En “Bosque”, su tercer álbum, Julieta Rada muestra su faceta más íntima con un tono general más despojado que en sus anteriores trabajos. Coproducido junto a su hermano Matías, y grabado entre California y el estudio Las Manzanas, en Montevideo, el disco cuenta, además, con la colaboración de su padre y su hermana Lucila en la lírica de dos de sus canciones, haciendo que su familia esté bien presente en el mismo, más allá de su búsqueda personal. Sobre esta búsqueda, de lo que significa exponerse en sus letras y de la inspiración que representa en ella Stevie Wonder, conversamos con Julieta en la entrevista que te compartimos a continuación.
Por Liber Aicardi
¿Cómo lo definís este nuevo disco?
Lo defino como un disco muy personal, introspectivo, de un viaje y una búsqueda espiritual, de volverme a encontrar con la música. Y, en cuanto al sonido, mucho más minimalista que los otros discos, donde la voz es el instrumento principal y, después, se van agregando ciertos colores a cada canción.
A propósito de lo minimalista del sonido ¿tiene que ver con las letras donde exponés tus sentimientos?
Sí, es un disco en el que hablo mucho de mí, del proceso de cosas que me fueron pasando y la verdad es que es re íntimo, tiene muchas intimidades el disco…
¿No te generó cierta autocensura, al momento de componer, mostrarte de esta manera?
No, porque es música. Yo sé bien para quién es cada canción o para qué es. Después, alguien la puede escuchar y a cada uno le va para otro lugar. Aparte, es una verdad y no me tiene que avergonzar. A mí, me da mucho vértigo, mucha vergüenza exponerme, pero, también, si me expongo con lo que soy no tiene que haber nada malo en eso.
El hecho que le hayas puesto como título “Bosque” ¿refiere a un lugar como de refugio?
No me acuerdo en qué momento surgió el nombre. Sí, me acuerdo cuando me abrí los Registros Akáshicos y recibí como ese mensaje de buscar el bosque. Entonces, ahí, quise que mi disco se llame así. Es esa búsqueda de la independencia y buscar mi camino por mi cuenta y estar sola y, en un punto, desnudarme en el bosque y encontrarme con todo lo que uno puede encontrarse en un bosque. Por eso, el arte también tiene que ver. Cuando me abrí los Registros Akáshicos no supe cómo interpretar ese mensaje en ese momento, pero hubo un montón de cosas que, con el tiempo, entendí y que era esa búsqueda del bosque, la búsqueda de mi propio camino.
Yo sé bien para quién es cada canción o para qué es. Después, alguien la puede escuchar y a cada uno le va para otro lugar. Aparte, es una verdad y no me tiene que avergonzar. A mí, me da mucho vértigo, mucha vergüenza exponerme, pero, también, si me expongo con lo que soy no tiene que haber nada malo en eso.
Hay letras con un contenido fuerte, pero de la forma en que lo decís da la sensación que no salen desde la ira, sino que vienen desde otro lugar ¿Es así?
Si, viene de un lugar más como de análisis, como de un lugar de pararse desde otra perspectiva y analizar la situación. O de meditación y ver lo que pasó, no es tan del momento. Hay canciones que, sí, tienen cierta ira del momento pero, en realidad, también, tienen como una cosa de haber reflexionado y haber encontrado la luz. De nada me sirve odiar y estar perdiendo el tiempo en eso.
Es un disco que tiene bastante participación de tu familia ¿Cómo juega eso a la hora de componer y mostrarles el material?
A mí me importa mucho la opinión de mi familia. Si bien no recurro a ellos en la primera etapa de componer, siempre necesito la opinión de ellos. Y somos bastante unidos y nos ayudamos entre todos. Mi hermano (Matías Rada) fue el productor, Lucila escribió una letra conmigo, mi madre me acompañó durante todo el proceso, me ayuda mucho a ordenarme. Mi madre tiene una cabeza como muy ejecutiva. Y mi padre, lo mismo: ayudando como padre y, a la vez, me ayudó mucho como coach vocal. Como grabé en su estudio y él estaba ahí, me traía bizcochos, me escuchaba cantar y me decía “¿por qué no probás hacer esto?” Muchas veces me destrabó con algunos coros que, en algunas voces, no me salía un arreglo.
A propósito de tu padre, en “Sirena” capturó la sensibilidad del disco tal como si fuera una letra tuya ¿Cómo fue ese momento en que te dio la letra?
Mi padre… Mi padre es Dios. Apenas me dio esa letra me puse a llorar, la leí y me puse a llorar inmediatamente… Y me entendió, yo estaba re triste… Él sabía que yo estaba trancada y me dio esa letra como para ayudarme. No le pedí que escriba una letra, el cayó de sorpresa y me dio esa letra. En realidad, yo estaba escribiendo una letra paralela y, obviamente, me pareció un regalo hermoso y la canté. Le mantuve el nombre de la canción, porque la música se llamaba “Sirena”, y la letra que él escribió es de otra cosa pero, igual mantiene como esa esencia de lo que yo estaba buscando con mi letra.
Me acuerdo cuando me abrí los Registros Akáshicos y recibí como ese mensaje de buscar el bosque. Entonces, ahí, quise que mi disco se llame así (“Bosque”). Es esa búsqueda de la independencia y buscar mi camino por mi cuenta y estar sola y, en un punto, desnudarme en el bosque y encontrarme con todo lo que uno puede encontrarse en un bosque.
Otro personaje que aparece en el disco es Stevie Wonder, en la canción “Stevie” ¿Cómo surge ese tema? ¿Sentís que le debías una canción?
Cuando hice la música fue después de haber visto un show de homenaje a Stevie Wonder. Lo que tiene Stevie Wonder de hermoso es que, además de ser un genio, hay artistas que te generan esas ganas de buscar y de componer, de crear ¿no? Hay otros que te la apagan un poco (risas). Pero, Wonder, a mí me enciende esa cosa creativa. Y me quedé cantando cosas en mi cabeza y me grabé con el teléfono y después me junté con Nico (Ibarburu) y terminamos de hacer la música. Y yo, como surgió de ver a Wonder, ya sabía que la letra iba a ser para él. Me pareció que se la debía.
Cuando te invitamos a participar en nuestra sección #SoyFan y elegiste a Stevie Wonder dijiste que “tiene esa capacidad de rescatarme de momentos oscuros”…
Si, obvio. Y eso lo digo en la canción. Hay una anécdota de una vez que fui al Cabo Polonio con Nico Ibarburu y hubo un día que él se tenía que ir y yo me quedé sola en el Cabo Polonio, y fue lo peor que me pasó en la vida… dije “por qué estoy acá sola, en este lugar con olor a pescado, odio el pescado… ¡Me quiero ir!” (risas). Lloré, lloré, lloré, estaba enojada… Me puse a escuchar a Wonder, el disco “The secret life of plants” y dije “bueno, me parece que este es el disco para escuchar en este lugar”. Y seguí llorando, pero es como que me calmó, juro que me calmó y me di cuenta de lo bien que me hace.
Dejando un poco de lado el disco ¿Cómo llevás el rol de corista de Ciro y Los Persas y enfrentar esa cantidad de multitudes que él maneja?
Lo quiero mucho a Ciro y a toda su gente. Me llevo muy bien, me siento muy cómoda, pero, a la vez, yo, ahí, siento que cumplo un rol más de soldado y de defender el proyecto de Ciro. Y, por más que haya una multitud gigante, para mí, es más fácil eso que ponerme a cantar en un café para diez personas los temas que acabo de componer. Esto para mí, es mucho más difícil. Igual, agradezco el espacio que él me da y de todo se aprende. Es muy generoso conmigo.