La Memoria: “Faltaba un disco que hoy hablara sobre los desaparecidos”

El nacimiento de La Memoria es historia reciente. La banda se formó en 2018, a partir de que su guitarrista Fabián Vázquez (también integrante de La Sangre de Verónika), compusiera un conjunto de canciones con un sonido orientado al post-punk y una lírica conceptual marcada por los desaparecidos durante la última dictadura que tuvo lugar en nuestro país. “Desaparecida” es el título del álbum que reúne dichos temas y que el grupo, integrado además por Gerardo Morán (voz), Germán Veglio (guitarra), Rodrigo Quagliano (bajo) y André Goldman (teclados / caja de ritmos), presentará oficialmente en vivo el próximo sábado 16, a las 23 hs, en Tundra Bar (Durazno 902 esq. Convención), contando con Hyaedra como banda invitada. Antes de ello, conversamos con Fabián, entre otras cosas, sobre la concepción del álbum, los motivos que lo llevaron a abordar dicha temática y la búsqueda del sonido que remite a la época.

Por Liber Aicardi

¿Cómo surge La Memoria?
En enero de 2018 empecé a grabar unos temas propios, a maquetearlos. Grabé diez temas que, a la postre, iba a ser el disco. Formé este proyecto invitando a cada integrante por la amistad que nos unía y, aparte, por sus gustos musicales, su don de gente y por cómo cada uno ejecuta su instrumento, digamos. Es todo un combo. Después de ahí, a ellos les gustaron las canciones y las grabamos. Claro que en el proceso cada uno le puso su paleta de colores para lo que terminó siendo el disco.

La banda tiene un sonido que remite claramente al post-punk ¿A qué se debe?
Nosotros buscamos ese rumbo por la temática de las letras. Hicimos un disco temático que abarca el tema de los desaparecidos en dictadura cívico-militar en Uruguay, entonces, la música es en clave post-punk ¿Por qué? Primero por los gustos propios y porque consideramos que iba de la mano con la época y, también, porque, quizás, nos hubiera gustado estar en esa época para grabar éste disco.

¿Cuál fue el disparador que te llevó hacia esas letras?
El disparador es la historia uruguaya. Yo nací en el ’76, lo viví inconscientemente pero, como artistas, a nosotros nos mueve mucho, entonces teníamos la necesidad de expresarnos con opinión, con crítica, de la manera que fuese. Teníamos la necesidad de expresarnos de esta manera, de hacer este disco. No nos creemos dueños de la verdad, pero consideramos que faltaba un disco que hablara de esto hoy, en 2019.

¿Quedaban cosas por decir?
A nosotros, sí. Y si hacemos un mea culpa los artistas, creo que también. Si bien hay excelentes canciones que hablan de estos temas, por el significado, por la interpretación, capaz que están un poco aisladas. Y hay otros temas que se escaparon, también…

¿Como cuáles?
A nosotros nos enoja mucho el estado estático.

¿Por lo social?
Por lo social, sí. Pero, también por lo político, por los dirigencial, sobre todo. A eso me refiero con el estado estático.

La música de la Memoria tiene más que ver con la movida de los ‘80s que con el rock uruguayo más actual ¿eso los condiciona a la hora de insertarse en la escena local?
Lo que nos hace pertenecer, para mí, son las letras. Después, lo otro, es cierto lo que decís, nos sentimos por fuera. Aparentemente. Porque hay gente que le gusta, que nos hace llegar su cariño, no estamos tan errados ¿no? Pero, creo que tenemos que ser fieles a nuestros gustos y, si gusta lo que hay en 2019, bienvenido sea. Los muros no están hechos para los gustos, para nada.

¿Cómo fue el proceso de grabación?
Salió muy automático, realmente. Esa es la palabra. Con mucha soltura. Y, si teníamos un problema compositivo en el camino, lo resolvimos rápidamente. En un momento, en una canción, tuvimos problemas de que no le encontrábamos la vuelta, le faltaba algo y haciendo algunos cambios pudimos sortear eso. Fue muy automático, digamos. La grabación fluyó y la composición también porque la composición llevó un mes y, después, la grabación fue durante el mismo año y el debut en vivo también.

En la producción se nota que hay una intención de lograr determinados sonidos y ambientes ¿Eso se discutió mucho o surgió naturalmente?
Ya, desde las maquetas, estaba planteado ese sonido. Desde la elección de los instrumentos, desde la elección de no tener una batería acústica, eso nos da cosas y nos quita otras, pero apuntamos a lo que nos daba. Son gustos. A nosotros nos gusta mucho Joy Division, Sisters of Mercy, The Cure… amamos a esas bandas y las escuchamos todos los días y las escuchamos desde que las conocimos. Para nosotros es bastante natural y, a las normas actuales de grabación, capaz que no les dimos mucha bola. Ahora que me dices eso, recuerdo que lo primero que aconsejé a Oscar Corte, el técnico de grabación, fue que se hiciera la cabeza de que estábamos en los ’80s, que usara las herramientas de 2018 pero con una cabeza ’80s. Él también tiene sus gustos que remiten a ésa época y fue, realmente, un encuentro muy grato. Fue el ingeniero de sonido correcto para este disco y, para los que vendrán, también, porque formamos un equipo donde él es muy importante.

¿Les pesó en algún momento el miedo (por llamarlo de alguna manera) a sonar anacrónicos? Lo pregunto pensando, sobre todo, en las nuevas generaciones acostumbradas a escuchar otro sonido.
Sin embargo, la crítica que me llegó por estar fuera de moda era hablar de los desaparecidos, por ejemplo. Capaz que estamos siendo un poco ingenuos o desinteresados en ese sentido, si le puede gustar o no a tal generación. Nos sentimos seguros de nuestros gustos y de lo que estamos tratando de mostrar. Capaz que hay una sana inconsciencia en eso.

Y ahora, viéndolo desde el lado contrario ¿Pensás que puedan abrir cabezas, justamente, en las nuevas generaciones?
Eso sería, realmente, fantástico y, obviamente, es uno de los objetivos al hacer un disco conceptual sobre este tema.

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