Paul Higgs: “Yo no quiero ser nunca más un artista indie”

Paul Higgs es uno de los músicos más prolíficos de la escena local, habiendo editado, en un período de seis años, más de diez trabajos, tomando en cuenta su obra con la banda Algodón como su faceta solista. Pero es más que eso. En los últimos tiempos, se ha perfilado como una de las figuras más carismáticas y distintivas del indie local. Desde una estética provocadora e inusual para el medio, desarrolló un concepto que oscila entre la vanguardia y el pop. En 2019 se instaló en Buenos Aires en busca de mayor proyección, pero, la pandemia lo trajo de regreso a nuestro país. En julio pasado, vio la luz “Astucia”, su nuevo álbum, al que el propio Paul define como “música para un mundo que sufre y disfruta de un continuo déficit atencional” al tiempo que lo considera su trabajo “más ambicioso en cuestiones sónicas y de producción musical y anti-musical”. Las canciones de “Astucia” tuvieron su punto de partida en Montevideo, a bordo de un ómnibus 306, viajaron por algunas provincias argentinas y tuvieron su destino en la capital porteña. El próximo jueves 22, a las 21 hs en la Sala Hugo Balzo, Paul Higgs presenta en vivo su nuevo disco en una noche que abrirá musicalmente Luca Marchessi, de tan sólo doce años. Lo que sigue, es el resumen de la charla que tuvimos con Higgs una tarde de lunes feriado y nublado en el centro de Montevideo; un escenario, al menos en principio, poco emparentado con la propuesta del músico.

Por Liber Aicardi

Foto: Coo Francis

¿“Astucia” surgió cuando estabas instalado en Buenos Aires o todavía estabas en Montevideo?
La bajada final en Buenos Aires. Pero, el surgimiento empezó acá, en Montevideo, en un 306 que me tomé en Rivera y Gral. Paz. Iba a visitar a una chica con la que había hablado, una relación de amistad, o lo que fuera ¿entendés? Pero así, medio aventura, medio que no sabía bien dónde iba y me bajé en la Terminal de Cno. Maldonado, no tenía la menor idea de dónde estaba… Caminé, caminé, entonces, se aparece esta chica que es una especie de reencarnación de mujer italiana de otra época, que ya venía de varias generaciones y hasta había vivido en Italia, era un personaje pintoresco. Preparó una pasta de una forma que nunca había visto, en la sartén misma preparó la pasta, me ofreció un vino, yo no había desayunado nada, medio mareado, medio mambeado dije “¿qué estoy haciendo acá?”, tenía frio además… Entonces: vino, frío en las manos, un lugar desconocido, no entendía mucho si con ella nos estábamos llevando bien o había medio corto circuito, y aparece un gato de los varios que tenía. Ese gato era blanco y tenía dos nombres, según ella “Neruda” y “Coraje”. Ahí dije “OK, mirá como se me ofreció esta inspiración”. Y con eso me fui, con ese gato que tenía ese nombre que resultaba tan peculiar: Neruda por Pablo Neruda y Coraje por “Coraje, el perro cobarde”, que era un dibujito de Cartoon Network. Me fui con eso, encontré un acorde que representaba la caminata felina de aquél gato y comencé a hacer una canción que se llama “Neruda y Coraje”. Me fui a tocar con la guitarra, los pedales y la mochila con la ropa. Fui hasta Mendoza, toqué en San Juan y toqué en Córdoba, todo así de aventura total, dormía en cualquier lado, en cualquier colchón, me morí de calor, me morí de angustia, pensé que estaba enfermo y no tenía nada, dormí en el sótano de un café tapado con mi propia ropa… toda una cosa muy aventurera. A la vuelta, pasé por Buenos Aires y un amigo muy querido, que es como un hermano mayor, que se llama Paco, me prestó un porta estudio, me lo traje y ahí, en ese aparato, empecé a grabar toda la versión inicial de lo que acabó siendo “Astucia”. Esa versión inicial se llamaba CX2BBG que era el nombre de la señal de radio aficionado de mi viejo. Caí con eso a Buenos Aires, un disco que se llamaba CX2BBG, todo grabado en cassette, y se lo presenté a Queruza, el sello con el que trabajo. Me dijeron “Buenísimo, pero así no tenés chance si querés más difusión”. Entonces me propusieron ir al estudio de ellos y nos pusimos a grabar eso en alta calidad y como en primera liga, proyectándolo de esa forma, algo que nunca había hecho con un disco solista. Siempre era algo más como el ímpetu de un “espíritu inquieto”, como el documental de El Príncipe.

El disco tiene un arranque abrupto con el tema “Suerte felina & desenfado” ¿se puede tomar como el comienzo de un trabajo rupturista?
Lo pensé un montón, porque es una cantidad de música tan amplia en tan pocos minutos, hay muchos arreglos por todos lados, pero todo en veinte minutos. Entonces, cada decisión es muy meticulosa y con el comienzo tuve muchas dudas ¿Lo clavo tipo una patada o, mejor dicho, una caricia fuerte, ó le hago una intro? Tal vez la decisión la tomó el azar, un poco, acompañándome. En un momento me olvide de que quería arrancarlo con otra cosa y quedó así, era esa la canción que arrancaba y arrancaba con todo ¿Viste que esas cosas son como medio cosmogónicas? que acompañan todo esto de que fuese una ruptura para mi propia discografía y para lo que yo creía. Yo creía estar haciendo una ruptura en la música del mundo, soy muy ambicioso con respecto a lo que hago y tengo muchas expectativas. Por eso empecé a ir a terapia ¡Te juro! (se ríe).

¿Para manejar las expectativas?
Imaginate, las expectativas al mango, euforia y, después, cuando ves las cosas, son mucho menos que tus expectativas, son distintas. Y, ahí, caía en una angustia máxima y la última vez que me pasó dije “yo no puedo seguir así” y empecé a ir a terapia.

El disco tiene mucho de caótico, en apariencia, con sonidos y voces que aparecen de la nada, cambios de ritmo, pero a la vez se nota que hay mucho de trabajo en el estudio ¿Fue realmente así?
Fue mucho de producción. En la composición toco la viola y canto, sólo son como dos líneas funcionando en paralelo, luego vienen como los fideos que cocinó aquella chica y los meto en el asunto, entonces, son miles de líneas ya cocidas y entramándose como un tapiz. Entonces, desde la producción, por haber trabajado ya con Felipe Reyes en “Galgomundo” que es su programa de radio, yo se lo editaba y era un programa de cuatro horas. Yo tenía una compu que andaba para atrás y tenía que editar eso. Ahí aprendí a editar a la velocidad de la luz, casi. Ya, con eso aprendido pude llevar a cabo todo este montón de arreglos musicales y anti musicales, con una velocidad e intensidad muy certera. Eso me ayudó un montón.

Yo quiero y deseo que este álbum sea un organismo vivo, que vaya cambiando con el tiempo, que tenga muchas lenguas dentro de esos veinte minutos de música, insisto, de diseño, hecho para esta generación de déficit atencional o para este mundo del consumo, con un engaño de hacerte creer que estás comiendo McDonald´s, pero, en realidad, estas comiendo una fruta re nutritiva como el açai. Algo así.

¿Sentís que estás más certero, que vas directo al punto? Te lo digo porque metés diez canciones en veinte minutos.
Sí, total. Y esto tenía que ser así porque Número 1: estaba en Buenos Aires y mi proyección es ahí, que te comen vivo. Ya te come vivo alguien si estás cruzando la calle medio dormido y hay un nivel de competencia implícito que la ciudad te lleva a eso, como una cosa de supervivencia que, también, nutría mis expectativas este mundo mío de las expectativas y la competencia, de querer ser el mejor. Es un álbum de diseño, sin nada al azar, completamente diseñado para que en una primera impresión cause lo que ese álbum trae dentro para cada persona. Luego, lo procesará y lo vivirá a su manera y con sus orejas. Y Número 2: esta forma de que tenga todas esas cosas intensas desordenadas-ordenadas permite que esta sea una obra viva, un organismo vivo, que todo el tiempo aparecen cosas nuevas donde hay capas y capas y capas, que sea como “El álbum Blanco” que hasta el día de hoy, después de escucharlo miles de veces le sigo encontrando cosas. Yo quiero y deseo que este álbum sea un organismo vivo, que vaya cambiando con el tiempo. Que tenga muchas lenguas dentro de esos veinte minutos de música, insisto, de diseño, hecho para esta generación de déficit atencional o para este mundo del consumo, con un engaño de hacerte creer que estás comiendo McDonald´s, pero, en realidad, estas comiendo una fruta re nutritiva como el açai. Algo así.

En los últimos cinco o seis años, entre los discos y EPs con Algodón y como solista publicaste más de diez trabajos. Da la impresión que, además de prolífico, no sos de hacer mucho filtro sino que componés y publicás. ¿Igualmente, sos de filtrar el material de compones?
Más últimamente, en esta especie de pequeña madurez que he tenido en mi vida y en mi accionar como compositor, siento que he madurado y he aprendido a filtrar. Durante muchos años hice todo lo contrario. Debido a juntarme con otros artistas u otras personas que hacen música, o que hacen otras cosas, me ha devuelto esa índole de filtración que se puede hacer para lograr algo que estaba escondido detrás de lo que yo mismo pensé que quería decir. Mismo en las letras. Ahora estoy trabajando una letra ¡una letra! ¡Yo nunca había trabajado una letra! Siempre la hacía, la buscaba y estaba seguro de ella, pero, ahora, estoy trabajándola y estoy cambiándola con un ilustrador que se llama Francisco Cunha, que también es letrista en Los Hermanos Láser y, mismo, nos juntamos a trabajar en esa letra nueva que a él le gustó y es filtrar y filtrar. Es un trabajo muy interesante, porque hay que ser muy valiente para hacerlo. Tal vez, yo no era valiente en todos estos años y era muy haragán.

Lo que hay acá (en Montevideo) es música con mucha personalidad, música que generalmente no es genérica. Las bandas desdoblan los géneros a gusto y piacere. Y eso es fantástico. Eso es como el núcleo para una obra esencial, intocable y eso es muy respetable porque, acá, vos ves todos los ambientes de música que hay y todos lo hacen por amor total a la música y haciendo eso: desdoblando sus propios géneros. Entonces, acá está eso que es como el núcleo del diamante y allá (en Bs. As.) tienen todo lo otro, todo lo que rodea al diamante, que al fin y al cabo, se desmantela y se cae por su propio peso, pero cuando allá aparece algo re zarpado, se despega y le dan la bola que merece.

Pero, también, eso correspondía a un impulso…
Y a un impulso muy entrenado. Y muy disciplinado, también. Por eso es que puedo lograr con mucha concentración en pocos minutos, algo que a otro ser le lleva días, pero de haberlo hecho tanto, tanto, tanto, esta adaptación a la prolificidad me ha enseñado, poder hacer en poco tiempo canciones y, en especial grabaciones, de alta calidad, más con esta era del home studio.

En tu llegada a Buenos Aires ¿en qué cosas notaste que estamos lejos y en cuáles no tanto?
Mirá, una cosa mala que me hizo sentir que no estamos tan lejos fue que los ambientes, las escenas, el mundo, básicamente, es amiguismo puro. Eso me destruyó el corazón… ¿Los carteles de los festivales? A dedo… Hay gente que tiene el poder de decidir esas cosas que son personas, como somos nosotros y en una, cuando alguien tiene poder se pone re perverso, capaz que yo, también me pongo así si me diesen ese poder. Ahí, dije “¡pah! Esto va a ser una transa, esto me va a poner igual de mal que me ponía en Montevideo”. Lo que hay allá es lo obvio: una proyección de tocar, de hacer giras dentro de Argentina. Es como un trampolín a una piscina olímpica, siendo la piscina de acá una “pelopincho”, por ser malo con Montevideo. Allá te tiras y te ponés a nadar y tenés mucha gente viéndote. A la vuelta de la casa donde vivía, me encontré un músico brasileño, al cual había escuchado poco hasta ese entonces, pero apareció ahí. Yo ni siquiera sabía que estaba en Buenos Aires, me lo encontré, nos miramos y le dije “¿sos vos Tim Bernardes?”, nos saludamos y siguió caminando. Luego, coincidimos en un boliche esa misma noche y pegamos onda y, con su novia, me invitaron a ir a Sao Paulo. Entonces, ahí, me polenteé, vendí una viola y saqué un boleto a Sao Paulo. Y fui y caí en la crema. Tim Bernardes era como el músico nuevo, una de las sensaciones de Brasil. Y eso te lo puede brindar Buenos Aires. Esas aventuras están ahí, a la vuelta de la esquina, literalmente. Lo que hay acá es música con mucha personalidad, música que generalmente no es genérica. Las bandas desdoblan los géneros a gusto y piacere. Y eso es fantástico. Eso es como el núcleo para una obra esencial, intocable y eso es muy respetable porque, acá, vos ves todos los ambientes de música que hay y todos lo hacen por amor total a la música y haciendo eso, desdoblando sus propios géneros. Entonces acá está eso que es como el núcleo del diamante y allá tienen todo lo otro, todo lo que rodea al diamante que al fin y al cabo se desmantela y se cae por su propio peso, pero cuando allá aparece algo re zarpado, se despega y le dan la bola que merece.

¿Cómo ves el circuito indie uruguayo desde afuera, ahora que pudiste tomar cierta distancia?
De forma muy positiva. Lo veo, como te cuento, con mucha personalidad haciendo a nuestro antojo siempre, sin fin. Eso es divino. Por otro lado, a veces lo veo parco, sesteando. Bueno, Montevideo es un poco así, por naturaleza. Hoy es un día muy así. Si no teniámos esta entrevista, seguro, estaba quedándome en mi casa ahí tirado haciendo alguna estupidez o viendo YouTube (se ríe).

Yo no quiero ser nunca más un artista indie. Yo quiero cantar con Laura Canoura ¿entendés? No sé, quiero eso… Escribirle una carta a Jaime Roos, quiero como suceder entre la interculturalidad y activarla totalmente. En todo el mundo, obviamente, pero, ahora que estoy en Uruguay, estoy como nacionalista. Eso me parece muy importante. También quiero homenajear de esta forma, de tratar de despegarme de esa cultura underground, hípster… porque es muy exclusiva, también. No quiero ser exclusivo.

Cuando estaba preparando la entrevista me planteé tratar de ubicarte musicalmente dentro de un espectro, digamos, y si bien te movés en un ambiente indie, el producto final termina siendo Pop, en el sentido más “warholiano” de la palabra ¿Coincidís con esto?
Total. Explícitamente, ya. Y me encanta. Yo no quiero ser nunca más un artista indie. Yo quiero cantar con Laura Canoura ¿entendés? No sé, quiero eso… Escribirle una carta a Jaime Roos, quiero como suceder entre la interculturalidad y activarla totalmente. En todo el mundo, obviamente, pero, ahora que estoy en Uruguay, estoy como nacionalista. Eso me parece muy importante. También quiero homenajear de esta forma, de tratar de despegarme de esa cultura underground, hípster… porque es muy exclusiva, también. No quiero ser exclusivo. Ya, hasta imaginate: mi nombre Paul Edward Higgs, esta pinta (N de R: se señala la vestimenta) y la cosa más exclusiva del mundo. Yo lo quiero acercar a que sea entendible por la especia humana, no sólo por mis amigos y un par de personas cool que miran películas de Wes Anderson y bla bla bla. Es un embole. Me quiero despegar de eso. Por ende, voy tratando de acercarme naturalmente a lo que en un momento llamé vanguardia pop. Yo creo que me patiné para el otro lado, derrapé… quedé más en vanguardia que en pop (se ríe).

¿Ves el show en la Sala Balzo como que puede ser un show bisagra en tu carrera?
Sí, absolutamente. Yo me entregué. Mal. A que sea lo que sea. También, es mi primer espectáculo grande, ya, con una especie de bagaje, ya creado, como que ya pasé por un montón de etapas. El otro día, con una amiga, en una charla de tristeza, yo estaba angustiado y ella me escuchaba. Yo le decía “pero, la puta madre, me la paso en boxes, siempre por salir, siempre por correr con Schumacher, pero siempre en boxes”. Entonces, andá a saber, capaz que sigo en boxes, pero es un momento de mi vida de reconstrucción y de destrucción de lo que yo era (esto no sé si lo saqué de terapia), pero, algo así. Y, también, porque con este álbum y con, obviamente los pasados, cierto tipo de trascendencia en las escenas en las que me muevo ha empezado a suceder o ya sucedía, o en este momento alguien me enfocó, con una linterna igual, no te digo con un seguidor. Algo de eso hay. Es un espectáculo que es de plan, mirá (N de R: saca un guión y me lo muestra) ¡yo lo guioné con diez páginas! Acá está todo anotado, medio tipo cuento y como guía sobre lo que va a suceder en el show. Entonces, sí, tiene algo de trascendente.

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