Alejandra Wolff: “Lo que tengo para ofrecer es mi honestidad”

El nombre de Alejandra Wolff está ligado a la historia de nuestro rock desde comienzos de los 90, con sus pasajes por La Tabaré, La Chancha Francisca, Mojo y Proyecto Wolff. Semanas atrás vio la luz «Pez del Cielo», el álbum con el que da inicio su carrera solista y que la encuentra al frente de su propio proyecto por primera vez.

El próximo viernes 6 de junio a las 21:00 h en Sala Camacuá, Alejandra presentará en vivo las canciones de Pez del Cielo. Las entradas están a la venta a través de RedTickets.

A propósito de esta fecha que marcará el nacimiento de una nueva etapa en su carrera, conversamos con la actriz y cantante sobre el proceso personal que derivó en su primer disco como solista, la composición como acto intuitivo y lúdico, además de su vínculo con la naturaleza como canal hacia lo trascendente, entre otros temas.

Por Liber Aicardi


Foto: Yo Magnolia

“Pez del Cielo” es tu primer álbum como solista, pero no es el primero de tu carrera. Es algo particular ya que ha pasado bastante tiempo para que te lanzaras con tu proyecto, ¿no?

Sí, es muy particular porque, si bien hace muchos años que estoy en esto de la música —arranqué cantando con La Chancha Francisca cuando estaba haciendo la EMAD—, después vino La Tabaré, Mojo, Proyecto Wolff con Gabriel Brickman… Esta es la primera vez que el disco, las letras y las músicas son mías y donde, de alguna manera, estoy a cargo de la producción. Si bien hay un montón de personas que están trabajando conmigo —sin las cuales no podría haber hecho nada de lo que estoy haciendo—, la verdad es que el mascarón de proa soy yo. Es la primera vez que me animo, no solamente a componer, sino a ponerme en el centro del escenario. Como que nunca me había dado “la tela”, por millones de razones: por temas de autoestima, por no confiar en mí lo suficiente, por ser muy exigente también conmigo. Y como hay mucha gente con mucho talento que yo admiro, siempre pensaba que no lo estaba haciendo suficientemente bien.

¿Y qué te decidió a encarar este proyecto en este momento?

Primero, esto es algo que estaba pendiente en mí. Porque yo siempre escribí. Siempre. Inclusive en el disco con Gabriel Brickman —que se llamó “Primer Ángel»—, las letras eran todas mías. Eso también era una particularidad, porque en La Tabaré no componía, en La Chancha no componía, en Mojo tampoco componía.

Eso para mí fue un paso re importante: poder hacer canciones, por lo menos desde el lugar de la letra. También acordar con él, porque compusimos juntos. Tuvimos re buena sinergia con Gabriel. Pero él era más el productor musical. Si bien éramos los dos productores, muchas decisiones estéticas y de producción pasaban por él. Ese era nuestro acuerdo.

Ahora me pasó esto que ya era algo que quería hacer hacía mucho, y que se me destrancó haciendo unos talleres amados de creación de canciones en la UDELAR, con unos docentes divinos como Mario César Paz y Damián González Moreira. Son talleres no académicos, lúdicos, de creación musical y de texto. Va gente desde 18 a 90 años, y es muy libre. Es muy lúdico. A través de esa libertad y del talento de ellos como docentes, yo destranqué eso. Empezamos a trabajar en grupo, y yo pude componer música, textos, pude crear… Y ahí agarré lo que me faltaba, que era confianza en mí. Decir: “Bueno, sí, puedo. Esto es lo que yo puedo hacer”. Escribir, siempre escribí desde niña. Yo vengo de la palabra. Amo escribir. Siempre lo usé para hacer poesía o como una cuestión catártica. Escribir es una herramienta mía, personal.

Hace dos, tres años que empezó ese proceso de destranque. Con muchas inseguridades también. Pero al final dije: “Si no es ahora, ¿cuándo?”. También lo hice pensando en que en algún momento me quiero retirar de la Comedia Nacional —no del teatro—, sobre todo para disponer de mi tiempo, recuperar esa libertad y tener el proyecto iniciado, con un enfoque en esta parte creativa de mi vida que quedó como soslayada por el teatro. Que es maravilloso, porque estoy más que agradecida de todo lo que me ha pasado. Hacer esta pasadita de un arte a otro, de un mundo a otro, me parecía que era bueno. También está esto de decir: “Esto es lo que tengo para aportar. Si gusta, si no gusta, si le gusta a cuatro, yo qué sé… después vemos”. Es un viaje de uno. Y dejarlo vivir. No estar tan reprimida, comparándome o pensando que lo voy a hacer mal. Yo lo que tengo para ofrecer es mi honestidad, es lo que soy. Y eso puede ser un valor para algunas personas, puede conectar con algunas, y con otras no. Pero es lo que hay.

Este disco es claramente el comienzo de una nueva etapa para vos…

Sí, es claramente una nueva etapa y de un disfrute enorme componer con las herramientas que tengo. Pero también es eso de dejar de decir: “Ay, no, como yo no toco virtuosamente no puedo hacer canciones”. Usé la guitarra, uso notas de voz, tengo una forma muy random de componer. Lo hago a mi manera y eso también es parte del juego, y del descubrimiento de esta etapa.

¿Reconocés un estilo propio que fuiste construyendo a través de los años, más allá de que en otros proyectos las canciones no eran completamente tuyas?

Yo creo que sí. No sé si es algo buscado o es parte de una búsqueda que recién empieza en ese sentido. En realidad, cuando hablamos con Pablito Sóñora —que fue quien me estimuló a que esto tenía que seguir para adelante—, fui con mis cancioncitas y me dijo: “Vamos, Ale, vamos a hacer esto. Dejate de tirarte abajo y vamos a hacerlo”.

Hablamos mucho de encontrar un estilo personal, un sonido que fuera mío, que me identificara, que me desmarcara también de los otros proyectos. Porque yo no soy La Tabaré, no soy el Proyecto Wolff, no soy Mojo. Es decir, hay una música y unos textos que son míos. Eso también pedía un estilo, buscar cuál era ese estilo. Que es algo nuevo, porque son mis canciones, y eso es la novedad. Y yo creo que sí, que tienen un sello propio. Si bien las canciones están atravesadas por el rock —porque era algo que yo quería además que sucediera, porque es donde me siento más cómoda—, no es solo rock. Ni es un rock duro, ni mucho menos. No tiene nada que ver con el sonido de Gabriel Brickman, no tiene nada que ver con el sonido de Mojo, me parece a mí.

Yo lo que tengo para ofrecer es mi honestidad, es lo que soy. Y eso puede ser un valor para algunas personas, puede conectar con algunas, y con otras no. Pero es lo que hay.

Es un disco que, cuando uno lo escucha, escucha las letras y ya desde el arte se desprende mucha naturaleza. Se nombran muchos elementos: hay luna, hay animales de distintas especies… ¿Eso fue deliberado?

No, eso es lo que me salió. Tenía temor de que en esas once canciones terminara siendo redundante en algunas cosas. Pero la verdad es que es mi manera de hablar de mi proceso personal. Yo, en las canciones, hablo de mi proceso existencial y de las cosas que me importan y que me emocionan. Entonces, mi conexión con lo trascendente es a través de la naturaleza. Cuando pienso en la trascendencia, lo que a mí me eleva y me hace trascender esta realidad, esta dualidad en la que nos movemos, es la naturaleza. Y eso me pasa desde siempre, desde que era niña. Siempre tuve un rollo con las hormigas, con las abejas, con los pajaritos, con los perros, tirarme al piso a mirar horas a las hormigas, caminar… Amo la biología, amo el funcionamiento de la naturaleza. Me emociona, me hace llorar, me viaja. Entonces, esa es mi conexión con Dios, con el universo, con lo místico o llamale como quieras. Pero mi conexión es a través de la naturaleza y su perfección. Tengo un viaje de búsqueda con esa totalidad, y eso es lo que me sale en las canciones porque es mi interés en la vida. Es mi interés incluso cuando hago teatro. Cuando hago música, es como mi semilla, es mi corazón, mi nudo principal. Y está bueno también abordar desde ese lugar, sobre todo en estos tiempos de “palo y palo». Detenerse a pensar, a observar, a disfrutar de fenómenos naturales que pueden ser tan sencillo pero que a su vez te disparan muchos pensamientos.

¿Considerás este disco un trabajo conceptual?

Creo que fui bastante intuitiva. No soy muy formal, ni tuve un pienso, un análisis para ver si era conceptual lo que estaba haciendo o no. Termina siendo un poco conceptual porque habla de un tránsito vital, pero no es a propósito. En un momento tuve que decir: “Yo tengo que entregarme a esto y ya está”, para dejar de frenarme, porque me vengo frenando hace años. Entonces, que sea lo que Dios quiera, me tiro a la piscina. Yo soy una mujer grande, ¿Me voy a morir y me voy a quedar con ganas de hacer algo? ¿Qué puede pasar? ¿Qué es tan grave? Hay que hacerlo y tratar de no pensar demasiado.

A la hora de elegir los músicos que te iban a acompañar en el viaje del disco, ¿qué buscaste en ellos?

Ahí me ayudó mucho Pablo. Él fue mi pájaro guía. Fue él que me dijo: “Mirá, para mí este tema viene por este lado, y yo estaba pensando en tal persona, tal músico. Para este tema puede estar buenísimo”… Él me fue aconsejando y me fue presentando, diciéndome qué músicos le parecía para cada tema. Y bueno, lo cotejamos y yo tengo plena fe. Yo confío. Le dije: “A mí me gusta lo que estás haciendo y confío en vos, absolutamente”.

Hay otro sello a lo largo de tu carrera, en distintos proyectos, y es que siempre has estado en lugares acompañada por un guitarrista poderoso. Y en este disco también…

Sí, y es súper importante. Es parte del sello. Eso sí estaba clarísimo: que era muy importante tener una guitarra poderosa, una guitarra de rock. Y en el caso de Gonza (N. de R.: Gonzalo de Lizarza), que tiene mucha responsabilidad. Cuando apareció “Pez del Cielo», estábamos compartiendo audios con Pablo y me emocionó lo que había hecho con la guitarra. Me conmovió hasta las lágrimas. Hizo una traducción de lo que a mí me pasaba, de lo que a mí me hubiera gustado escuchar. En general, los artistas hicieron sus propios arreglos, y el guitarrista —sobre todo Gonza—… Los arreglos son una locura. Yo celebré cada arreglo que hizo él, no lo puedo creer. Todos los que están ahora están muy copados y yo les agradezco un montón, porque tengo una banda con mucho amor por lo que están haciendo, y yo lo agradezco. ¡Es mi primera banda! Parece mentira que a esta edad algo te pase por primera vez, pero es como eso: es la primera vez, y estoy muy copada.

Mi conexión es a través de la naturaleza y su perfección. Tengo un viaje de búsqueda con esa totalidad, y eso es lo que me sale en las canciones porque es mi interés en la vida.

¿Cómo surgió la nueva versión de “Sigue siendo rocanrol” y ese reencuentro musical con Tabaré Rivero, haciendo un tema de La Tabaré de los años 80?

Queríamos hacer una canción de Tabaré. Yo me puse a buscar y era difícil encontrar una canción que fuera icónica, pero tenía que ser una que estuviera buena, que la gente la reconociera, porque es un guiño, un juego. Era difícil encontrar una que yo pudiera cantar en primera persona, que funcionara para mí, para poder cantarla desde mí y esa canción nos parecía bárbara, ideal. Y yo la reescribí. Me encantó aggiornarla y traerla al 2025. Le actualicé todos los muertos y todos los males del mundo. Le conté lo que estaba haciendo a Tabaré, le mostré la maqueta y quedó re copado. Lo invité a grabar e hicimos esa cosa de invertir los roles, donde lo que cantaba Andrea Davidovics en su momento lo canta él, y así. Y él quedó fascinado. Es una versión diferente a la versión de los 80, obviamente. Tabaré me dijo: “Me doy cuenta que en realidad es un homenaje que me estás haciendo”. Y le dije: “¡Claro! Es un homenaje a nuestra amistad, a la banda, a lo que yo te quiero”. Es un guiño lleno de cariño, lleno de chiveo entre nosotros, y es para afuera también, porque la gente nos conoce a ambos, ¿no?

¿Cómo ves el rol de las mujeres en el rock, desde tu lugar, que fuiste una de las pioneras en estar al frente de una banda?

No sé si voy a ser objetiva, porque no sé si estoy tan informada como para opinar cabalmente, pero tengo la sensación de que en el rock and pop —no en el metal, que tiene varias mujeres en la escena— hay como un lugar ahí medio huérfano, que no hay tantas mujeres cantando rock. Tengo esa sensación. O que es más mainstream, más de cantautoras, que van por otras texturas, otras musicalidades. Como que el pop rock no está tan tan abordado, me parece.

Y creo que las mujeres hemos ganado espacio en la música en general, en la música popular, sin duda. Igual creo que falta un montón, porque pasa todo el tiempo esto de las grillas de los grandes festivales del interior, que son los mismos de siempre, y en general los mismos son todos varones. Y yo vengo de la estructura donde siempre había varones y era así, punto. Yo no me cuestionaba cuántos varones hay en el escenario: era así. Los varones estaban arriba del escenario y nosotras haciendo coros atrás, o tenías suerte y estabas en la Tabaré y cantabas la mitad del repertorio, pero era muy inusual.

Con el paso del tiempo, a mí me pasó con la deconstrucción que yo también me empecé a dar cuenta de que, cuando voy a un recital o a un festival, veo que son seis varones en escena. Se va la banda, vienen otros siete varones, ocho varones, el stage, el sonidista… ¡todos hombres! Antes no me pasaba, porque estaba en el viejo paradigma. Pero yo digo: “¿Dónde están las muchachas? ¿Dónde están las mujeres?”. Hay un montón de mujeres con un montón de talento que, por alguna razón, no terminan de atravesar cierta membrana que está ahí, como invisible, apretándonos para afuera del sistema. Seguimos siendo víctimas del patriarcado, eso no cabe duda. Y creo que eso va a llevar mucho tiempo, porque es un chip de la cabeza muy, muy salado, y que tiene miles de años —no cientos, miles de años. A mí me hace bien ver a mujeres en el escenario. Me da fuerza, me dan ganas, y acá estoy yo, arriba del escenario también, grande y todo como estoy.

Foto: Yo Magnolia