Javier Malosetti: “El candombe es de esas cosas que te atraviesan”

El próximo domingo 12 tendrá lugar en La Trastienda MVD una nueva edición de las ya clásicas residencias donde el joven y talentoso baterista Mateo Ottonello oficia de anfitrión en una noche donde no faltará el virtuosismo y la improvisación. En esta oportunidad, lo acompañarán el reconocido bajista argentino Javier Malosetti, además de los locales Ignacio Labrada en teclados y Andoni Gajduk en guitarra. Además, la joven artista independiente Rodra, será la encargada de abrir el show.
A propósito de la imperdible fecha, conversamos con Javier Malosetti, entre otras cosas, acerca de su carrera, su vínculo con la música uruguaya y, como no debíamos dejar pasar la oportunidad, recordamos su paso por la banda del gran Luis Alberto Spinetta.

Por Liber Aicardi

Foto: Difusión

Comencemos por tu último álbum publicado “Malosetti & La Colonia”¿Cómo surgió?
Los temas fueron compuestos para cuando arrancó la banda en 2019 y, después, los grabamos a mediados de 2019 y salió en marzo de 2020. Le fue muy bien en las redes y en los portales de música, en las tiendas, pero no lo tocamos. No pudimos hacer una presentación oficial grande aunque, sí, tocamos en algunos lugares como fogueo. Y ahora nos estamos desquitando un poco porque ya tenemos otro material, también, y con ganas de grabar otra cosa.

¿Ya has podido volver a los escenarios?
Estamos de gira bastante por el país, fuimos al Sur varias veces. Ahora vengo de Treleu y Puerto Madryn. Tocamos mucho por el interior y por Buenos Aires también cuando se reactivó un poco la cosa, desde agosto que retomamos la actividad.

¿Cuánto hacía que no tocabas?
Desde el verano, que se abrió una ventanita de treinta personas con un aforo ridículo y nosotros salíamos como para tocar en Wembley ¿viste? Por las ganas, pero la realidad eran treinta personas, entonces, hacíamos una función a las 18 hs para treinta y otra a las 20 hs para otras treinta y así tener sesenta tickets, ponele. Nosotros encantados igual. Para mí, lo peor de la pandemia fue la abstinencia de colegas, de banda, más que de shows en vivo. Yo sé que muchos artistas extrañan el feedback con su público; yo también, por supuesto, pero es una consecuencia de algo que es más grande que es la interacción con los pares, contar cuatro y sonar todos. Eso era algo que extrañaba mucho y es muy lindo retomarlo.

¿Desde cuándo viene tu vínculo con la música uruguaya, más allá de haber tocado con Ruben Rada y Jaime Roos?
El trabajo previo a entrar a la banda de Luis Alberto Spinetta, en 1989, fue todo un período de 1988 de tocar con el gran bandoneonista Dino Saluzzi, que es de Salta, muy grosso… y el baterista era un baterista que se toca todo, está viviendo en Francia hace mil años, se llama Marcelo Rusiloo y él tenía los discos de Jaime. Yo había escuchado a Rada por mi lado porque conocía a la banda que él tuvo en Argentina, que fue lo primero que escuché. Después, cuando escuché las versiones originales de “Malísimo” y “Montevideo”, lo otro me parecía… no sé… una masita.
Y este batero me hizo escuchar cosas de Jaime. Las cantaba él todo el tiempo y yo las repetía de lo que él cantaba y sólo conocía su versión a capella, me prestó los cassettes “Brindis por Pierrot”, etc. Fue como una página nueva que se abre. ¿Viste cuando quedás manija con algo? Ahí, me pintó el antropólogo y arranqué a bucear en la música uruguaya y es una tierra que quiero mucho. Así que el legado me parece impresionante, el ritmo me parece increíble, es muy lindo tocar esa música. Yo, desde mi humilde lugar medio de Danger Four, estoy emulando una cosa con mucho respeto por los posta del género. Y después se dio, no sé qué pasó. Tocamos con Osvaldo (Fattoruso) muchas veces, tenemos un disco a dúo con Rada (Nde R: “Varsovia”, 2007) que es una fiesta. Antes, fue la colaboración en un disco de Jaime y unas presentaciones a trío con los dos hermanos Fattorusso cuando Francisco (Fattorusso) era un guacho, todavía no tocaba profesionalmente. Y a los Ibarburu los conozco desde que tenían catorce años… Tengo un gran cariño por los músicos, por la música que han creado y por el género, que me apasiona, el candombe, la murga.

Para mí, lo peor de la pandemia fue la abstinencia de colegas, de banda, más que de shows en vivo. Yo sé que muchos artistas extrañan el feedback con su público; yo también, por supuesto, pero es una consecuencia de algo que es más grande que es la interacción con los pares, contar cuatro y sonar todos. Eso era algo que extrañaba mucho y es muy lindo retomarlo.

Incluso en tu último disco hay un tema con toques de candombe…
Es como Spinetta, esas cosas que te atraviesan. Yo ya hice las paces y en vivo tocamos siempre algo de Luis, un tema. Ya está, yo ya sé que va a ser siempre así porque no me pude liberar y con el candombe se ve que me pasa lo mismo, porque por lo menos en los compases en ese tema que se llama “Ostura Furita” aparecen los tambores.

Acabas de nombrar a Spinetta ¿Eras consciente de lo que estabas compartiendo cuando tocabas en su banda?
Era consciente en la óptica inocente que podía tener a los 23 años porque él era mi héroe y a mí me pegaba más por el lado de la música. Ahora, que de viejo hice un poquito más de foco sobre la lírica, que en ese momento yo la cantaba como un loro sin pensar, ahora redescubro una cosa increíble. Incluso no conozco toda su obra, todavía tienen un montón de cosas que no conozco, tiene cuarenta, cincuenta discos, música de mil puertas distintas que todas son una puerta a algo diferente. Y a mi me tocó estar con él desde el ‘89 al ‘93 y, después de 2000 a 2003, y muchos discos. Yo toqué con él con 23 años y ahora escucho y me gustaría ser su compañero ahora, hoy. Y tocar y hablar, hay una profundidad que yo me perdí. Con los pibes era la risotada, era como el payaso, porque tenía un ala clown, entonces era un cague de risa todo el tiempo. Pero tenía unos amigos con los que se juntaba, que yo no participaba que era en una muy profunda, hablaban de escritores japoneses y se copaban, quedaban re manija, comían sushi… Yo no estaba ahí ni en pedo.

Y ahora, que te toca estar del otro lado y tenés la posibilidad de transmitirle a las nueva generaciones, como en el caso de Mateo Ottonello ¿Cómo lo tomás?
Es que uno hace poco, también, los pibes ya se sacaron toda la música. Yo no tengo nada que enseñarles, ya los temas los tocan perfecto, los hicieron propios y se tocan todo. Vuelan más bien yo voy en una más baja y, si ocurre eso que yo les pueda transmitir, feliz de la vida. Yo no voy a bajar ninguna línea, yo voy a absorber. Así que va a ser un ida y vuelta muy lindo. Nunca toqué con ellos. Yo lo escuché en Buenos Aires a Mateo (Ottonello) y me arrancó la cabeza. Después escuché a Nacho y a Andoni en videos que vi y hablamos de la música.

A mi me tocó estar con Spinetta desde el ‘89 al ‘93 y, después de 2000 a 2003, y en muchos discos. Yo toqué con él con 23 años y, ahora, lo escucho y me gustaría ser su compañero ahora, hoy. Y tocar y hablar. Hay una profundidad que yo me perdí. Con los pibes era la risotada, era como el payaso, porque tenía un ala clown, entonces era un cague de risa todo el tiempo. Pero, tenía unos amigos con los que se juntaba, que yo no participaba, que era en una muy profunda, hablaban de escritores japoneses y se copaban, quedaban re manija, comían sushi… Yo no estaba ahí ni en pedo.

Es habitual este tipo de intercambios con distintos músicos en el jazz que se presta mucho para eso, más que el rock, por ejemplo ¿Por qué crees que pasa eso?
Y… es porque son géneros más quietos, más estáticos. La canción es de vuelta igual y de vuelta igual y de vuelta igual. El jazz y el blues están en movimiento constante porque la improvisación es un ítem importante. Entonces, como el jazz se ha sabido colar en todas las culturas del mundo, el concepto del jazz, aunque no estés tocando jazz, también se cuela y uno propone conceptos jazzeros. La música que quieras, no tiene una influencia tan grande del jazz. Pero el tratamiento del solo y la base que acompaña y que ese momento improvisado, también, desarrolla una improvisación que propone el solista.

También juega mucho el contacto visual entre los músicos, y hasta el lenguaje corporal, digamos…
Sí, sí. Y a mí me encanta porque es muy linda la interacción con la batería, por ejemplo. El bajo está en un lugar muy bueno, tiene una relación con la bata y otra relación con la armonía y con lo que pasa estructuralmente con la canción, la interacción con la bata es fundamental. Aparte, cada batero es distinto y las veces que tocamos con La Colonia, por ejemplo, con un batero de cambio fue vertiginoso por un lado y por otro lado, en un momento relajás y decis “no espero que toque lo mismo que el otro sino que lo sigo a él y que proponga, trato de acoplarme a su respirar, a su tempo y a su cadencia”. Y a veces sale, y a veces no (se ríe). Mateo es un batero muy caliente y, aparte de una gran destreza, va a ser muy fácil adaptarse a su manera de tocar.

Las entradas están a la venta a través de Abitab.

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