Mandrake Wolf: “Necesité otro sonido, volver a lo más crudo”

Luego de tocar durante más de treinta años con Los Terapeutas, Alberto “Mandrake” Wolf, decidió salir de su zona de confort y tomar la ruta del blues y el rock más crudo. Mandrake y Los Druidas, su nueva banda, fue el vehículo ideal para transitar ese camino. Para ello, convocó a Federico Anastasiadis (batería), Ignacio Iturria (guitarra) e Ignacio Echeverría (bajo), quienes materializaron el sonido que Mandrake buscaba en esta nueva etapa. Su álbum debut fue una de los puntos más altos que dejó 2017, destacándose entre los mejores discos del año. El próximo viernes 11, a las 21 hs. en La Trastienda, tendrá lugar el show con el que presentarán oficialmente dicho trabajo y, antes, conversamos con el líder de Los Druidas en una sustanciosa charla, tanto a micrófono abierto como off the record. Su necesidad de “ir por otro lado”, la forma en que fueron llegando los distintos integrantes a la banda y la conexión con ellos más allá de la diferencia generacional, fueron algunos de los tópicos en torno los cuales giró la entrevista que compartimos a continuación.

Por Liber Aicardi

Cuando pensaste en formar Mandrake y Los Druidas ¿tuviste la necesidad de alejarte del sonido de Los Terapeutas?
No, no era alejarme del sonido de Los Terapeutas, sino, también era que Los Terapeutas se había transformado en una especia de fábrica, en la que somos todos amigos, los músicos son terribles músicos, pero yo me daba cuenta que estaba como marcando una tarjeta. Yo sabía que eran tipos que podían tocar cualquier cosa de lo que yo les dijera, ellos iban a aportar una cantidad de ideas mucho mejores, a veces, que las mías, como pasa en muchos de los discos de Los Terapeutas, pero yo necesité otro sonido, necesité, incluso “des sofisticarme” un poco, como volver, un poco, a lo más crudo, un sonido más sencillo, quizás. Pero, tampoco, era tan fácil lo que yo quería, también tenía pretensiones musicales, necesitaba tipos que entendieran, más o menos, por donde va la cosa y fue un largo camino de conocer muchos músicos. No me lo puse adrede, no fue que dije “voy a empezar a conocer músicos”. Fue el hecho que viendo tocar, de repente, un día, veo a Anastasiadis y digo “¡pah! este baterista cómo toca, cómo toca la idea ¿qué le gustará?” y en seguida hubo una conexión, era como el baterista perfecto, además, le gustaba el candombe, en seguida salió una charla de tambores… En las bandas de mi palo, ésas que mezclan el candombe con el rock, lo primero siempre es el percusionista o el baterista, son los cimientos. En Los Terapeutas, fue Wilson Negreira. Para mí era él y, a partir de ahí se erige el templo ¿viste? Y con Federico pasó lo mismo. Y, ahí, una vez que tenía el baterista, ya era muy fácil. Es un tipo que entendía la historia del candombe, entendía la historia del blues, la banda de él es re bluesera, Oro es blues total. Entonces, a partir de ahí, fue muy fácil. Con Ignacio Echeverría, lo mismo “¡qué bajista increíble! Y toca con los Buenos Muchachos y toca con “El Chapa” (Juan Pablo Chapital), sabe tocar las dos cosas” y resulta que había tocado con Anastasiadis, en un proyecto anterior. “Ta, la base está” como decía el “bambino” (risas). Después, me faltaba un guitarrista, porque yo no podía tocar y cantar a la vez, y haciendo solos no rindo, a veces sí, si tengo otra guitarra. Y buscamos un guitarrista, empezamos a ver guitarristas y “Nacho” Iturria, vino y, en seguida, agarró los temas en dos minutos. Siempre, cuando hago ese resumen de lo que pasó con la banda, digo que fue algo que yo quería y que, también, se dio por casualidad porque encontré a los indicados.

¿Primero pensaste en un sonido para la banda y luego vinieron los integrantes o fue al revés?
Tenía un sonido en la cabeza, tenía las canciones. También las podía haber hecho con Los Terapeutas que sé que son tipos muy maleables, que pueden toar cualquier cosa, pero dije “no, vamos a ir por otro lado”.

¿En la búsqueda tuvo que ver también, que los músicos fueran de una generación más joven que vos?
No, no. A ese nivel, no. No tuvo nada que ver a nivel generacional. Lo más cómico es que cuando hacemos un cumpleaños con Los Druidas, ellos escuchan los mismos discos que escucho yo (risas). Con Los Terapeutas, capaz, que hacía un cumpleaños y con (Daniel) Jacques, que es un tipo que siempre está con música, escuchábamos cosas más modernas ¿viste? Acá es al revés, escuchan lo que yo escuchaba.

Los Terapeutas se había transformado en una especia de fábrica, en la que somos todos amigos, los músicos son terribles músicos, pero yo me daba cuenta que estaba como marcando una tarjeta. Yo sabía que eran tipos que podían tocar cualquier cosa de lo que yo les dijera, ellos iban a aportar una cantidad de ideas mucho mejores, a veces, que las mías, como pasa en muchos de los discos de Los Terapeutas, pero yo necesité otro sonido, necesité, incluso ‘des sofisticarme’ un poco, como volver, un poco, a los más crudo, un sonido más sencillo, quizás.

De repente, se acercaron más ellos a tu sonido que vos a ellos…
No sé, es que eso nunca fue premeditado, salió. A la vez, yo no busqué un sonido retro, yo quise hacer lo que suena ahora, lo que pasa es que el sonido valvular, la manera en que fue grabado este disco, que fue grabado en tomas, no hubo mucho overdubbing, es decir que fue grabado en vivo, salvo las voces. Algún solo nomás. Después, todo era dos guitarras, bajo y batería. Se grabó en diez días.

A la vieja escuela, digamos…
A la vieja escuela, tal cual. Es verdad que en el estudio, la cosa estaba fuerte. Teníamos como seis equipos de guitarra cada uno. Fue ahí, en Overhead… nunca se habían quejado del sonido (risas).

Cuando uno recorre el disco, parece un decálogo de rock y blues de los 60’s, 70’s hasta ahora y, a la vez, tiene un sonido que en nuestro país no se venía haciendo.
Sí, puede ser. Es como que yo tenía ganas de hacer eso, no me interesó si eso estuviera faltando, no lo hice con una visión comercial. Y mirá lo que son las casualidades: en el segundo concierto que hicimos, en la Zavala Muniz, fue el cantante de Los Espíritus y quedó fascinado. Cuando yo escucho a Los Espíritus digo “mirá, no era yo solo el que estaba precisando algo así”, y son guachos mucho más jóvenes que yo.

¿Te sorprendió que el disco tuviera tan buena repercusión en la prensa y en buena parte del público que, de repente, antes no te escuchaba?
Sentí que gustó, que mucha gente se sorprendió un poco. Pero, estoy hablando del ambiente musical, no sé si a nivel masivo pasó algo, veremos ahora si llenamos La Trastienda. A nivel de músicos, sé que hubo un cimbronazo. A mí me daba un poco de miedo. Mi miedo era que dijeran “es el mismo perro con distinto collar”, pero creo que no pasó eso, se entendió mi sentimiento, que era ir por otro lado, ir sinceramente. Y eso que vos dijiste de que había un nicho de mercado, que nadie sonaba así, después, me di cuenta que es verdad. Por ejemplo, Pescado Rabioso nunca más vino, Manal nunca más vino, Días de Blues nunca más vino, no sé por qué, no se siguió en esa onda, pero los muchachos de Oro siguen esa onda y son guachos veinte años más jóvenes que yo, Los Espíritus lo mismo. Pero no es lo mismo, tampoco. No es que nadie haya buscado un revival, no es como una banda revival esas que “lo de antes fue lo mejor”, sino que fue una necesidad de sonar así. Lo que inventaron los Beatles dentro del estudio, o lo que hizo Jimi Hendrix con un Wah-Wah y con los equipos, las locuras que logró, ahora cualquier pelotudo lo hace en el estudio ¿entendés? No sé por qué no se siguió aplicando, si está buenísimo eso. Yo me di cuenta, mientras estaba haciendo el disco, que Jimmi Hendrix es insuperable, le gana al jazz, le gana al rock, es el hombre de Marte ¿qué era eso? Psicodelia, Blues, toda la tradición negra, Heavy Metal, todo, cómo se vestía, la pintita del hombre era increíble…Bueno, sí, hay una gran Hendrixmanía dentro de mí, nuevamente brotó y estoy cada vez más Jimmi Hendrix.

Sentí que (la banda) gustó, que mucha gente se sorprendió un poco. Pero, estoy hablando del ambiente musical, no sé si a nivel masivo pasó algo…A nivel de músicos, sé que hubo un cimbronazo. A mí me daba un poco de miedo. Mi miedo era que dijeran ‘es el mismo perro con distinto collar’, pero creo que no pasó eso, se entendió mi sentimiento, que era ir por otro lado, ir sinceramente.

Contame cómo surge “Éstos son los días” que fue un tema que estuvo en varios de los resúmenes de lo mejor del año pasado, incluído el nuestro.
“Éstos son los días” es un blues a lo Grateful Dead, medio lento, como medio sofisticado, con algunos acordes medio a lo Jerry García, por decirte una referencia en la música. Y la letra es una barra, yo soy la voz de una barra, pero en esa barra hablo de uno, hablo de otro, hablo en primera persona, pero, son varios personajes de mi amistad, de mi familia, no familia de sangre ¿no? que los puse todos juntos e hice como un personaje.

Está claro que la presentación en La Trastienda va a ser un show de rock ¿Están preparando algo especial?
Sí, estamos pensando algunas cositas extra musicales, también, y en lo musical, va a ser en base al disco, se van a tocar las once canciones y algunas canciones que quedaron fuera del disco, que, muchas veces, las integramos a los shows, hacemos algunos covers, también. Pero, acá (todavía no puedo decir nada) tenemos ganas de hacer algo distinto a todo lo que hemos tocado, no sé si un tema nuevo o una cosa ambient para este show. Vamos a tratar de que nos salga (risas) porque es un poco pretencioso, pero está buena la idea.

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