En la fría noche del viernes 17, el Estadio Centenario recibió por tercera vez en su historia a Rod Stewart, uno de los escasos artistas de primer nivel mundial que tocó tantas veces en nuestro país. Algo más que destacable, teniendo en cuenta que cuando el británico debutó en tierras uruguayas, la posibilidad de ver shows de ese calibre por estas tierras tendía a cero. Ahora fue para iniciar el tramo sudamericano de su tour “One Last Time”, con el que aparentemente se despide de las grandes giras.
Foto: Marcos Harispe
La distinción y gentileza de Stewart ya se dejaban ver cuando, al ingresar a la tribuna Olímpica, se veía el escenario (incluidos instrumentos, piso y escaleras) tuneado totalmente de color blanco, además de una gran pantalla principal que mostraba un mensaje de bienvenida de parte del artista, asegurándonos que iba a disfrutar mucho de la noche y esperaba que nosotros también lo hiciéramos.
No podíamos esperar menos viniendo de un Sir inglés, pero escocés de sangre y por elección.
Casi diez minutos pasadas las nueve de la noche, y tras sonar la patriótica canción escocesa “Scotland the Brave”, con chaqueta motoquera de brillante animal print, camisa blanca con jabot, ceñido pantalón oscuro, zapatos dorados y una cabellera donde las canas se confunden con su clásico rubio, apareció él: una de las leyendas vivas de la cultura pop de los últimos 50 años, Rod Stewart. Acompañado por una banda de doce músicos, salió al ruedo con “Infatuation”, con la que se animó a tirar los primeros pasos, muy celebrado por un público mayoritariamente plus 40 que aún continuaba ingresando. Su rasposa y clásica voz demostró un muy buen estado, algo que mantuvo a lo largo de las casi dos horas de recital, envidiable para sus 80 años, tanto como su estado físico.
Luego de “Tonight I’m Yours (Don’t Hurt Me)”, llegó el primer homenaje de la noche: la pantalla central mostró la imagen de Tina Turner antes de interpretar “It Takes Two”, canción que grabaran juntos a inicios de los años 90.
Después de anunciarla como “una canción que ustedes conocen muy bien”, llegó “The First Cut Is the Deepest” de Cat Stevens, con acompañamiento de dos violines y un arpa dorada que sería protagonista en varias ocasiones a lo largo del show.
Siguieron “Tonight’s the Night (Gonna Be Alright)” y el clásico de fines de los 80 “Forever Young”, que arrancó la primera gran ovación, con un despliegue escénico en el medio que incluyó coreografía celta a cargo de las coristas, mientras la banda interpretaba “Riverdance” para volver al clásico ochentero. A continuación de las “movidas” “Baby Jane” y “Young Turks”, y tras el primer cambio de vestuario —esta vez con chaqueta plateada sobre una camisa negra—, vino el primer momento futbolero: “You’re in My Heart (The Final Acclaim)”, que vistió hasta el propio Rod de colores verde y blanco, en referencia al Celtic F.C. de Glasgow, además de proyectar en la pantalla una foto de la selección que nos representó en Sudáfrica 2010.
El tono volvió a levantar con “Maggie May” para dar paso al segundo tributo de la noche, esta vez hacia la también fallecida Christine McVie, de Fleetwood Mac, interpretando “I’d Rather Go Blind” de Etta James. También sonó “Downtown Train” de Tom Waits, otro clásico que lo hizo propio, lo que demuestra que Stewart, además de ser un gran compositor de hits, es también un gran intérprete, haciendo que en sus versiones las canciones elegidas suenen como propias.
Foto: Marcos Harispe
Después de un descanso que se tomó el cantante mientras las coristas Becca Kotte, Holly Brewer y Joanne Bacon brillaban con “I’m Every Woman” —como en varios momentos de la noche, junto al saxofonista Jimmy Roberts—, regresó al escenario totalmente vestido de rojo para despacharse con la balada “I Don’t Want to Talk About It”, que el Centenario coreó en la primera gran interacción del público.
Más tarde, llegó el momento político con la gran versión de “People Get Ready”, mientras se proyectaban imágenes de los activistas Martin Luther King y Rosa Parks.
El mismo recurso para el descanso y un nuevo cambio de vestuario sucedieron previo a “Da Ya Think I’m Sexy?”, con la interpretación de “Proud Mary” a cargo de las chicas.
El hit por el que quedará en la historia de la música pop —la del “plagio inconsciente” a “Taj Mahal” de Jorge Ben Jor— sonaba por última (?) vez en Uruguay en la voz de su creador, quedando en la memoria de una concurrencia que, si bien no colmó completamente la Olímpica, respondió en gran forma. Esa también fue la señal de que se acercaba el final, no sin antes cumplir con el ritual de tirar pelotas de fútbol hacia la platea.
Pero quedaba más: el momento rockero de la noche llegó finalmente con “Stay With Me”, de su banda Faces, que también compartió con Ron Wood a principios de los 70. Dos versiones más: “Some Guys Have All the Luck” y una emotivamente épica “Sailing”, que encendió las linternas de los celulares y marcron el falso final y despedida.
No fue necesaria una arenga para que Rod volviera de forma automática y, luego de unas palabras acerca de lo magníficos que somos, nos dejó el cierre con “Love Train”.
El paso del tiempo aportará el valor real de esta “última vez” de la estrella pop en suelo uruguayo, pero sin duda la visita sirvió para, además de volver a ver un gran show, redimensionar la figura de un verdadero entertainer que supo transitar siete décadas y ser uno de los pioneros en entender el concepto integral de la palabra artista: en el sentido de que un cantante no sólo debe cantar, sino también interpretar, lookearse, entretener, seducir y transgredir ciertos parámetros que hoy vemos como obsoletos, pero que hace medio siglo eran moneda corriente.
Tranquilo, Rod: nosotros también disfrutamos mucho.
Foto: Marcos Harispe
Por Liber Aicardi

Casi diez minutos pasadas las nueve de la noche, y tras sonar la patriótica canción escocesa “Scotland the Brave”, con chaqueta motoquera de brillante animal print, camisa blanca con jabot, ceñido pantalón oscuro, zapatos dorados y una cabellera donde las canas se confunden con su clásico rubio, apareció él: una de las leyendas vivas de la cultura pop de los últimos 50 años, Rod Stewart. Acompañado por una banda de doce músicos, salió al ruedo con “Infatuation”, con la que se animó a tirar los primeros pasos, muy celebrado por un público mayoritariamente plus 40 que aún continuaba ingresando. Su rasposa y clásica voz demostró un muy buen estado, algo que mantuvo a lo largo de las casi dos horas de recital, envidiable para sus 80 años, tanto como su estado físico.
Luego de “Tonight I’m Yours (Don’t Hurt Me)”, llegó el primer homenaje de la noche: la pantalla central mostró la imagen de Tina Turner antes de interpretar “It Takes Two”, canción que grabaran juntos a inicios de los años 90.
Después de anunciarla como “una canción que ustedes conocen muy bien”, llegó “The First Cut Is the Deepest” de Cat Stevens, con acompañamiento de dos violines y un arpa dorada que sería protagonista en varias ocasiones a lo largo del show.
Siguieron “Tonight’s the Night (Gonna Be Alright)” y el clásico de fines de los 80 “Forever Young”, que arrancó la primera gran ovación, con un despliegue escénico en el medio que incluyó coreografía celta a cargo de las coristas, mientras la banda interpretaba “Riverdance” para volver al clásico ochentero. A continuación de las “movidas” “Baby Jane” y “Young Turks”, y tras el primer cambio de vestuario —esta vez con chaqueta plateada sobre una camisa negra—, vino el primer momento futbolero: “You’re in My Heart (The Final Acclaim)”, que vistió hasta el propio Rod de colores verde y blanco, en referencia al Celtic F.C. de Glasgow, además de proyectar en la pantalla una foto de la selección que nos representó en Sudáfrica 2010.
El tono volvió a levantar con “Maggie May” para dar paso al segundo tributo de la noche, esta vez hacia la también fallecida Christine McVie, de Fleetwood Mac, interpretando “I’d Rather Go Blind” de Etta James. También sonó “Downtown Train” de Tom Waits, otro clásico que lo hizo propio, lo que demuestra que Stewart, además de ser un gran compositor de hits, es también un gran intérprete, haciendo que en sus versiones las canciones elegidas suenen como propias.

Más tarde, llegó el momento político con la gran versión de “People Get Ready”, mientras se proyectaban imágenes de los activistas Martin Luther King y Rosa Parks.
El mismo recurso para el descanso y un nuevo cambio de vestuario sucedieron previo a “Da Ya Think I’m Sexy?”, con la interpretación de “Proud Mary” a cargo de las chicas.
El hit por el que quedará en la historia de la música pop —la del “plagio inconsciente” a “Taj Mahal” de Jorge Ben Jor— sonaba por última (?) vez en Uruguay en la voz de su creador, quedando en la memoria de una concurrencia que, si bien no colmó completamente la Olímpica, respondió en gran forma. Esa también fue la señal de que se acercaba el final, no sin antes cumplir con el ritual de tirar pelotas de fútbol hacia la platea.
Pero quedaba más: el momento rockero de la noche llegó finalmente con “Stay With Me”, de su banda Faces, que también compartió con Ron Wood a principios de los 70. Dos versiones más: “Some Guys Have All the Luck” y una emotivamente épica “Sailing”, que encendió las linternas de los celulares y marcron el falso final y despedida.
No fue necesaria una arenga para que Rod volviera de forma automática y, luego de unas palabras acerca de lo magníficos que somos, nos dejó el cierre con “Love Train”.
El paso del tiempo aportará el valor real de esta “última vez” de la estrella pop en suelo uruguayo, pero sin duda la visita sirvió para, además de volver a ver un gran show, redimensionar la figura de un verdadero entertainer que supo transitar siete décadas y ser uno de los pioneros en entender el concepto integral de la palabra artista: en el sentido de que un cantante no sólo debe cantar, sino también interpretar, lookearse, entretener, seducir y transgredir ciertos parámetros que hoy vemos como obsoletos, pero que hace medio siglo eran moneda corriente.
Tranquilo, Rod: nosotros también disfrutamos mucho.
