Franny Glass: El arte de cantar canciones de amor como si no hubiese un mañana

Hacia fines de 2020, Franny Glass, el proyecto capitaneado por Gonzalo Deniz, publicó “Canciones de amor para el fin del mundo”, su séptimo álbum, un trabajo que se fue moldeando y creciendo a la vista del público. El disco fue desarrollándose, además, en compañía de audiovisuales que complementan cada canción. Todo esto, antes de su publicación. Por otra parte, unos pocos días atrás vio la luz la banda de sonido del film “La teoría de los vidrios rotos”, donde Franny Glass se encargó de la misma y oficia de soporte musical para Silvestre De La Sierra, cantante interpretado por el actor Humberto De Vargas. Como si lo anterior no fuera suficiente, horas atrás se conocieron las nominaciones de la edición 2021 de los Premios Graffiti, destacando el trabajo de los liderados por Gonzalo Deniz durante el pasado año en siete categorías, incluyendo Canción del Año (“Tu nombre tatuado”) y Álbum del Año.
Los próximos 16 y 17 de setiembre, a las 21 hs, en La Trastienda MVD “Canciones de amor para el fin del mundo” tendrá su presentación oficial en vivo devenida, emergencia sanitaria mediante, en apertura de una gira de continuará por Colonia (25/09), Canelones (02/10), Rocha (16/10), San José (06/11) y Maldonado (13/11) y que cerrará esta etapa de su carrera.
Sobre el proceso de su, ahora, penúltimo álbum, cuyo punto de partida tuvo lugar a principios de 2019, la estética musical del mismo y de componer canciones para el universo cinematográfico, entre otras cosas, conversamos con Gonzalo en la entrevista que te compartimos a continuación.

Por Liber Aicardi

¿Cómo se dio el proceso que tuvo el disco, de mostrar las canciones en vivo antes que estuvieran grabadas, después, publicando los temas de a uno con su respectivo video y posteriormente lanzar el álbum?
Es el proceso más largo en torno a un álbum que yo he realizado, digamos. En realidad surgió, entre otras cosas, porque – y no quiero hablar de cómo escucha discos la gente en general sino como yo mismo estaba escuchando discos – los discos los tenés al alcance de la mano, literalmente. Los podés escuchar donde se te antoje y hay muchos discos interesantes para escuchar. Y lo que estaba sucediéndome a mí, como escucha, era que sale un disco de un artista que te puede interesar a priori o que alguien te recomienda y lo ponés en tu casa mientras estás haciendo otra cosa y lo escuchás, pero, realmente, como que se ha perdido la valoración del disco como una valoración al trabajo que significa hacerlo y a la calidad que tienen, generalmente, los discos. Como que a veces uno no les puede dar la atención que merecen. Y vas más allá de eso, yo creo que hoy nadie puede escuchar el disco sin leer, sin mirar algo, sin estar haciendo otra cosa; me da esa sensación. Entonces, quería cortar un poco con esa modalidad de publicación y cortar con el pobre circuito y círculo vicioso del hecho de tener una banda en Montevideo, digamos. Pasa eso: tenés canciones nuevas, las maqueteás, se las mostrás a la banda, la banda las ensaya, las grabás, sacás un tema, después sale el disco y el día que sacás el disco es el día más importante del año y quizás, a los cuatro o cinco meses, cuando lo presentás, quizás, es el segundo día más importante del año y por ahí queda la cosa. Yo tengo la oportunidad de viajar, pero no con banda, generalmente solo con la guitarra y quería, por un lado tocar acompañado y generar un sentimiento de pertenencia de parte de los integrantes de la banda, más allá de que es un proyecto que yo lo manejo de una manera más independiente en el sentido puedo tocar yo solo y, eso, es Franny Glass, pero que, por momentos, me interesa estar acompañado y que otras personas aporten. Entonces, se me ocurrió ampliar la banda respecto de la que había grabado “Desastres Naturales”, en función un poco de las canciones que tenía entre manos y decidí hacer un ciclo que lo pensé casi como que fuera una obra de teatro, dije “voy a estar durante un par de meses tocando todas las semanas y vamos a darle una característica de ensayo abierto para que se pueda ver parte del proceso, con ensayos previos obviamente, pero que las canciones cobraran vida en el vivo, justamente, y que la banda agarrara rodaje con público. Fue un proyecto que pensé en febrero de 2019 que tenía estas canciones, que las quería toar con una banda más parecida a una orquesta que a una banda de rock y ni bien termine el ciclo grabar, cosa de agarrar a la banda en el mejor momento posible, con diez conciertos arriba en dos meses. Esa era la idea. Después, no lo pude grabar a fin de año, por tema económicos, pero la idea era seguir dándole rodaje a la banda, y después pasó lo de la pandemia en marzo de 2020, que tuvimos que cortar los conciertos. Eso tiene que ver con la primera etapa.

Después vinieron los videos que acompañaron a cada canción que eran publicados los domingos…
Entre medio, lo que hice fue publicar las letras y los acordes de las canciones pero eso fue la única etapa de este proceso del disco que fue fruto de la pandemia, digamos. Como no tenía las canciones grabadas adecuadamente quería mantener vivo el repertorio, publiqué las letras y los acordes de las canciones, una por semana, los domingos que se terminó convirtiendo un día clave para este disco. Eso fue como un intermedio entre los shows en vivo en La Cretina y la salida de los videos, un video por semana que eso sucedió previo de la publicación del disco propiamente.

Eso también, contribuyó a prolongarle la vida, por decirlo de alguna manera, al disco, teniendo en cuenta el consumo efímero de lo que es un disco en día.
No tenemos que basar la calidad de los discos, o la atención que se le debe prestar a los discos, en función al esfuerzo que conllevan. No tenemos que andar diciendo lo que cuestan los discos para que nos presten atención, no me parece que vaya por ese lado pero, sí, me parecía que quería darle una vida sin andar dando lastima por ahí diciendo “ay, miren lo que cuesta esto” sino de que el disco no fuera solamente lo que está en las plataformas digitales, sino que fuera mucho más que eso.

Además, con los videos ibas generando una expectativa acerca de quién iba aparecer en el próximo video, a modo lúdico, también. Incluso en tu página tenías como un álbum de figuritas que se iba completando con cada video.
Lo de los videos, más que un alineamiento con el funcionamiento de la industria musical, a mí me pareció que en cierta medida era como una buena manera de que cuando se escuchara el disco por primera vez ya hubiese una relación entre las personas que vinieran prestando atención a lo que sucedía antes y la salida el disco. Eso por un lado, pero, al mismo tiempo quería darle relevancia al álbum como obra así como los concibo, como álbum y no como una colección de canciones; entonces, quería mostrarlo con adelantos pero que los adelantos fueran todas las canciones, en orden en el que iban a estar en el disco y, después, quería hacer videos de una secuencia para cada canción, digamos. Quería que fueran videos sin cortes y que fuera toda la canción de principio a fin, que me parecía un lenguaje mucho más adecuado que el típico lenguaje del video clip que es como un montaje mucho más rítmico y más picado, y decidimos simplemente retratar a personas. No quería que fueran actores interpretando la música, entonces lo hicimos mucho más aleatorio. A cada uno lo grabamos durante diez minutos y yo tocaba la canción o la ponía desde el celular y con algunos estuvo todo el tiempo en silencio, con algunos me ponía a conversar y después de esos diez minutos que teníamos elegíamos los tres minutos que más nos gustaban para la canción. A mí me pareció interesante como conjunto y por el hecho de tener que mirar a alguien por tres minutos. Me parecía que transmitía algo que era adecuado para las canciones. Cuando terminaba la canción tenías una relación muy distinta con el rostro que estabas mirando.

Quería cortar un poco con esa modalidad de publicación y cortar con el pobre circuito y círculo vicioso del hecho de tener una banda en Montevideo, digamos. Pasa eso: tenés canciones nuevas, las maqueteás, se las mostrás a la banda, la banda las ensaya, las grabás, sacas un tema, después sale el disco y el día que sacás el disco es el día más importante del año y quizás, a los cuatro o cinco meses, cuando lo presentás, quizás, es el segundo día más importante del año y por ahí queda la cosa.

Y, a la vez, la canción no perdía el protagonismo a manos de un video clip clásico que te puede desviar la atención…
Totalmente. Con el tiempo me he dado cuenta de que cuando miro un video clip es como si no escuchara la canción. Sí, me puedo dar cuenta si me gusta o si no me gusta, pero me pasa que veo un video y a los días escucho a canción y le descubro cosas que no me había dado cuenta. Son dos lenguajes bien diferentes y a mí me interesaba que el lenguaje fuera totalmente musical y que acompañara con algo visual, pero, eso es tal cual como vos decís, que no estuviera contando una historia en paralelo a la canción ni nada por el estilo.

En cuanto al sonido, éste es un álbum más orgánico que “Desastres Naturales” ¿Esa elección instrumental tiene algún motivo en especial?
Sí. Para mi hay un camino que venía transitando desde “El podador primaveral”, mi tercer disco (2011), pasando por “Planes” (2014) y después “Desastres naturales” (2017) que, con este disco, de alguna manera lo corté. Incluso, digo que fue como un paréntesis este disco porque lo que estoy componiendo ahora, de cara a un nuevo disco, como que continúa más la línea de lo que venía trabajando antes. Fue como que, de repente, necesitaba tocar con una banda, que todos estuvieran tocando, quería que fuera como una especie de pop de cámara pero tocado con la urgencia de la música punk, digamos (se ríe). Quería que fuera enérgico, luminoso y atemporal. Y yo, con mis discos anteriores, venía más con una idea de cuál era la música que yo debería hacer en este Siglo XXI como un compositor de treinta y pico de años, como parado en una cierta línea evolutiva de la música popular de mi país y tratando de ver qué existía y qué podía aportar. Como que era una cosa mucho más cerebral, que no la estoy despreciando para nada porque es una búsqueda súper valiosa y con cierta responsabilidad y que obviamente es muy difícil de lograr, pero siempre está bueno estar intentándolo. Y en este disco como que solté todo eso. Dije “necesito eso, cantar canciones con estribillos y cantarlas al borde de mis posibilidades como cantante” y hacerlo en esas condiciones, con una banda grande, con vientos, con cuerdas, como jugar al cantante con la banda detrás y cantar canciones de amor como si no hubiese un mañana. Por eso, este disco, es como irresponsable en cuanto a lo que venía siendo mi discografía, pero necesario en el momento ese de mi vida en que lo quise llevar adelante.

Seguramente, eso tiene que ver con el proceso del que hablábamos hoy, de trabajar las canciones en conjunto y mostrarlas al público antes de ser publicadas ¿no?
Si, totalmente. El hecho de pensar el origen del disco sobre el escenario, en público, tenía que ver con la energía que yo quería transmitir en la grabación. Cuando nos juntamos en el estudio las canciones salían, como nunca me había pasado, nunca había tenido tanta previa un disco. Las canciones ya existían, no las estábamos creando ahí, la grabación era como que ya existiera. Era con mucho disfrute, pero como un trámite, que alguien ponga “Record” y estábamos grabando, fue una sensación muy linda. Después, para la mezcla estaba todo muy claro, se respetó lo que ya eran las canciones.

Hay una fuerte presencia de instrumentos de vientos y del violín, como que llevan el protagonismo ¿A qué se debe esa elección?
Sí, tal cual. Quedaron más atrás las guitarras, yo directamente no toqué la guitarra y la guitarra acústica quedó en manos de Camila Rodríguez (N de R: voz y guitarra de Niña Lobo) y era una guitarra más bien rítmica, no tanto como en los discos anteriores que era una guitarra española arpegiada, digamos. Y, por otro lado, la guitarra eléctrica que siempre ha estado bastante presente – al menos en los últimos discos – quedó cumpliendo otro rol porque los instrumentos que interactuaban con la voz, como contrapunto, siempre eran la trompeta o el violín.

¿Ya pensabas las canciones de esa manera?
Si. En la composición de las canciones ya aparecían esas melodías de las introducciones y las partes instrumentales. A mí, lo que me faltaba era conocimiento de los arreglos. Yo podía imaginarme las melodías y pensar “esto lo va a hacer una orquesta o una sección de vientos” y, después conocí a Noel Abella, que en la banda toca el cello y el trombón. O sea, que está tanto en la parte de los vientos como de las cuerdas. Entonces, yo le pasaba las grabaciones con las melodías que yo imaginaba que había en los vientos o en las cuerdas y ella las escribía. Incluso, hizo los arreglos íntegros de las cancones basados en las melodías que yo le sugería en las grabaciones caseras.

En este disco dije ‘necesito eso, cantar canciones con estribillos y cantarlas al borde de mis posibilidades como cantante’ y hacerlo en esas condiciones, con una banda grande, con vientos, con cuerdas, como jugar al cantante con la banda detrás y cantar canciones de amor como si no hubiese un mañana. Por eso, este disco, es como irresponsable en cuanto a lo que venía siendo mi discografía, pero necesario en el momento ese de mi vida en que lo quise llevar adelante.

¿Por qué el día domingo ha marcado tanto el disco?
Primero fue práctico, totalmente. Dije “¿cómo voy a hacer para comprometer a una banda de ocho integrantes durante dos meses una vez por semana?”. Iba a tener que ser domingo, lunes o martes (se ríe). Ahí surgió lo de los domingos, también, por ser el día que, de repente, no hay tantos conciertos en la vuelta, porque también era una apuesta bastante arriesgada la de tocar durante dos meses todas las semanas. Nunca había hecho eso y no sabía si el público iba a acompañar. También me interesaba que fuera un encuentro más allá de la música y encontré un lugar como La Cretina que vos podés tomar una cerveza, podés cenar, tiene un fondo y podés jugar al ping pong (se ríe). Se me ocurrió hacer el concierto en dos tandas, con un intervalo en el medio, cosa que vos también podías ir dos, tres veces porque no era ir a sentarte a un teatro a ver algo. Era ir a encontrarte con amigos a escuchar música y conocer canciones nuevas. Y fue pensado un poco así, como un lugar de encuentro más allá de lo musical. Después, lo tomé como una referencia cuando íbamos a sacar los videos dije “el disco puede salir tal día y contemos diez domingos para atrás para sacar la primera canción con su video” y, también, algunos conciertos que hice después fueron hechos un domingo. Entonces, algo que comenzó siendo puramente práctico, terminó siendo algo más conceptual, digamos.

Además es significativo que sea un domingo y no otro día porque los domingos tienen eso de final, también.
Es lo más parecido al fin del mundo que habíamos tenido hasta marzo del año pasado. (se ríe)

¿Cómo fue la experiencia de componer la banda de sonido de “La teoría de los vidrios rotos”?
Fue una experiencia, ya de por sí, especial porque no suelo componer para películas y es otra cosa. Cuando uno hace discos para sí mismo, digamos, es como una obra autosuficiente y, en este caso, la música es una herramienta de un todo mucho más grande, que tiene que estar al servicio de la visión del director. Pero, además, esta es una película muy particular en el uso de la música, entonces, lo hizo una experiencia bastante extraordinaria porque Diego Fernández Pujol, el director de la película, tenía esta idea de que la música fuera un personaje más, entonces incluía la composición de canciones que es un terreno que yo más domino. Tal vez, domino menos el de la música incidental, la música para momentos dramáticos específicos. Entonces, como que tuvo dos partes. Primero, la composición de canciones, en las cuales tuve muy claras las referencias hacia dónde ir, pero, por otro lado mucha libertad y, segundo, el hecho de que, con letras, estar aportando a la narración. Como decía, generalmente, cuando se usan canciones, son canciones preexistentes que se adaptan a la película y en este caso era generar canciones que cumplieran esa función y que, al mismo tiempo, sucediera lo que pasa con la música en esta película, que es que a medida que la película avanza te vas dando cuenta que realmente le está cantando al protagonista; realmente, las letras le hablan a él. Entonces, en general, fue una experiencia muy fuera de lo común en cuanto a lo que estoy acostumbrado a hacer y muy divertida por tratarse de una comedia, de una película de género, con un lado más cancionístico y con mucho uso del humor, que es algo que, para mí, siempre está en mis composiciones pero quizás sea menos notorio, de componer para otra persona, que desde un principio supe que no iba a cantar yo. Y después, está toda la parte de música incidental que, no necesariamente son estas canciones, que es lo que menos domino y en lo que hubo que hacer mucho y, siendo una película de género, también hay muchas cuestiones más de oficio que tuve que aprender para desarrollarlas siendo coherente con el clima de la película.

¿Y en cuanto a componer para una voz que no sólo no es la tuya sino que, además, Humberto De Vargas tiene un tono y un rango vocal muy distintos a los tuyos?
A mí siempre me interesó mucho el rol de compositor desprendido de lo que es el intérprete. En mi primer proyecto musical, que era Mersey, yo no era el cantante originalmente, era el guitarrista y compositor. Y, cuando yo creo Franny Glass, mi idea era buscar una cantante, yo quería ser compositor de las canciones pero que lo cantara una voz femenina. Entonces, como que es un lugar que siempre me gustó, pero que por cuestiones prácticas no lo pude adoptar o desarrollar. Incluso, en esta banda sonora, yo casi que no toco nada. En algunas canciones toco la pandereta, hay unos silbidos míos, algún que otro coro… Como que yo soy el compositor de la banda pero, como intérprete, casi no participo y eso también me interesaba, estar en ese lugar. En realidad, cuando yo componía las canciones, las componía como dentro del personaje, con una voz más impostada que la que utilizo para cantar, en general. Un poco, teniendo en cuenta las referencias que manejábamos como Leonardo Favio, Roberto Carlos o Julio Iglesas. Entonces, ya en las composiciones llevaba la voz un poco para ahí y, cuando las canciones ya estaban hechas fue que Diego propuso que fuera Humberto el cantante y me mostró un video de él cantando en un evento y me pareció una maravilla y fue, también, un salto para las canciones. En el estudio, cuando vimos a Humberto cantando estas canciones nos miramos con Diego y fue bastante increíble ver cómo se materializaba ese personaje de Silvestre De La Sierra. Teníamos, por un lado la voz de Humberto y, por otro, las canciones. Pero, verlo junto fue muy impresionante, realmente. Volviendo al principio, es eso: el componer para otras voces fue algo que siempre me interesó y nunca lo pude desarrollar mucho y, en este caso, en esta película, justamente tuve esa oportunidad.

Volviendo al show de presentación de “Canciones de amor para el fin del mundo” ¿Cambió en algo, a causa del parate, respecto a lo que tenías preparado en abril?
Yo creo que sí. Cambiaron muchas cosas pero que, tal vez, son menos perceptibles. A mí me gusta tener tiempo para desarrollar las ideas y para abril yo tenía una idea de que, por un lado, las canciones del último disco se incorporaran al repertorio, que dejaran de ser “este disco que siempre lo tocamos en orden, que siempre tocamos las diez canciones”, sino que se mezclaran con el repertorio viejo y que eso también sucediera con la banda de ocho integrantes que formamos para este disco, que ellos participaran en todo el repertorio. Que “Canciones de amor para el fin del mundo” dejara de ser como un paréntesis dentro del show en vivo y que fuera una cosa integrada al todo. Y la idea, además de ser la presentación del disco, era agregar canciones viejas que hace tiempo que no toco en versiones nuevas a cargo de esta banda. Era un desafío doble. Por un lado, traer las cuerdas y los vientos a las canciones viejas, pero que no quedara como una cosa de unplugged con orquesta y ponerle cuerdas a todo. No me parecía. Hay canciones viejas que no tienen ese espíritu. Volviendo a lo que decía, que a mí me gusta tener tiempo para desarrollar las ideas, lo que yo creo que sucedió es que algunas ideas se terminaron de asentar en este tiempo, no tanto por estar encima del repertorio, sino por dejarlo descansar un poco y de, hace un mes, volver a leer lo que había escrito para el concierto de abril, hacer unas pequeñas modificaciones y, ni que hablar, en la energía que hay al momento de tocar esas canciones. Yo creo que hay algo que creció dentro nuestro y que se está exteriorizando ahora, en los ensayos, y que se va a llevar a La Trastienda que es distinto a lo que iba a suceder en abril. También se juntó este show con una gira que tenemos luego por cinco departamentos, entonces, quedó más como el final de este proyecto, como la despedida para “Canciones de amor para el fin del mundo”, quedó todo condensado en unos tres meses y yo creo que esto le da mayor potencia que si hubiese quedado con más intermitencia a lo largo del año. Así que, me parece, que es eso. Luego de un proyecto que comenzó en 2018 y que tuvo sus distintas instancias interrumpidas de manera obligada, ahora, nos quedó una parte final bien contundente y que nos agarra con muchísimas ganas de tocar en vivo y mostrar estas canciones, este repertorio, para darle un cierre.

Foto: Nacho Correa
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