Andrés Torrón y Juan Campodónico presentan la exposición “La milonga es hija del candombe así como el tango es hijo de la milonga”

A partir del próximo jueves 5 de octubre y hasta el 5 de abril de 2024 (de lunes a viernes de 13 a 19hs.) en la Sala de Exposiciones del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra (Sarandí 450), se desarrollará la exposición “La milonga es hija del candombe así como el tango es hijo de la milonga”, ideada por Andrés Torrón y Juan Campodónico.

En ella, a través de un paseo visual y sonoro, podremos recorrer y encontrarnos con buena parte de la historia de la música nacional a través de la obra de once atistas fundamentales como lo son Alberto Mastra, Pedro Ferreira, Romeo Gavioli, Amalia De La Vega, Lágrima Rïos, Alfredo Zitarrosa, Manolo Guardia, Eduardo Mateo, Hugo Fattorusso, Ruben Rada y Jaime Roos. Toda una experiencia sensorial materializada a través de fotografías desconocidas, objetos icónicos y una sala de escucha acondicionada con un sistema de sonido de alta fidelidad donde la música de los mencionados creadores será protagonista.

Para contarnos más de la muestra conversamos con el músico, periodista, productor artístico Andrés Torrón, uno de sus curadores.

Por Liber Aicardi

Opa: Ringo Thielmann, Osvaldo Fattoruso y Hugo Fattoruso en Long Island, New York. Año 1977.
(Autor/a: S.d. – Archivo: familia Fattoruso).

¿Cómo surge la idea de la muestra?
Surgió a partir de una propuesta del SODRE, de hacer algo sobre música uruguaya en esta sala. Su directora, Adela Dubra, en una charla con Juan, le propuso hacer algo ahí. Juan me contactó y estuvimos pensando qué hacer. En esas charlas, apareció la frase de Zitarrosa “la milonga es hija del candombe así como el tango es hijo de la milonga” y nos pareció un muy buen punto de partida juntar esos mundos: la milonga, el tango y el candombe, que son como la base de la identidad musical uruguaya. La frase de Zitarrosa no es musicológica ni mucho menos, es algo poético más bien.
Estuvimos planeando, viendo cómo hacer, porque era un número amplísimo, pero lo acotamos a un número de artistas que nos parecieron muy representativos y que no son, necesariamente, puristas. No hay ningún tanguero, así, ciento por ciento, pero que fueron fundamentales y que, justamente, muestran esa mezcla de tres géneros.

¿Cómo fue la planificación, la bajada a tierra de cómo lo querían mostrar?
Entre otras cosas, contactamos a un estudio de diseño, al estudio Blende de Erika Bernhardt y Juan Fielitz, para que nos dieran una mano con el diseño de exposición. Nosotros sabíamos que queríamos mostrar fotografías que no hubieran sido vistas, queríamos mostrar a los músicos en su plenitud, en su juventud, digamos. Claro que tenía que haber música, que tenía que haber objetos, que tenía que ver una línea de tiempo que marcara las coordenadas. Junto con ellos fuimos diseñando, llevando esas ideas que teníamos de una exposición a un museo.

¿Cómo llegan a ese filtro de once artistas?
Te podría hablar mucho… Hay artistas que nos parecían indiscutibles como Zitarrosa, Mateo es otro indiscutible… Hicimos ese corte, también, para mostrar artistas que nos parecía que representaban esa mezcla de los tres géneros y que, a su vez, habían sido muy importantes y muy influyentes para los demás músicos y, también, entre sí y para la música uruguaya. De alguna manera, todos son parte de algo, como un río que tiene como afluentes, que va todo para el mismo lado.

Estaba pensando en el número 11, que tiene que ver también con tu libro “111 discos uruguayos”…
Un poco, sí es así. Pero, bien podrían haber sido 10. Pero, aparte, era un número que nos gustaba, también en cuanto al diseño, quedaba lindo.

Durante el proceso de trabajo para la muestra ¿les pasó de encontrar conexiones que, en una primera instancia, no las tenían mapeadas?
Puede ser… Teníamos claras muchas conexiones. Por ejemplo, hay una gran pared donde hay una proyección, que son fragmentos de entrevistas que hicimos Juan y yo a los tres músicos que están vivos (Jaime Roos, Ruben Rada y Hugo Fattorusso) y se nos ocurrió buscar a alguien más que estuviera ahí y entrevistamos a Hilario Pérez, que fue guitarrista de Zitarrosa en la primera época, en el primer disco, pero que también fue guitarrista de Amalia De La Vega y, también, fue guitarrista de Lágrima Ríos. Ahí tenés una conexión que muestra ese devenir de la música. Hilario tiene 87 años y está allí desde los años 50 tocando la guitarra. Esa podía ser una conexión, tal vez, de esas que decías, que no lo teníamos tan clara.

Y eso, a su vez, también tiene que ver con la importancia del instrumentista y su sonido…
Claro, queríamos que también eso estuviera presente y destacarlo, por más que los once son creadores de su trabajo. Que ahora también eso este presente es otra cosa de las conexiones. En esas entrevistas entrevistamos a los hermanos Mathías y Wellington Silva, continuadores de un legado increíble de la familia Silva y del candombe. El padre de ellos fue “Cachila” Silva, sus abuelos habían tocado con Romeo Gavioli, después tocaron con Rada, con Lágrima Ríos y hasta con Jaime Roos.

Y en cuanto a la memorabilia, y sin desmerecer a ninguno de los demás objetos ¿cuál es el que ustedes más atesoran?
Yo te diría que la joya de la corona es la guitarra de Zitarrosa. Eso es parte del Archivo Zitarrosa, que colaboró mucho con nosotros. Después va a estar el violín de Romeo Gavioli. A mí, personalmente, una de las cosas que me parece increíble que va a estar es la carpeta azul de Eduardo Mateo. Mucha gente no sabe, pero, Mateo en los 80´s, siempre andaba con una carpeta azul. Una carpeta común y corriente donde guardaba sus letras, dibujos, poemas, hasta los recibos de AGADU. Va a estar ahí expuesta, ahora, la carpeta con esos papeles. Eso es increíble. También, va a estar el manuscrito de Jaime, de “Hermano, te estoy hablando” con letras que no están en la canción original, o “Amándote”, que tiene una parte de letra, que no quedó.

¿Cómo fue la respuesta cuando empezaron con esa búsqueda? Porque los objetos materiales, probablemente sean la parte más celosa de los músicos o de las familias…
Fue buenísima. La verdad, que todo el mundo estuvo como súper abierto. Hubo una gran colaboración del museo de AGADU, pero también de la familia de Manolo Guardia, del propio Jaime Roos, de la familia de Zitarrosa, como te decía. Yo creo que, también, hay una cosa que queremos recalcar mucho y es la falta de archivo que hay de la música uruguaya. Porque poco se ha conservado por parte del Estado, de la parte oficial me refiero. No hay ninguna institución que preserve esto, la memoria de la música popular uruguaya. La falta que hay de una fonoteca, por ejemplo. Así como hay una Biblioteca Nacional, que haya una fonoteca. Eso es como una cosa que nos quedó, porque la cantidad de cosas que se han perdido es incalculable.

Además, especialmente en los últimos 50 años con una dictadura de por medio, donde hasta era peligroso tener en tu casa discos de Zitarrosa, por ejemplo…
Sí, claro. La dictadura fue un corte tremendo. Ahí hay cantidad de cosas que se perdieron, pero también hay como una falta de apego por nuestra cultura. Fijate que Mateo, El Kinto, Totem, tocaban en la tele y no hay nada de eso porque se borraba, se grababa arriba, también. Lo mismo con Zitarrosa. Nosotros armamos en la muestra una sala de con audiovisuales y lo que tenemos de Zitarrosa es de la televisión mexicana, de acá no hay nada.

¿Ves que se ha despertado un mayor interés desde la parte oficial en los últimos años?
Yo creo que sí, que ahora hay más conciencia. Tal vez, haya más interés en la gente. La verdad que es más fácil, también, conservar las cosas hoy que hace 50 o 60 años. Pero me parece que sí, que hay una mayor conciencia, que se está despertando también la conciencia de eso, de la falta de conciencia que teníamos antes. Eso me parece que es positivo. Y el haber hecho esta exposición y tener el apoyo que hemos tenido, tiene que ver con un mayor interés y una mayor conciencia.

¿Y también hay otro lugar de reconocimiento hacia los artistas, no? Te lo pregunto pensando por ejemplo, la poca relevancia que se le dio a Zitarrosa en sus últimos años o, incluso, al propio Mateo.
Sí, totalmente. Yo creo que hoy nos damos cuenta de la dimensión de un Rada, por ejemplo. Tal vez, siempre fue un músico popular, pero no sé si hace 20 años los uruguayos teníamos esta conciencia de la importancia artística, musical y cultural de Rada, todo lo que aportó a la música uruguaya. Es casi el inventor del candombe beat con Mateo. Ni que hablar de lo que pasa con Mateo, lo que fue su vida y hoy es un músico reconocido en el mundo. Nosotros hicimos énfasis en Romeo Gavioli, por ejemplo, que es un músico que, tal vez, no es tan reconocido, no tan recordado, pero que canciones como «Baile de los morenos” o “Tamboriles”, que todo el mundo conoce y la gente no sabe que son de él. Romeo Gavioli era el Jaime Roos de los años 40, era súper popular, tocaba en todos los bailes, tenía una orquesta típica de tango y le añadió tambores de candombe, en su momento una cosa muy revolucionaria, pero que fue muy popular también. Creo que hay una conciencia, pero también eso, ser conscientes del pasado y de que nada sale de un repollo. O sea, Rada siempre nombra a Pedro Ferreira como su Influencia principal. Está bueno saber que de dónde vienen las cosas.

¿Cuál es el tiempo que lleva el recorrido de la muestra? Se me ocurre que hasta habría que ir más de una vez…
Sí, yo creo que sí. Ahí depende mucho de qué quieras hacer. Tenemos una sala de escucha donde acondicionamos un lugar especialmente para que suene lindo acústicamente y hay unos parlantes tremendos con un equipo de audio súper Hi Fi donde va a ver una playlist que dura como una hora, que está en loop, con música de estos once artistas en las mejores condiciones de audio posibles. Eso es toda una experiencia que podés hacer. Están los videos que te decía, hay una cantidad de cosas. Podés hacer el recorrido en una hora o te podés quedar un par de horitas. Y nuestra idea también es que haya actividades a lo largo del tiempo que va a estar la muestra. Tenemos ganas de hacer, no sé si semanalmente, pero sí quincenalmente, en esa sala de escuchas, que un día esté sonando un disco especifico. Incluso tenemos los masters originales de las grabaciones, entonces escuchar en tremendo audio “Mediocampo” de Jaime Roos, o algún disco de Rada, que haya charlas y esa cosas. En noviembre va a haber un ciclo en Cinemateca con documentales de música uruguaya que es una especie de extensión de la muestra. La idea es, también, sacar la muestra de la sala.

Ruben Rada, s.d., Enrique Abal, Manolo Guardia. Año 1969 aprox.
(Autor/a: S.d – Archivo: Familia Guardia).