Trópico Duclós: “Todos en la banda disfrutamos cuando un tema termina llevándonos a un lugar sorprendente”

En “Bifurcan”, su cuarto álbum, Trópico Duclós expande su imaginario entre cine, escenas urbanas, deformidad pop y una búsqueda donde la música manda, aunque eso implique romper formatos. Actualmente consolidado como banda, el proyecto está integrado por José Nozar (batería), Magdalena Sena (sintetizador, piano y voz), Marcelo Fernández (guitarra y voz), Matías Rodríguez (guitarra y voz) y Nicolás Urroz (bajo), dejando atrás la lógica de colectivo vigente desde sus orígenes hasta 2022 para afirmarse como formación fija.

Este sábado 13 de diciembre, a las 21:00 h, Trópico Duclós se presentará en Sala Ducón y las entradas están a la venta a través de RedTickets.

A propósito del show, conversamos con Matías Rodríguez sobre el proceso de mutación del grupo, su más reciente lanzamiento y su vínculo con el séptimo arte.

Por Liber Aicardi

Foto: Gonzalo Abeiro

En los comienzos, por 2016, y durante algunos años Trópico Duclós funcionó como colectivo y no como banda, en cuanto a mantener a todos sus integrantes de forma permanente, ¿cómo fueron esos orígenes?

Al principio, funcionaba más como colectivo porque yo tenía unos temas por ahí boyando, como que no sabía qué hacer y se los mostré a unos amigos, “Manu” (Manuel Souto) y “Lea” (Leandro Rebellato), y los grabé con ellos. Pero yo no quería ponerle un nombre solista y se me ocurrió ese nombre de banda: “Trópico”, por mi fanatismo por Henry Miller, y “Duclós”, por ser el nombre viejo de la Playa del Cerro. También la ventaja de no estar atado a una formación de banda en ese momento era que, si en un tema estaba bueno meter un sintetizador, le podía decir a fulana o a fulano, o “este tema podría tener tal cosa o tal otra”, o “cierta voz le quedaría mejor”.

Así funcionamos varios discos, hasta el “Mamboretá” (2022) inclusive, con una estructura más básica, pero después decidiendo qué color le quedaría bien a este tema. Y después de la grabación del “Mamboretá” es que se empezó a consolidar la formación actual, que si bien cada tanto aparece algún invitado, ya es más una cosa fija.

¿Qué fue lo que les llevó a inclinarse hacia una formación estable, más clásica de banda?

Creo que lo que se fue dando entre los cinco que estamos ahora porque es muy lindo, muy divertido, y se trabajaba mejor también. Lo que pasa cuando vos estás todo el tiempo cambiando de formación es que el que está hace más tiempo tiene que pasar por el proceso de aprender los temas con los demás una, dos, tres, cuatro veces, y en un momento es medio engorroso. Y más que nada creo que nos resulta muy fácil y muy divertido tocar entre nosotros; los ensayos son, antes que nada, días que ya sabés que van a ser divertidos. Te reís un rato largo y, musicalmente, nos entendemos muy bien. Creo que todos nos fuimos volviendo bastante imprescindibles.

Y esa decisión de tener una formación más estable, ¿cambió la dinámica de los ensayos y de la composición?

Sí, ensayamos más seguido. Tenemos hace años una regularidad de ensayar los martes y, a veces, algún fin de semana. También cambia la composición, porque antes, cuando pensábamos “este tema lo puede cantar fulano o fulana”, ya esa persona entraba con el tema compuesto. Ahora se puede dar que en el ensayo aparezca como un bosquejo, que alguien diga “che, tengo esto”, y se empieza a pelotear y va por un lado y para otro. Cambian mucho a veces los temas, aunque a veces no tanto, entre lo que es la idea inicial y cómo se va dando la cosa. Y también creo que tenemos una dinámica que está bastante buena, y es que todos tenemos buena predisposición para las ideas de los demás. Esa cosa que a veces cuesta dentro de las bandas, de que uno se imagina el tema de una forma y llegás al ensayo y va para otro lado, y te viene como esa resistencia de decir “no, pero yo pensé que iba a ser de esta forma”. Y ahora, generalmente, creo que todos estamos de acuerdo en probar y que, si el tema está yendo para otro lado, está bien que vaya para otro lado.

El nuevo disco “Bifurcan” suena más concreto respecto a “Mamboretá”, el trabajo anterior, ¿esto es producto de haberse establecido como banda?

Puede ser… no lo había pensado. Me parece que este disco es más beatlero, como que es el disco en el que todos somos fanáticos de los Beatles y es, tal vez, el disco donde esa influencia está más clara, y “Mamboretá” tiene una cosa más de cuelgue y de clima, hasta desde el punto de vista armónico, musicalmente.

Sí, capaz que es un resultado de eso también, de pensarlo como escenas distintas. “Mamboretá”, para mí, tiene más una continuidad y este disco es más como “hay algo que claramente es un blues deforme pero candombe beat, hay una especie de bolero extraño mezclado con canzoneta italiana”. Eso creo que es una cosa muy beatlera, o del Jaime de “Siempre son las cuatro”, que es muy beatlero también: tomar cada tema como un universo aparte, a pesar de que tiene una continuidad.

No es tenemos una búsqueda donde se nos ocurren canciones y las deformamos, sino que lo que se nos ocurre es deforme; lo otro sería un forzamiento.

Igualmente, las composiciones no se ajustan al formato tradicional de canción pop, siguen teniendo su forma, ¿eso surge o se lo proponen especialmente?

Tal vez el tema más cancionero es “Mateo Stooges”, que no tenía sentido que fuera de otra forma. Aparte, es muy corto —dura dos minutos y poco—, pero después, en general, lo que pasa es que, ante la pregunta “¿cuándo entra la voz?”, y… la voz entra cuando entra y termina cuando termina. Ahí manda la música, y tratamos siempre de dejar que la música mande. Es como en el último tema, “Paciencia intempestivo Lázaro”, que es el más largo. A lo mejor un productor nos hubiera dicho: “en este tema los primeros dos minutos no van, arranquen acá con la cantada”. Y sí, capaz que eso tendría un potencial comunicativo, pero a veces nos pasa estar ensayando, tocando ese tema, y decir “esto podría durar diez minutos más”.

Yo, en particular, lo que más disfruto —y creo que es lo que más todos disfrutamos— es cuando el tema termina llevándonos a otro lado, a un lugar más sorprendente, más de cuelgue. Tiene mucho que ver con las bandas que nos gustan, tiene mucho que ver con Can, por ejemplo, o con Sonic Youth. No es que sea una búsqueda de que se nos ocurran canciones y las deformamos, sino que lo que se nos ocurre es deforme; lo otro sería un forzamiento.

En el tema “Astoria”, por ejemplo, que la voz repite “siempre al costado del mar”, a “Maggie” (Magdalena Sena) fue lo primero que se le ocurrió, pero después no tenía sentido buscarle otra cosa, buscarle otra letra u otra melodía. En los ensayos pasa eso, y está bárbaro. Hubiera sido como un forzamiento tratar de agregarle algo o buscarle una parte B y una parte C. Así funciona la dinámica compositiva hoy por hoy, ya con la banda establecida.

En los temas que están grabados y que están en “Bifurcan”, la música a veces parte de algo en un ensayo que yo después armaba algo y lo llevaba de vuelta, o que a mí de repente se me ocurría algo. “Maggie”, en general, resuelve las melodías de la voz —es el terreno de ella—, pero ahora hay un par de temas nuevos que van a ir para el próximo disco en que la música es de “Maggie”; hay temas que salen también de ideas rítmicas del “Negro” (José Nozar) en la batería, y para mí es una forma de componer que está bárbara —que la batería marque algo y buscar cosas arriba—, han salido cosas también en ensayos a partir de líneas de bajo de “Nico” (Nicolás Urroz). Después es como una masa, se estira para todos lados y termina tomando cualquier forma.

Hay bandas que tienen un funcionamiento donde hay una persona que lleva todo armado; para mí es rarísimo, porque ¿para qué tenés una banda entonces? A mí no se me ocurriría una línea de bajo mejor que la que se le va a ocurrir a “Nico”, y ni que hablar una batería mejor que la que se le va a ocurrir al “Negro”. Para mí es rarísimo tener una banda donde hay uno que le dice a cada uno qué tocar. Si sos sesionista, está bien, pero si es una banda me parece que está buena esa deformidad que se puede dar en el intercambio.

En la gacetilla se menciona que “Bifurcan está compuesto por siete escenas urbanas que se proyectan simultáneamente en una película auditiva y lisérgica”. ¿De dónde surge la relación del proyecto con el cine?

Creo que a todos nos gusta bastante el cine. A “Maggie” le gusta mucho David Lynch, a mí me gusta mucho el expresionismo alemán. De hecho, a veces para difusión usamos clips de películas expresionistas y del cine italiano también. Por eso sale el tema “Sala Lumière”, que es como una guiñada al Cine Universitario; nos gusta mucho ir al Cine Universitario. También el amor por (Vittorio) De Sica, (Pier Paolo) Pasolini y (Federico) Fellini. Y el cine —si bien es una cosa a la que yo, en lo personal, soy bastante ignorante, y he entrado hace relativamente poco; siempre fui más de leer que de cine— tiene como ese placer estético que te lleva la cabeza a otro lado, que no llega obviamente al nivel de la música porque nada llega al nivel de la música. La música es la cosa más superior que existe en el mundo, pero a veces tiene el poder de congelar algo en una imagen, como algo que se cristaliza, y sobre todo a la hora de componer es una gran influencia en las letras. Por eso a mí me gusta mucho la letra de “Astoria”. Eso que escribió “Maggie” —“siempre al costado del mar”— es todo lo que precisás decir y saber de ese tema, no precisás más nada, y eso tiene mucho de imagen.

Con la música nuestra, a veces, las métricas son complicadas; no es esa cosa más como una balada que podés armar una historia; generalmente son fragmentos cortitos donde, más que dar imágenes, es difícil. Métricamente es muy difícil. Ahí también está la influencia de PIL, de The Fall, de ese tipo de bandas, que la voz cumple como un rol que no es tan el convencional. Generalmente, en el formato canción, la voz y la melodía es lo primero y lo sagrado, y la música queda subordinada ante eso. Nosotros pensamos más la voz como otro instrumento, con su lugar, su espacio.

¿Piensan los temas como una forma de banda de sonido?

No de antemano, pero ahora que lo decís tiene mucho de eso. Tal vez en “Ella en Narval” es un poco la idea de hacer una música y una letra que ambiente a alguien que está pasando por una crisis de identidad. Si bien la letra de “Ella en Narval” la hizo “Maggie”, inspirada en la novela de Mariana Enríquez “Bajar es lo peor”, es un tema como para decir: “hay alguien que está teniendo un ataque de ansiedad, es este tema”.

El principio de “Sala Lumière” es alguien que llega al cine; casi es como abrir la puerta de la sala del cine. Por eso también está la escena, el diálogo de “El ladrón de bicicletas» (N. de R.: film dirigido por Vittorio De Sica). Y el diálogo del principio de “Calles de vidas que se bifurcan” también tuvo mucho de accidental, cosa que nos dio mucha alegría, porque en realidad parece que estuviera guionado. Nadie mandó un audio escuchando el audio de otro, y hay cosas que parece que fueran conversadas. Entonces sí, hay tal vez algo de una especie de banda de sonido.

Es rarísimo tener una banda donde hay uno que le dice a cada uno qué tocar. Si sos sesionista, está bien, pero si es una banda está buena esa deformidad que se puede dar en el intercambio.

La otra faceta que tiene el grupo es una identidad visual en el diseño del arte de los singles y los discos, ¿cómo surge?

De “Mamboretá” en adelante, el que quedó a cargo de todo lo que es gráfico es Dante Sangiacomo, que es un amigo de Buenos Aires. Él hace todas las tapas y los afiches. Le damos pautas muy libres; generalmente no tiene mucho sentido darle pautas porque él siempre nos dice que sí a las pautas y después hace lo que tiene ganas de hacer y siempre está buenísimo (sonríe). Es alguien que está muy por dentro del proyecto, y eso es lo bueno también: que no tenemos que decirle muy específicamente. Siempre nos sorprende. Hay un descoloque al principio a veces, de primera decimos “eso es increíble”, y a veces hay como un descoloque y lo mirás un rato después y decís “¡esto está buenísimo!”.

¿Hay una dinámica en que ustedes le envían la música y él se inspira en ella?

Con las grabaciones, los singles y los discos él escucha bastante y da alguna pauta o alguna idea de algo. Con los toques le damos también lineamientos generales, pero después él hace lo que quiere. Y visualmente tenemos otra pata que es bastante importante en los toques en vivo: son las luces de Ana Chiara. Ella arma la escena y las luces. Ana conoce mucho la música, los temas, está muy por dentro y confiamos en el criterio de ella. Es lo mismo que Dante.

¿Cómo va a ser el show del próximo 13 de diciembre en Sala Ducón?

Es el cierre de año y festejo del disco para nosotros, además del festejo de siempre, juntarse a tocar. La idea es que sea como una cosa bien inmersiva, aprovechando el sótano y la cosa esa de cueva que tiene el Ducón; que sea algo bien envolvente, con mucho trance y mucho cuelgue.

Va a ser un set largo; es una buena chance para el que tenga ganas de escuchar un rato largo, de meterse en eso. Va a estar “Pancho” Coelho invitado también en un tema. “Pancho” es de la gente que también va y viene, y la idea es poder cerrar el año con esa reunión, con ese festejo. Vamos a tocar, obviamente, mucho del disco y de los discos viejos, y es una experiencia. Tocar siempre es una experiencia.

¿Qué proyectos hay para el año próximo?

Para el año que viene, los proyectos son la presentación de “Bifurcan”; la idea es hacerla en la sala Hugo Balzo, pero todavía no está la fecha definida. También la salida de “Bifurcan” en vinilo, que ese es como un viejo anhelo, gracias a Little Butterfly, que es nuestro sello.

Y empezar a laburar en el próximo disco, que ya hay un montón de temas; hay temas ya compuestos desde antes de grabar este. Para mí, cuando una banda es divertida y funciona, ya te dan ganas de grabar otro disco, te dan ganas de componer, de tocar. Nos gustaría tocar en Argentina, por ejemplo; es un anhelo, lo hemos conversado. No sé si saldrá el año que viene, o Chile también, pero tampoco es algo en lo que estemos enloquecidos. Siempre tratamos de ser muy cuidadosos; por eso también tocamos poco acá, porque tratamos de que haya ciertas condiciones de sonido, de luces, de que no sea a los ponchazos. Porque a veces te gana la fisura y el apuro de tocar y tocás incómodo y suena de una forma que no está buena. Ahora preferimos esperar, y si hay que dejar pasar tiempo se deja pasar, pero cuando hacemos algo, hacerlo bien.

Foto: Gonzalo Abeiro
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