Vertebral

  • The Smithereens, música y ticholos

    Allá por 1988, ir al Chuy era para mí como ir a Tower Records en New York unos años mas tarde. Además de comprarte camisetas Hering, vaqueros Levi’s, ticholos y championes Rainha, las disquerías del lado brasileño ofrecían una variedad de material que resultaba inimaginable en un Uruguay en donde el monopolio de facto de Palacio de la Música era la todavía horma total de lo que estaba o no en el mercado. Una empresa, hay que recordarlo, que llegó a vender discos de vinilo y su funda por separado, como si fueran cosas distintas. Una empresa que editó London Calling de The Clash en disco con un sonido tan espantoso a casete de segunda mano, que te hacia preguntarte si no estabas, de hecho, escuchando la copia trucha que te había pasado tu primo.

  • Josh Clayton-Felt y su cardumen

    El 15 octubre de 1991 llegué a Nueva York desde México. Tenía tres números de teléfono, una casa en donde quedarme unos días y 150 dolares en el bolsillo. Pelado como un ajo, con un montón de tiempo libre en las manos, pude recorrer buena parte de Manhattan mientras buscaba trabajo para los seis meses que duraba mi visa de turista.

    Esas caminatas me permitieron identificar un par de cosas importantes. La primera, que McDonalds tenia una hamburguesa de oferta a un dólar. La segunda, donde estaba el Tower Records mas grande. Y fue justo en ese Tower donde compré mi primer discman, un Sony que sonaba increíble pero que saltaba al menor estornudo. Y en donde compré mis primeros CD. Luego aprendí a comprar mas barato a través de los clubes que aparecían anunciados en revistas como la Rolling Stone, que era mas careta, y la Spin, que era mas alternativa. O eso decían ellos.