Antes de convertirse en Miss Bolivia, Paz Ferreyra, ejercía la Psicología y si bien, desde muy joven, sus inquietudes musicales iban por el camino de la percusión, con el tiempo decidió tomar el micrófono y ser la voz de su propio proyecto, apartándose, al menos momentáneamente, de su profesión inicial. Con motivo de su próxima presentación en nuestro país junto a Abuela Coca en una nueva Fiesta Clandestina, el 9 de diciembre, a las 23 hs. en Sala del Museo, conversamos con ella. Sus letras directas, su inserción en el medio musical y problemáticas tales como la violencia de género fueron algunos tópicos que abordamos en la entrevista con la comprometida artista.
Por Liber Aicardi
¿En qué momento decidiste dejar de ejercer la Psicología para dedicarte a la música?
Hace algunos años que tuve que tomar una decisión y discontinúe la práctica profesional porque, en cierto modo no era compatible con algunas cosas de mi carrera de música. Entonces, tuve que tomar esa decisión por cuestiones éticas por un lado, y, también por cuestiones de tiempo. Pero es por ahora que está como en suspenso la práctica. La verdad, desde muy chica siempre tuve la fantasía y deseaba ser música. De adolescente estudié batería y toqué en distintas bandas, entonces cambiarme de rol de baterista o percusionista a ser frontwoman (por decirlo de algún modo) ahí estuvo la decisión, más que de dedicarme a la música porque eso siempre fue natural y orgánico. Lo que en algún momento cambió fue que yo tomara la decisión de dedicarme a esto como forma de vida, además de cómo pasión, como trabajo, dedicarme a esto en lo profesional. Ahí fue todo por un camino de ensayo y error donde la misma música me iba pidiendo que yo me dedique a ella, más que nada, y cada vez fue formando más parte la esfera de mi vida privada. Pero, la verdad, siempre me quise dedicar a la música y así lo hice, así que ahí no hubo como un quiebre, digamos.
¿Sufriste prejuicios al entrar en el mundo de la música, ya sea por ser mujer o por tu propuesta artística?
La verdad, nunca sentí ningún prejuicio de género dirigido hacia mi persona. La verdad, es que siempre, en todos los ámbitos donde me moví no operaron ningún tipo de prejuicio de violencia de género. Fue mucho más duro vencer el prejuicio de los puristas, porque yo venía a traer algo distinto en una audiencia más purista donde, quizás, escuchaban todos cumbia y yo iba a hacer rap, o donde yo iba a hacer rap y escuchaban todos cumbia. Entonces, lubricar los oídos del púbico y vencer muchos prejuicios en relación a la fusión sí. Por supuesto que no lo hice sola, es una escena donde muchos artistas colaboramos a ese quiebre de la muralla del purismo. Pero de género, realmente, no. Quizás, al principio, alguna vez he descubierto que a mí me pagaban un poco menos y eso es violencia, también. La verdad, es lo único. Después, nunca, nada. Y eso a mí me enorgullece.
Me apropio ‘un montón’ de las formas de decir comunitarias y, también, de cosas que escucho. Me gusta subvertir. Me gusta decir ‘te re cabió’ y sé que se dice ‘cupo’, pero la verdad, es que ése es mi gesto político, también, de subvertir la hegemonía del lenguaje.
¿Cuánto facilitó tu aceptación de parte del mainstream la inclusión de canciones tuyas como cortina de algunas series de TV?
Yo creo que el tema del crossover, por decirlo de algún modo fue “Tomate el palo”. Creo que esa canción fue la que ayudó mucho a que personas que, usualmente no escucharían mi música o no le resulta de interés esos estilos, accedan a mi música a través de un “hit”, por así decirlo. Y eso generó una universalización de la música. Cuando se pudo, un poco, trascender lo del “hit” estuvo buenos porque la gente decía: “a ver…¿Qué más hace Miss Bolivia?” y, así, entraba al recorrido de la obra más allá de lo que era una sola canción. También, se ha sincronizado en cine o en “tele”, sobre todo en “tele” con “La leona” (la telenovela) eso ayuda. La “tele” tiene un poder enorme, más que la radio a nivel visibilidad. Esas fueron ventanas que ayudaron a la visibilidad del proyecto, y del resto de las canciones también.
En cuanto tus letras que son fuertes y directas, pero sobre ritmos bailables, que a priori, parecerían contrastar con ellas ¿Te proponés jugar con esa aparente contradicción?
Sí. Yo, por un lado, pienso que existió desde un principio la provocación a lo estilístico en lo musical por esto de presionar por fuera de su zona de confort a los propios ritmos y estilos. Y por otro lado, también, me considero una comunicadora en lo que es lo verbal, mi texto. Yo soy mi texto, también. Y Miss Bolivia es mi texto y me gusta mucho jugar con eso. Primero, en la selección de contenidos. Ya hablar de una cosa y no de otra, eso habla también de una ética en el texto. Y, después, por otro lado, me gusta ir los más filoso, directo y “corta bocha” a quizás una metáfora más barroca donde ponga a jugar otro tipo de recursos. Me gusta generar tensión y luego reposo, poner a contrastar las formas de decir. Me apropio “un montón” de las formas de decir comunitarias y, también, de cosas que escucho. Me gusta subvertir. Me gusta decir “te re cabió” y sé que se dice “cupo”, pero la verdad que ése es mi gesto político, también, de subvertir la hegemonía del lenguaje.
Hace años, cuando surgió la cumbia villera, leí una entrevista a Pablo Lescano (Damas Gratis) donde decía que ésta era el Punk de estos tiempos en cuanto al espíritu “do it yourself”, la temática, etc ¿Vos pensás lo mismo?
Sí, y, justamente, vos sabés que hoy salió una nota de la BBC, de una serie documental, donde a mí me entrevistan y, también a otros cantantes, y todos coincidimos en que la cumbia es Punk. Que tiene que ver con lo social, que es una narrativa de lo social sin filtro. Tanto el Hip-Hop como la cumbia son estilos privilegiados para dar cuenta de lo social en primera persona y sin el tratamiento que tienen los medios de comunicación generalmente. Acá es de primera mano y por eso es fuerte y, por eso, genera muchas veces rechazo. La negación es un mecanismo psicológico humano y como comunidad también lo aplicamos, la negación, la represión de lo que es insoportable y por eso la cumbia, muchas veces es filosa e incómoda.
Hay un tema de tu último disco, Pantera, llamado “Paren de matarnos” que habla muy directamente de la violencia de género ¿Pensás que tu música puede “abrir cabezas” en ese sentido?
“Paren de matarnos” es una crónica de un femicidio en primera persona desde el lugar de la víctima. Ese tipo de recursos, de la narración directa, de la crónica directa era como la herramienta más poderosa que estaba al alcance de mi mano. No hay lugar para la poesía, ni para la metáfora, ni para “el rococó”. Ahí es una daga porque lo que pasa es una daga. Entonces, mi gesto político de militancia y de lucha es tirar una daga que, por lo menos, esté a la altura del problema. Entonces, yo creo que sí, que abre cabezas, genera consciencia y, también genera rechazo, a veces. Tengo amigas que me dicen: “Me cuesta escuchar ciertas partes por lo insoportable de la situación, porque te pone de cara al problema”. Y bueno, sí, es una canción que está destinada a generar incomodidad también ¿no?
¿Creés que esta problemática actualmente se da mayormente en Latinoamérica o es un tema global y siempre sucedió?
Yo creo que esto es algo global, mundial. Creo que la humanidad está enferma, que Latinoamérica “rankea” más alto que otros lugares en cuestiones de violencia machista y que está, también en nuestras manos, como actores sociales, aportar nuestros pequeños granos de arena desde el lugar que cada quien pueda, desde el rol social que cada quien ocupe. En mi caso, intento que mis canciones tengan corte documental para relatar estos problemas y, sí, yo creo que es un mal de época, y con la época está peor, pero históricamente, los guiones hetero-patriarcales normativos que reducen la minoría y la otredad son dinámicas que están desde el comienzo de la humanidad y todo tiene que ver con el poder. Por eso es tan importante organizarnos, visibilizarnos y vivir una vida donde las acciones sean consecuentes con el discurso.
En mi caso, intento que mis canciones tengan corte documental para relatar estos problemas (la violencia de género) y, sí, yo creo que es un mal de época, y con la época está peor, pero históricamente, los guiones hetero-patriarcales normativos que reducen la minoría y la otredad son dinámicas que están desde el comienzo de la humanidad y todo tiene que ver con el poder
¿Cuánto de psicología utilizás a la hora de componer?
La verdad, no tanto para componer. Lo que me di cuenta, con el tiempo, es que, quizás, lo que hago con la música, porque la considero en su fuerza preventiva, generadora de resiliencia y empoderante, esté ligada la música con la psicología. Y, capaz, lo que hice es cambiar el dispositivo y pasar del diván al micrófono y al salón de baile. Obviamente que uno compone desde las realidades que transitó y los libros que leyó y las experiencias que le tocaron. Y yo fui atravesada por muchas experiencias, pero no lo hago voluntariamente si es que aplico la psicología a la hora de componer. Si se cuela, se cuela de forma natural.
Como público, los uruguayos nos auto definimos como un público que no se caracteriza por ser de los más demostrativos ¿Cómo recibe tu propuesta el público de Uruguay?
El público uruguayo es uno de mis favoritos desde el día uno, cuando éramos diez. Siempre tuvo la mejor de las ondas, la empatía, el público es “aguanta trapos”, a mí me genera muchísima pasión y me cebo más. Hay una energía de mucho amor. El público conmigo es muy generoso y amoroso y, estoy muy agradecida por esto. Así que, cada vez que nos volvemos a encontrar, es una bendición.