La historia de Proyecto Bifröst no es de las más comunes, al menos en nuestra escena musical. Con Alejandro Spuntone en Montevideo y Diego Caetano Guerra residiendo en Berlín desde hace cuatro años, ambos fueron tendiendo puentes musicales hasta concretar la edición de “Onírico”, el álbum debut del dúo. Guitarras potentes, ambientes épicos, solos virtuosos y la impronta vocal de Spuntone hacen del mencionado trabajo un más que interesante primer paso para un proyecto que no sabe de límites territoriales y, en varios pasajes, tampoco, estilísticos. A propósito del lanzamiento, conversamos vía Zoom con Alejandro y Diego sobre el proyecto nacido hace, ya, dos años, además de contarnos detalles del particular proceso creativo y sobre sus planes, entre los que se encuentra una presentación oficial en vivo para comienzos del próximo año.
Por Liber Aicardi
¿Cómo surge el proyecto de hacer un disco propiamente dicho?
Diego – Primero, decidimos hacer una canción o dos para ver qué pasaba. Hicimos “El siervo” y, un par de meses más adelante, “Ritual”. Se sentía muy bien la dinámica, cómo trabajábamos a distancia y que no había apuro. Cada uno tenía un espacio nuevo de crear música y decidimos seguir adelante con más temas, más ideas. Yo tenía un montón de maquetas y riffs guardados, le mandé todo a Alejandro, lo fuimos desarrollando en temas completos y algunos temas nacieron, también, en el medio del proceso y entre medio también salieron los covers (N de R: “Hijos de la abundancia” de Fernando Cabrera / Jorge Galemire y “Flecha verde” de Ruben Rada / Fernando Nolé).
¿Cómo hicieron para desarrollar ese proceso a distancia y, a la vez, tratar de conservar la parte orgánica?
Alejandro – En realidad, no le buscamos mucha vuelta. Las canciones iban surgiendo, íbamos pasándonos las melodías, yo le pasaba las letras y fue tomando vida como si estuviéramos acá. Aparte, como que los roles estaban bien marcados: Diego grababa los instrumentos y mezclaba, y yo le tiraba las melodías y las letras, alguna letra incluso Diego le agregaba una palabra o un fraseo para acomodarla, así fue surgiendo ¿Viste que a veces los músicos se enroscan en teorizar las cosas? Esto era práctica más que teoría. No hablamos nunca de “este tema tiene que sonar así o asá”. No. Cada canción fue cobrando vida en la medida en que nos fuimos pasando las cosas. Creo que lo más sano que tiene el proyecto es que ninguno se mete en la interpretación del otro porque las cosas se dieron naturalmente y yo me fui dando cuenta de cómo laburaba Diego y a dónde va con su cabeza. Y él me conocía a mí cómo cantaba, cómo podía llegar a interpretar y era una cosa muy fluida, muy desestresada.
Diego – Lo otro que ayuda, creo, es que somos solamente dos. Eso agiliza, ya, un montón de cosas que si fuéramos tres personas, sería todo más lento. Otra cosa es que, con la dinámica de trabajar remoto, tenemos mucho más tiempo. Por ejemplo: en un ensayo o juntarse a componer un tema, está la presión de que está todo sucediendo en el momento y como que tenés que ser re listo y tener la solución ahí. Acá nos mandamos algo, lo labura Alejandro dentro de tres días, practica, se graba ideas, al día siguiente se le ocurre otra cosa, lo remplaza y después me lo manda, lo escucho yo, le hago una devolución o le grabo algo encima… Cada uno es libre de ser creativo en soledad, también. Está cada uno con la canción, no con el otro inspeccionando a ver lo que uno hace.
Alejandro – También, se da como cierta dinámica por cómo somos los dos. Los dos somos de ir para adelante. Uno de los dos podría ser un pelotudo y esperar dos semanas para pasarle algo al otro, pero, no, nos dimos manija siempre. La propia inercia del proyecto nos fue llevando, nos fue llevando, nos fue llevando y no paramos. Entonces, no tuvimos tiempo de echarnos para atrás. Sabíamos que queríamos hacer un disco después que hicimos las tres primeras canciones y le dimos pa´delante. Demoramos dos años a pesar de estar a 12.000 kilómetros de distancia y hay bandas que han estado más de cuatro años para hacer un disco tocando y estando todos los días juntos. Como dice Diego, no tenemos esa dinámica del ensayo que cada uno quiere salir a fumar, otro, un día, llegó tarde…
Diego – O, a veces, tenés el estudio agendado para tal día y ese día no te sentís con ganas. Es una mezcla de tener mucho tiempo para hacer las cosas y, a la vez, que ese tiempo sea efectivo.
Este proyecto, lo que más tiene son las ganas de hacer un disco. No tiene un interés comercial porque no era lo que nos movía. Nos movió el hecho de que a mí me gustaba mucho lo que hacía él, casi sin conocerlo. Me parecía un tipo talentoso que tenía pila para dar y a Diego lo movió que yo era un tipo que él conocía de chico tocando en una banda que, para él, era como referente y eso fue el motor creativo.
Alejandro Spuntone
También, en este caso, contaron con la ventaja que la pandemia no les afectó esa dinámica.
Alejandro – Nosotros habíamos arrancado como si estuviéramos en pandemia… (se ríe) y casi un año antes. El proyecto este, lo que más tiene es las ganas de hacer un disco. No tiene un interés comercial porque no era lo que nos movía. Nos movió el hecho de que a mí me gustaba mucho lo que hacía él, casi sin conocerlo. Me parecía un tipo talentoso que tenía pila para dar y a Diego lo movió que yo era un tipo que él conocía de chico tocando en una banda que para él era como referente y eso fue el motor creativo. Después, que la gente te escuche, sabemos que es parte de lo que tiene que ver con sacar un disco si no nadie sacaría un disco. Y, ojalá, mañana hagamos otro Zoom contigo desde nuestra piscina de veraneo en Ibiza, los dos tirados tomando birra y te digamos “¿te acordás cuando te dijimos aquello? Bueno, mirá donde estamos”. (se ríe)
Diego – El principal motivo era hacer esto, la música. Y tomarlo como arte, que nos guste y que nos vuele la cabeza, y que dejemos nuestro sentimiento, nuestras personalidades y nuestras vivencias ahí. Hacemos esto, lo ponemos en un disco y, si vendemos diez, ya está. El propósito ya fue cumplido al haberlo hecho.
También hay un encare conceptual, desde la música hasta al diseño del disco físico.
Alejandro – En realidad, para nosotros, esto (N de R: muestra el CD) es el disco. Las canciones están acá adentro. Acá adentro están los agradecimientos, está la gente que metió mano. Es como el que escribió un libro cuando huele el papel. La sensación que tuve yo cuando me trajeron el disco fue la de “me dieron el pibe” y le hice así (N de R: simula acunar un bebé). Son dos años de vida, de laburo con la pandemia en el medio. En el caso de Diego hasta nació su hija durante el proceso, ya está caminando y hablando. Pasaron montones de cosas.
Diego – Lo otro es que, también, después de haber hecho todo este trabajo, no lo puedas tocar con los dedos, no tiene gracia. Y lo que está bueno, también de las cosas físicas es como el regalo ¿no? Vos se le podés regalar a alguien, que es algo muy distinto a decirle “escuchame en Spotify o escuchame en YouTube” También pasa con el arte. Hoy en día, capturar la atención de la gente es una competencia brutal y el momento en que alguien tiene el disco en la mano es otra cosa, es como tener un pie también en el mundo material.
Alejandro – El que me trajo el disco, me lo trajo para que lo escuchara, y que lo viera y todo eso, pero, principalmente, para que lo escuchara y comprobara que sonaba bien. Entonces, yo me tomé esa preparación de ir a mi casa, me abrí un vino, me senté en el sillón, le saqué la bolsita, lo puse, lo escuché íntegro. Primero, lo puse porque el disco a mí me encanta, está precioso pero, sobre todo, ese viaje casi que ritual. Ya, eso, me hizo valer los dos años de laburo. Es la materialización de las cosas, porque se ha perdido el valor de eso ¿no? Ahora, todo es descartable, todo es efímero. Todo. En este caso, con este disco, yo me negué a que esto fuera descartable y este objeto lo voy a querer como algo único.
Algo que ayuda, creo, es que somos solamente dos. Eso agiliza, ya, un montón de cosas que si fuéramos tres personas, sería todo más lento. Otra cosa es que, con la dinámica de trabajar remoto, tenemos mucho más tiempo. Por ejemplo: en un ensayo o juntarse a componer un tema, está la presión de que está todo sucediendo en el momento y como que tenés que ser re listo y tener la solución ahí… Cada uno es libre de ser creativo en soledad, también. Está cada uno con la canción, no con el otro inspeccionando a ver lo que uno hace.
Diego Caetano Guerra
¿Cómo te sentís, Alejandro, con este sonido metalero, que es como volver a tus raíces, no?
Alejandro – Me siento como pez en el agua. Yo me tuve que adaptar, en su momento, a La Trampa más que La Trampa a mí porque la manera que yo tenía de cantar, más el uso del vibrato, te hablo de comienzos de los 90´s, tuve que aprender a meter un timbre de voz dentro de una música que era más oscura, era más cercana al dark o al punk, y yo venía de otro palo. Y fue divino porque, en realidad, aprendí también a interpretar y a sacarme un montón de vicios. En este caso, yo siento cada vez que escucho las canciones del disco, que todo ese conocimiento me sirvió mucho para cantar este tipo de música que, si bien podemos meterlo dentro del metal, es un disco de rock porque, aunque tienen doble bombo, distorsión, ritmos más machacantes y todo eso, también tiene mucha melodía y mucha cercanía con otra clase de música.
Diego – Capaz que hoy se puede identificar el metal más como un estilo de sonido, como una decisión de sonido, con una intensidad. Antes, o, por ahí para alguna gente todavía, el metal es como una manera íntegra de hacer cierta música con sus límites. Para mí, es una herramienta, es otro color más. En realidad, esa paleta de colores está presente en todo el disco. Es un disco que yo lo considero que es metal en un cuarenta por ciento; el resto está pensado de otra manera. Hasta diría que es pop, no por el género, sino por popular, tiene acordes, tiene movimientos, tiene estribillos, algunas canciones tienen estribillo, coro y puente, otras no… Nos dimos la libertad absoluta de mezclar todos los ingredientes que nos gustaban hasta conseguir lo nuestro. Yo, lo que más escuché en mi vida, fue metal pero en los últimos años trato de escuchar todo. Ahora, por ejemplo, estoy estudiando candombe para un proyecto que se viene. Y es más, antes, para un trabajo de Netflix (N de R: la serie “Apache: la vida de Carlos Tévez”) estuve haciendo cumbia, estudiando, escuchando, tocando y grabando cumbia y todo tiene su belleza, su manera de tocarse, su respeto. Hoy en día, con tanta diversidad, se pueden romper un montón de barreras y estigmas de cruzar entre géneros que hace diez años te podían decir “¿cómo que vas hacer cumbia por un lado y metal por el otro?”
Alejandro – El rock se transformó, por un período de tiempo bastante largo, en una de las cosas más conservadoras… En Uruguay, ni hablar. Todo bien, hay momentos en la vida para todo. Nosotros ya lo pasamos. Para mí, el rock es libertad, significa romper. Romper es investigar en otras cosas, romper es fusionarte con alguien, romper es tratar de hacer algo que sabés que no es tu lenguaje pero lo tenés que hacer, o lo querés hacer, para entenderlo y usarlo como un ingrediente, como decía Diego, como un color de la paleta de colores. Y, sí basarte en algo. Nosotros sabemos que nos gusta el rock y nos gusta, sobre todo, el metal. Perfecto. Es como nuestro lienzo. Entonces, ahí vamos a empezar a pintar y, ahí, vamos a darnos la libertad hasta con la instrumentación, si querés. Si a Diego se le ocurre meter una flauta y queda bien, tiene que ver y no suene algo traído de los pelos, vamo´ arriba. Para nosotros, lo mejor es no ser fundamentalistas, los fundamentalismos no sirven para nada en ningún orden de la vida. Todo lo que tiene fundamentalismo termina en lío y en la música pasa lo mismo.
Y vos, Diego, a la hora de componer para Alejandro, que tiene una voz que ya es clásica y con una impronta muy marcada ¿cuánto te influyo?
Diego – No, no me influía. Creo que en el único momento fue en el cover de Fernando Cabrera y Galemire, que le cambie la tonalidad del tema porque me parecía que la voz de Galemire estaba muy baja, el tono es como muy grave para la voz que tiene Alejandro y le cambié también las armonías vocales. Ese fue el único momento en que hubo que adaptarse a algo porque, la verdad, siempre estamos partiendo, como decía Ale, de un lienzo vacío. Podemos hacer todo y para una melodía vocal siempre se encuentra el espacio. Es algo bueno a considerar. Uno de los límites que me puse fue que la instrumentación no sea más de lo que puedan ejecutar cinco músicos porque a mí me ayudan mucho a la hora de ser creativo, los límites (se ríe). Hago lo que sea, pero, me tengo que poner ciertos límites, ciertas pautas porque, si no, no sé qué hacer. Y creo que esa limitación de mi parte ayudó pila a que salga un poco más rápido.
Alejandro – Y, también, tomo la otra parte que me compete a mí y es que Diego me había mandado instrumentales y, crear una voz arriba de un instrumental, para mí, eso, también fue un desafío tremendo. En el caso de “Bonanza”, “Fast 4 war” eran canciones que yo tenía las bases hechas por Diego y yo me imaginé “acá va una estrofa, acá va un estribillo, acá va una parte de coros…”. Me pareció un trabajo híper interesante encontrar una melodía donde no la había o ver qué me sugería. Para mí, fue un viaje alucinante, divertido, removedor, desafiante y no sabés lo que fue, para mí, ir a cantar todos los temas del disco sin tener nadie que me dijera nada. Porque nadie me decía nada. “Lalo” (Gonzalo) Sanchez, que es el que grabó conmigo las voces, él nunca me dijo: “acá te pasaste, te fuiste”. Hice todo lo que se me cantó, solo. Fue una cosa de una libertad absoluta. Yo, no con Mendaro, pero, con La Trampa, vengo de grabar discos donde tenía siempre o un productor o el compositor de las canciones marcándome los límites casi que a rajatabla, cosa que está bien porque mi rol era otro y era así. Aparte, yo respeto mucho al compositor. Entonces, si el loco, quería que determinada canción tuviera una determinada interpretación me parecía que yo tenía que lograrla, hasta donde pudiera, porque la canción al compositor el pedía eso. En este caso fui totalmente libre. Todo lo que está compuesto ahí, o lo que está cantado ahí, fue intercambiado en los demos con Diego o en el momento de la grabación misma; si se me ocurría hacer alguna otra cosa, marchaba. Y es de lo mejor que hecho en mi vida, subjetivamente hablando ¿no? Después, a la crítica le gustará o no le gustará, a la gente lo mismo, pero desde mi punto de vista, quedé doscientos por ciento satisfecho.
El rock se transformó, por un período de tiempo bastante largo, en una de las cosas más conservadoras. En Uruguay, ni hablar. Todo bien, hay momentos en la vida para todo. Nosotros ya lo pasamos. Para mí, el rock es libertad, significa romper. Romper es investigar en otras cosas, romper es fusionarte con alguien, romper es tratar de hacer algo que sabés que no es tu lenguaje pero lo tenés que hacer, o lo querés hacer, para entenderlo y usarlo como un ingrediente, como un color de la paleta de colores.
Alejandro Spuntone
¿Y a nivel de letras, también hay un desafío mayor para vos como compositor? ¿Notás una superación en ese sentido?
Alejandro – No sé. Lo único que sé es que me cuesta un huevo todo (se ríe). Me cuesta mucho y sufro cuando escribo cosas. Porque, aparte, y es un tema mío, vengo de dos bandas donde los tipos escribían fenómeno. Tanto Garo (Arakelian) como Víctor (Nattero) son unos letristas de la gran siete. Entonces, todo lo que podía llegar a escribir, me parecía medio choto, estúpido, básico… y en un momento acepté que era choto estúpido y básico (se ríe). Y en base a eso, empecé a abrir la cancha también a mandárselas a Diego y ver qué generaba en él, y mostrárselas a mi esposa que escribe precioso. Ahí, también, empecé a aprender. Empiezo y escribo una idea básica, que después digo “esto es espantoso”, me gusta la idea y empiezo como a vestirla de otra manera y ahí llego hasta un momento que ahí ya no me da vergüenza.
¿Hay planes de presentación en vivo del disco?
Alejandro – Como todas las cosas de este proyecto funciona a manijazos, nos manijeamos con empezar a planificar para marzo del año que viene una posible fecha para poder presentar el disco y, de repente, meter tres ó cuatro presentaciones juntas. Eso lo tenemos que empezar a ver, tenemos que empezar a ver cómo fluye el proyecto, cómo se mete en la gente para tener un feedback y ver, también, si todo esto es posible. Porque, para moverse, se necesita plata para todo, para ir, venir, en el caso de Diego, para armar un show, contratar gente, porque tenés que tener un buen sonido, tenés que tener un iluminador, tenés que tener un stage y todo eso lleva… Vamos a ver qué es lo que tenemos en la mano, pero, empezamos a pensar en marzo como posible lanzamiento del disco y presentación de una banda. Diego ya está haciendo un scouting de músicos, ya desde hace como dos años ya tiene los perfiles, me parece. Por lo menos, sabe quién podría acompañarlo a tocar esto, porque tampoco es fácil ¿no? Entonces, ya sabe que hay determinados perfiles que lo pueden acompañar en una banda. Nos vamos a poner como ese Norte “vamos para marzo”. Si no lo podemos cumplir, veremos para más adelante, pero, el Norte es marzo. Como te digo, funcionamos así, en base a mojones. Está todo bien con el disco, a mí me encante, pero yo me muero por tocarlo, me imagino estos temas en vivo. Me los imagino. Hasta me imagino quién es el iluminador, quién puede ser el sonidista. Yo ya tengo eso en la cabeza, también, porque conozco quienes se mueven dentro del palo del rock acá y sé quién nos podría acompañar, no sólo por la parte técnica sino humana. Hay gente que yo sé que cuando haga esto se va a colgar del techo a la hora de hacerlo y, para nosotros, es primordial que la gente que venga a laburar con nosotros se ponga la camiseta porque le gusta y porque va a sentir pasión más allá de que le pueda dar un mango o no. Vamos a apuntar, en los músicos y en la parte técnica, a eso.
Diego – Toda esta gente que tengo en la cabeza, es gente con la que ya toqué, sé que funcionan, se cómo trabajan en los ensayos, sé que practican en sus casas, sé que escuchan la misma música que nosotros, sé que debilidades tienen, también, y sé que va a estar divertido que nos mezclemos todos. Importa también, cuando ejecutemos esta música que sea algo preciso y emocionante al mismo tiempo, que vos mires al escenario y veas que esta gente esté disfrutando lo que está haciendo. Y, como decía Alejandro, que también los técnicos vean eso como una oportunidad para decir “acá me voy a zarpar con las luces y tengo un concepto y quiero que la banda, cuando lo vea filmado diga ¡qué buenas que están las luces! Y que la gente se pierda en lo que va a ser la experiencia”. Porque no es solamente un toque, es una experiencia que queremos preparar para la gente, también.
Alejandro – Aparte, esos cuatro toques que podamos meter, van a ser únicos. Por eso tenemos que tener el mejor equipo del mundo, porque, después, no sabemos hasta cuándo vamos a hacer cuatro toques de vuelta. Lo tenemos que planificar como una cosa sumamente especial, para nosotros sobre todo, pero para la experiencia de la gente que vaya, que, capaz que son las únicas veces que va a ver a la banda en vivo.