Después de más de tres décadas y media al frente de los teclados de Café Tacvba —además de ponerle la voz a “Eres”, el mayor éxito de la banda mexicana—, Emmanuel del Real se anima a encender su propio universo. En «La Montaña Encendida», su primer álbum solista publicado hace apenas unas semanas, conviven electrónica y folclore, intimidad y baile, dudas y una nueva seguridad en una voz que ahora se planta al frente, todo bajo la mirada de Gustavo Santaolalla en la producción.
Instalado en las afueras de Ciudad de México, rodeado de naturaleza y atravesado por la pausa de la pandemia, comenzó a entrelazar canciones que no habían encontrado sus coordenadas de tiempo y espacio para ver la luz en un disco. Esas composiciones terminaron revelándole un camino propio que lo llevó a poner el cuerpo, el nombre y la cara en una aventura artística profundamente personal.
A propósito del lanzamiento, conversamos con Meme sobre el despertar de la necesidad de sumergirse en esta etapa, la experiencia de sostener un show en solitario y cómo un incendio en la montaña se transformó en metáfora luminosa de renacer a otra faceta de su vida artística.
Por Liber Aicardi
Foto: Difusión¿De dónde vino la necesidad de publicar un álbum solista?
Cada tanto me acerco a cierto material que, de pronto, no lo concluyo, o quedan ideas que sí están concluidas, pero elegí no llevarlas al grupo, a Café Tacvba, o incluso algunas de ellas las llevé y no quedaron consideradas para algún proceso. Y, a partir de eso, empecé a ver qué podía hacer con todas esas ideas que estaban ahí. Y lo que pasó es que algunas de ellas me dieron pie a concluirlas o a darles otra ornamentación, pero sobre todo empezó a pasar que escuché canciones que estaban saliendo nuevas, o ideas que de pronto no había yo pensado en desarrollar algo nuevo, pero no era un proceso donde el grupo estuviese por grabar o hacer algo, yo entraba a componer o a terminar, sino que, de pronto, aparecieron canciones y me di cuenta, en un momento dado, de que ya había una suma de ideas importante, que también, en el contexto en el que yo estaba trabajándolas, en el geográfico, en mi casa —nos habíamos mudado por la pandemia, fuera de la ciudad, a un lugar cerca de la Ciudad de México, pero más en un entorno natural—, es decir, estaba yo un poco aislado de la ciudad también después de la pandemia y demás. Pero empezó a pasar que yo fui construyendo esas composiciones, de tal forma que, de pronto, ya eran más composiciones arregladas, estructuradas a todo nivel. Y fue en ese momento donde me di cuenta de que había algo que yo quería, pues, entender, porque no solamente era la música o la cantidad de canciones, sino era realmente también el contenido de la misma, y yo sentía que había algo que estaba resonando yo desde otro lugar. Fue ahí que me acerqué a Gustavo Santaolalla, que es con quien hemos trabajado desde el inicio de nuestra carrera y con quien aún tengo una gran relación, para pedirle una opinión y un poco de orientación. En conclusión, sin habérmelo propuesto desde un lugar consciente, apareció esta inquietud que seguramente estaba ahí, en lo profundo, y estas canciones fueron las que me ayudaron a ver que era el momento para acompañarlas y darle cara, voz, presencia, movimiento y todo lo que se requiriera.
Siempre fuiste un músico de tocar en grupo, ¿por qué en tantos años de carrera y con tantos espacios entre discos de Café Tacvba esperaste tanto para desarrollar un proyecto propio?
Yo creo que nunca lo había necesitado. Por ahí me lo había planteado, pero no me veía yo como un proyecto en solitario, veía como una cuestión más colaborativa, algo donde pudiese armar un taller musical, digamos, donde pudiese colaborar con otras personas y, construyendo, no sabía qué, o esa era la idea. Pero, en un momento dado, que tuve cierta inquietud, después de hacer algunas canciones para películas, un sencillo, dije: “Bueno, voy a crecer, a robustecer esta idea y por ahí es el momento”. Pero, entre el grupo y algunas producciones que yo tenía con otros artistas, mi vida familiar y demás, no encontraba el tiempo. Pero también me daba cuenta, era consciente, de que era cuestión de programar y ordenar el tiempo para que ocurriera. Entonces, creo que estas canciones me ayudaron a encontrar esa estima que no había tenido antes. Eso, y que en las canciones también estaba representado lo que era importante y que Gustavo me hizo notar, que era que yo estaba cantando de otra manera. Y, si no de otra manera, con una seguridad que las canciones me habían extraído, digamos, como un sacacorchos, y que estaba manifiesta. Yo no lo había notado y me dijo: “No, no, aquí hay algo importante”. Y en ese momento fue que dije: “Pues, es ahora”. O sea, sí, lo pude haber hecho antes, pero ahora siento que, ya por mi edad y demás, y por los ciclos del grupo, por los ciclos de cómo sucede todo, dije: “Si no aprovecho este receso del grupo, si no aprovecho estas canciones, si no aprovecho el mensaje, no sé cuándo pueda volver a pasar”, al menos de esta forma. Entonces fue por ahí.
Ahora que mencionás la voz, este es un disco en que tu voz está bien al frente y tiene un destaque principal. ¿Cómo te sentís con eso?
Ahora me siento muy bien, de hecho estoy agarrado de eso. Es parte de lo que me sostiene en este momento: las composiciones, el contenido, la música, los arreglos y la voz, diciendo: “Bueno, ¡ya!”. Sí, es un trabajo que he hecho en el estudio y demás, pero, ¿qué va a pasar cuando lo cante en vivo? Yo no soy un cantante. “Si te escuchas eres un cantante, es cuestión también de ejercitar eso y de ejercitarlo escénicamente, ejercitarlo físicamente durante un periodo de presentación”. Yo estoy acostumbrado a tocar el teclado, el piano atrás, a veces la guitarra, canto, regreso, pero cargar con un show, una presentación, una hora y media, dos horas ahí enfrente, la relación con el público, eso es lo que, pues, de alguna manera yo no me veía. Puede ser que me sentía intimidado, pero, más bien, no me sentía seguro: “¿Cómo voy a hacer eso yo?”, pensaba. También me ha pasado que con el grupo, durante todas estas más de tres décadas, he tenido a un maestro genial enfrente de mí todas las noches, como es Rubén, haciendo un show. Y yo sé lo capaz que es y el talento que tiene, la naturaleza que tiene, la energía, el carisma, todo eso, y de alguna manera decía: “No soy eso, pero estoy descubriendo que soy otra cosa, que puedo ser otra versión de eso”, y estoy trabajándola, estoy construyéndola y disfrutándola, sobre todo. Creo que también era: “Bueno, ¿qué pasa si esto no sale como tal? No importa, si es que eres capaz de disfrutarlo, pues vamos”. Y lo que está pasando es que sí, está sucediendo.
Entonces, eso es como un momento donde creo yo que esta pausa obligada de la pandemia me dio la oportunidad de ver las cosas desde otro lugar. Tanto con esa pausa como con el contexto y el entorno donde lo empecé a visualizar. No sé si hubiese pasado, y de la misma forma, estando en la ciudad.
Sin habérmelo propuesto desde un lugar consciente, apareció esta inquietud que seguramente estaba ahí, en lo profundo, y estas canciones fueron las que me ayudaron a ver que era el momento para acompañarlas y darle cara, voz, presencia, movimiento y todo lo que requirieran.
De alguna forma esto es un volver a empezar, por más que tengas una larga trayectoria con la banda. Supongo yo que hay un trabajo interno tuyo al respecto. ¿Cómo es esta nueva situación para vos?
Es desafiante, pero también encontré, en este periodo que estuve fuera, otro tipo de actividades que me relacionaron con otros ecosistemas —es un término que se usa más para la naturaleza, pero que trasladé a una cuestión interna—, cómo me relaciono yo, para empezar, conmigo, con lo que hago, con mi familia, con mis amigos, con mi trabajo. Todas esas diferentes formas de observación, con una ligera vuelta de tuerca en la perspectiva, me dieron esa posibilidad de trabajar conmigo, o trabajar un proceso, como lo dices, un cambio interno, casi se puede decir espiritual, como una vuelta, una cuestión en la conciencia que me ha hecho estar muy tranquilo en relación a todo lo que está pasando.
Sí, es un cambio para mí. Por eso el título también tiene que ver: “La Montaña Encendida” es como algo que se incendia, algo se destruye y algo nace a partir de eso. Y esa imagen que yo me la encontré un día regresando a casa: en medio de las montañas había un incendio, y es una postal, es una fotografía, pero, a la vez, es un proceso con el cual yo me siento identificado. Creo, y he descubierto, que es una oportunidad maravillosa tener una justificación, o una intención y una búsqueda de encontrar algo nuevo donde crees que no lo hay, o donde tal vez no te habías aventurado porque hay algo desconocido. Y ahora que estoy caminando por ese terreno me siento —voy a decir algo que puede estar muy trillado—, pero me siento muy vivo, me siento muy energizado, muy inspirado.
Musicalmente, si bien es un disco de teclados, de sintes, de secuencias, en el fondo termina siendo también un disco de raíz folclórica. Hay mucho folclore camuflado de música electrónica, ¿no?
(sonríe) Sin duda, porque es y sigue siendo lo que culturalmente me permea, desde Kraftwerk a estar en los Andes y, de pronto, escuchar a alguien que está tocando un charango o una quena, y entender por qué esta música nació aquí, porque la geografía determina culturalmente muchas cosas, incluso el sonido. Y ese sonido, o esa música, esa comida, esa alimentación, ese acento en cada lengua que compartimos, está en todos lados. Es mucho más fácil tomar todo y mezclarlo —por lo menos para mí—, y jugar con ello, hacer una receta y a ver a qué sabe, si funciona, si está muy picante, si está muy salado, si está desabrido o está en su punto, si esto sí se pudo mezclar bien, o ver si hay otra forma, con otros elementos, de hacerlo. Esa es la parte divertida; todo es divertido, pero es como la parte donde realmente es como estar en una ludoteca y tener muchos recuerdos, recursos.
Yo estoy acostumbrado a tocar el teclado atrás, a veces la guitarra, canto, regreso, pero cargar con un show, una presentación, una hora y media o dos horas ahí enfrente, la relación con el público, etc. Ahí es donde, de alguna manera, yo no me veía.
En cuanto al proceso, ¿fue mucho más de trabajar en el estudio a la hora de grabarlo o ya las canciones estaban cerradas?
Pasó que no es que llegué al estudio y me puse a trabajar para desarrollar las canciones, sino que tenía media hora de mi rutina familiar y mis compromisos, decía: “Voy a seguir”, y al rato me tenía que ir. Y al día siguiente decía: “Tengo dos horas en la tarde”, y lo fui articulando así. Sí tenía una intención rutinaria, pero muy mal lograda; sin embargo, la voluntad estaba y eso fue lo que acabó siendo esto que es. Pero se fue construyendo como un hormiguero: fue piecita a piecita, a piecita, y de pronto regresaba tres canciones atrás y empezaba a notar cosas. Y pasaban unas semanas de algo nuevo que estaba haciendo, y regresaba, y ya tenía otra perspectiva, e iba construyendo. Y ese fue el asunto: cuando me di cuenta, la mayoría de las canciones estaban no solamente compuestas, sino estaban interpretadas, arregladas, sonorizadas, casi mezcladas, porque se fue haciendo ese proceso de construcción, mezcla, balance. No era la intención, pero estaba yo trabajando en ese formato.
Con respecto a la producción artística, el álbum fue producido por Gustavo Santaolalla. En tu caso —que también sos productor y has trabajado con artistas de primer nivel—, ¿hasta dónde tuviste que controlar a tu productor interior?
Pues, mira, tenemos una comunicación muy abierta, muy franca y también con mucho respeto. Entonces yo sabía que él me iba a dar opiniones críticas y retroalimentación de lo justo, y que si algo a mí me hacía ruido lo iba a saber, lo iba a conversar. Y realmente fue así. Cuando yo llegué con los temas, él me dijo, para empezar: “Sin duda que hay algo, y esto puede ser un álbum, y yo no creo que tengas que hacer colaboraciones vocales”, porque era una idea que yo llevaba. “Yo creo que tú puedes aguantar el álbum no solamente así, sino que es parte del valor del álbum que tú lo cantes todo”, me dijo.
“Sin embargo, creo que hay canciones que dialogan mejor entre ellas, y ahí es donde está la astucia: elegir las que conversan mejor, las que tienen una narrativa y las que pueden contar mejor esta historia, que para mí es escucharte con todas estas ideas y que sea entretenido, divertido, profundo, que sea, como aparece, bailable, que sea íntimo, etc. ¿Cómo ha de ser todo eso? Y, a partir de eso, en estas canciones que se seleccionen, cuánto más o cuánto menos le ponemos a cada una de ellas”. Y, bajo esa premisa, dije: “Pues, entonces, yo sigo instrucciones”. Y fue así. Realmente, a partir de eso, yo deposité en sus manos el trabajo. Hubo una sintonía que fue casi innecesario tener que entrar en una: “Oye, mira, esto no me gusta”. De pronto, había ciertas cosas: “Prefiero sustituir”. “Ah, perfecto, hazlo así”. Fue muy fluido, en este caso podría decir que es muy natural. Siempre con el productor y entre un grupo, hay diferentes puntos de vista, hay tensión; dentro de esa tensión se genera parte de la creación y es lo bonito y es lo interesante. Y, en este caso, si bien había un estado de tensión, y donde yo también tenía que dejar ir muchas cosas, porque llevaba tiempo trabajándolas y pasa eso, te enamorás de todo, ¿no? Todo parece que son grandes ideas. Entonces, dejar fuera algunas canciones fue el primer reto, pero después yo sabía que había una perspectiva que yo no tenía, y por eso lo busqué a Gustavo. Tenía que confiar en eso y, simple y sencillamente, pues sí, solté.
Ya con el disco terminado, y con todas las canciones que compusiste a lo largo de todos estos años, ¿reconocés un estilo propio de composición?
Estoy en ese proceso, sí (sonríe). Sin duda, hay algo… Ahora, en estas entrevistas, a partir de que salió el disco, he conversado acerca de eso, o me han hecho preguntas que tienen que ver con el estilo: cómo digo, o por qué lo digo. O sea, no lo he reflexionado. Ahora estoy como en ese proceso en que también no sé si quiero poner mucha atención en cuál es la diferencia, por qué me diferencio, cuál es el estilo. Pero sí sé cuando algo resuena bien conmigo, cuando algo me representa, cuando algo me hace sentir bien. Eso lo sé. Y supongo que esa podría ser, para mí, la definición del estilo, si es que pudiese también aplicarse.
Se te ve muy cómodo, por lo menos desde afuera, en tu desempeño en redes, videos, baile, en los videoclips y todo esa faceta extra musical. ¿Es así como se ve?
(sonríe) Es que es la misma filosofía: “Lo peor que puede pasar es que me vea ridículo, que no sé si es que soy un payaso o que no lo hago bien”. Eso es lo peor, peor que puede pasar. Y eso, para gente que vive en un privilegio como el mío, es un “happy problem». Y también, ¿qué más da si realmente algo sale mal? Y lo de las redes, pues nada, he ido construyendo ahí cómo me comunico, y con esta cuestión de: “Es que es importante”, “deberías”, “podrías”, sabés que vas a sumar, pero “¿cómo me acerco?, ¿cómo me aproximo?”. Yo he estado tratando de encontrar un lenguaje, y más o menos ahí lo voy construyendo, y me divierto.
Ahora estoy en ese proceso en que no sé si quiero poner mucha atención en cuál es la diferencia, por qué me diferencio o cuál es el estilo. Pero sí sé cuando algo resuena bien conmigo, cuando algo me representa, cuando algo me hace sentir bien.
Y también es parte de construir también una personalidad artística…
Seguramente, pero es más: cómo me puedo traducir también en esos ámbitos. “Y ahora viene un video”. “Bueno, ¿qué vamos a hacer en el video?”. “Sabes que este es más bailable, ¿por qué no te pongo ahí y bailás si a tí te gusta bailar?”. Entonces, listo. Cuando viene el momento, digo: “Voy a bailar, pero voy a dejarlo todo, voy a bailar y voy a pasarla bien. No voy a pensar cómo se ve, solo voy a sentir. Si funciona, no lo sé, y, si no funciona, ya me lo dirán”. Ese es el camino.
¿Tenés pensado salir de gira con el disco?
Este año, desde que salió el primer sencillo, en febrero, he tenido la oportunidad de estar en algunos festivales. Entonces he hecho presentaciones con dos o tres canciones que llevaba editadas de este proyecto, más algunas otras que tengo, más otras que he compuesto para el grupo que yo canto, más algunos covers, y entonces con eso cumplo, son el tiempo de un festival. Pero ahora sí, para el disco, sí era, pues, tocar el álbum, no sé si todo, ya veré, pero me dan ganas, veré si no resulta aburrido, pero esa es mi intención. Con esto otro que he hecho, y hacer una mezcla y poder salir a presentarlo. Así que esa es la idea. Empiezo a finales de enero aquí en México y espero que, a partir de eso, haya un interés por invitarme a otros lugares y, claro, yo también buscaré que me inviten, y, si eso se da, estaré muy contento. He descubierto que este trabajo escénico me está dando también esa posibilidad de sentir qué es estar ahí, y como que estoy construyendo, o estoy extendiendo, esta persona que soy yo, o estoy dejando salir otra parte de esta persona que soy yo. Y, para que eso suceda, necesito seguirlo probando, exponiéndome a eso. Entonces, tocarlo en vivo, el álbum, va a ser esa continuación de encontrarme con el público.
Esa es una manera también de construir el proyecto en tiempo real y frente al público, ¿no?
Absolutamente. Ahora que lo dijiste, sí que he sentido que, desde que comencé a hacer esta exploración de los temas y esta investigación hasta ahora, tiene un sentido de presencia, de estar vivo, que no es que el disco ya salió y se acabó, sino que las canciones siguen y, como suele suceder, se van transformando y el público las va haciendo suyas y toman otra característica. Pero al ser, en este caso, la primera vez en la que hago un proyecto así, es la primera vez que estoy experimentando esta cuestión de cómo un proyecto tan íntimo sigue creciendo, sigue tomando otro sentido y, en cada tocada, cada presentación, se va ampliando eso, se va expandiendo. Entonces sí, sin duda, poder mantenerlo vivo y que siga creciendo, pues, es muy bonito presenciarlo.
Foto: Difusión