El cuarto álbum de estudio de Boomerang ubica a la banda ante uno de los desafíos más difíciles de sus quince años de carrera: salir ilesos del lugar de exposición que les brindó ser los elegidos para telonear a los Rolling Stones en nuestro país. El prolongado tiempo transcurrido (casi un año) entre el lanzamiento del primer adelanto “No me parece mal” y la salida de “El encanto”, además del largo proceso de grabación en distintos estudios, dan cuenta de la necesidad de búsqueda de un nuevo camino. De antemano, la formación de cuarteto, sin tecladista estable, así como las potentes presentaciones en vivo, pudo llevarnos a pensar que el viraje se orientaba hacia su costado más orgánico, más rockero; pero aquél single se encargó de indicarnos para dónde era el desvío.
“Prefiero estar equivocado y no me importa lo demás” canta Gonzalo Zipitría en el estribillo de “Equivocado” (tal como si defendiera el lugar donde se encuentra parado el grupo actualmente), el tema que abre el disco y que juega de adecuada transición entre lo que fue y lo que es. A partir de ahí, los nuevos colores del universo Boomerang se extienden y los teclados y programaciones van tomando el control de los temas. Donde había riffs, ahora hay sintetizadores oficiando de colchón para las melodías, incluso en algunos solos. Donde había arrebatos rockeros, ahora hay mid tempos coloreados por secuencias y sutiles arreglos de guitarras. El hit inmediato “Campari”, uno de los dos tracks producidos por Fran Nasser, donde además se encarga de los sintetizadores, es otra buena muestra de un presente, que “Vigilia” (con una acertadísima participación de Fernando Cabrera en vocales) conjuntamente con “Quién” y “No me parece mal” terminan de consolidar.
Por supuesto que hay efectivos eslabones que siguen conectando con su clásico sonido pop-rock, como el ya mencionado “Equivocado”, “Tu sombra” o “Un poco mejor”, pero lo que más atrapa del álbum son los nuevos terrenos de los que se apropia la banda. Otro acierto del grupo, se encuentra en que esta transformación sonora aleja, favorablemente, ciertos aires “babasónicos” que merodeaban, por momentos en exceso, su anterior trabajo.
No estamos ante un disco sencillo de digerir a primera audición, incluso, toma cierto tiempo familiarizarse con las composiciones. Justamente, ahí, radica buena parte del encanto de “El encanto”: el disco crece conforme uno le va dando play, facilitado ésto por su apropiada duración (diez temas en poco más de treinta y cinco minutos). Esta curva era peligrosa para los Boomerang pero, claramente, salen ilesos.
Liber Aicardi