En «Vendrás a verte morir», su noveno álbum publicado a fines de 2020, Buenos Muchachos una vez más pateó su horizonte más allá de lo esperado. A través de nueve composiciones densas, extensas y con varios momentos de experimentación, el septeto apunta al concepto de obra obligándonos, en el mejor de los sentidos, a disfrutarlo como unidad en tiempos de playlist y singles de la semana.
Finalmente, el próximo viernes 3, a las 21:00hs, en el Teatro De Verano, Buenos Muchachos presentará oficialmente en vivo «Vendrás a verte morir». A propósito de ello, conversamos con su vocalista, Pedro Dalton, acerca del disco, sobre el balance que dejó el inusual proceso de grabación y del actual momento de la banda, tanto en lo personal como en lo grupal.
Por Liber Aicardi
¿Cómo ves el hecho inusual de presentar un disco a un año de haberse lanzado?
Yo, por mi lado, lo veo bien. Es raro, es la primera vez que hacemos algo así con tanta distancia. Ni siquiera estaba en nuestras cabezas poder presentar el disco debido a que no teníamos idea qué iba a pasar. Cuando se pudrió todo, nuevamente en marzo, ni siquiera sabíamos si el disco se iba a presentar. No lo teníamos en la cabeza como una cosa a hacer porque no podíamos preparar algo potente pensando en que, de repente, se podía cerrar todo de nuevo. Después, básicamente fue Danilo, nuestro manager, el que dijo “sí, vamos a presentar el disco en diciembre y cerramos el año con eso”. Es un poco complejo hacerlo en diciembre por cómo se mueve la ciudad, pero nosotros no tenemos problema en hacerlo.
Y en cuanto al proceso de grabación de “Vendrás a verte morir” que fue tan particular por el hecho que iban a grabar de a uno, separados, etc ¿Qué les dejó?
Para mí, a esta altura de la vida, todas las situaciones que sucedan donde se empiezan a complicar un poco tenes dos opciones: lo dejás o lo agarrás con el doble de fuerza. Y eso fue lo que hicimos: agarrar las cosas con el doble de fuerza. Justo en este disco, después del “#8” (2017), dijimos que estábamos tan conectados entre los siete, nos propusimos que íbamos a tocar todos juntos en el estudio. No a grabar todos juntos, sino a tocar todos. Eso quiere decir que se iba a grabar la batería y el bajo, pero iban a estar el teclado, las guitarras y yo cantando. Todos a la vez, en distintas piezas para no contaminar los micrófonos, pero la idea era esa básicamente: grabar todos juntos. Y preparamos todo para eso y el 13 de marzo se pudrió todo y decidimos cortar, y esperamos algo así como cuarenta días o más para decidirnos a empezar a grabar, porque el disco tenía su tiempo, también. Estaba bueno grabarlo en ese momento y adaptarnos a lo que era: ir al estudio, dejar la ropa en el estudio y que no se vaya a contaminar con nada de lo de afuera, cambiarnos, llenarnos de alcohol, íbamos y grabábamos de a uno. Y así se grabó el disco y tuvo su magia. También, tuvo sus cosas a favor que nunca se le había dedicado tanto tiempo a la post producción, ni tanta calma. Había tiempo para hacer todo. Así está el sonido ¿no? Hay un cuidado extremo que me parece que en una situación normal no le dedicás tanto tiempo. No podés porque hay más cosas que hacer.
¿Esa calma a la que te referís ayudó en buena parte al resultado del disco?
Sí, sí. La verdad que todo se podía hablar de vuelta, es como tener esa chance. A veces ayuda y, a veces, es algo en contra porque es como que no terminás más. Te vas a tu casa, lo escuchas tres días y al tercer día decubrís que algo está mal y vamos de vuelta para atrás y se transforma, también, en algo ridículo. Nosotros sabemos lo que queremos y con Gastón (N de R: Gastón Ackerman, co-productor artístico del álbum) es el cuarto disco que estamos grabando, y las dinámicas se conocen, ya sabemos cuando estamos yendo para atrás (se ríe). Cuando vemos que se nos está complicando cortamos de lleno decimos “esto así no es”, y salimos para otro lado. Y funciona. Pero estuvo bueno el proceso, fue un proceso totalmente diferente.
Estaba bueno grabar el disco en ese momento y adaptarnos a lo que era: ir al estudio, dejar la ropa en el estudio y que no se vaya a contaminar con nada de lo de afuera, cambiarnos, llenarnos de alcohol, íbamos y grabábamos de a uno. Y así se grabó el disco y tuvo su magia. También, tuvo sus cosas a favor y es que nunca se le había dedicado tanto tiempo a la post producción, ni tanta calma. Había tiempo para hacer todo.
¿Es el disco de Buenos Muchachos donde Gastón tuvo más incidencia?
Sí la tuvo en cuanto al sonido, porque le dedicó un tiempo enorme en el cual nosotros, ni siquiera estábamos. Las sesiones eran dos sesiones de entre tres y cuatro horas y había días en los que él se quedaba laburando igual. Gastón agarró confianza en el “Amanecer búho” (2004) y en el “Uno con uno y así sucesivamente” (2006) se metió más y en el “#8”, también. Es un tipo súper detallista y minucioso hasta el extremo. Tiene un oficio del carajo, pero, también tiene una dedicación al laburo que es difícil de superar. Pero, tambien te digo que, por otra parte, tanto “el Negro” (José Nozar, batería), Marcelo (Marcelo Fernández, guitarra y voz) y “el Topo”(Gustavo Antuña, guitarra y coros) tienen la misma ladillez, es como en partes iguales, es entre varios. Hay como un equipo armado que hace que seamos minuciosos pero por parte de todos.
¿Considerás que este álbum es el más arriesgado que han hecho hasta ahora?
No, particularmente. En Buenos Muchachos hay una cosa que se está dando desde hace años y es que tiene un disco de canciones y un disco más intimista o de climas. Sale “Aire rico” (1999), que es un disco netamente cancionero y viene “Dendritas contra el bicho feo” (2000), que es un mazazo. Sale “Amanecer búho”, que es un disco de canciones y le sigue “Uno con uno…”, viene “Se pule la colmena” (2011) que es bastante cancionero y después viene “Nidal” (2015). Y, bueno, vino el “#8” que es un disco de canciones y, ahora, vino éste. Quizás, sea como que hubieron ciertas experimentaciones de lo que estamos escuchando, esa cosa que puede tener (el tema) “Hiedra de Tirso”, que parece como si fuera una locura; de repente, era una cosa que antes se hacía más como de bonus track, pero lo decidimos plasmar acá. No significa, tampoco, que sea un camino a seguir. Es lo que salió y le dedicamos al tema una experimentación que no nos hubiéramos arriesgado a hacer en otro momento. Por ese lado, puede ser. Pero yo no siento que Buenos Muchachos sea una banda de riesgo. Es un disco denso, salió así. Y, eso sí, lo hicimos con plena conciencia; no tiene que ver con el Coronavirus pero es como si lo hubiéramos visto venir. Es un disco denso, de canciones largas, complejas que van, vienen, más como sinfónicas, no tiene canciones. Incluso, el corte difusión, que fue “Un témpano” es larguísimo, toda la parte que puede ser pegadiza se va enseguida. Yo lo veo más parecido al “Uno con uno…”, más experimental.
Si bien ya se lo pregunté a “el Topo” Antuña cuando lanzaron el disco, pero quiero saber, también, qué pensas vos. En este disco se cubren nuevos espacios, hay elementos que entran y salen, incluso se utilizan una sola vez, etc. ¿Cuánto influyó en la grabación de este disco el show “Un lugar de que nadie habla” que hicieron en la Sala Balzo?
Yo creo que hubo un punto de quiebre en ese show, que fue armar algo que fue lo más teatral que habíamos hecho en nuestra vida y creo que, a partir de ese show, nos dimos cuenta que podíamos hacer otras cosas. Yo creo que esa Balzo nace cuando hicimos la ambientación para tocar antes que Nick Cave, que hicimos con “el Negro”, con “el Topo” y con Marcelo, los cuatro solos. Creo que ahí es cuando nace la historia ésa de arriesgar otras cosas en la música como una forma de experimentar, si querés. Y, a raíz de eso, el show de la Balzo fue reinterpretar canciones que, prácticamente, las tuvimos que ensayar como si fueran nuevas. Ponele que no les tuve que hacer letra nomás, pero después, la música está como recompuesta. Y sí, nos marcó. Hay un antes y un después de ese show para mí, sin dudas.
Hemos trabajado mucho y, cuando hicimos las nueve ‘Trastiendas’ en agosto, eso requirió un laburo previo bastante grande y nos ayudó un montón a estar conectados entre nosotros al vernos mucho. Y aquello, que estaba más nucleado en ‘el Negro’, Marcelo, ‘el Topo’ y yo, ahora se abrió, también, al resto de la banda. Se abrió un poco el juego y, la verdad, que está bueno porque son todos tremendos músicos y estamos en bastante igualdad de condiciones en cuanto a la manera de vida, estamos todos bien de salud, en lo económico y estamos todos bastante parejos en estar disfrutando de lo que hacemos. Y eso es importante.
Y a la hora de ensayar todo el disco para esta presentación en el Teatro de Verano ¿con qué canciones se encontraron a al ahora de llevarlas al vivo?
Es que nos propusimos no romper los quinotos con cosas que en el Teatro de Verano cueste mucho hacer, que se sientan o valga la pena que se escuchen. O sea, fuimos a lo rústico: “¿qué tocaste vos en este tema?” “Bueno, ta, tocá eso”. Después, ver… Van a haber cambios de lugar, de percusión, ésas cosas van a suceder, pero es como lo más primario y tiene la virtud que lo estuvimos tocando durante un año. Salvo “Hiedra de Tirso”, “Azul” y “Purpurina”, las otras seis canciones ya las veníamos tocando, entonces, las tenemos bastante aceitadas y sabemos cómo tocarlas en vivo. Eso está bueno, es la primera vez que nos pasa y acá hay otra ventaja que, te digo, que nos dió esta etapa de la banda totalmente diferente por culpa de la pandemia o por lo que sea que pasaron las cosas de esta manera. Cada vez que tocamos, tocábamos nueve veces; “Corso flojo” nueve noches de corrido… cuando la vas a hacer en el Teatro de Verano ya la tenés re calada. Es una cosa que, para mí, está buena que nos pase porque en un formato normal no nos hubiera servido. En general, nosotros adelantamos tres canciones y después tocamos todo el disco en un show particular para presentar ese disco, lo cual te pone como en un lugar más apretado. Pero, de esta manera, es como que lo tenemos bastante digerido y está saliendo bien en los ensayos.
Desde “Nidal”, las presentaciones oficiales las vienen haciendo en el Teatro de Verano ¿Le agarraron el punto a ese recinto, en el sentido que les queda cómodo?
Se viene dando de esa manera, sí. Es como el lugar donde nosotros podemos, quizás, poner a la banda en lugar en el cual haga más ruido ¿no? Hablo de la prensa, el conocimiento de la gente, y nos queda bien. Para mí, es un lugar que es muy lindo visualmente y me parece que es adecuado para esto que hacemos. Y, como te digo, es el lugar donde adquiere trascendencia la banda y necesitamos hacerlo ahí.
¿Qué sigue para la banda después de este show en el Teatro de Verano?
No hemos pensado nada todavía. La verdad es que hemos trabajado mucho y cuando hicimos las nueve “Trastiendas” en agosto, eso requirió un laburo previo bastante grande y nos ayudó un montón a estar conectados entre nosotros al vernos mucho. Y aquello que estaba más nucleado en “el Negro”, Marcelo, “el Topo” y yo, ahora se abrió, también, para el resto de la banda. Se abrió un poco el juego y la verdad que está bueno porque son todos tremendos músicos y estamos en bastante igualdad de condiciones en cuanto a la manera de vida, estamos todos bien de salud, en lo económico y estamos todos bastante parejos en estar disfrutando de lo que hacemos, y eso es importante
No te pregunto si ahora son más banda pero ¿sí, es una banda más participativa que antes?
Sí claro. Viene uno, arranca una canción y, después, cada uno compone su parte y vamos viéndola. Nunca se le dice a nadie “esto no” o nunca se le dice a nadie “no podés opinar de esto”. Tenés que estar vos en ese lugar, eso sí. Si vos poponés algo, obviamente, entre todos lo vemos y si gusta queda; y si no gusta, no queda. Me pasa a mí, le pasa a Marcelo, le pasa al “Negro”, le pasa a todos. Yo creo que eso, de tanto ensayo que hemos tenido, hemos encontrado nuevos diálogos entre nosotros en los cuales, antes, el que no decía nada frente a algo, ahora lo dice y está bueno. Y se dio naturalmente. Nadie le dijo “che, mirá que podés hablar”. Salió solo y está buenísimo.
Foto: Paul Hernández