Garo: “Mi propósito siempre fue ser libre, no rendirle cuentas a nadie”

Garo Arakelian estrena «Milonga de Quirón», su segundo disco solista, a más de una década de aquel gran debut en esa faceta con «Un mundo sin Gloria». Pero este nuevo trabajo no es solo un regreso a su camino personal tras integrar proyectos como El Astillero, Wild Gurí y Extraños: es una obra atravesada por la necesidad de decir, de poner en palabras su lectura de la realidad que lo rodea y, al mismo tiempo, de mirarse a sí mismo. Así conviven el mito de Quirón con esquinas montevideanas que marcaron su vida, y referencias —directas e indirectas— a Dino, Aníbal Sampayo y Sebastián Teysera, junto a voces empeñadas en resistir.

El sábado 6 de setiembre, las nuevas canciones sonarán en Sala Zitarrosa, cuando Garo presente en vivo su más reciente lanzamiento.
A propósito de todo esto, conversamos con él sobre la libertad como motor creativo, la urgencia de sostener una mirada actual y de mantenerse fiel a un propósito, además de desentrañar el nuevo álbum.

Por Liber Aicardi


Foto: Difusión

¿Cuál es tu sensación al volver a publicar un nuevo disco con tu proyecto solista?

De estar enfocado… Creo que durante todos estos años el propósito se mantuvo inmaculado, es decir, sin dudar de sí mismo. Lo que pasó fue que pasaron tantas cosas en estos años que había que ver cómo materializar o darle vida al propósito, estar enfocado en encontrar de qué hablar con respecto a todo lo que nos rodeaba, pero con una mirada actual. No son canciones nada más, es un grupo de fotografías o de sensaciones propios de una mirada actual, pero esa actualidad no es la misma que en los años de pandemia, que los previos o que los posteriores.

Creo que debo haber hecho, no te miento, tres o cuatro discos completos. Sin terminar, ¿no? Sino escritos, maqueteados, con cosas que deseché porque me parecía que perdieron vigencia; la perdieron rápidamente. Entonces, desechar no fue un drama. Cuando terminaba de componer, o a los meses, el contexto, la realidad, era otra y decía: “Esta canción sí, está bien, sigue formando parte de mi esencia, pero esta no, no quiero hablar de esto, me preocupan otras cosas”, o “me llaman la atención otras cosas”, o “quiero latir en otras cosas”. Yo no soy un sociólogo, soy un músico, hago canciones, y trato de que el disco tenga cierta unidad. Entonces, la elección de las ocho canciones que conforman este disco creo que también resuelven un círculo, una mirada a 360 grados de un mundo en el que vivo con diferentes círculos concéntricos: el inmediato —el afectivo—, el barrio, la ciudad, el mundo, y después las cosas que no tienen lugar físico, como los arquetipos que atraviesan todo.

¿Más allá de la actualidad que mencionás, en este disco conviven canciones de distintas épocas?

En realidad, son muy cercanas entre sí. Te diré que la canción más antigua, por decirlo de alguna manera, es “Canción Abierta”, que es una canción que, si bien nace en el periodo de la valoración de la LUC, no forma parte de una campaña, por supuesto. Lo que dice es una respuesta, y está basada en la foto “Río de libertad” del Obelisco. Como si el devenir de un pueblo fuera un río, su esencia existencialista está en fluir hacia el mar, no en mirar para atrás, regresar o poner en duda sus propios avances. Tiene que ver, más que con una alerta contra las derechas, con la pérdida de libertades individuales y garantías. Por eso se llama “Canción Abierta”, va más allá de una cosa moral de “yo bueno, tú malo”. No me meto en ese terreno. No me importa quién sea: el que haga que este río deje de fluir es a quien me dirijo. Es con quien estoy en contra. Mi madre siempre me decía: “En la dictadura el propósito era recuperar las garantías individuales y los derechos institucionales”. Dos cosas que no estoy dispuesto a perder. Venga de donde venga la razón, sea de derecha extrema, de izquierda extrema o de lo que sea, es lo mismo.

¿Cómo llega el mito de Quirón a meterse entre estas nuevas canciones?

Es alucinante el mito de Quirón… ¿Por qué está incluido en el disco y por qué le da nombre a una canción? Porque habla sobre la dualidad, la contradicción entre la luz, la oscuridad, nuestro espíritu humano, nuestra condición humana y nuestra condición salvaje y animal.

Quirón era el sabio de los centauros, que eran arqueros. Eran famosos por ser mitad caballo, mitad hombre, pero además eran los mejores arqueros que había. Eran salvajes, incapaces de negociar con el ser humano. Y Quirón lo que hizo fue, siendo un maestro sabio de las artes de la curación, de las artes y de la música, tratar de entablar una relación cordial entre nuestra condición salvaje y la condición humana, lo que le resultó imposible. En ese intento resulta herido, de una herida mortal, envenenada, y puede negociar con cualquiera el dolor, puede curar el dolor de todos, menos el suyo. Y eso es una dualidad, es una contradicción con la que se vive hasta que uno elige no vivir. De hecho, Quirón lo que hace es negociar su propio fin para ponerle fin a su dolor.

Hay cosas que no se pueden calmar. ¿Te gustaría que el mundo fuera más justo? Sí, pero no lo es. Y al otro día te vas a levantar igual a trabajar. No te vas a lamentar sobre las oportunidades que no tuviste si hay otro que tuvo menos oportunidades que vos. Pará de quejarte, bancate el dolor, entre otras cosas…

En el disco hacés referencia a tres esquinas de Montevideo, que son Bvar. España y Paullier, Prato y Bvar. Artigas, y Paysandú y Cuareim. ¿Cuál es tu relación con ellas?

Todas tienen un motivo, son tres cruces importantes en mi vida. Además, está la encrucijada, el cruce de caminos que tiene todo un valor simbólico. Es incómodo, es un lugar donde no estás parado en una dirección nada más.
Bulevar España y Paullier tiene el graffiti de Victoria Díez, que es un problema, porque todos quieren tener al mártir de su lado. El personaje no lo dice, pero se recuesta en una frase que dijo alguien antes de que se confirmara que tenía sentido. Pero ¿qué vamos a hacer? Vamos a creer, siempre. Siempre vas a creer que vale la pena, se trata de mantener el propósito. Victoria Díez fue fusilada por pertenecer al mundo católico. Con lo cual no estoy justificando, te podés imaginar nada de lo que vino después, pero de lo que te quiero hablar es sobre lo inasible de lo épico. No hay un mundo de buenos que se pueden apropiar de una cosa y de malos que son buenos y se lo apropian también, hay cosas que trascienden. Y, aparte de eso, vivo en frente.

Por otro lado, está Prato y Bulevar Artigas. Prato es la continuación de Durazno, “cuando se ilumina toda de lila pero muere sin saberlo” (citando “Durazno y Convención”). Entonces, la canción habla de eso también, de un final, una dicotomía,
una contradicción entre la doble escalinata, subir o bajar, la luz y la oscuridad. También a una cuadra de la facultad donde estuve cuatro años.

Y después está Paysandú y Cuareim, que es una de las esquinas más tristes de Montevideo, en ese pozo pre Aguada que hay. Cuando tuve mi primer trabajo estable, digamos, tenía 14 años recién cumplidos, y iba a comprar dos veces por día cosas a la calle Rondeau —fue el periodo donde se empezó a cambiar la televisión de válvula por la televisión transistores, de la televisión blanco y negro por televisión color—. Me daban la plata para los boletos, pero iba corriendo para llegar más rápido, y a la vuelta me fijaba cuánto tenía para pasar por la panadería que estaba ahí.

Yo me había jurado que este disco iba a ser libertad absoluta. Quiero que me respeten por mi compromiso, por mi calidad, no por a quién dejo contento.

¿Este disco habla más de vos, con respecto a “Un mundo sin Gloria”, donde tomabas un rol más de cronista aunque en varias composiciónes hablabas en primera persona?

Creo que a través de mí le quiero hablar a otros, básicamente es eso, y particularmente en algunas canciones. Son 8 canciones. En la relación entre 12, que era el estándar, y 8, hay un círculo mucho más pequeño que hay que cerrarlo con menos elementos.
No es un disco biográfico, incluso tuve cuidado en temas como “Expreso”, que está en primera persona, pero no soy yo. A pesar de que te nombro la esquina que está enfrente a casa y todo, es una canción de lo que vi en la pandemia de adultos, de varones adultos de mi edad: la pérdida del propósito, el sentirse que no hay una forma de volver a conectar con el entorno. Perdés el laburo y perdés parte de tu rol en tu familia. Perder el rol en tu familia hace que tu vida no tenga sentido. ¿Qué propósito tenés para levantarte al otro día? Mi vida es una gloria, pero eso lo vi en muchísimos colegas, en amigos, en mis amigos del Buceo, del Cerrito la Victoria y en mis amigos de Malvín; en cantidad de gente adulta lo vi. Y la recuperación la pongo en duda, el costo es altísimo, pero no es autobiográfica, hablo en primera porque soy un personaje que encarna eso.

En cambio, “No voy a caer” es de las letras más autobiográficas que escribiste…

Ahí sí, y me quería dar el gusto. Después de “Shangrilá” creo que debe ser la más autográfica de mi vida. Tenía ganas de refregarlo, por decirlo de una forma gráfica: “mirá que con muy poco se puede lograr mucho”. Es verdad que esto no entra en ningún currículum, es totalmente extracurricular, pero ¿quién me lo saca?
Es una de las canciones más sencillas, pero que más me gusta del disco; tiene una energía que me hace muy bien.

En cuanto a lo musical, incorporaste algunos matices que hasta ahora no habías abordado, que son los vientos. ¿Cómo surgió esa decisión de incluir vientos en dos canciones?

Por un lado, cuando en pandemia me pongo a estudiar con Esteban Klisich, que fue realmente un estudio, salí de esos dos años con una riqueza ordenada y el enriquecimiento del estudio armónico también se traduce en las herramientas que te aportan lo tímbrico. Cuando vos estás con un manejo de ensambles que son batería, bajo, guitarra eléctrica, teclado, hay un mundo por donde más o menos pasan las cosas y hay un mundo de timbres que resuelven lo armónico o de armonías que se pueden resolver con esos timbres. Cuando vos aplicás otro conocimiento podés trascender. El ensamble de vientos de “Expreso” es un ensamble de big band, hay un punch armónico ahí.
Eso en cuanto a los desafíos por conocimiento, pero por otro lado el personaje de “Expreso” está totalmente desenfocado. Y yo tocar la guitarra ya sé, entonces, ¿cómo te transmito a vos, si ya sabés quién soy, que estoy desenfocado? Tocando la guitarra es un lugar cómodo, lo voy a hacer bien, no te va a molestar. En cambio, poniendo los vientos, que para mí es más parecido a un Scania que viene sin frenos, sin destino, y que te pasa dejando el Efecto Doppler a continuación, sí. Es una elección que tiene que ver con lo musical, pero también con el efecto psicológico. “¿Garo con vientos? ¡Está re loco de verdad!”… Y el personaje, ¿cómo está?

En vivo capaz que la tocamos con guitarra, pero en el disco transmite una cosa que es única. Yo lo he hecho con guitarra y es más normal. Los vientos dicen otra cosa, dicen otra cosa… Yo me había jurado que este disco iba a ser libertad absoluta. Quiero que me respeten por mi compromiso, por mi calidad, no por a quién dejo contento.

Mi propósito siempre fue ser libre, no rendirle cuentas a nadie. Que sea exitoso o no sea exitoso no es mi dilema. Mi dilema es hacer lo que me parece que es mi rol histórico. De qué hablar y cómo decirlo.

También aparecen en el disco, aunque de distinta forma, dos referentes claros. Uno es Dino en la letra de “Llevo el Viento del Sur”…

Con “Llevo el Viento del Sur” lo que quería era reflejar cómo el valor de la música popular en cualquier género te permite sobrellevar la cotidianeidad, la rutina y la desesperación. Hay cosas en la música popular en todos los países, en todas las culturas, en todos los géneros que nos han dado la oportunidad de recostarnos, de respaldarnos, son un shock de energía. Y no es un homenaje: ¿estoy hablando de mí para hablar del Dino o estoy hablando del Dino para hablar de mí? Estoy hablando de un disco del ’76, en el peor momento de la dictadura nace uno de los discos más luminosos. Imaginate cuán valioso fue para la gente de ese momento, y para mí lo sigue siendo, porque sigue siendo un faro el Dino. Entonces, yo vuelo por sobre esa realidad, no la evado, pero llego a mi casa, a mis amores, y me da la oportunidad de volver a empezar y no me convierto en una mierda de persona. Porque eso es parte del asunto: vos tenés que tener una cosa de autodefensa para no convertirte en una mierda de persona. No me quiero acostumbrar a pasarle por arriba al escombro humano, por eso también la cita a Sebastián que dice “no voy a tolerar que ya no tengan fe”. Yo no voy a negociar mi fe, mi capacidad de tener esperanza. Voy a defenderme a mí, voy a defender a los míos, voy a tratar de que todo lo que yo quiero se ilumine y se levante, que no haya escombro humano.

El otro es Aníbal Sampayo al versionar “Ki chororo”. ¿Cómo entra esa canción entre las 8 finales que quedaron en el disco?

Lo necesitaba, es una de las canciones que fui maqueteando durante mucho tiempo, y después fuimos trabajando con Santiago Peralta a partir de una maqueta donde ya estaba mi intención de darle una forma como es la que tiene el disco.
Yo conocí “Ki chororo» por el primer disco de Los Olimareños, que tiene una versión de esa canción. La versión de Aníbal Sampayo la habré conocido a los 30 años, quizás, porque es más difícil llegar a esos registros, no eran los discos que estaban en casa y tampoco era lo que sonaba.

La versión de Aníbal Sampayo tenía una cosa que no tenía la de Los Olimareños, que es buenísima: tenía una cosa, un canto antiguo. Y después encontré unos textos escritos por Aníbal Sampayo donde él habla de sesiones armónicas que tienen que ver con la melodía. La canción criolla, en general, está en un tono menor y su dominante. Esa es la lógica de la canción criolla típica. Él, el dominante, lo elimina porque le parecía que era criollo y él quería hablar de un mundo anterior, más antiguo. Entonces lo sustituye por un acorde que todos entendemos como antiguo, de otros tiempos. Y esa relación del hombre con el río, en la que la propia naturaleza le dice que no baje los brazos, que siga remando, en un grito onomatopéyico de una especie de perdiz, me conmueve hasta el día de hoy. Es como un llamado, es como en “No voy a caer”. Yo creo que el disco es varios “No voy a caer”. “La balada de Martín Aquino” también, es morir en tu propia ley. No es para vos, contigo no lo voy a negociar. Lo mío es más grande. Es como cuando Osiris Rodríguez Castillo decía: “No venga a tasarme el campo con ojos de forastero. Porque no es como aparenta sino como yo lo siento. No tiene plata en el cinto ni pa’ pagar mis recuerdos”. Esto es lo mismo, prefiero darme un balazo antes que darte la gloria de mi muerte.

Cada género musical viene asociado a un significado, a un dolor, a una frustración, a un determinismo social histórico. Cuando vos rompés todo eso, entrás a disfrutar de un subproducto superficial, estás invalidando de dónde viene cada género.

¿Dirías que este disco es un buen resumen de lo que ha sido tu carrera en general?

Yo creo que es un buen resumen porque mi propósito siempre fue ser libre, no rendirle cuentas a nadie. Que sea exitoso o no, eso no es mi dilema. Mi dilema es hacer lo que me parece que es mi rol histórico: de qué hablar y cómo decirlo. Después también en el cruce con otros géneros. Hoy todo el mundo tiene invitados. Todo el mundo se cruza con todos, y la verdad que no me gusta. Tengo un invitado que no es un invitado de la industria, es mi hermano Sebastián. Estos años no fueron fáciles para mí, estar afuera de todo y ¿quién me dio una mano? La Vela fue de los que me apuntaló, me renovó mi autoestima en momentos re difíciles. A lo que voy es: esa cosa del transgénero de tener invitados de todos los géneros, que se ve como un logro de la democratización de la música, del avance progresista de que rompemos barreras, ¡tranqui hermano! Yo entiendo tu propósito, pero romper las barreras también tiene una cosa asociada que es romper los significados de cada género. Cada género viene asociado a un significado, a un dolor, a una frustración, a un determinismo social histórico. Cuando vos rompés todo eso, entrás a disfrutar de un subproducto superficial, estás invalidando de dónde viene cada género.

¿Cómo te encuentra esta vuelta al ruedo con disco nuevo y todo lo que implica salir a mostrar las canciones?

Es un disco que tiene una energía muy diferente al disco anterior, complementaria. El motivo para escuchar este disco no es porque me gustan los sonidos, no es porque es moderno, es por las canciones. Y creo que eso sigue siendo una de las razones para tener la conducta o el gesto arrogante de pensar que alguien puede tener interés en escucharme. Pero, además, hay un hecho que ha sido totalmente desventurado en estos años: la canción ha bajado de categoría, sustituida por lo tímbrico y por la búsqueda de caerle en gracia a los jóvenes. A mí los jóvenes me respetan mucho, me lo hacen saber, y no los jóvenes rockeros, te hablo de jóvenes de todos los géneros. Los jóvenes no necesitan que un viejo venga a validarlos para llevar agua para su molino. Los jóvenes necesitan el apoyo que corresponde, que no les pongan palos en la rueda y listo. Y esa es la razón: buenas canciones y una conducta ética.

Salir a mostrar las canciones también implica tener una banda. ¿Para el vivo te va acompañar la misma banda que grabó en el disco?

Estamos construyendo algún margen lateral, pero básicamente es la banda del disco (Santiago Peralta en guitarras, bajo, teclados y coros; Irvin Carballo en baterías; Garo en voz y guitarras) pero ampliada, poderosa, muy enérgica. Este disco es de las mejores cosas que me ha pasado desde que nació mi hijo, te diría. Y es un disco que, en los ensayos, lo estamos disfrutando mucho de tocar porque también se aleja del concepto de cantautor. Soy un solista con una banda, es ahí donde me siento cómodo.


Foto: Difusión
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