¿Qué decir del show de una banda clásica que se ha sabido mantener por cuatro décadas? ¿Que aquellos pioneros del ska en la región entendieron y desarrollaron el concepto “rock latino” como nadie en el continente? ¿Que además de ser un grupo, los Cadillacs son una familia abajo y sobre el escenario? ¿Que el aporte de cada integrante es fundamental para el resultado final? ¿Que tienen un repertorio demoledor? ¿Que la dupla Vicentico – Sr.Flavio es de las más icónicas del rock argentino? Todo esto se vivió la noche del pasado sábado 27 en Antel Arena con la segunda visita a esta locación de Los Fabulosos Cadillacs, esta vez en el marco de su “Tour 40 Aniversario”.
Pasados 20 minutos de las 21:00 h, aparecieron en escena los nueve integrantes —custodiados por la imagen de su fallecido percusionista “Toto” Rotblat—con la serenidad y seguridad que portan quienes se saben poseedores de un arsenal bajo el brazo capaz de hacer temblar el recinto. Solo bastó el arranque de los vientos de “Manuel Santillán, el León” para demostrar una vez más quiénes son los Cadillacs. Sin pausa, arremetieron con “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, “Carmela” y “El genio del dub”. Luego llegó el bloque más experimental, oscuro por momentos, con “Piazzolla”, “Calaveras y diablitos”, “Destino de paria” y una versión dub y experimental de “Los Condenaditos” en la que Vicentico introdujo algunos versos del tango “La última curda”, incluyendo también fragmentos de “El muerto” y un solo de bajo a cargo de Flavio referenciando a Sumo con “Mañana del abasto” (algo que volvería a suceder más tarde con “Kaya”, al final de “Siguiendo la luna”).
Los Fabulosos Cadillacs tienen la capacidad de hacer convivir a The Clash con Willie Colón, Damas Gratis, Mano Negra y The Specials, y lo dejaron en claro cuando, tras “Padre nuestro” —versión cumbia villera—, asomó la veta punk con “Quinto Centenario”. La recta final fue igual de intensa con “Carnaval toda la vida”, “Mal bicho” con un ensordecedor “digo no, digo no, digo no…” y “El satánico Dr. Cadillac”. Así el falso final, para volver con el momento de mayor lucimiento de la dupla Fernando Ricciardi – Astor Cianciarulo (batería y percusión respectivamente) y dar paso a “Matador”—tema que los colocara de lleno en el cancionero latinoamericano a inicios de los 90’s—, la coreadísima “Vasos vacíos” y un grand finale con “Yo no me sentaría en tu mesa”, en la que intercambiaron posiciones e instrumentos, y con “Vaino” Rigozzi en guitarra y coros (ex guitarrista y actual manager de LFC) sobre el escenario.
Muchos puntos altos tuvo la noche, tanto en el setlist como en lo instrumental donde es digna de destacar una sección de vientos que lleva adelante las canciones, la ya mencionada percusión, la solidez y presencia de Cianciarulo (padre), rematados por Vicentico y su gran lucimiento vocal. Otro aspecto a mencionar es la evidente complicidad sobre el escenario, donde las diferencias entre algunos de sus integrantes quedaron atrás hace tiempo, y la nueva sangre, encarnada en Astor y Florián, convive en armonía con las figuras históricas del grupo.
Lo único que podríamos achacarle —por hilar muy fino— a un show que bordeó la perfección también en su duración (del entorno de una hora y cuarenta minutos), además de una efectiva puesta en imágenes y luces es que una vez más omitieron “Vos sabés”, otro de sus tantos éxitos y el único acercamiento al candombe que tuvo el combo argentino a lo largo de su carrera. Hubiera sido un buen gesto para con sus fans uruguayos. Será la próxima… Por lo demás, fueron cuarenta años más que bien celebrados junto a un público diverso generacionalmente y, en apariencia, también en gustos musicales que se conjuntó para reafirmar el lugar que ocupa la banda en la música popular latinoamericana.
Texto: Liber Aicardi
Fotos: Andrea Miraballes
Pasados 20 minutos de las 21:00 h, aparecieron en escena los nueve integrantes —custodiados por la imagen de su fallecido percusionista “Toto” Rotblat—con la serenidad y seguridad que portan quienes se saben poseedores de un arsenal bajo el brazo capaz de hacer temblar el recinto. Solo bastó el arranque de los vientos de “Manuel Santillán, el León” para demostrar una vez más quiénes son los Cadillacs. Sin pausa, arremetieron con “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, “Carmela” y “El genio del dub”. Luego llegó el bloque más experimental, oscuro por momentos, con “Piazzolla”, “Calaveras y diablitos”, “Destino de paria” y una versión dub y experimental de “Los Condenaditos” en la que Vicentico introdujo algunos versos del tango “La última curda”, incluyendo también fragmentos de “El muerto” y un solo de bajo a cargo de Flavio referenciando a Sumo con “Mañana del abasto” (algo que volvería a suceder más tarde con “Kaya”, al final de “Siguiendo la luna”).
Los Fabulosos Cadillacs tienen la capacidad de hacer convivir a The Clash con Willie Colón, Damas Gratis, Mano Negra y The Specials, y lo dejaron en claro cuando, tras “Padre nuestro” —versión cumbia villera—, asomó la veta punk con “Quinto Centenario”. La recta final fue igual de intensa con “Carnaval toda la vida”, “Mal bicho” con un ensordecedor “digo no, digo no, digo no…” y “El satánico Dr. Cadillac”. Así el falso final, para volver con el momento de mayor lucimiento de la dupla Fernando Ricciardi – Astor Cianciarulo (batería y percusión respectivamente) y dar paso a “Matador”—tema que los colocara de lleno en el cancionero latinoamericano a inicios de los 90’s—, la coreadísima “Vasos vacíos” y un grand finale con “Yo no me sentaría en tu mesa”, en la que intercambiaron posiciones e instrumentos, y con “Vaino” Rigozzi en guitarra y coros (ex guitarrista y actual manager de LFC) sobre el escenario.
Muchos puntos altos tuvo la noche, tanto en el setlist como en lo instrumental donde es digna de destacar una sección de vientos que lleva adelante las canciones, la ya mencionada percusión, la solidez y presencia de Cianciarulo (padre), rematados por Vicentico y su gran lucimiento vocal. Otro aspecto a mencionar es la evidente complicidad sobre el escenario, donde las diferencias entre algunos de sus integrantes quedaron atrás hace tiempo, y la nueva sangre, encarnada en Astor y Florián, convive en armonía con las figuras históricas del grupo.
Lo único que podríamos achacarle —por hilar muy fino— a un show que bordeó la perfección también en su duración (del entorno de una hora y cuarenta minutos), además de una efectiva puesta en imágenes y luces es que una vez más omitieron “Vos sabés”, otro de sus tantos éxitos y el único acercamiento al candombe que tuvo el combo argentino a lo largo de su carrera. Hubiera sido un buen gesto para con sus fans uruguayos. Será la próxima… Por lo demás, fueron cuarenta años más que bien celebrados junto a un público diverso generacionalmente y, en apariencia, también en gustos musicales que se conjuntó para reafirmar el lugar que ocupa la banda en la música popular latinoamericana.
Texto: Liber Aicardi
Fotos: Andrea Miraballes