Tabaré Rivero: “En las canciones hay que hablar del mundo en que uno vive”

Durante los primeros años de La Tabaré, su líder, Tabaré Rivero, pensó que cada recital iba a ser el último. Hoy, con más de treinta años trayectoria y luego de haber pasado por varias formaciones, la banda no sólo continúa siendo una referencia cuando se habla de rocanrol en Uruguay, sino que en muchas de sus letras, podemos encontrar una crónica social y cultural de nuestro país desde 1985 hasta la fecha. En 2017, se editó su 14° álbum titulado “Blues de los esclavos de ahora”, y su presentación oficial, que tendrá lugar el próximo viernes 4, a las 22 hs. en Sala del Museo, fue el pretexto para conversar con Tabaré sobre dicho trabajo, los motivos que lo trajeron de nuevo al rock y las distintas formas de esclavitud actual, entre otros temas.

Por Liber Aicardi

Foto: Alejandro Persichetti

Cuando comenzaste con La Tabaré, a mediados de los 80´s, cantabas “me miro en el espejo y me veo un poco viejo para andar cantando rock” ¿Te imaginabas que más de treinta años después ibas a seguir cantando rock?
No, todo lo contrario. Me sentía viejo de verdad porque era ocho años más grande que las otras bandas, Los Estómagos, Los Traidores…Los Tontos eran un poquito mayores que ellos, pero, también, más jóvenes que yo. Yo armé la banda con músicos de El Cuarteto de Nos, en aquél momento, con Andrea Davidovics, actriz amiga de toda la vida, pero yo creí que La Tabaré iba a durar esas cuatro funciones en el Teatro Circular y nada más; y, después, que iba a durar una añito más porque empezaron a pintar algunos toques en la playa en verano, y después de ese añito, pedí licencia en el Circular, porque yo era actor del elenco del Circular… lo mío es el teatro, yo había estudiado mucho teatro, pero no había estudiado música, y siempre consideré, además, que cantaba muy mal, más en aquellos tiempos ¿no? Siempre pensé “éste es el último toque”, en aquellos años. Recién empecé a darme cuenta que iba a durar más tiempo cuando salió el segundo disco, ya estamos hablando del año ’89, por ahí. Los cuatro primeros años pensé “esto termina mañana”. Porque se acababa el público, además, el boom de los 80 había terminado y a La Tabaré le seguía yendo bien pero las otras bandas desaparecían, ya no había programas en la radio, no había nada y ¿qué iba a seguir yo con esto? Lo hacía porque me apasionaba, pero decía “nadie me va escuchar, nadie me va a dar pelota” y, de pronto, en el año ’90 hicimos un toque para veinte personas, me acuerdo, en enero, y después armé “La ópera de la mala leche” y se agotaron las entradas. Entonces dije “bueno, puedo seguir un poquito más”. Siempre fue así, hasta que, en un momento dije “yo esto no lo dejo por nada porque es lo que me mueve la vida”. El teatro es algo intelectual, que uno tiene que bajarlo al cerebro para, después, pasarlo al alma y la música me entraba al alma derecho.

¿Sos consciente de que La Tabaré es el último bastión del rock de los 80´s, en cuanto a la manera de decir las cosas, las letras, la actitud, etc?
Yo no logro ver la trascendencia de la banda. Ahora, en este momento, estoy viendo un poquitito más que La Tabaré, sí, está siendo más reconocida. Pero, durante muchos años, inclusive ahora, sale un libro de rock y tiene un título de Los Estómagos y, siempre, es entre Los Traidores, Los Estómagos, y nosotros estuvimos a punto de entrar en el disco “Graffiti”, siempre lo cuento, y quedamos afuera por un cachito y digo “esto es por el culpable de Carbone” (risas). Y yo decía “con todo lo que hace que estamos acá, ya habían pasado veinte años, veinticinco años de la banda y La Tabaré no es reconocida y no es reconocida”. Y, ahora, en los últimos cinco años, estoy viendo que sí. Hay una generación nueva, inclusive, de muy jóvenes que, de pronto, no escucharon más que los últimos discos, pero como que saben que hace años que estamos y se mira a la banda con otro respeto.

El recital de los treinta años fue un quiebre en la carrera de la banda ¿no?
Sí, absolutamente. Porque, además, ese recital fue, quizás, también, lo que me hizo volver al rock, de alguna manera. Yo me había enojado con el rock y no quería hacer Teatro de Verano no quería hacer nada que tuviera que ver con el mega estrellato de la movida rockera y todo eso, viéndolo desde ese punto de vista, que estaba enojado con el rock superstar argentino, por ejemplo, ni que hablar del anglosajón. Pero no quería nada, los músicos se enojaban conmigo porque yo quería tocar en bolichitos chiquitos para cincuenta personas como mucho y ellos me decían “no, loco, hay una movida de rock brutal”. Después, me convencieron de hacerlo en el Teatro de Verano. Acepté de mala gana, además, porque no quería sufrir… ¿y si llegamos a meter trescientas personas en el Teatro de Verano qué pasa? Me agarro un bajón, treinta años en esto y meter trescientas personas ¿viste? Cuando se llenó, de verdad, me sentí agradecidísimo a la vida, al público, feliz…Creo que fue el momento, además, donde me sentí tranquilo.

Yo no logro ver la trascendencia de la banda. Ahora, en este momento, estoy viendo un poquitito más que La Tabaré, sí, está siendo más reconocida. Pero, durante muchos años, inclusive ahora, sale un libro de rock y tiene un título de Los Estómagos y, siempre, es entre Los Traidores, Los Estómagos, y nosotros estuvimos a punto de entrar en el disco ‘Graffiti’, siempre lo cuento, y quedamos afuera por un cachito y digo ‘esto es por el culpable de Carbone’ (risas). Y yo decía ‘con todo lo que hace que estamos acá, ya habían pasado veinte años, veinticinco años de la banda y La Tabaré no es reconocida y no es reconocida’. Y, ahora, en los últimos cinco años, estoy viendo que sí.

En el último disco hay una vuelta al sonido clásico de La Tabaré, luego de haber transitado por la milonga, el cabaret y otros estilos ¿Vos también los sentís así?
De alguna manera, sí. Dejé de preocuparme por lo que hay que hacer. Yo tengo la cabeza de que en este país, hay que meter un bandoneón, hay que meter una murga, aunque no sea la música que yo más escucho, porque es la música del sonido del ambiente en el cual me muevo. Yo siempre tuve esa consciencia de que soy montevideano y no puedo ni me interesa escribir como un porteño, porque la diferencia entre Montevideo y Buenos Aires es gigantesca y, menos que menos, escribir como un londinense o un yankee de cualquier lugar de Estados Unidos. Cuando empecé a darme cuenta de que lo que yo escucho en mi casa es rock y blues, obviamente, a veces, escucho milonga y otro tipo de música, pero la base es el rock y el blues, es una constante, entonces digo “¿por qué voy a hacer, siempre, lo que hay que hacer y no lo que tengo ganas?” El toque en el Teatro de Verano, una gira que hicimos por España con los Once Tiros, también, viendo lo que ellos hacían yo dije “yo tendría que hacer rock” con mis letras, no con las letras de ellos ¿no? y que no es indigno ponerse la guitarra eléctrica y apretar el pedal de la distorsión; todo lo contrario. Si uno lo hace con dignidad, podemos ser, igual, muy sinceros y muy honestos y encontrarle la “montevideanez” a esa música, que creo que es lo que traté de buscar en este disco y, me parece, que la encontré.

Este disco, además, llega en un momento en que la formación está consolidada y encuentra a Lucía muy afianzada, a la altura de las principales referentes que tuvo la banda ¿Coincidís en esto?
Yo estoy muy contento con la entrada de Lucía a la banda. Primero porque es la primera cantante que no es actriz. Yo me cansaba de decirle a las cantantes “vamos a hacer un toque tal día” y era “¡ah, no por favor porque tengo función!” y las funciones de teatro son insuspendibles. Entonces, en esta oportunidad, llamamos a una cantante que no fuera actriz. Claro, ella empezó a crecer, también, y ella, a partir de que entró en La Tabaré, ha desarrollado una lindísima carrera personal, pero ya sabe que primero está la banda porque así fue lo que hablamos con ella. Y, por otro lado, los músicos se conocen desde hace mucho tiempo, y es al revés que antes. Yo siempre llamé a amigos míos a tocar en la banda, que, después, no se llevaban bien entre ellos, por ejemplo, o conmigo por algún problema, o lo que sea. Acá, ya se llevaban bien ellos, eran muy amigos y me aceptan a mí. Son todos tipos que tienen treinta años menos que yo y me aceptan, yo diría que, la mayoría, casi como un amigo, o como el hermano mayor, una cosa así. Tampoco me pongo a la altura de ellos, no puede seguirles la cabeza con todas las jodas que hacen porque, al otro día no me levanto de la resaca ¿viste? (risas). Pero, tenemos una forma en común de divertirnos que me encanta, que nunca tuve una banda tan armada por este mismo motivo. Porque, en este caso, ellos ya vienen de conocerse de mucho tiempo y fueron llegando a la banda de a poco, uno se recomendaba al otro, no los recomendé yo, y eso armó una cosa muy linda. Evidentemente, también hay discusiones, como en todas las bandas, pero a otro nivel, no como antes que eran conversaciones con respecto a lo filosófico de la música; yo tenía que explicarles a los músicos por qué hacer esto y no hacer otra cosa. Esta banda ya sabe que La Tabaré es así, aceptan que La Tabaré sea así, entonces yo no tengo que estar blah, blah, blah. Todo lo contrario, ellos hace los arreglos, La Tabaré es una cooperativa, no es un solista y que ellos me acompañan. No solamente todos opinamos por igual, sino que ellos opinan más que yo, y yo los dejo tranquilos porque sé que no se van a ir del carril ése, que me gusta mantener dentro de La Tabaré.

Los músicos (de La Tabaré) se conocen desde hace mucho tiempo, y es al revés que antes. Yo siempre llamé a amigos míos a tocar en la banda, que, después, no se llevaban bien entre ellos, por ejemplo, o conmigo por algún problema, o lo que sea. Acá, ya se llevaban bien ellos, eran muy amigos y me aceptan a mí. Son todos tipos que tienen treinta años menos que yo y me aceptan, yo diría que, la mayoría, casi como un amigo, o como el hermano mayor, una cosa así.

¿Cómo fue trabajar en el disco con Fede Lima, un productor que viene de otra escuela?
En realidad, no necesitamos un productor que nos diga qué estribillo meter para que quede más canchero el tema para que entre en el ranking o para que se baile. Nada de eso, sino guiarnos por el camino para que el sonido que tenemos en el ensayo, pasarlo al estudio. Es dificilísimo. Si no hubiera sido por los productores, nunca lo hubiéramos logrado. En el caso de Fede Lima, yo tuve muchas charlas con él, mucho pase de música “mirá, esto es lo que me gusta escuchar a mí todo el día y quiero que la música venga por acá” y él me decía “¿y esto otro?” y yo decía “sí, pero fijate en el disco anterior a ése o posterior a ése”…Hace poco hizo un comentario muy lindo, dijo “aprendí con La Tabaré que las canciones no tienen por qué tener parte A – parte B – estribillo – parte A y parte B. Tabaré compone” dice “parte A – parte B – parte C – parte C de vuelta y, de pronto no tiene estribillo y los músicos siguen la letra, no siguen la estructura de una canción”. Y me gustó porque es, realmente, así como compongo. Las canciones van variando según la letra, muchas veces.

A propósito de las letras, en muchas de tus letras hay bastante observación y pintan la realidad del momento como en el caso del tema “Pagar y pagar”, pero ha sido así desde los comienzos…
Soy demasiado observador. A veces, observo y me equivoco como loco, observo demasiado y me hace mal.

¿Y con los años has agudizado eso o lo sentís como un karma?
Es un karma que tengo y, a veces, quiero dejar de observar. Soy de los tipos que, si hay dos personas o tres personas en una reunión, me doy cuenta que aquél no se lleva bien con el otro o que hay un enganche y hay amor, por ejemplo. Generalmente no me doy cuenta cómo se llevan conmigo, pero, sí, puedo observar cosas que la gente no ve con respecto a las inter relaciones humanas. Pero además de eso, estoy parado y más o menos informado y atento a las cosas que pasan en el mundo en que vivo. Y eso, me gusta plasmarlo en las canciones. Creo que, en las canciones, hay que hablar del mundo en que uno vive, aunque no todas tienen que ser exactamente iguales. No solamente pinta tu aldea, sino pinta el estado anímico de tu aldea. Pinta el día a día, qué es lo que está sintiendo la gente en este momento.

Particularmente, en “Rasga corazón (MCMLXVI)”, hablás de tu niñez pero también es una buena fotografía del Uruguay pre-dictadura ¿Cómo te marcó ésa etapa?
El año ’66 me marcó, a mí, por muchos motivos y nunca supe por qué. Pero, recuerdo que empezaba el hippiesmo en el mundo y que, acá, llegaba como moda, pero, a mí, esa moda me encantó. Yo tenía nueve años, era moda para gente mayor, de dieciocho, porque, inclusive, a los dieciséis años en aquellos tiempos se era muy niño. Yo estaba obnubilado con los Beatles, con el disco “Revolver” y empezó a marcarme mucha cosa, mi primer enamoramiento, la separación de mis padres, Uruguay en el mundial, 0 a 0 contra Inglaterra en la apertura del mundial en Inglaterra, en aquél lugar, era muy mágico todo ¿no? Tan mágico como un gurí de nueve años puede vivir las cosas, todo se magnifica más. Y yo quise transmitir, de alguna manera eso, aunque también tuve las penas de la separación de mis padres, de algunos dolores, de un cambio que yo pasé de ser un niño a empezar a darme cuenta que la adultez era otra cosa, descubrí mentiras familiares y a verla de otra manera. Eso me marcó mucho. Nombro los lugares que marcaron mi vida, las canchitas del Sur y Palermo de baby fútbol, el cuadro Miguelito Siré de Palermo, que era el cuadro donde yo jugaba, también el Teatro El Galpón, empezaba (eso me enteré después) la movida de la clandestinidad tupamara y todo eso, el temporal, me acuerdo como si fuera hoy, en febrero, que voló los vidrios de mi casa y las chapas de zinc de El Galpón se elevaban y volaban por el aire y desde la ventana de mi cuarto (yo vivía en el edificio al lado de El Galpón, por eso lo recuerdo tanto) se veía el escenario del teatro. Y, después, me enteré que se había caído La Rueda Gigante y eso. Entonces, me gustó ese año como un año de quiebre en mi vida, donde hubo cosas tristes y hubo cosas hermosas.

El ser humano parecería que necesitara estar atado a algo porque no se anima a ser libre. Y yo, a veces, me siento, también, en alguna de esas esclavitudes, tratando de ver cómo hacer para remontar vuelo de verdad. Y es muy difícil remontar vuelo cuando uno vive tan lejos de la naturaleza y sigue siendo esclavo de estas cuatro paredes y de todo lo eléctrico que hay y de lo que nos enseñaron, esa mochila de educación moralista, antigua y muy perjudicial para el nerviosismo humano, para la sensibilidad, para todo.

Y en cuanto al título del disco “Blues de los esclavos de ahora” ¿Cuál es, para vos, la diferencia entre los esclavos de antes y los de ahora?
El esclavo-esclavo es el esclavo bluesero, que lo hacían trabajar en los laburos pesados, con el tipo encadenado. Esos esclavos todavía existen. En los países asiáticos, las empresas como Nike y muchas otras tienen un montón de indonesios trabajando por dos reales, y acá mismo, en Argentina, en un sótano lleno de bolivianos, también lo mismo. Después está el otro esclavo. El que viviendo en democracia y siendo de clase media que puede decir que es un hombre libre ¿por qué? Porque tiene derecho a votar cada cinco años y, en realidad, somos esclavos no sólo del patrón que tenemos que tener para sobrevivir, muchas veces, sino también esclavos de lo que nosotros elegimos para tapar nuestros espacios vacíos ¿Cuáles son? Los vicios, por ejemplo, o esclavos de las drogas, o esclavos de la computadora, o esclavo del celular o esclavo del amor, de la pornografía, de cualquier cosa. El ser humano parecería que necesitara estar atado a algo porque no se anima a ser libre. Y yo, a veces, me siento también, en alguna de esas esclavitudes, tratando de ver cómo hacer para remontar vuelo de verdad. Y es muy difícil remontar vuelo cuando uno vive tan lejos de la naturaleza y sigue siendo esclavo de estas cuatro paredes y de todo lo eléctrico que hay y de lo que nos enseñaron, esa mochila de educación moralista, antigua y muy perjudicial para el nerviosismo humano, para la sensibilidad, para todo.

Como que en la esclavitud contemporánea el amo está menos visible
Está menos visible. A veces, el amo es uno mismo, pero uno se auto castiga, como si uno estuviera castigando a su propio esclavo. Y, por otro lado, están, evidentemente, los verdaderos amos que son los que no se ven, los que te tiran todos los misiles para que la gente se distraiga. Desde lo cultural, para que se distraiga bien con lo cultural, ésos son los visibles, los que están en los medios de comunicación, por ejemplo, y, a veces los artistas; y, por otro lado, los dueños del planeta, que no dan la cara y nos manipulan de la manera que ellos quieren. A veces, yo ni cuenta me doy de lo manipulado que estoy, no lo puedo creer, a veces digo “¡qué lindo! ¡qué feliz que estoy!”

¿Cómo va a ser la presentación del disco?
Va a ser algo especial. Primero, por una tontería como ésta: vamos a tocar todos los temas del disco, cosa que nunca hicimos en nuestra vida. Cuando presentábamos un disco, era una excusa, tocamos cuatro o cinco temas porque, además, la mayoría de los discos de La Tabaré, no eran discos que se pudieran tocar todos los temas o porque eran demasiado acústicos o porque eran temas de diez minutos. Ahora, si bien hay un medley que dura diez minutos o doce, por ahí, se puede tocar todo el disco. Vamos a tener invitados, por supuesto y vamos a hacer un espectáculo digno de la presentación de un disco.

Foto: Alejandro Persichetti
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