A mediados de este año La Vela Puerca lanzó “Discopático”, su octavo trabajo de estudio y el que marca el regreso discográfico del grupo, tras cuatro años de distancia con respecto a “Destilar”, su predecesor. En el medio hubo largas giras, tiempo para otros proyectos y colaboraciones de varios de sus integrantes, una pandemia – que, si bien no dejó huella en el espíritu de las canciones, sí sobrevuela en las letras – y un esperadísimo regreso a la ruta. Es así que la “Gira Discopática” tuvo su punto de partida en España en el mes de mayo y, luego de más de treinta fechas por varios países de nuestro continente como Argentina, Chile, Paraguay y México, el primer tramo tendrá su cierre en nuestro país el próximo 19 de noviembre en el Velódromo Municipal.
A propósito de todo esto, conversamos con Sebastián Teysera acerca del nuevo álbum, de la reivindicación de escuchar un disco de principio a fin y del desafío que significa la búsqueda de la frescura luego de veintisiete años como banda.
Por Liber Aicardi
¿Cómo es para La Vela Puerca volver a lanzar un disco a luego de tantos años de carrera y después de cuatro años del anterior?
Son aguas nuevas. Este disco, también, fue bastante especial porque hubo mucho tiempo para hacerlo, cosa que no tuvimos en ninguno de los otros discos, excepto el primero que, lógicamente, tenés todo el tiempo del mundo. Entonces, fue el momento idóneo, de alguna manera, para patear nuestro tablero creativo. Eso es lo que más nos motivó, de alguna manera, para sacar otro disco, para sacar canciones nuevas y hacernos cargo de esas canciones pasara lo que pasara, sin saber cuándo iba a terminar esto de la pandemia ni de qué manera. Fue como toda una historia de revalorizar y me parece que hubo un viaje bastante adolescente a la hora de sacar un disco nuevo, con estos bríos y con lo que nos encontramos cuando pudimos salir a tocar de nuevo. Yo sentía que éramos todos adolescentes: el público, la banda, revalorizando lo que creíamos que era súper seguro y te lo sacan de un día para el otro. Y es todo tan frágil, y eso era lo que realmente precisábamos: subir a un escenario, después de veintisiete años sacar un disco nuevo, presentar nuevas canciones y el público con las ganas y la necesidad de ver un show de rock en vivo.
¿El tiempo que estuvieron sin hacer shows parados les sirvió para tomar distancia de lo logrado a lo largo de los años, hacer balances, preguntas, etc?
Fueron dos años… por un tiempo sí. Si había un momento para que se te llenara el culo de preguntas era ése. Para tomar alguna decisión radical con respecto a la banda, era ése también. Y, por un momento, fue esa historia. Después tuvimos la fortuna de tener esta casa (N de R: refiriéndose a la sala de ensayo), que la inauguramos justo antes de la pandemia, entonces también fue como la gran excusa para juntarnos en nuestro propio Parque Rodó. Eso, yo creo, que también ayudó mucho a decir “veamos donde estamos parados”. Pero sí, hubo un montón de preguntas y un montón de cosas. Pero un disco, las canciones, la casa y el momento en el que estábamos fue lo que nos dijo “vamo’ arriba, sigamos adelante”.
Después de la pandemia la apertura de los conciertos fue muy gradual ¿no? Era como “podés subirte a un escenario de nuevo bajo equis reglas, pero ¿vale la pena?”. Era todo muy frágil, muy endeble y había que dejar pasar el tiempo. Por suerte, ahora, salimos como a una vieja/nueva normalidad.
Especialmente en los últimos trabajos se han acercado a un sonido más fresco, menos sobrecargado. ¿Lo sentís así también?
Hemos aprendido a respetar los silencios dentro de una canción, por ejemplo. Hemos aprendido a darle a la canción lo que la canción pide, porque es difícil cuando son nueve personas arriba de una canción, ver quién se calla, quién no, en qué momento. Y yo creo que hemos aprendido un montón de eso. También, por ejemplo, en el último disco, que venga un productor de afuera (N de R: el productor Alejandro Vázquez) y se mete dentro de una banda de veintisiete años, con ocho discos grabados, tratar de organizar toda esa movida no es fácil. Pero, también, un gran desafío. Este último disco lo veo muy parecido a los primeros, pero con un trayecto ya vivido ¿no? Siempre es el desafío de uno buscar la frescura del primer disco, intentar llegar a algo así por la frescura que tiene la banda en ese momento y yo creo que el tiempo de la pandemia nos dio la frescura suficiente para hacer el disco que hicimos ahora, después de veintisiete años de banda, pero con el tiempo suficiente como para tratar de lograr esas frescura.
¿Cuál fue la sensación en el momento de la vuelta a los escenarios?
Lo que no queríamos era la masividad, es decir, después de dos años sin tocar, la historia, justamente, no era sacarnos las telarañas con la incertidumbre de cómo sería reencontrarse en un lugar masivo. Por eso decidimos tocar primero en la Sala del Museo y lo único que yo pensaba era ver si la banda hacía un, dos, tres y seguía la misma esencia arriba del escenario o no. Y, sí. Al quinto tema hice así (N de R: mira hacia los costados) y dije “¡la puta madre, sigue estando todo igual!”. Para bien o para mal, pero sigue. Eso fue algo muy importante y creo que lo vivimos todos así. Yo lo viví como una cosa increíble, nos sentíamos adolescentes, el público, nosotros y dije “¡cuánto necesitaba esto!”. Era una euforia que parecía que estábamos en el ‘97 y con veintidós años.
Discopáticos somos los que tenemos la enfermedad de escuchar discos. Y escuchar un disco es tener la valentía de poner Play desde el primer al último tema, porque esa aventura sonora tiene su parábola emocional y solamente la vas a entender si ponés Play en el primero y terminás en el último. Eso lleva tiempo, cosa que el mundo de hoy no quiere, porque es la inmediatez total. Yo reivindico la valentía de escuchar un disco de principio a fin.
¿Al momento de volver a salir del país y tocar en España, por ejemplo, había dudas? ¿Sintieron en algún momento que tenían que recuperar un público?
No, no. En lo personal, y creo que para la banda también, era un rescate mutuo. No era rescatar el público. Yo creo que, después de la pandemia, tanto el público como la banda salimos a un rescate general entre todos los que nos interesa disfrutar de esta historia que es la música. Creo que la palabra “reencuentro”, que está como bastardeada, como muy banal, tiene que ver con recuperar el tiempo perdido, pero con la idiosincrasia que teníamos antes. Yo no creo que haya habido ese miedo. Al revés, era todo el mundo eufórico y eso es lo que yo veía. A veces, la gente precisa perder las cosas para valorarlas y eso creo que fue lo que se notó.
¿Cuánto tiene que ver ese rol de la música en las canciones de “Discopático”?
La parte de que el disco fuera un poco para arriba, bailable, estaba ya desde antes de la pandemia. Consideramos que tenemos que patear nuestro tablero y, en vez de que las canciones nazcan de la melodía como en prácticamente todos los discos de La Vela, nacieran de una línea de bajo, de la parte rítmica y hacerlo bailable. Pero, claro, después vino la pandemia y las letras cayeron en esa coyuntura, cuando la música era upbeat ¿y ahora? (se ríe). Yo creo que la canción sigue siendo la misma. La contradicción que surgió entre la lírica del momento que estábamos viviendo, donde te cuestionabas millones de cosas, donde te preguntabas el porqué, cómo y cuándo, eso está en las canciones. Nosotros tratamos de decir lo que nos parece, lo que percibimos, lo que vemos, lo que escuchamos y lo que sentimos con respecto al mundo de hoy.
En tu caso se te ha visto formar parte en los últimos años con otros proyectos como WIld Gurí, Manolo y Los Vespass, colaborar con Arquero, también. ¿Hay una necesidad de tu parte de salir un poco del foco y asumir otros roles?
Sí, constante. Una necesidad de salir del micromundo de la idiosincrasia de tu propia banda, digamos. Aunque nosotros tratamos de que La Vela fuera lo más Titãs posible, en los géneros donde no podíamos defendernos, no nos metimos, pero en los demás sí. Y la valentía de patear el tablero siempre estuvo desde hace tiempo, porque uno va creciendo con la gente y esa idiosincrasia se va armando en conjunto, pero sí, siempre tratando de jugar a la música. Yo tengo la música adentro. Parte es La Vela y eso me parece fundamental para todo el mundo que le gusta la música y componer.
Y eso es sano para la banda también…
Sí, yo creo que sí. Pero, en lo personal, es como el motor fundamental jugar a la música constantemente.
¿Cómo te llevás con la nueva forma de consumir música?
Bien. Para mí el algoritmo levanta centros y, si a vos te gusta la música, alguna pelota cabeceás. Yo lo uso. No me gusta que el algoritmo me diga qué escuchar constantemente. Y lo de “Discopatico” es reivindicar que nunca se pierda, más allá de que la música de hoy se consuma como se consume, por canción, de bombardeo, el hecho de escuchar un disco completo. Discopáticos somos los que tenemos la enfermedad de escuchar discos. Y escuchar un disco es tener la valentía de poner Play desde el primer al último tema, porque esa aventura sonora tiene su parábola emocional y solamente la vas a entender si ponés Play en el primero y terminás en el último. Eso lleva tiempo, cosa que el mundo de hoy no quiere, porque es la inmediatez total. Yo reivindico la valentía de escuchar un disco de principio a fin.
Nosotros tenemos una premisa: preferimos matar a La Vela Puerca que a la amistad que tenemos, que fue desde donde nació. Las tormentas están, y está buenísimo que estén, pero pasa el tiempo y después se aborda desde la amistad, porque primero éramos amigos y, después, fuimos amigos y compañeros de laburo. Y ahí es frágil el hilo. Y está bien, porque te vas a pelear como amigo y te vas a pelear como compañero de laburo. Es dejar que las aguas se calmen y después, cuando volvés a hablar, volvés a hablar desde el amigo y no desde el compañero de laburo.
¿Cómo se están preparando para el show del Velódromo, que es muy distinto al del Centenario de abril, donde se dio el reencuentro masivo con el público uruguayo y aún no estaba sonando el nuevo disco?
Nos estamos preparando con todas las ganas de siempre, como adolescentes, como te digo. Es muy loco tener doce canciones nuevas después de veintisiete años y presentarlas en el Velódromo, que para mí es de los mejores lugares para la idiosincrasia de La Vela Puerca. Es donde más nos aprieta el zapato, porque es donde está la familia, los amigos, la gente que no tiene por qué pasarte la mano por el lomo. Lo dejamos para lo último porque hay un precalentamiento que empezó en mayo en la Península Ibérica y siguió por Argentina, por Paraguay, por Chile, y sigue por México. Es un show que, lógicamente, son las doce canciones nuevas más éxitos que no pueden faltar, más echar mano al acervo musical de La Vela de las canciones de otros discos que puedan acompañar la presentación de un disco. Son como treinta y cuatro temas. Va a ser un show largo, como son las presentaciones de disco, y ahora lo único que queda es tocarlas, ver cómo las canciones nuevas cayeron en la casa de la gente. Yo creo que pasó el tiempo suficiente para que los que escuchan a La Vela escucharan las canciones. Lo que queda es ver qué sucede, dónde están paradas, presentárselas a las nuevas canciones que están un poco celosas porque saben que las doce nuevas van seguro (se ríe), entonces se preguntan entre ellas “¿quién va de nosotras, que hace años que estamos acá y estas doce pendejas recién llegan?” (se ríe). A mí me gusta pensarlo de esa manera, es como introducirlas a la familia.
No te voy a preguntar la fórmula, pero ¿qué es lo que hace que la banda se haya mantenido no sólo musicalmente vigente, sino, práctiamente con los mismos integrantes?
No sé… Todo esto empezó porque no sabíamos tocar ni el timbre y fue una gran utopía hecha realidad, y tenías que hacerte cargo de algo que era totalmente imposible, nunca fue buscado. Lo único que tratamos de hacer constantemente es, desde la amistad y al contrario de lo que sucedió con la pandemia no tener que perdernos para valorarnos.
¿Hay un trabajo grupal en ese sentido?
Constante… Pero eso nace de la amistad, no cuidándolo por lo económico. Y es una premisa: preferimos matar a La Vela Puerca que a la amistad que tenemos, que fue de donde nació. Las tormentas están y está buenísimo que estén, pero pasa el tiempo y después se aborda desde la amistad, porque primero éramos amigos y después fuimos amigos y compañeros de laburo. Y ahí es frágil el hilo. Y está bien porque te vas a pelear como amigo y te vas a pelear como compañero de laburo. Es dejar que las aguas se calmen y después, cuando volvés a hablar, volvés a hablar desde el amigo y no desde el compañero de laburo.
¿Sentís un peso mayor, en ese sentido, al ser el principal compositor?
No… Porque es con ellos.
Las entradas se encuentran a la venta a través de Tickantel, en locales de Abitab y Redpagos.
Foto: Paul Hernández