El pasado lunes 27 la legendaria banda The Cure se presentó por primera vez en Uruguay, en el marco de su gira “Shows of a Lost World” que trajo a la banda por 3ra. vez al Río de la Plata. En un Antel Arena repleto, y con entradas agotadas en apenas 48 hs. de venta y con varios meses de antelación, los liderados por el ícono generacional Robert Smith brindaron un show de dos horas y media, pasando por todas sus etapas musicales, dejándolo todo y con una puesta en escena a la altura de lo que representa el grupo, uno de los más influyentes de los últimos 50 años.
Por Liber Aicardi
Foto: Marcos Mezzottoni
Finalmente, “LA” fecha del año marcada en rojo en miles de calendarios uruguayos había llegado: The Cure tocaba en el Antel Arena. A las 21:00 hs, tras la apertura de los irlandeses Just Mustard, se bajan las luces y durante la extensa intro del, hasta ahora inédito, “Alone” Mr. Robert Smith (de riguroso negro y con remera alusiva a nuestra ciudad, tal como lo viene haciendo en sus presentaciones latinoamericanas) recorre de un extremo a otro y a paso lento el escenario, a modo de saludo y retribución a un público que lo esperó por casi 40 años, en un encuentro soñado desde aquellos lejanos años 80´s donde la banda inglesa dejó su sello. Sí, ante nosotros estaba la banda que marcó a fuego a buena parte de la Generación X en nuestro país y en gran parte del mundo. Y, sobre todo, la figura icónica de Smith.
A horas de terminado el show aún cuesta dimensionar lo que significa haber tenido enfrente y en suelo uruguayo a una de las bandas más importantes de la cultura pop del siglo XX y que, a base de grandes giras, supo mantenerse durante los años que van de este siglo.
¿Qué decir del setlist que, más allá de subjetividades, se acercó mucho a la perfección? En casi 30 canciones The Cure atravesó su historia y, también, su presente (a través de dos inéditos, que formarán parte de su demorado nuevo álbum “Songs of a Lost World”). Así se fueron sucediendo éxitos, clásicos, joyas preciadas para ultra fanáticos, las que sabemos todos y las que sabemos más o menos. Es imposible que alguien haya salido del recinto sin la sensación de felicidad de que tocaron “su” canción, sea ésta la que marcó su adolescencia, la que heredó de sus padres o hermanos mayores o la que, en tiempos digitales, descubrió gracias a una playlist. Luego vendrían “Pictures of You”, “Lovesong”, “Fascination Street”, mientras que la secuencia “Push” / “In Between Days” / “Just Like Heaven” fue de los momentos más coreados. La intro de “A Forest” nos aprontaba para uno de los tramos más épicos de la noche junto a “Primary” (ambas de los lejanos primeros tiempos), mientras que la reciente “Endsong” cerraba el primer set. En el segundo set llegó uno de los segmentos más hermosos del show con “Charlotte Sometimes” y “Plainsong”, culminando con “Disintegration”. Luego de otro breve respiro, la banda regresó y “Lullaby” fue el elegido como prólogo del final, con una seguidilla imbatible, con la que Robert se soltaría a tirar unos pasos y recorrer nuevamente el escenario micrófono en mano: “The Walk”, “Friday I’m in Love”, “Close to Me”, “Why Can’t I Be You?” y la iniciática “Boys Don’t Cry”, que nos hizo cantar más fuerte que la banda.
Por otra parte, la voz de Robert Smith no flaqueó en ningún momento y cuando se forma el tándem del vocalista junto a su eterno compañero, el bajista Simon Gallup (quien desde sus comienzos supo imprimirle un sello propio al instrumento y para el cual, más allá de algunas arrugas, no paracen haber pasado los años), no tienen nada que envidiarle a las grandes duplas de la historia del rock. A la hora de la despedida (y ya en soledad) Smith, visiblemente conmovido por la respuesta del público, recorrió el escenario por última vez, siempre mirando con gratitud a acada sector de una audiencia desconocida hasta hoy, regalándonos la postal definitiva de una noche tan histórica como inolvidable.
Foto: Marcos Mezzottoni