Vidas Detrás de la Música: Lucía Severino

En esta nueva entrevista de nuestra sección Vidas Detrás de la Música, conversamos con Lucía Severino, quien el 3 de octubre próximo presentará en la Sala Zitarrosa su nuevo disco El tiempo en una canción del cual nos cuenta en esta entrevista. A diez años de iniciada su carrera solista, la música, compositora y productora nos habla acerca de sus comienzos, su familia, futuros proyectos y más, para conocer a la artista más allá de su carrera profesional.

Por Chenal Innamorato

Foto: Omar Bessonart

Lucía Severino se crió en el balneario Shangrilá, en Ciudad de la Costa, estudió en la escuela pública, y se formó en piano y ballet. Es la más chica de tres hermanas y un hermano. ‘’Vivía muy cerca de la casa de mis abuelos Parsi y Lulú, por lo que pasaba mucho tiempo con ellos. Jugábamos en la calle, con los vecinos del barrio. Mi familia siempre fue muy emprendedora laboralmente. Mi madre es maestra y, al ser destituida en épocas de dictadura, puso un jardín en mi casa y desde ese entonces siempre tuvo escuela propia, lo que me ha vinculado a la educación desde muy chica. Mi padre tuvo varios emprendimientos vinculados a lo gastronómico, y por muchos años tuvo un emblemático bar montevideano llamado Pupas, refugio de poetas y músicos, charlas y movimiento cultural, en épocas políticamente complejas. Tenía a mis grandes amigas Laura y Margarita con las que pasábamos mucho tiempo en su casa o en la mía. Un vínculo familiar. No éramos muchas familias en el barrio, por lo que nos conocíamos bastante y los lazos de vecindad eran fuertes. Solíamos ir de casa en casa y recorrer el barrio en bicicleta’’. Cuenta que en el barrio residían muchos primos, tíos y tías abuelas por parte de su familia materna. La familia de su papá y su trabajo, y luego el de su mamá, estaban en Montevideo, lo que hizo que desde chica se moviera en lo que hoy se llama Área metropolitana. ‘’Ni tan canaria ni tan montevideana’’.

Comenzó a estudiar clases de piano en edad escolar hasta alrededor de los 5 años, y fue por esa época en que sus padres compraron el piano que tiene actualmente. ’’Ese fue mi primer acercamiento formal al aprendizaje musical. En casa siempre había reuniones sociales donde se tocaba la guitarra y se cantaba música popular. Mi padre canta muy bien y con su amigo Carlos Buela conformaban un dúo de canto político que animaba todas las reuniones. En mi casa había tocadiscos y discos de pasta sobre todo con repertorio de folclore latinoamericano, Olimareños, Zucará, Zitarrosa, Gardel, Mercedes, Violeta, entre otros, además de algunos de Serrat, Silvio Rodríguez y otros autores de músicas en español, y algo de música brasilera, Gal Costa y María Bethania son las voces que más recuerdo’’. Lucía relata que pasaba muchos ratos haciendo playback con los discos de Mercedes Sosa, en especial amaba cantar Canción con Todos. ‘’Por otra parte, en la casa de mis amigas, el papá, que es un gran melómano, tenía una nutrida colección de vinilos que abarcaban otros estilos que coincidían en parte con la música de mi casa, abría una puerta a otros idiomas, sonoridades y ritmos. The Beatles, UB40, Lou Reed, Sinéad O’Connor, Pink Floyd, discos de Jazz, por nombrar algunos que recuerdo. Nosotras bailábamos y hacíamos series con los discos de Madonna. También escuchábamos a Xuxa, Trem da alegría, María Elena Walsh, Menudo, Parchís y Canciones para no dormir la siesta’’. La artista cuenta que sus maestros musicales han sido Yolana Rocca, Martín Giorgieff, Esteban Klísich, Fernando Goicoechea, Ruben Olivera, Sara Dufau, Leo Croatto, Andrés Bedó, Rodolfo Vidal y Pablo Machado. Manifiesta haber sido siempre muy curiosa, y haber tenido la convicción de buscar diferentes fuentes de información y abordajes a la música, principalmente a la composición. ‘’Todos supieron brindarme una parte del puzzle que me fui armando, en busca de una identidad y dada la falta de instituciones que brindaran una educación musical cercana a lo que a mí me interesaba, no quedaba otra que buscar clases particulares’’.

Lucía estudió en el liceo de Shangrilá, también en los liceos N° 15 y N° 10. Dice que nunca se entendió mucho con lo institucional y que los nuevos vínculos no se le daban de manera muy fluida. ‘’En el 15 tenía pocos amigos, lo que me gustaba era lo artístico, el teatro, el escenario, todo lo vinculado a lo creativo. Trabajé desde muy chica en el proyecto familiar educativo y con mi primer sueldo me compré un equipo de música, un Aiwa. Con los sucesivos sueldos solía ir a comprarme CDs y ropa en la Feria de Villa Biarritz’’. Expresa que ‘’La Lucía adolescente estaba completamente abocada al teatro y soñaba con ser actriz. La música no era un plan para mi vida en ese momento, pero era muy fan de la música, escuchaba muchos discos’’. Desde los 12 años concurrió a un taller de teatro en Shangrilá llamado Ukelele, donde conoció a mucha gente más grande que ella. Fue en ese entonces que descubrió mucha música. “Talking Heads, por un compañero de teatro que tenía el DVD del emblemático show del traje grande y el radiograbador, en el ambiente también sonaba Lou Reed, Laurie Anderson, Mano Negra, Divididos y Goran Bregović. Ahí también comenzó mi amor por la música brasilera, Caetano, Gilberto, Fernanda Abreu, Djavan, Titãs, Paralamas, etc. Mi prima Magda me acercó mucho a la música uruguaya y argentina, Cabrera, Darnauchans, Mateo, El Príncipe, La Tabaré, La Chancha, El Cuarteto, Los Redondos, Sumo, Sui Generis, Charly, Spinetta, etc. Ella era un poco más grande que yo y además muy fanática de The Doors’’.
El taller de teatro se disolvió, y formaron un grupo de teatro independiente. ‘’Nos presentamos en la movida joven, hacíamos teatro callejero, luego se redujo a un grupo de cuatro integrantes femeninas que dimos a llamar Croissant Teatro. Acompañábamos los desfiles en Zancos. Desfilamos una vez en las llamadas, también con la cuerda de tambores Chin Chin en el Parque Rodó, y participamos de un show de La Vela en el Teatro de Verano, haciendo una performance con un gran grupo de artistas’’. Lucía fue artesana estival y coquette con el mundo del circo. También cuenta que salía bastante a bailar, a recitales y festivales, hacía fiestas en su casa, y dedicaba horas a armar enganchados en cassettes, de ahí surgió su gusto por pasar música y coleccionar. A los 18 años comenzó a estudiar en una escuela de teatro, ‘’totalmente convencida de que mi futuro estaba ahí, paralelamente retomé mis estudios de piano, por simple curiosidad. Esto me llevó a grabar mis primeras músicas en un disco colectivo: un disco de música para niños llamado Mandalavoz el cual gestionamos y produjimos junto con mis amigas Rocío y Magda. Fue mi primer gran proyecto musical’’. Lucía nos contó que por muchos años estuvo convencida de que iba a estudiar comunicación, ‘’en la escuela decía que iba a ser periodista. También podría haber desarrollado mi carrera como actriz’’.

La Lucía adolescente estaba completamente abocada al teatro y soñaba con ser actriz. La música no era un plan para mi vida en ese momento, pero era muy fan de la música, escuchaba muchos discos.

Fue mamá joven. Por ese entonces trabajaba haciendo performances en fiestas y eventos, su primera hija Eukene compartió ese mundo de grandes grupos ‘’la llevaba siempre conmigo, pasaba de brazo en brazo y era parte de esa movida. Mientras vivía esa experiencia única de ser mamá y viviendo en Montevideo, estudiaba música sin pausa. Comencé a componer música para obras de títeres. Gané la beca de Fundación Chamangá y eso fue un cambio radical en mi forma de relacionarme con la música, aprendí producción, me compré mis primeras herramientas, computadora, micrófono, placa de sonido’’. En esos años Lucía empezó a dedicarse de manera más profesional a la música, en el ámbito infantil, donde reunía sus habilidades musicales, actorales y circenses, y donde también tenía mucho trabajo. ‘’Luego nació Gael, mi segundo hijo, en una época donde empezaba a desarrollar el proyecto de músicas propias en la transición de dejar la música infantil para dedicarme de lleno a mi proyecto como autora. Me volví a Shangrilá, necesitaba estar cerca de mi familia para poder estudiar, trabajar y ser mamá. Fueron unos años prolíficos y muy intensos. Mis hijos se llevan un año y nueve meses. Cuando terminaba mis jornadas laborales y las tareas de cuidados, con el resto de pila que quedaba, me enchufaba a la compu, componía, dedicaba horas a la experimentación sonora. El hecho de ser mamá de dos, me llevó a priorizar y elegir hacia dónde quería dirigir el camino’’.

En 2012 comenzó a grabar su primer disco de canciones propias, Los Días, editado en 2014. ‘’Paralelamente, y ante la necesidad de encontrar vías de crecimiento del proyecto artístico musical y escénico que quería desarrollar, y en coincidencia con las políticas culturales, creación de fondos y demás recursos, me fui metiendo en el mundo de la gestión cultural en el desarrollo de mi proyecto de música y compartiendo proyectos de artes escénicas. Este camino es el que sigo hasta ahora, la maternidad atraviesa todo lo que hago, le da sentido y sostén, también me sigue enfrentando a la necesidad de optimizar y aprovechar mucho las oportunidades, de cuestionarme y hacer de la música una herramienta vital, una forma de vida y una fuente laboral’’. La artista afirma que “lo más lindo de todo es que comparto la música con ellos’’. Ambos hijos tocan instrumentos y “tienen gran sentido musical, cada uno a su forma y a su estilo me nutren y refrescan, la música es un compartir cotidiano, es una forma de vinculo’’. Sus hijos actualmente tienen 17 y 19 años, los tres conviven rodeados de instrumentos y comparten la felicidad que les produce la música.

La maternidad atraviesa todo lo que hago, le da sentido y sostén, también me sigue enfrentando a la necesidad de optimizar y aprovechar mucho las oportunidades.

El 23 de agosto fue lanzado su cuarto disco El tiempo en una canción, compuesto por ocho nuevas composiciones y editado por Bizarro. “El proceso inicialmente fue muy natural, fui trabajando en distintas músicas y construcciones sonoras por pura experimentación, y en un momento me di cuenta que tenía un disco. Este nuevo disco es una pieza muy circular, las canciones se aproximaron por su capacidad de ser moldeadas como un hecho sonoro, por su capacidad de conformarse y deformarse’’. Mientras el álbum se encontraba en etapa de grabación sucedió un percance “el proceso se interrumpió abruptamente cuando perdí todo el material de mi computadora, todas las sesiones en las que estuve trabajando por años. Este hecho se configuró como una catástrofe, pero para mi sorpresa y autodescubrimiento, y acompañada por un hermoso grupo de personas, logré sortear esta dificultad y rehacer todo desde cero a partir de los demos que había ido compartiendo’’.
El disco fue coproducido entre Lucía y Álvaro Reyes, con quien había trabajado en sus anteriores discos. “Tenemos un vínculo muy fluido y nos entendemos creativamente. Yo propongo un material inicial y cuando pasa por su tamiz se embellece y perfecciona en lo sutil y en la delicadeza del sonido, creciendo desde todo punto de vista’’. Las guitarras fueron grabadas por Gastón Figueredo, los bajos estuvieron a cargo de Joaco Pena, y en la voz acompañó Ana Oliver, gran amiga de Lucía “siento que hemos logrado una empatía tímbrica total, las armonías y arreglos que va creando y proponiendo sobre las melodías que yo canto se ensamblan de forma fluida y natural. Me da mucha confianza cantar con ella’’. En la canción Mi tránsito participa su hija Eukene, voz que está presente en todos sus discos y la necesidad de su participación “nace desde la belleza de su canto y desde lo conceptual de la letra. Además hace coros con gran talento’’. El álbum presenta una colaboración en Río prendido junto a Diego Traverso, con quién, según sus propias palabras “conectamos musicalmente a través de un proyecto muy lindo llamado Remezcla tu Ciudad. El desafío de compartir la autoría nos llevó por un camino muy rico y musicalmente muy abundante, como el río prendido’’.

Acerca de la composición que le da nombre al disco, Severino expresó que “El tiempo en una canción nació hace muchísimos años casi como un mantra personal. Un día, mientras estaba revisando cosas y trabajando en materiales para el nuevo disco, apareció. Me puse a tocar el piano, en esta forma que tiene en el disco, aparecieron las melodías del coro y el ritmo se fue acompasando atemporal y desestructurado. Luego, se perdió junto con casi todo el material del disco y si bien hice un gran esfuerzo por recuperarla tal cual los demos, nunca sentí que lograra la conexión que tuve al momento de grabar en casa. Al no poder recuperar ese tiempo con ese sentimiento, que es inexplicable, sentí que entraba en una especie de bucle eterno que en pos de recuperar algo que nunca va a volver, se está rehaciendo y renaciendo permanentemente en formas diversas y está bueno aceptarlo y vivirlo a pleno así como es en cada momento. De hecho, la versión en vivo cobra otra dimensión musical bastante diferente a la grabada en el disco, muy distante a como fue concebida y cercana pero no exacta a la versión perdida’’. Dice que debido a esto El tiempo en una canción y su propio devenir se volvió un concepto en sí mismo. Casi un imposible, recordándole al concepto del Aleph, “como la creación, que a la vez que concentra todo en un punto hay que soltarla y dejar ir para que pueda existir’’. En un momento pensó en que el álbum podría llamarse El Aleph, pero ya existía un libro con dicho nombre, además de que “sonaba más lindo El tiempo en una canción”.
Estéticamente el álbum presenta una búsqueda sonora muy importante, “desde los sonidos analógicos sintetizados, los sonidos digitales y electrónicos, los samples, todo esto en diálogo con grabaciones de campo, sonidos de la naturaleza, muchas voces y la intervención de los instrumentos en su justa medida. No busca ser un disco dónde la música aparezca en su forma más “formal”, sino que busca ser un disco que se entregue al sonido y al movimiento’’. El tiempo en una canción es producto de algunos momentos de quiebre y de cambios en lo referido a los formatos, y a los grupos de personas con quienes ha trabajado durante años. ‘’Si bien hay un núcleo fuerte que me acompaña y con los que me conecto y nutro mucho musicalmente y que son parte del disco, mis pares, mis amigos y colegas, otros vínculos muy importantes entraron en pausa y otros vínculos renacieron y otros nacieron. De hecho, no tiene baterías americanas grabadas, dado que el baterista con el que comencé a tocar en mis inicios se alejó del proyecto. Esto me llevó a tratar y trabajar con el ritmo de otra manera, no quería sustituir sino evolucionar hacia otro lado para procesar este hecho tan significativo’’. Lucía comenta que todos estos elementos hicieron que el disco sea muy personal en cuanto a su discurso, pero con una búsqueda de trascender la experiencia personal a ‘’tópicos donde puedan sentirse identificadas más personas: el tiempo, la identidad, la lucha, el amor, la muerte, el renacer y el resurgir. El movimiento’’. Manifiesta que el proceso que vivió para materializar las canciones en un álbum lo concibió como un concepto en sí mismo, y que este nuevo trabajo presenta muchas similitudes con su primer disco Los días, del cual se cumplen diez años de su edición, ‘’lo que lo hace también de alguna manera ser parte de un ciclo vital’’.

Este nuevo disco es una pieza muy circular, las canciones se aproximaron por su capacidad de ser moldeadas como un hecho sonoro, por su capacidad de conformarse y deformarse.

En lo referido a la presentación del disco, el mismo será un show integral ‘’vamos a tocar en vivo, vamos a generar un espacio para darle contención a estas músicas, desde la luz, la escenografía y las visuales, también vamos a dialogar con los cuerpos en movimiento en el escenario, con danzas y performances. La idea es vivir el tiempo en un recital’’. El álbum sonará en su totalidad y habrá una segunda parte con una selección muy cuidada de canciones de sus cuatro discos anteriores. “Trataremos de hacer una burbuja temporal que contenga todos estos elementos. A la banda que me acompaña en este tiempo, que son Ana Oliver en voces, Gastón Figueredo en guitarras y Joaco Pena en bajo, se suma Philip Hugo en batería americana y electrónica. Contaremos con la participación de Diego Traverso en la interpretación de la canción que hicimos en colaboración y en otros momentos. Como participación especial estará Eukene Izaguirre con su voz. Hay una invitada especial, Karah, una artista joven de acá de la costa que es parte del colectivo Costeros Crew’’. El show apertura estará a cargo de Mel Alitieri, ‘’cantante y compositora oriunda de la ciudad de Canelones, que tiene una gran determinación y talento para llevar adelante su propuesta y eso me genera una enorme admiración’’.

Lucía tiene varios proyectos y fechas en vivo por delante. ‘’Próximo a la presentación, tenemos una invitación a un ciclo muy bonito que todavía no puedo develar. Y también, para terminar el año, filmaremos un nuevo videoclip con el apoyo siempre fundamental y deseado del Fondo Nacional de Música. También hay muchos futuros nuevos discos y proyectos en compañía del sello Bizarro, lo que me da mucha alegría y sostén en este momento de mi proceso artístico, y a quienes agradezco la total confianza en este nuevo camino’’.

Lucía Severino presentará en vivo El tiempo en una canción el jueves 3 de octubre a las 21:00 hs, en la Sala Zitarrosa, en el marco de la 4a. Edición del ciclo MAREA. Las entradas están a la venta por Tickantel.

Foto: Omar Bessonart