Hace más de quince años que Y. Gallo está al frente de Rouge, y además, desde hace algunos años, lleva adelante una carrera solista que, hasta el momento, cuenta con dos trabajos editados, “Después del invierno” (2013) y “Encrucijado” (2016). Un año y medio ha pasado desde la edición de este último álbum que, finalmente, tendrá su presentación oficial en vivo el próximo jueves 12 de abril a las 22 hs. en Solitario Juan (Rodó 1860). Aunque el propio Gallo reconoce que no fue premeditado, el tiempo transcurrido desde la edición del disco hasta ahora, ha servido para que el mismo se asentara. De ello, del proceso de composición y grabación de “Encrucijado”, entre otras cosas, conversamos con él en la siguiente entrevista.
Por Liber Aicardi
¿Cambió tu percepción sobre el disco desde que salió, hace un año y medio, hasta ahora?
La percepción que tengo es como que se asentó el disco. Cuando lo terminamos, al tiempo lo editó Bizarro, hizo como un revuelo en muchos colegas, muchos amigos y personas a las que les llegó el disco, les copó, preguntaban cuándo lo podían escuchar en vivo, dónde se iba a tocar, en algunas notas que di en su momento, también, había una expectativa con qué iba a pasar. Yo estaba en un plan muy “ahora, terminé el disco”. Ya, hacer el disco es un laburo. Empecé a sentir un poco “hiciste un disco, que te llevó un montón de días y de horas de trabajo. Ahora ¿qué viene? Ahora escuchemos el disco”. Porque los discos se hacen, en definitiva, para escucharlos. Me sentí un poco agobiado por esa inmediatez de “terminaste este trabajo, pero lo que queremos, ahora, es saber cuándo y dónde lo vas a presentar”. Pero eso es un show en vivo, es otro laburo, aunque sea a partir de un disco. Es un show que se encara con otra energía, con otra cabeza, de otro modo. Entonces, yo lo que hice fue dejar que se asentara el disco, que existiera como disco, que cumpliera su función, que sonara en las casas de la gente. Pasaron muchas cosas graciosas, cosas muy interesantes, muchas devoluciones buenas y cosas como que me llamaran de una radio de Tacuarembó y que pensaran que la banda se llamaba Tacuarembó y que tenían una canción que se llamaba Rouge (risas). Lo hice sin querer, pero estoy feliz de que haya pasado un tiempo de que bajara a tierra el disco para, ahora, empezar a tocarlo.
¿Cómo fue el proceso de “Encrucijado” desde que comenzaste con las primeras canciones hasta que lo grabaste?
Al principio fue un poco de experimento en uno de mis estudios favoritos, que ahora se llama “Encrucijada”, que es el estudio de Orlando Fernández (bajista de Buitres), que somos vecinos y amigos. Entonces, cada vez que yo quiero bajar a tierra algunas ideas en formato canción y quiero que suenen dignas, le pido ayuda a él, grabo súper cómodo en su estudio, me ayuda muchísimo. Así empecé con cinco o seis ideas. Cuando las junté, se las mostré a algunos amigos, entre ellos Martín Buscaglia, que es el productor del disco; se copó, me arengó a que hiciera algo con eso. Yo le había mostrado algunas canciones sueltas de otro momento, él me ayudó a hilvanarlas, me dijo que esas canciones podían convivir con las nuevas y, ahí, me entusiasmé, le propuse a Martín que produjera el disco y que nos metiéramos en el estudio a hacer un disco, realmente. Después, hubo mucho trabajo en el estudio, finales, comienzos, momentos de solos de guitarra, coros…hay muchas cosas que las resolvimos a medida que nos lo iba pidiendo la canción a medida que la íbamos grabando. El proceso fue un poco así. Si bien, yo tenía claro cómo quería que sonara, lo que más tenía claro era cómo no quería que sonara. Quería que no se pareciera a, por ejemplo, el último disco que había grabado con Rouge, “Hermanos y hermanas”, que me gusta muchísimo pero que tiene un sonido particular, un sonido limpio, clásico de rock. Yo quería que sonara de otro modo, por lo menos, que se despegara un poco de eso. Con esa premisa y algunas ideas en la cabeza nos metimos a grabarlo, prácticamente, mano a mano, él y yo. Martín tocó muchos instrumentos, yo también, toqué el bajo, la guitarra, toqué bongó, toqué un farfisa, quijada, cosas que no había tocado nunca. En un momento necesitamos un baterista y Diego Bartaburu, que es un amigo, que había escuchado algunas cosas, se copó y así tomó el control de la parte de baterías y percusiones, y en un momento, estaba para masterizar. Fue bastante rápido.
Me gustan los discos de solistas que arman una banda, aunque sea temporal, aunque sea para ese disco, y eso se nota y dejan que los músicos aporten. Una cosa que hice mucho en el disco fue soltar, aprender a abrir la mano y a deslindar cosas en otros músicos confiando en su talento y en su corazón.
Al escucharlo, da la sensación de que es un disco “de banda”, no tanto de solista.
Lo que pasa es que yo siempre trabajé en banda. Yo empecé a tocar la guitarra con un amigo y aprendíamos juntos con la misma guitarra. Después, conseguimos otra, entonces seguimos aprendiendo juntos con dos guitarras. Y después fuimos sumando un bajista, luego un baterista y durante un montón de años trabajé en ese formato, formato banda. Con los Rouge, trabajo hace muchos años, son una familia para mí, y entonces me es muy difícil desprenderme de eso. Además, personalmente, me aburren un poco los discos que son de solistas “muy solistas”. Me gustan los discos de solistas que arman una banda, aunque sea temporal, aunque sea para ese disco, y eso se nota y dejan que los músicos aporten. Una cosa que hice mucho en el disco fue soltar, aprender a abrir la mano y a deslindar cosas en otros músicos confiando en su talento y en su corazón. Y eso me dio un resultado que, a mí, me dejó feliz, y es eso que decís vos: cuando lo escuchás, parece que hay una banda. Por momentos, se mezcla y parece que fueran los Rouge, ya que canto como lo hago en Rouge, no me puse ningún efecto ni coloqué la voz en otro lugar. Una devolución que me han hecho es que hay canciones que podrían ir dentro de un disco de Rouge tranquilamente. Del disco anterior que hice “Después del invierno” hay canciones que, de hecho, las sumamos a discos de Rouge, las versionamos y se incorporaron. Y sí, está todo emparentado.
Otra cosa que se nota en el disco son las distintas influencias que vos tenés.
Yo, una cosa que hago cuando compongo es que trato como de olvidarme de lo que tengo escuchado. Hay veces que me doy cuenta que estoy “afanando” mucho, que estoy siendo muy descarado (risas), pero me doy cuenta después que estoy en eso ¿viste? Yo jamás digo “voy a componer para este lado”. No lo hago. Capaz que cuando me pongo a componer, lo tengo atravesado y aparece, porque forma parte de lo que vos sos. Hay veces que me engancho con cuatro o cinco discos y le doy, le doy, le doy, o algún género… Tuve un período en que empecé a escuchar y a leer sobre blues y me ponía a escuchar blues todo el día, pero, a la hora de componer, trato de bloquear eso, pasar un cernidor y empezar de cero. Si me doy cuenta que es muy obvio que se parece a algo, lo dejo y trato de salirme de ahí. Si no me doy cuenta, me quedo y compongo. Si después, alguien lo encuentra parecido a algo, espero que no pase a plano de abogados (risas). Seguramente esté atravesado Jhonny Cash, Zitarrosa, son cosas que las tengo adentro, que las escucho de toda la vida y te salen, sin querer. El disco tiene una impronta medio folk, o folclórica americana por momentos. Hay una parte que me gusta mucho, sobre todo los discos de una época, de los discos de los 40´s, 50´s, 60´s. Esas décadas en que todavía no había explotado al mango la distorsión, que me gustan muchos los efectos y las guitarras distorsionadas y todo lo que vino a partir de los 60’s y los 70´s y cuando explotó el punk y el heavy, pero me gustan muchos discos que tienen ese aire de instrumentos de madera, o guitarras huecas, baterías de madera, parches de cuero. Repasando el disco, ahora, creo que no tiene niguna distorsión. Inclusive, en un rock que se llama “Gusano amigo”, que es el más ajetreado la guitarra está tocada limpia y cuando me refiero a ese gusto por lo folclórico, me refiero a eso también. Yo lo interpreto como el sonido que el instrumento da el instrumento puro, lo que da esa batería, lo que da esa guitarra, aunque sea una guitarra criolla, una Telecaster, un dobro y un bongó de verdad, y unas maracas de verdad y eso es lo que tiene este disco. Tiene palmas, tiene cosas reales, no de simulador, con el sonido real.
Tuve un período en que empecé a escuchar y a leer sobre blues y me ponía a escuchar blues todo el día, pero, a la hora de componer, trato de bloquear eso, pasar un cernidor y empezar de cero. Si me doy cuenta que es muy obvio que se parece a algo, lo dejo y trato de salirme de ahí. Si no me doy cuenta, me quedo y compongo.
¿Eso fue una búsqueda tuya o sugerencia de Martín Buscaglia?
Eso fue una búsqueda mía que Martín la interpretó al toque, se copó y eso nos dio la libertad de que lo pudimos hacer con instrumentos que teníamos, que conseguíamos prestados. Las tomas son casi todas primeras o segundas tomas, dejamos algunos errores, dejamos algunos vaivenes para no cortar y pegar y emparchar, porque era la estética que le queríamos dar. De hecho, ahora que estamos preparando el show es medio así, nadie usa pedales ni efectos; es un bajo, una guitarra una batería y un farfisa. Después hay un par de instrumentos rústicos que intervienen y toman protagonismo, pero que son medio sorpresa, pero no está montado en base a la tecnología, que brinda un montón de cosas que están alucinantes y me encantan, pero que en este disco no están.