Por Fernando Santullo
Allá por 1988, ir al Chuy era para mí como ir a Tower Records en New York unos años mas tarde. Además de comprarte camisetas Hering, vaqueros Levi’s, ticholos y championes Rainha, las disquerías del lado brasileño ofrecían una variedad de material que resultaba inimaginable en un Uruguay en donde el monopolio de facto de Palacio de la Música era la todavía horma total de lo que estaba o no en el mercado. Una empresa, hay que recordarlo, que llegó a vender discos de vinilo y su funda por separado, como si fueran cosas distintas. Una empresa que editó London Calling de The Clash en disco con un sonido tan espantoso a casete de segunda mano, que te hacia preguntarte si no estabas, de hecho, escuchando la copia trucha que te había pasado tu primo.
Volviendo al Chuy, era la tierra de la revista Bizz, de las bandas brasileñas que estaban estallando en ese momento y, en particular, la puerta de acceso a las bandas del sur de Brasil, esas que sólo a veces salían en las revistas brasileñas. Los Nenhum de Nos, los Engenheiros do Hawaii, todos esos grupos de Porto Alegre que sonaban mas cerca de Traidores que de Caetano o los propios Paralamas. Y al mismo tiempo, el Chuy era la puerta de entrada a los discos que iban saliendo en el mundo anglo, casi en tiempo real. En ediciones que, maravilla, solían tener el arte original completo y en donde a nadie se le había ocurrido venderlo por separado.
En uno de esos viajes del 88, regresando de Florianopolis o algo asi, cayó en mis manos el album Green Thoughts de los maravillosos Smithereens, quienes un poco después iban a ser conocidos en Uruguay a través de la muy buena versión que Níquel haría de su tema Blood and Roses. El Green Thoughts era el segundo disco del grupo y, aunque apuntaba maneras como para comerse el mundo, eso no ocurrió ni entonces ni después.
Lleno de temazos como Only a Memory, Drown in my Own Tears, Deep Black y baladas excelsas como Especially for You, el álbum mostraba una banda madura en la composición y rica en la búsqueda sonora. A sus ya características llamaradas de guitarras a-la-The Byrds, se agregaba la sonoridad mas áspera del rock de garage gringo de entonces. La sutileza de algunos arreglos, en especial de las canciones mas suaves, los alejaba de las bandas de rocanrol sin más. De hecho, muchos vieron en ellos la alternativa a otra banda que se encontraba estallando en ese momento, los R.E.M., quienes con su disco Document estaban, ellos si, sonando en todas partes.
La historia de los Smithereens es una de de esas que no se pueden explicar a traves de un solo factor. Ni siquiera si ese factor es el puramente musical. Sus tres primeros discos, Especially for You, este Green Thoughts y 11, de 1989, son directamente excelentes y sonaron un montón en las radios. Lo que entonces se conocía como “college rock” y que abarcaba desde los mencionados R.E.M. hasta los B52 pasando por los Dream Syndicate y una docena de otras bandas, encontraba un buen resumen en los temas de Pat DiNizio y los suyos.
Rock directo, letras de amor con un giro oscuro o con un dejo de desespero, guitarras que de a ratos se acercaban a los propios AC/DC y en otros eran pura delicadeza en la veta de Suzanne Vega (quien por cierto colaboró con ellos en el disco debut del grupo), si algo separaba a la banda de New Jersey de la música de sus primos universitarios, era quizá cierto aire de clase obrera. Ese aire, que es en realidad algo indefinible, podria entenderse como una suerte de resto de orgullo por el origen y la ausencia de temor a expresarse en esos términos más directos o más crudos que se le suponen a los trabajadores de la línea de montaje.
Y quizá sea esa crudeza sentimental lo que los alejó del estrellato mundial y los ha condenado desde entonces a su estatus de banda de culto. Y no porque su musica haya perdido vigencia ni porque no se esfuercen ni nada parecido. Son esos imponderables, ese estar o no en el instante correcto para que el cruce de públicos se produzca. Lo cierto es que son pocas las bandas estadounidenses surgidas en aquel entonces, comienzos de los 80, que fueron capaces de realizar una síntesis tan poderosa, tan “blue collar”, del rock alternativo que sonaba en los bares y antros de las universidades gringas de entonces, con las melodias sesenteras y el guitarreo eléctrico en su mejor expresión.
Green Thoughts es para mí el más balanceado de sus trabajos y el que me dio entrada al mundo de DiNizio y los suyos. Luego fui hacia atrás y hacia adelante en su discografía y eso me permitió apreciarlos en su real dimensión. Pero nada me fascinó tanto como este disco comprado en una polvorienta disquería de Chuy y que atravesara la frontera uruguayo brasileña junto a una caja de Garotos y la espantosa Hering celeste de toda la vida.