El compositor Diego Kuropatwa publicó hacia fines de abril un trabajo compartido con el poeta artiguense Fabián Severo, una alianza que tuvo su primera expresión en un espectáculo llamado “De Norte a Sur”, que mezcla canciones y textos, en un diálogo donde la infancia, los afectos y la memoria se vuelven protagonistas.
Por otra parte, este domingo 15 de junio a las 20:00 h en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del SODRE, se reencontrará con buena parte de su repertorio para reversionarlo, además de presentar nuevas composiciones con el concierto denominado «Voy Cantando». Las entradas están disponibles a través de Tickantel.
A propósito de todo esto conversamos con Diego sobre “De Norte a Sur”, de los orígenes del proyecto y de su necesidad de formar grupos humanos antes que bandas.
Por Liber Aicardi

Foto: Difusión
¿Cómo surgió el espectáculo «De Norte a Sur» junto a Fabián Severo?
El encuentro con Fabián se da a través de amigos. En este caso, Rubén Olivera me dijo: “Che, hay un muchacho fronterizo, artiguense, que escribe muy bien y tiene un libro precioso de poemas que se llama Noite nu Norte”. Entonces lo fui a comprar y quedé maravillado con sus poemas.
Y por otro lado, Fabián escuchaba canciones mías en Artigas. Él dice que su verdadera escuela para escribir, en realidad, fue la música, porque en su casa no había plata para comprar libros. Entonces lo que había era una radio, que a veces sintonizaba alguna emisora de Montevideo, y sonaba “Yo no pido”, ponele.
Ahí fue que lo conocí y, después, más acá en el tiempo, a través de amigos en común, se fue como tejiendo una amistad. A raíz de eso, y con la idea siempre de poder hacer algo juntos, le pregunté qué pasaba si uníamos sus textos con mis canciones, y así comenzamos a trabajar.
Fabián me pidió todas las canciones que yo tenía para ver cómo podían dialogar con sus textos. Él ya venía trabajando, hace como diez años, con Ernesto Díaz, en un espectáculo más vinculado a lo fronterizo, porque son los dos artiguenses. Y en este caso creo que Fabián quiso salir un poco de ese Artigas y hacer algo más de norte a sur, que fue como se terminó llamando el disco, en definitiva. Y es eso: un diálogo entre un compositor y un poeta para contar ciertas historias en común. Y esas historias en común tienen que ver con cierta sensibilidad: tanto los textos de Fabián como algunas canciones hablan de las infancias, de los recuerdos, de la madre, de un padre… Entonces creo que ahí hay un punto en común, más allá de las distancias, de esos 600 kilómetros que nos separan de Artigas con Montevideo. Intentamos que esa distancia se uniera en esos relatos.
¿Qué generó en vos escuchar tus canciones con sus poemas?
Lo primero fue que Fabián había hecho muy bien su trabajo, porque la verdad es que esas canciones que yo ya tenía, que formaban parte de otros discos, él les dio otra significación. Las resignificó con sus textos.
Entonces, mucha gente, después de ver el espectáculo, viene y se nos acerca y nos dice: “Che, qué bueno que hicieron esto”, “¿cómo hicieron para componer estas canciones?”, y en realidad ahí les decimos que eran textos que Fabián ya tenía y canciones que yo ya tenía. Ahí creo que la habilidad estuvo en cómo se fue enhebrando cada una de esas cosas, y salió este trabajo con el que, la verdad, yo estoy muy contento.
¿Cuando hicieron el espectáculo ya tenían los planes de hacer el disco y grabarlo en estudio?
No, en realidad eso fue un poco idea mía. Tuvimos un toque muy, muy bueno, muy bonito, en la Sala Zavala Muniz. Y, a raíz de ese toque, nos dimos cuenta —después, cuando nos llevaban filmaciones, porque tanto Fabián como yo somos medio “para atrás” con la tecnología— de que no lo habíamos grabado. Y había sido un toque de esos que hubieran merecido haberse grabado, no sólo para tener como registro, sino también con la posibilidad de haber hecho un disco en vivo de eso. Y cuando nos dimos cuenta de que no teníamos nada, bueno, presentamos el proyecto al FONAM, y nos salió para grabar el disco y para editarlo en físico también, que ahora, en estos días, va a salir.
Fue un poco eso. Para mí valía la pena que este trabajo estuviera plasmado en algún lugar, porque nosotros venimos de una tradición, de ciertas cosas, de diálogos entre poetas y músicos, que se había perdido. El más referencial es Viglietti – Benedetti. Después yo me acordaba de Minas y Abril, que aparecen retacitos de Santos Inzaurralde al principio diciendo algo, y después viene Santiago Chalar cantando. Y debe haber otros ejemplos más. Entonces me pareció que era un trabajo que merecía la pena que tuviera un registro y hasta mostrarlo en vivo. Tanto Fabián como yo reconocemos que el vivo le hubiera dado ese plus de la energía, de la gente. Se vive de otra manera. Pero no se pudo dar en ese momento.
¿Y exigió un trabajo grande tratar de recrear musicalmente el show pero en un estudio?
Te voy a decir algo que te vas a morir de risa: a Fabián le llevó dos horas y media grabar las voces… y se fue, a su Atlántida. A mí creo que me llevó dos meses, o casi tres, grabar canciones de hace años (se ríe).
Mi problema es que yo siempre estaba muy acostumbrado a tocar con una banda atrás. Siempre. Ese carácter medio de solista con banda, apoyado con una banda que suena, que armoniza. Entonces me sentía tan desnudo y tan inseguro de estar yo solo con la guitarra, que di mil vueltas.
Yo creo que el en vivo hubiera, quizás, hecho más justicia a lo que es el espectáculo en sí. Pero, quedamos contentos, y me parece que es un disco honesto, antes que todo. Lo que queríamos transmitir está ahí.
Prefiero músicos que toquen menos bien y que sean más buena gente, a lo contrario. Me parece que los proyectos se sostienen cuando pasan otras cosas más allá de la música.
¿Hubo canciones que te sorprendieron con esta nueva lectura, acompañada de la poesía de Fabián?
Sí. Por ejemplo, la canción “Ella”, con el texto “Si yo pudiera coser mi destino” —que es un texto hermoso—, parece que hubiera nacido junto con la canción. La canción habla de la mujer, y Fabián está hablando de su madre. Me parece que se resignificó ahí la canción con el texto.
Y otra es “Gente”, que habla de la gente un poco en situación de calle, de cómo uno a veces mira su ombligo, y Fabián hizo un texto que mezcla tragedia con humor.
Yo creo que esas canciones se resignificaron. Y otras más. Pero esas dos son las que yo creo que son picos altos dentro del disco, para mí. Más allá de “Yo no pido”, que ya es un tema más clásico.
Con respecto a un nuevo material de tu proyecto solista ¿actualmente en qué etapa te encontrás? La última vez que hablamos creo que tenías algunas canciones ya trabajadas…
Y sigo en esas, algunas trabajadas… Parafraseando a Rubén, siempre que le preguntan “¿Y tu carrera musical?”, él dice: “No, lo mío es un paseo musical. No me corran porque lo mío es más paseo” (se ríe). Y yo creo que voy un poco por esa línea también. Sí, a veces a uno le empieza a picar el bicho de que hace ya cuatro años que hice el disco con tus últimas canciones.
También me decías que no sos de componer una gran cantidad de canciones para luego hacer un filtro sino de componer las necesarias…
Exacto. Y medio que voy descartando por el camino, porque capaz que en aquel entonces te dije que tenía algunas nuevas que ya ahora las descarté, porque después me di cuenta de que no resistieron el tiempo como otras. Cosas que suceden.
Ahora tengo algunas canciones nuevas. No como para hacer un disco, pero sí, por ejemplo, para presentar ahora en este espectáculo del 15 en la Balzo. Y con lo que estoy muy contento es con el grupo humano que he ido armando.
Luego del trabajo con Rubén —”Kuropa Olivera», de 2009— nosotros seguimos tocando un tiempo. Después, obviamente, cada uno ha ido por su lado, es una cosa lógica. Y ahí empecé a formar un grupo humano musical, que es divino. Porque yo creo que, más allá de que son terribles músicos, es el grupo humano lo que mueve todo, siempre.
Y la verdad que tocar con Betina Chaves —que es violinista de la Filarmónica—, Andrés Pigato —que es el contrabajista, el bajista, también de la Filarmónica—, Federico Mujica en guitarra eléctrica, Esteban Pesce en batería… la verdad es que es un placer.
¿Sos más de formar grupos humanos que fijarte en la técnica de tus músicos?
Sí. Yo prefiero músicos que toquen menos bien y que sean más buena gente, que lo contrario. Pueden ser los mejores músicos del planeta, pero tiene que estar esa cosa de feeling, o de humanidad, o de estar bien, o de sentirse a gusto… me parece que los proyectos se sostienen cuando pasan otras cosas más allá de la música.
Cuando hay afectos, ahí se forma como una especie de hermandad, donde uno pregunta: “Che, ¿cómo están tus gurises?”, “¿Cómo está la familia?”, “¿Todo bien?”, “¿Vamos a juntarnos a hacer un asado?”. Y ahí la cosa fluye y se sostiene.
Yo no creo que no haya lugar para este tipo de música más poética, más social. Sí, es más de un nicho también, no voy a llenar un estadio haciendo esto. Eso lo tengo clarísimo.
Y a la hora de componer ¿por dónde vienen tus inquietudes en la parte lírica? ¿Han cambiado a lo largo de los años?
Quizás no fue que cambiaron en cuanto a las temáticas. Yo creo que el verdadero cambio estuvo más bien en cómo las vestí musicalmente. Sí, he cambiado más en el ropaje musical que les puse a cada una de esas temáticas, que siempre han sido medias universales. Tengo algunos temas que son más sociales, otros que hablan del amor, otros que hablan de los afectos. Y siempre desde un lugar personal. No me sale hacer una canción que no tenga algo que ver con eso.
Yo peleo un poco eso de ser sensible frente a una injusticia, de ser sensible frente al dolor del otro, o a la alegría del otro. No tiene por qué ser todo dramático. Y en este mundo de tanta vorágine, es una búsqueda. A ver: a lo que voy es que yo no creo que no haya lugar para este tipo de música más poética, más social. Sí, es más de un nicho también, ¿no? No voy a llenar un estadio haciendo esto, eso lo tengo clarísimo.
Y capaz que la gente, hoy en día, en esta vorágine y en esta cosa de correr todo el tiempo, no quiere sentarse a que otro cuente la mirada de un tipo tirado en la calle. Es más “dame algo para divertirme, para desestresarme, para zafar de todo lo que veo en el día a día”.
Pero yo creo que la manera de decirlo muchas veces puede salvar eso, puede salvar esa distancia. Si uno lo dice de una manera no explícita, de una manera poética… si uno lo adorna con determinada música… la música tiene ese poder. Debe ser la herramienta más poderosa a nivel artístico que hay, me parece a mí. Más que un cuadro, más que un libro, más que un montón de cosas.
¿Qué podés contarnos del próximo show del domingo 15 en la Sala Balzo?
En este espectáculo, en realidad, reversiono canciones mías. Me gusta eso de reversionarlas, de buscarles un giro. Vamos a estrenar un par de canciones nuevas también, ahí, y vamos a tener de invitado a Lautaro Hourcade, que es un diseñador increíble. Pero no sé si es mejor diseñador o mejor músico. Es un músico increíble también, que hace unos años dejó un poco las tablas, y a raíz de que yo le pedí que me hiciera el afiche, le dije… bueno, lo invité a sumarse a cantar unas canciones.
¿Cómo sigue la segunda mitad del añopara vos?
Esta segunda mitad tenemos unos toques con Fabián, con el espectáculo De Norte a Sur. Con Fabián estamos tratando de hacer algo como para una gira regional, porque el disco, en realidad, ni siquiera lo hemos presentado, ni cuando se subió a plataformas digitales. Entonces eso lo estamos pensando un poquitito, para ver si podemos encontrar una sala que nos sea digna para ese espectáculo. Esa es un poco la idea.
Queremos hacerlo bien, porque tampoco teníamos material de visuales y ahora tenemos. Vamos a tener el disco físico, ya tenemos el disco subido a esas plataformas. Queremos presentar algo que esté bueno, como para que la gente lo pueda ver.

Foto: Difusión