En setiembre pasado, y con siete años de distancia respecto de su antecesor, Buceo Invisible publicó “La mañana del incendio”, su sexto álbum, que vio la luz también en formato vinilo. Compuesto por ocho canciones, brinda un nuevo abordaje a la clásica propuesta del proyecto —que reúne música, poesía y artes visuales— a través de composiciones que profundizan su identidad sonora.
El próximo 20 de noviembre, a las 20:00 h, en Sala del Museo, Buceo Invisible presentará en vivo su nuevo trabajo, y las entradas se encuentran a la venta a través de RedTickets.
A propósito de todo esto, conversamos con Marcos Barcellos (poesía, textos) acerca del proceso que derivó en “La mañana del incendio», los vínculos que sostienen al colectivo y la libertad creativa que lo atraviesa.
Por Liber Aicardi
Foto: Marcelo Bertolini¿Cómo fue el proceso de “La mañana del incendio”, probablemente el disco que más distancia guarda con el anterior?
Capaz que cuando nosotros comenzamos en el 97 recién sacamos un disco en el 2006. Previo a eso, hemos sacado un par de cassettes que circularon de forma pirata, vamos a decir, porque en aquel momento lo repartíamos en los recitales, y hay canciones muy queridas para nosotros que están en esos dos trabajos inconseguibles. Pero recién el primer trabajo que se hizo de forma más, entre comillas, profesional fue “Música para niños tristes”. Entonces, si vos ves, del 97 al 2006 pasaron nueve años. Pero luego de ese primer disco fueron 2009, 2011, 2015 y 2018, y es verdad: este fue el que más demoramos en volver a grabar.
Ya de por sí, la banda tiene un proceso lento de creación, de producción. Es de tomarse el tiempo. Creo que también pasó la pandemia en el medio y procesos personales de los integrantes, familiares, y que fuimos como muy conscientes de que teníamos esas canciones y que íbamos a demorar un tiempo en sacarlas. Lo que sí tuvo como característica este disco es que durante ese tiempo seguimos tocando, y todas las canciones del disco fueron tocadas como nunca antes, te diría, antes de grabar. Eso también te da un plus a la hora de grabar. A nosotros nos gusta que los temas suenen como el disco. Sí hay detalles, pequeños arreglitos, algunas cositas que hacés producto de haberlos tocado mucho. Y en este caso ya los grabamos así, habiéndolos tocado mucho. Eso no sé si se percibe, pero nosotros lo sentimos en este disco, hay temas que ya tienen un rodaje antes de ser grabados.
De alguna forma es hacer la preproducción tocando en vivo, ¿no?
Claro. De hecho, también nos pasó en el medio que perdimos lugar de ensayo, no tuvimos lugar de ensayo fijo, pero también esa itinerancia nos complicó la obra de juntarnos a crear, a componer. Entonces, el ensayar para tocar nos fue juntando, y el en vivo era como lo que iba amalgamando, uniendo los temas. Y eso está; yo escucho el disco y está presente. Tiene un cuerpo que los otros discos —que estamos súper conformes también— no tienen. Este tiene mucha maqueta antes de ser grabados estos temas.
¿Llegaron a la instancia de grabación teniendo claro que eran estas ocho canciones las que iban a integrar el disco?
Casi, casi. Hubo temas que naturalmente fueron quedando por el camino, y después el último tema, “Luna nueva”, ese fue como el último que apareció ahí como broche, como tema que cerraba. Fue como un cierre del disco. Te diría que “Bradbury” y “Luna nueva” fueron los más nuevos, los que estuvieron como en el puntillazo final. Pero los demás eran esos seis que estábamos desde hace tiempo tocando.
¿Quedaron temas de la etapa de composición de “Luz marginal” o son de un periodo más cercano?
No, fue de un periodo largo, así como lo estás planteando. Algunos de antes de “Luz marginal”, y creo que ya desde el 2019 hay temas de este disco que estaban en la vuelta. El que más recuerdo, uno de los primeros, que a mí es un tema que me encanta, es “Camino de ida”. Ese tema fue como el fundador de este disco.
Cuanto más pasa el tiempo, creo que estamos más convencidos de que hay que hacer lo que se tiene que hacer, lo que se quiere hacer, sin cálculos y sin mucho análisis del mercado o de los tiempos actuales.
¿La decisión de que el disco contenga ocho temas tiene que ver con la salida del vinilo?
En principio no hubo nada planeado. Si bien lo conversábamos, de que a veces estos son tiempos álgidos para la escucha y se tiende como a hacer cosas más cortas, realmente era lo que teníamos. Y si hubiéramos tenido un disco doble, te lo digo: sacábamos un disco doble, porque a esta altura nos importa hacer lo que queramos hacer. De hecho, si vos te fijás, el disco termina con un tema larguísimo, que va contrapedal de todo también, ¿no? Un tema que es recitado casi como una narrativa, con mucho clima, y es un tema larguísimo. Quedó así.
Cuanto más pasa el tiempo, creo que estamos más convencidos de que hay que hacer lo que se tiene que hacer, lo que se quiere hacer, sin cálculos y sin mucho análisis del mercado o de los tiempos actuales.
¿Cuál es el sentimiento como grupo al momento de lanzar un nuevo disco después de tantos años juntos?
Ahí hay como varios planos. Uno tiene que ver con el plano más de la obra, de la continuidad, y también el plano grupal, el plano de los vínculos. Seguir juntos, sostener la banda, que a su vez nos sostiene a nosotros también, hay mucha cosa puesta ahí. Son muchos años tocando juntos, son 28 años de la banda. Si bien no todos los integrantes tienen ese tiempo, somos una banda que se mantiene. Yo te diría que —te lo puedo resumir— llegamos a un punto hace mucho tiempo, y creo que desde el primer disco, en que hacemos lo que queremos sin ningún cálculo. Sabemos que hay una convicción de lo que hay que hacer. Es eso de cierto respeto por el trabajo que hacemos, de cierta admiración por los compañeros que están al lado nuestro. Y es una alegría cada vez que decís: “esto se va a salvar, estos temas van a existir, van a quedar ahí”. Es como una tarea, una misión que tenemos en un mundo donde se escucha poco. A mí se me figura, siempre que terminamos un disco, algo de botella al mar. Algo que va a quedar en la noche de los tiempos y que, de repente, alguien lo descubre y lo resignifica, o lo encuentra; que es mañana, dentro de 10 años, o dentro de 20….
¿Cómo incide la amistad en la conservación del proyecto luego de 28 años?
Y… tiene que ver con la génesis, tiene que ver con el arranque de toda la historia. Nosotros armamos una banda para seguir estando juntos. El objetivo era no dispersarnos, no disgregarnos, como veíamos que le pasaba a todo el mundo que envejecía con sus amigos. Además, teníamos un interés en común, una sensibilidad en común: escribíamos todos. Estaba la literatura, la música, la pintura y el cine; era parte de lo que nos interesaba a todos en ese momento cuando estábamos con la banda. Pero además éramos muy amigos, algunos desde la escuela. Entonces, fue como un plan de ataque: decir “bueno, vamos a seguir juntos, y para seguir juntos hay que tener algo que nos convoque”, un espacio de encuentro y de trabajo también. Porque si no, el espacio de encuentro… si vamos a usar la reunión de los amigos los viernes de noche, todo bien, pero había también un énfasis en el trabajo, en tener que trabajar, en tener que hacer actividades. Porque de repente una juntada de viernes… estás cansado, está lloviendo, lo que fuera, y la postergás. Pero el compromiso de los compañeros —porque hay trabajo de por medio— significa otra cosa. Además, lo planeamos para los domingos de tarde-noche, que es el momento de la semana, si querés, más complejo.
Un diferencial que tiene el álbum respecto de los anteriores es que hay mayor presencia de las voces de otros integrantes. Es decir, generalmente es Diego la voz principal, pero acá no es tan dominante, si es que aplica el término…
Totalmente. Está muy bien eso que decís, yo creo que va por ahí. Es parte también de un proceso de los últimos discos. Siempre hubo temas, por ejemplo, de Jorge Rodríguez. En el anterior había también un tema de Fabián Cota y también de Andrés Fernández. Ya venía todo el mundo componiendo temas, más allá de que Buceo siempre… Diego (Presa) traía una idea y toda la banda participaba y se transformaba en otra cosa que tenía el sonido de Buceo Invisible. Ahora, Guillermo (Wood) es también un compositor que tiene su carrera solista y que empezó a aportar a Buceo también. Diego empezó a tener otros proyectos, y él tiene una faceta creativa muy fuerte y de mucha producción. Eso es algo que también nutre al grupo, y en Buceo empezaron a confluir otras voces. Pero fue una cosa muy orgánica, que se fue dando con el tiempo, y yo creo que sí, que le da como otros colores.
A mí se me figura, siempre que terminamos un disco, algo de botella al mar. Algo que va a quedar en la noche de los tiempos y que, de repente, alguien lo descubre y lo resignifica, o lo encuentra; que es mañana, dentro de 10 años, o dentro de 20.
Incluso la palabra hablada tiene más presencia, más allá de que siempre ha sido una constante en la carrera de la banda…
Lo que sí ha ido cambiando con el tiempo es el tratamiento que le damos al asunto. Siempre es una línea delicada en el sentido de que, cuando uno se enfrenta en vivo, digamos, la cuestión más rockera es lo que el público espera. Cuando aparece un recitado es como: “¡Opa!”. Nosotros creemos que está bueno, y lo hemos pensado mucho: de qué forma comunicar eso, de qué forma dosificarlo, de qué forma construir los balances. En el primer disco eran recitados que estaban entre las canciones, y después empezamos a trabajar con piezas musicales y poéticas donde tratábamos de zafar del recitado musical con la música atrás, ¿viste? Pero donde se trabaja, donde se construye un tema con una voz que, de repente, no es una canción pero tampoco es un poema musicalizado con un acompañamiento sonoro que va siendo de fondo. Y eso ha tenido también un devenir, un crecimiento, y en todos los discos, a partir del segundo, empezamos a trabajar eso. Con esto que te digo del balance: no le podés pedir a la gente que escuche cinco poemas seguidos, es como decir “comete cinco tiras de asado”: no lo podés digerir. Entonces, justamente para no matar eso, poder construirlo dentro de la obra, construirlo dentro de los espectáculos, que tengan un contrapeso. A mí me gusta mucho cómo se resolvió en este disco, por ejemplo. También me gusta mucho el disco anterior en ese sentido. Y esto que vos ves es algo que viene pasando en los últimos —capaz que— 10 años de la banda: que, como siempre hubo mucha presencia a la hora de los arreglos de toda la banda para que suene a Buceo Invisible, en estos últimos 10 años empiezan a sumarse composiciones más diversas, donde todo el mundo, además de componer y presentar arreglos, empieza a presentar composiciones. Y eso le da una riqueza que estos últimos discos tienen.
¿Siempre estuvo en los planes la edición en vinilo?
Era un viejo sueño. Es parte de cómo escuchábamos la música nosotros y cómo nos gusta escuchar la música. Nos gustaba, por ejemplo, la peregrinación a las ferias montevideanas a buscar vinilos. Y, de hecho, lo seguimos haciendo hoy en día; yo creo que nunca se cortó, además. Hubo un momento en que parecía que desaparecía, pero ahora está más vivo que nunca.
Aparte, viste que la tapa es como tener un cuadro: tenés música adentro, tenés las letras que vienen para seguir. No te estoy contando nada nuevo; sin embargo, en esta época eso suena nuevo: es la experiencia analógica, ¿no? Estamos muy habituados a lo digital. Y son cosas mágicas, cosas que nosotros queríamos, que era un berretín, un anhelo, un sueño. Estamos muy contentos con eso, y me parece que mucha gente que también lo vive como nosotros va a gustar de tener un disco de Buceo Invisible en su casa.
¿Cuál va a ser la propuesta del show del 20 de noviembre en Sala del Museo, más allá de presentar el disco?
Nosotros hace muchos años que tocamos en dos formatos: uno que tiene más de boliche, que es más la banda en directo tocando, si querés, más en formato de banda de rock; y cuando hacemos algún espectáculo más grande volvemos a los orígenes de trabajar en luces, de trabajar lo visual, de trabajar con un guion. Nosotros lo llamábamos “muestras” antes en los recitales. Y bueno, va a haber como eso, como más una presencia de… como más un diálogo entre la música, lo visual, la palabra, lo escénico. Es un lugar que también invita, porque es un lugar muy grande que invita como para poder pensar también en ese formato. Si bien no es un teatro, es un escenario grande que te da posibilidades de poder trabajar con todos estos recursos que un boliche chico no te da. Sin embargo, a nosotros nos gustan las dos. También nos gusta mucho el cuerpo a cuerpo y el tocar de cerca. Nos encanta. Pero esto nos da la posibilidad de poder trabajar toda esta otra línea que está presente desde el principio de Buceo.
Foto: Marcelo Bertolini