realidad, por lo menos para mí, el año empieza y cierra, tiene un sentido emocional y de cosas que me atraviesan, y me pasan así que, al final, fueron como una recopilación de canciones que, a pesar que no tiene un sentido temático o un hilo conductor, sí, lo tiene a nivel de emoción e intensidad.
¿En qué momento te das cuenta que tenés las canciones para el disco?
Mi idea, mi exigencia conmigo misma como artista es tener un disco más o menos cada dos o tres años. Entonces, con esa expectativa, a pesar que yo estoy siempre componiendo, llega un momento que tiene un sentido parar y decir “bueno, estas once, doce o trece canciones – si tiene sentido para mí en ese momento y están cerradas- las puedo poner en un disco”. Ésa es mi manera de funcionar actualmente, capaz que después no. Capaz que para mi tercer disco quiero hacer un disco de rock, entonces me voy a poner a componer para ello, pero no fue el caso. En este caso, ninguna canción había quedado a medio hacer, había trabajado para cerrarlas todas, habían pasado dos años del primer disco y dada mi exigencia dije “listo, este es el momento”. La idea era sacarlo en 2020, lo grabamos en 2020 pero no pudo salir, por la pandemia básicamente, así que terminó saliendo ahora, pero, es un disco que ya está cerrado hace mucho tiempo.
Y con el hecho de tener el disco pronto y con tanto tiempo, además, por la pandemia ¿no te tentaste en revisarlo o cambiarle algo?
En realidad no. Fui como muy impulsiva en eso. Sí, tenía dudas si incluirla o no, por ejemplo “Oda al plátano” que es una canción de humor y sarcasmo, y es como una especie de polca que me parecía que no tenía mucho que ver, que era una canción un poco especial – en el sentido de distinta a las demás – y no me convencía, la verdad. Lo mismo me pasó con “A tu lado” que me parecía un poco melosa de más, entonces por ahí sí tuve esas dudas con esas canciones, pero, la verdad, fui siempre para adelante, nunca me detuve a pensar si tenía que hacer el disco o no. Una vez que se me plantó la idea, así lo hice. Por supuesto que laburé un montón con el arreglador del disco, que es Franco Polimeni, que me ayudó también a tener una visión externa de la situación y a darme para adelante a que lo hiciera. Una vez que se me planta una idea difícilmente voy para atrás, ni lo analizo mucho, tampoco. Sí, se labura mucho musicalmente en la producción, pero, la idea ya estaba como fija.
Al igual que en “Índigo”, la apuesta instrumental va por el lado del piano y los instrumentos orgánicos ¿Esto es una definición estética de tu parte?
Sí. En realidad es lo que más me gusta escuchar y, también, de los artistas que a mí me gustan. También, llevar un poco el control de las cosas que suenan ¿no? Porque son pocos instrumentos por ahora, entonces, me gusta esta claridad al escucharlos y los arreglos de cuerda, que también los hizo Franco. Tiene una cosa muy orquestal que a mí me gusta mucho, me gusta esa idea de combinar los pianos y los acústicos. De los instrumentos antiguos, de alguna manera. La verdad, no tuve otra idea porque me gusta mucho hacerlo de esa manera y ensayar con un contrabajo y con un violín, me parece que el sonido orgánico es lo más lindo. Sí, la idea con respecto al disco anterior fue agregar percusión y la verdad que fue un tema porque yo no compongo pensando en percusión, en general, trato de percutir con el piano. Entonces, también tuvimos que arreglar el piano y simplificar un poco porque estaban invitados los demás instrumentos.
Ambos disco tienen en común, además, que hay cierto acercamiento a ritmos populares como el candombe, la murga o la chacarera ¿Es una inquietud tuya combinar instrumentos clásicos con ritmos populares?
En realidad no fue intencional ni fue pensado. Así como no pienso en armar un disco, tampoco tengo una meta para la canción, ni ninguna pretensión sino que empieza a salir y creo que ahí las influencias tienen mucho que ver. Yo escuché mucho a Rada siempre, a Jaime (Roos), también, y a pesar que no soy gran escuchadora de este género de música, creo que está ahí siempre. Además soy uruguaya ¿no? Todos sabemos hacer la clave. Entonces, creo que esto se va colando entre mis influencias más fuertes que son la música clásica, Regina Spektor, Leo Masíiah, que son pianistas y son pianistas clásicos sobre todo, con lo uruguayo, en definitiva. Entonces esta canción “2449” que es la que tiene como esta idea de murga canción, terminó siéndolo en la producción cuando Franco me dijo “che, hiciste una especie de murga”. Yo, la verdad no me había dado cuenta. Le digo “¿te parece una murga, con un piano? ¿Es como muy raro, no?” ahí me dijo “no, mirá, si le sumamos la percusión esto tiene sentido, es una canción con ritmo de murga” y al final terminó cerrando pero no fue algo intencional mío. Creo que el bagaje de música que vengo escuchando en estos veinticinco años de vida que tengo se cuela ahí, en mis canciones.
En cuanto a las letras, es un disco muy diverso, tocás varios temas, desde el amor, el desamor, la amistad, incluso, hay una veta humorística ¿Sentís que tu personalidad está representada en esta diversidad de canciones?
Sin dudas. Siento que me repartí en doce partes y puse un poquito de cada parte en cada canción y, también, fue sin querer, no fue planeado. Son muchísimas las veces que no sé lo que tengo para decir o no sé lo que siento o no lo termino de entender hasta que lo escribo, hasta que lo hago una canción. Las canciones, a mí, me terminan ayudando a entender qué era lo que pensaba y no al revés. No es que tengo el pensamiento y lo escribo. Me ha pasado, sí, en algunas circunstancias. Pero, por ejemplo, en «2449” terminé descubriendo que era una canción que era para mí misma. Habla, sí, de una amistad y de una reconciliación, pero la verdad que es conmigo misma, que soy la persona con la que más me he enojado y he peleado y he estado a la defensiva. Entonces, es como una canción de una Bárbara más madura a una Bárbara adolescente, terca y a la defensiva. Y me di cuenta tarde de eso, también. Es como que hay una inspiración mía, un llamado de algo, lo escribo y después lo termino analizando. Creo que refleja, sí, mi manera de ser. Soy una persona muy cambiante, cambiante de humor, cambiante en sensaciones, puedo tener un pésimo día y veo una manzana y me pongo contenta. O al revés, estoy en un día mega feliz y veo una persona en la calle estoy llorando por tres horas. Realmente, soy cambiante y sufro, también, por ser así, por no tener una estabilidad emocional. Entonces, creo que las canciones van de un lado para otro y de una temática a la otra porque yo soy así. Y porque, en este momento, tengo más preguntas que respuestas. Pensé que iba a ir creciendo y teniendo cada vez más certezas y no, tengo cada vez menos (se ríe).
Recién mencionabas “Oda al plátano” ¿Tenías claro que esa canción nos identifica mucho a los montevideanos y alguna vez quisimos cantar una canción así?
(Entre risas) No, para nada. Esta canción nació como un ejercicio. Franco también era mi docente y me dijo “en la case de hoy vas a hacer una polca” y yo no sabía ni qué era una polca. Me maté a videos, estudié bastante el género y dije “la verdad que este género para mí es muy gracioso”, no me podía imaginar ni pensar yo tocando este género. Entonces, se me ocurrió una idea graciosa, y era otoño en ese momento, en 2019, yo, súper alérgica, y cerró todo perfecto. Y me gusta mucho esta idea de interpretar papeles como yo que yo soy un gaucho del interior y el gobierno no me entiende, viviendo en alpargatas y toda esa idea que me pareció siempre muy divertida de interpretar. La verdad que la gente está muy contenta con esta canción, empatiza mucho y me genera mucha gracia, nunca lo pensé.
En “Alaridos” hablás de no conformar a los demás de manera artística ¿Te pasó mucho que te dijeran que hagas tal o cual tipo de música?
Sí, me pasaba mucho en Tarariras. Yo canto y me subo al escenario más o menos desde que tenía nueve años. Por supuesto, no siempre con mis canciones, pero sí con canciones de otros y hacía shows en Tarariras y demás. Y, claro, yo siempre escuché música “rara” para lo que se escuchaba o en mi generación o en la escuela o en mi liceo o en Tarariras. Siempre escuché a Regina Spektor desde que soy muy chica, me gusta mucho la música de los 70’s de Estados Unidos, lo que es el country y el rock de los 70’s; después me gustan mucho cantautores como Silvio Rodríguez, por supuesto Leo Maslíah, entonces, era como siempre raro lo que yo escuchaba, para los demás. Por ende, era siempre raro el cover que yo hacía ¿no? Todo el mundo me decía “cantate una canción de No Te Va Gustar” y yo no tenía idea ni me interesaba, tampoco. Te digo No Te Va gustar, por supuesto, como cualquier ejemplo de una banda de rock uruguaya ¿no? Creo que esta canción nace sí de esta cosa de “déjenme cantar lo que yo quiera porque mi idea no es entretener a nadie ni entretenerme a mí tampoco, si no conectar a través de la música” y siempre he estado como en la lucha de ir contra lo masivo, contra a música masiva, que está buenísima por supuesto y tiene su gran valor, pero, siempre me sentí medio afuera de eso y siempre me sentí como una niña vieja escuchando a viejos (se rie), y siempre escuchando música que no es de mi generación. Entonces, creo que nace de ahí, sí, de esa idea de “que cante la que todos conocen” y yo nunca sabía la que todos conocían.
“El tren de Vasconcelos” está inspirada en el libro “Mi planta de naranja lima” ¿Cómo surgió esa canción?
Este libro habla de un niño en Brasil, allá por los años 20, que atravesaba una pobreza extrema que, además, era maltratado y abusado por su padre y por su familia. Además, es la historia del autor, yo creo que eso llama la atención, cuando es autobiográfico y yo, las cosas que compongo, en general se tratan de mí. Y creo que el maltrato infantil le toca las fibras a cualquier persona y, creo, eso fue lo primero. Es un libro hermoso, que lo leen niños, que lo leen adolescentes, también. Es, para mí, como una especie de biblia. Lo leí siempre llorando. Todas las veces que lo leo y que lo agarro de vuelta con los años, me agarra siempre llorando porque te parte el corazón, la verdad. Cómo cuenta las cosa, los golpes que recibía y cómo él se consolaba con una planta. Ahora, por ahí, le tiramos una tablet y el chiquilín queda más contento ¿no? Me atravesó muchísimo y me gustó esta idea de convertir al piano y a sus graves en el sonido de un tren. Me llamó mucho la atención esta idea de tener esa imagen en la cabeza de Zezé, que es este niño, y pasarla a sonido. Cómo poder interpretarla sonoramente toda esta tristeza y toda esta oscuridad, en definitiva, porque maltratar a un niño es una locura. Me quise meter como en esa oscuridad y salió esa canción, yo me centré en el tren por el sonido. Después, en el estudio, yo lo invite a Franco Polimeni a tocar esta canción – no soy yo quien lo toca – porque tenía ganas también de expresarme, de salir del piano, sentirla y bancármela sólo cantándola. Además, después, con la pandemia se reafirmó la idea de esta canción porque tuvimos que ver un montón de realidades, yo fui voluntaria en un par de ollas populares y me empecé a meter también en otras cuestiones más sociales, que, la verdad, antes no lo había hecho y la verdad esto me atraviesa. Y, sí, cantar acerca de las cosas es ponerles nombres y es visualizarlas.
En “Confesión desarmada” decís “todes quieren ver el sol”. Personalmente no conozco otra canción, al menos grabada, que incluya la palabra “todes” ¿Sos consciente de la importancia que esto tiene?
Sí, fui muy consciente en el momento. Y, la verdad, es que yo escribí “todos” en la letra. Siempre estaba diciendo “todos” y cuando decía “todos” yo pensaba “no estoy incluyendo a todo el mundo”, me pasaba eso intuitivamente. El lenguaje inclusivo yo lo uso para hablar, lo uso bastante para escribir cuando me queda cómodo y cuando me fluye, digamos. En realidad, es la única canción en la que está porque me molestaba decir “todos” y yo quería decir “todes”, quería hablar de todo el mundo. Yo tampoco conozco otra canción. Sí, sé que Julieta Venegas y Loli Molina, también, en vivo han cambiado sus canciones y hablan en inclusivo. Ese dato me lo pasaron en Instagram, pero tampoco conozco otra canción que hable en lenguaje inclusivo.
Yendo más allá, la palabra registrada, como la escrita, tiene otra relevancia que la palabra hablada. Es más tangible y tiene eso de la permanencia.
Me parecía que estaba bueno grabarla, animarme a eso y si había rechazo, había rechazo. Pero, me parecía importante porque yo hablo así ahora, también. Soy de la generación de lenguaje inclusivo y me enorgullece que estemos cambiándolo a pesar del odio y todo el rechazo que genera, entonces me parecía importante dejarlo grabado para siempre en mi disco.