La esperadísima segunda visita de la banda inglesa a tierras argentinas, se concretó, finalmente, el pasado sábado 14, en Tecnópolis frente a cerca de 40.000 personas y con un setlist bastante inesperado, el cual tuvo varios cambios respecto al show realizado en Chile, tres días antes, e incluyó su himno, “Creep”. Además de lo musical, la imponente puesta en escena, terminó de redondear un show de altísimo nivel.
Por Liber Aicardi
Pocas son las bandas que pueden darse el lujo de dejar fuera de un show, (máxime cuando transcurrieron nueve años desde su anterior presencia por la vecina orilla) la mayoría de sus singles más exitosos, e inclusive alterar en gran parte la lista en cada uno de sus conciertos. Me viene a la cabeza Pearl Jam, que incluye temas de todos sus álbumes (incluso lados B) y no muchas más. Esto habla de la consistencia de la obra de una banda y Radiohead demostró el sábado en Bs. As. que tiene espaldas tanto como para sostener un concierto con la mayor parte de canciones que no fueron hit singles como para comenzarlo con un tema minimalista como “Daydreaming”. A lo largo de las dos horas y media que duró el show, la banda desplegó un arsenal de canciones que resultó efectivo sin ser efectista. Es decir, no fue una noche de greatest hits. Con una puesta en escena que incluía una pantalla de forma oval de fondo y dos laterales, en las que entrelazaban imágenes de los distintos componentes con una visión funcional al show más que de acercamiento para quienes estaban lejos del escenario, además de un impresionante despliegue lumínico, la banda inglesa repasó gran parte de su carrera, sobre todo su post “OK Computer” e intercalando canciones de “A Moon Shaped Pool”, su último trabajo. Así fue que, luego de un inicio intimista (dentro de lo que permite un espectáculo multitudinario como éste), el recital comenzó a ganar intensidad con “Ful Stop”, también de su último disco, pero no fue hasta el “Myxomatosis”, el cuarto tema, que se produjo una gran explosión en el público. A continuación vendría “Lucky”, la primera de las canciones de su obra consagratoria “OK Computer” y varios clásicos del directo de la banda como “Everything In Its Right Place”, “Pyramid Song” (con el guitarrista Jhonny Greenwood tocando su insrtumento con un arco), “I Might Be Wrong”, “Let Down”, “My Iron Lung” (única representante del álbum “The Bends”) y “Bodysnatchers” (con el que cerraron el primer bloque) por mencionar algunos de los puntos más altos.
Al promediar el show, mientras interpretaban “The Gloaming”, Thom Yorke detuvo abruptamente la canción debido a inconvenientes con las vallas como consecuencia del agolpamiento del público, especialmente en las primeras filas. La pausa, que se prolongó durante cerca de quince minutos en los cuales el vocalista no terminaba de hacerse entender con el público y continuó brevemente el tema a capella mientras seguridad hacía su trabajo para poder continuar, enfrió de algún modo un recital que venía siendo intenso, sobre todo por la emotividad de las canciones. Posteriormente, el clima se acomodó y fue subiendo con el transcurso del show.
Para los bises, realizaron tres entradas. La primera de ellas fue contundente, incluyendo “Climbing Up The Walls”, “There There”, una movilizante interpretación de “Exit Music (For a Film), “The National Anthem”, para finalizar con “Idioteque”. Para el segundo bis, las elegidas fueron “Present Tense”, una gran interpretación de “2+2=5” y la épica “Paranoid Andoid” con todo el público coreando “rain down, come on rain down on me” sabiendo que era el final. Pero no. Radiohead tenía una perlita más fuera del libreto de veintiséis piezas que habían tocaron en Santiago. Y la última perla sería el tema más esperado por la mayoría de los presentes, el clásico “Creep”. El éxito que durante años se negaron de tocar y con el que en esta gira parecen haberse reconciliado, pero siguen dosificando para ocasiones especiales como Coachella, Glastonbury o los shows en México y Tel Aviv, marcó el cierre de la noche en Tecnópolis.
La banda, que incluye dos baterías en escena, demostró por qué ocupa el sitial que ocupa desde hace más de dos décadas, y por qué Thom Yorke es uno de los referentes generacionales. Además de sus sentidas interpretaciones, por momentos con epilépticos movimientos, demostró ser un gran cantante. El otro gran pilar de Radiohead es Johny Greenwood, el guitarrista y multi instrumentista que dos horas antes se había bajado del escenario con Junun, su otro proyecto. Al verlo en vivo, uno puede apreciar su ductilidad haciéndose cargo no sólo de guitarras sino de teclados, secuencias, efectos, percusión y todo aquello que aporte sonido, sea instrumento o no (como en el caso de “The National Anthem” en el que “toca” una radio).
Es cierto que un par de puntos más de volumen hubieran contribuido a una conexión mayor (aún) con el público, como también lo es que la ubicación del escenario no favorecía la visibilidad de gran parte de los presentes, ya que el mismo se encontraba en lo bajo de una leve pendiente que posee el predio, pero, de todas formas, en lo que concierne a la banda, pagó (y con intereses) la ausencia de nueve años con el público de estas latitudes.