Con una búsqueda artística que abarca múltiples proyectos musicales —a través del tiempo y en paralelo—, Pau O’Bianchi se ha consolidado como una figura clave en la escena independiente uruguaya. Músico, compositor, cantante y productor, es también el alma detrás de Alucinaciones en Familia, banda conformada tras la forzosa disolución de 3Pecados, que este año celebra diez años de la edición de su disco debut, una obra que se volvió fundamental para comprender el indie local, incluso más allá del propio circuito.
Este sábado 2 de agosto, a las 20:00 h en Sala del Museo, Alucinaciones en Familia revisitará en vivo el mencionado trabajo y las entradas se encuentran a la venta a través de RedTickets.
A propósito del show repasamos junto a Pau el proceso de aquel primer álbum, además de reflexionar sobre el camino recorrido y el momento actual del grupo.
Por Liber Aicardi

Foto: Paul Hernández
¿Cómo recordás el momento en el que formás Alucinaciones en Familia?
Alucinaciones en Familia surge después de la separación de 3Pecados y el fallecimiento de Diego (Diego Martínez, tecladista de 3Pecados). En 2012 hubo un parate, entre comillas, de tocar en vivo con una banda. Si bien después seguí tocando con otras formaciones, hubo un parate ahí de tres años en el que formamos Alucinaciones, pero ensayábamos a puertas cerradas. Es más, creo que salimos a tocar una vez que ya teníamos el disco medio armado, aunque no lo habíamos grabado todavía.
Había un cariño con 3Pecados, ya se latía el cariño de la gente con la banda, y la locura de seguir haciendo música con “Pablito» (Pablo Torres, percusionista de AEF). Surgió la idea de hacer una banda nueva, que en ese momento no tenía nombre. Empezamos a recolectar amigos, conocidos de la vuelta que caían a nuestros toques pero quizás más como público, o con quienes compartíamos fechas como colegas. Me acuerdo que apareció en la primera instancia Diego Zapata, que en ese momento tocaba en Mersey; después cayó Lucas Meyer; luego fue apareciendo Sebastián Pina, que tocaba en Comunismo Internacional. También recuerdo una camada de bandas de ese momento, algo generacional, los porfiados de esa generación (risas). Fue como el segundo filtro de aquella primera camada de bandas. Fue todo un momento ese, porque ahí se decantan un montón de cosas, pero está bueno. Me acuerdo de seguir con los deformes, los más porfiados, más obsesivos… llamalo como quieras. Fue una linda época.
Se dio algo particular con la banda porque, por un lado, hay un público que toma a Alucinaciones como la continuidad de 3Pecados, pero el proyecto es rupturisata también, con lo anterior….
Sí, es otra propuesta, no es una continuidad. No es tan catártico quizá como 3Pecados, tan ruidoso. En ese aspecto, me parece que se puso más popera la cosa, o más popera psicodélica, pero otra clase de psicodelia. Quizás 3Pecados estaba más vinculado a la psicodelia por el ruido, hasta más violento, catártico, un poco más estridente; era una psicodelia más molestosa que una psicodelia surrealista.
Hay personas que me dicen que 3Pecados se derivó en dos: una parte en Alucinaciones y la otra en Jesús Negro y Los Putos. Es interesante esa teoría, me gusta. Como que la parte estridente quedó en Jesús Negro y Los Putos —toda esa parte más catártica, noisera, por decirlo de alguna manera— y la parte más popera, más cancionera, fue para Alucinaciones.
También hay un tema de redefinición de la sonoridad, de la musicalidad, de aportar otros colores, con una mayor cantidad de integrantes también, algo que no era tan común en el circuito de la época.
Sí, viniendo de 3Pecados, que éramos solo tres, más que nada de mi parte teníamos ganas de juntarnos con otra gente. Pablo es más “bichito” que yo todavía, pero yo tenía ganas de sumar otros timbres, otras personas, otras cabezas. Porque 3Pecados estaba bueno, pero éramos tres. Estaba bueno para coordinar los ensayos, pero después para buscar otra clase de tonos se nos complicaba.
Mismo en “Diciembra” nos quedó chico el formato. En vivo lo hacíamos, pero era otra cosa. Era como que la “punkeaba” más, era un sonido más “punkeado”, más crudo. Cuando lo tocó Alucinaciones, le quedó como anillo al dedo. Eso fue una locura…
¿Reconocés, ahora con la distancia de haber pasado diez años, la importancia que tuvo ese disco para la banda, incluso para una corriente de música independiente?
Yo estoy viendo un poco qué dirá el tiempo todavía. Aún me parece como medio ilusorio. Me pasa todavía que, a pesar de que obviamente diez años es un tiempo, no deja de ser un corto tiempo. No sé si es por falta de autoestima o qué, pero hay algo en mí que dice: “Bueno, vamos a ver hasta cuánto dura”, ¿viste? Hasta cuánto dura “Diciembra”, también. Vamos a ver, es como una prueba de tiempo y es una autoexigencia que me gusta.
Lo que sí veo es que a la gente le gusta mucho. Hoy estoy vendiendo remeras de “Diciembra” (risas), así que eso es un buen augurio. Y, al mismo tiempo, está eso: la gente no me lo deja de recordar, hablar sobre él, opinar sobre él, que eso, para un músico deforme como yo, es un montón. Pero lo de la trascendencia en la escena… eso ya se me hace difícil y no creo que me corresponda ser auto-periodista (risas).
Hay personas que me dicen que 3Pecados se derivó en dos: una parte en Alucinaciones y la otra en Jesús Negro y Los Putos. Es interesante esa teoría, me gusta.
¿Qué les pasa como grupo humano cuando en los ensayos recorren el primer disco con las canciones en el orden tal cual está editado?
Hay varias emociones. Por un lado, es medio loco que nos sigan conmoviendo las canciones, a pesar de haber pasado diez años —que también son diez años de estar tocándolas— y no aburrirnos.
Obviamente no es que los estamos tocando todos los días o estamos en una gira permanente todos los fines de semana, no tenemos ese trayecto, por decirlo de alguna manera. Pero sí, nos sorprende que no nos aburran.
Al mismo tiempo, notamos que los temas del primer disco son muy diferentes a los del segundo y el tercero. Notamos una diferencia estética. Siempre decimos que el primero es como el más popero lo-fi, el segundo el más de laboratorio, intrincado, deforme, y el tercero como el más pop, el más pop-rockero.
En esta etapa de estos años, cada disco tuvo su estética o su concepto. Son tres discos diferentes y tres momentos diferentes de la banda. En ese momento del primer disco veníamos más de una juventud —ya curtidos de nuestras bandas anteriores— con cierta experiencia, pero no del todo. Es eso.
Hay gente dentro de la banda que prefiere los temas del primero, otros prefieren los otros, pero a mí me sorprende eso: que pasan los años y no nos aburrimos de los temas. Es una locura…
Ese primer disco también tuvo reconocimiento fuera del circuito en el que se movían. En 2016 ganaron el Premio Graffiti a Mejor Artista Nuevo, por ejemplo. También tocaron en la Ceremonia que fue televisada. ¿Eso les dio otro tipo de exposición?
En realidad fue paulatino. Si bien antes de sacar el primer disco lo veníamos tocando bastante en vivo, salió el disco bastante tarde respecto a cuándo lo fuimos tocando. Porque no es que lo sacamos y salió la banda a tocar con el disco, sino que lo cocinamos, cuando lo teníamos ahí tocamos, después lo grabamos mientras tocábamos y después salió.
Fue un ida y vuelta. Y ese ida y vuelta estuvo bueno, porque fue más paulatino.
Gente que seguía a 3Pecados, una parte siguió a Alucinaciones, otra parte se fue. Después, cuando sacamos el segundo disco, quizás a alguna gente no le gustó y a otra sí, y vino. Y todo así, como la clásica frase: “el público se renueva”.
Pero es verdad, porque nunca son los mismos de siempre. Algunos sí quedan, obvio, pero nunca son los mismos de siempre. Es como que se daba una mezcla. Pero sí, fue más paulatino. También porque es otro ritmo acá, ¿no? Manejamos otro ritmo, muy lento.
No podemos tocar todos los fines de semana. También, para grabar un disco, a nosotros nos lleva pila de tiempo: de gestión, de estructura, de costearlo… lo garpamos nosotros con las entradas de los toques. Esa es la verdad.
También por eso nos llevó tiempo. Todos llevaron tiempo. El más rápido fue el primero, por ahora, que llevó tres años. Después el segundo, cuatro. Y el tercero, cinco. Cada vez más (risas).
¿El disco en su momento, más allá de la salida en formato físico, la difusión se daba a través de bandcamp y en el boca a boca. Ahí hay un mérito también…
Y bueno, Internet, en ese aspecto, fue como nuestro gran canal. Y después los toques. Los toques también, el boca a boca. Sí, fue una mezcla de dos cosas.
Porque podés tener la vidriera de Internet y después tocar en vivo y no caminar. O al revés: ser zarpado en vivo pero no tener un poquitito de vidriera de Internet.
Fue como un intermedio entre esas dos cosas. Creo que a la gente le gustaron los toques y también como punto de encuentro, me parece que siempre fuimos más de abarcar que de segregar. En ese aspecto, es re lindo.
¿Cómo surgió la carátula del disco? Terminó siendo una tapa icónica…
Es que fue un viaje, porque no fue que teníamos la tapa y, de ahí, todo el concepto. Viste cuando decís: “cuando crezca la niña, unirlo a los discos de la banda…”
Me acuerdo que mi prima fue madre, me manda la foto que salió en la tapa y me causó mucha gracia la mirada de Renatita, la bebé que está en la foto, que parecía como que estaba alucinando, como extraviada. Y fue: “2 + 2 es 4”. Familia, alucinación, alucinaciones en familia.
Se la propuse a los gurises, les gustó la idea, y pero cuando quedó la primera tapa, la idea no era seguir el crecimiento. Pero fue como que me hizo clic y dije: “¿Y por qué no mostrar en las tapas cómo sigue creciendo la gurisa?”
Se armó todo un debate interno (risas). Había gente que no quería, había gente que sí. Y ahí me puse medio ladilla y quedó el concepto. Después se fue volviendo más conceptual, que está buenísimo, hasta el día de hoy. Pero fue muy sobre la marcha. Fue un accidente feliz.
¿Cómo vienen los preparativos para el show de los diez años del primer disco?
Divino, divino. Nos agarra en un lindo momento, porque no es que estábamos viendo al pasado, porque estábamos cocinando un cuarto disco, componiéndolo. Le falta todavía, pero estábamos más en esa “peli». Y fue como que el disco mismo nos llamó: “¡Hola! Tengo 10 años. Vengan un poco, paren un poquitito la motito y vengan a revisar un poco esto”.
Y, al mismo tiempo, justo eran canciones que seis de ellas venimos tocando seguido. Fue eso: una oportunidad para hacer un parate. También de vernos un poco. Ver qué pasó después con nuestras vidas también, en un tema hasta más personal, no tanto de la banda.
Por ese lado estuvo de más, estuvo bueno. No nos pesa nada. A mí no siento que me pese. Son diez años, pero no estoy tan nostálgico.
También, en los shows las canciones conviven con naturalidad las canciones de los tres discos…
Sí. Están hermanados de alguna manera. Son tres diferentes hermanos. Me gusta a veces pensarlo así, más que una seguidilla de una persona.
Es medio loco que nos sigan conmoviendo las canciones del primer disco a pesar de haber pasado diez años —que también son diez años de estar tocándolas— y no aburrirnos.
Desde hace un tiempo, además de tocar con tus otros proyectos, estás tocando solo a voz y guitarra. ¿Qué encontraste en esa experiencia de enfrentarte al público de esa manera?
Bueno, pasó algo loco. Yo hacía siete años que no tocaba solo con la guitarra. Porque en un momento tocaba solo con la guitarra, cuando era cachorro. Tocaba en donde sea: en casa, en la plaza, en la sala, en la calle.
En un momento me aburrí, me hice a un lado y dije: “Me voy a tocar en pandilla. Me divierte tocar en pandilla. Voy a tocar en pandilla”.
Y ¿qué pasa? Después, como nos pasa a todos en la vida, me rajaron del laburo. Había que laburar y dije: “Lo que tengo más cerca es la guitarra y la voz”.
Y fue todo un momento volver. La primera Sala Hugo Balzo fue todo un acontecimiento, hacerlo después de siete años. “¡Guau! Estoy haciendo esto de vuelta después de siete años.” Y estuvo buenísimo. Lo estoy disfrutando mucho y lo estoy también redescubriendo. Porque también había que ponerse al trote. Tocar solo y acompañarse es otra película, radicalmente diferente a tocar con una banda. Ahí sos vos y no hay más nadie. Y aparte es eso: una guitarrita y mi voz.
También esta bueno porque hay otra clase de personas. Te cae medio mezclado: te cae el que le gusta 3Pecados, te cae el que le gusta Alucinaciones, te cae el que le gusta alguna canción de María Rosa Mística, otra de Millones (Millones de Casas con Fantasmas). Como que se mezcla más, increíblemente.
Tal vez se le presta más atención a la persona, hay una cuestión más de consumo de la persona y no tanto su simbolismo. No sé, ni idea… Pero se genera, sin embargo, más esa mezcla. Yo lo siento. Hasta gente que suele ir a Jesús Negro y Los Putos también, que, sin embargo, no toco ni una canción de Jesús Negro. Pero capaz quieren ver, chusmear, a ver en qué anda el loquito este, a ver qué hacía o cómo era o a ver cómo es cuando está más quietito (risas). Pero sí, está de más.
¿Qué sigue para Alucinaciones después del show en Sala del Museo?
Yo creo que ahí entramos a cuarteles de invierno y nos ponemos a cocinar el disco, el cuarto. Hay un material ahí que, obviamente hay que laburarlo. Por suerte ensayamos, pudimos maquetear. Ahora nosotros estamos en la fase de maquetas y viendo detalles más de estructura, arreglitos. Pero estamos ahí amasándolo.
Creo que lo más pronto es eso: concentrarnos de vuelta en el disco que estamos haciendo.
Y estuvo bueno preparar este show porque justo se vinieron los dos mundos. Así que nos bajamos de festejar los diez años y nos concentramos en el presente y el futuro.

Foto: Paul Hernández